Emperatriz Abandonada – Capítulo 13: La celebración del Día de la Fundación (5)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


♦ ♦ ♦

El segundo día, mientras realizaba mis tareas al final de la tarde, llegó un mensaje. Era uno del príncipe heredero que comunicaba que hoy no podía asistir al banquete porque estaba ocupado. Aunque yo debía asistir los cinco días como su pareja, si él no asistía, no era necesario que yo fuera.

Me planteé no asistir, pero finalmente decidí hacer una breve aparición. Aun así, como no era necesario que llegara a tiempo, hice algo de entrenamiento y me presenté en el banquete con retraso.

—Señorita Aristia.

—Enteya, también está aquí.

—Sí, había estado esperando que usted viniera.

—¿Yo? ¿Por qué?

Enteya parecía bastante seria. El verano pasado, el palillo de cabello salió a la venta y fue un gran éxito, convirtiéndose así en un trampolín para aspirar a ser la heredera de la casa Sharya.

Parecía que tenía prisa, ya que su objetivo estaba cada vez más cerca, y no mucho después del lanzamiento de aquel producto, visitó nuestra casa y propuso un trato. Prometió ser leal a la casa Monique, si presionábamos para que fuera la heredera de la casa Sharya.

Al principio, mi padre no parecía especialmente emocionado por la sugerencia de Enteya, pero al final aceptó el trato.

No era un mal trato. La organización mercantil de Sharya recibiría el respaldo de la casa Monique, mientras que nuestra familia recibiría riqueza y fuentes de inteligencia. Sin embargo, los beneficios mutuos solo podrían continuar mientras acatáramos las leyes del Imperio.

Como precio del trato, ella había aceptado ser mi mano derecha. Aunque no podía obtener información de tan alto nivel como la casa Verita, debido a la riqueza y las conexiones de los mercaderes, sus recursos seguían siendo bastante buenos. Gracias a ello, se me había hecho fácil analizar asuntos importantes con menos tiempo del que me tomaría al estar activa en la sociedad. Al ver que me buscaba con urgencia, significaba que tenía una importante pieza de información.

—Parece que algo está ocurriendo en el banquete de hoy.

—¿Por qué? ¿Qué sucede?

—Los rumores sobre el motivo por el que la princesa Moira se desmayó ayer están circulando. Como esa princesa es la que apoya la facción de los nobles, se mantienen en silencio al respecto, pero las otras damas lideradas por la señorita Ilyia van por ahí burlándose descaradamente de ella. Aunque la princesa Moira está haciendo la vista gorda por el momento, podría haber grandes problemas.

¿Quién podría difundir tales rumores? Ayer solo estábamos presentes el príncipe heredero, las otras princesas y yo.

Sin embargo, no hubo necesidad de pensar mucho antes de obtener la respuesta. No había ninguna posibilidad de que la princesa Moira hablara de sus propios asuntos embarazosos, mientras que las princesas Princia y Beatrice no eran de las que difundían rumores. Parecía que eran la princesa Veery y la princesa Nayma. Las tres habían sido obviamente hostiles entre sí. Definitivamente era posible.

Me sentí muy molesta por las acciones de la señorita Ilyia y su grupo. La última vez también ocurrió algo similar. ¿Por qué abren la boca con tanta facilidad? Y habían hecho tales cosas contra una princesa.

—Lo entiendo. Tenemos que asegurarnos de que se callen primero.

—Eso parece. Si algo sale mal, me temo que le arrastrarán a ello.

—Gracias, Enteya. Eres de mucha ayuda para mí.

—Esto no es nada comparado con la amabilidad que me ha mostrado. Me siento halagada.

Aunque intenté salvar la situación lo antes posible, cuando encontré a la señorita Ilyia y su grupo, ya se estaban enfrentando a la princesa Moira.

No, para hablar con más precisión, estaban tambaleándose al verse sorprendidas por la inesperada reacción de la princesa Moira.

—Todo es culpa mía por ser tan deficiente…

—Princesa.

—Ha sido culpa mía, ya que no he sabido administrarme mejor… Sin embargo, ¿cómo pudo ser tan cruel conmigo cuando ambas somos damas? —La princesa Moira se secaba las lágrimas con un pañuelo mientras hablaba. La señorita Ilyia se quedó helada ante ella mientras las demás damas parecían inquietas.

Me tragué sin querer el suspiro que amenazaba con brotar. Lo que había mostrado al príncipe heredero era muy diferente de cómo había actuado conmigo, así que ya me hacía una idea, pero era una rival más difícil de tratar de lo que había esperado. Era el método que más temía utilizar, pero parecía que no tenía más remedio que realizar un ataque frontal.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué llora la princesa Moira? —Respiré profundamente y di un paso adelante. Mientras preguntaba con voz fría, vi que la señorita Kirina se estremecía por detrás de la señorita Ilyia.

Así que ella es la culpable.

Justo entonces, la princesa me miró y dijo:

—Lo siento, señorita Aristia.

—¿Qué quiere decir?

—No sabía cuál era mi lugar. Esto ocurrió porque codicié lo que era suyo. Lo siento, señorita Aristia. Lo siento mucho. —La princesa se inclinó repetidamente mientras sollozaba, tambaleándose de repente. Luego se desmayó en mis brazos y susurró con una voz apenas audible—. ¿Cómo se atreve una niña tan ingenua como usted a avergonzarme? Le haré saber lo que se siente.

Cuando no respondí ante sus palabras, ella añadió:

—Sus subordinadas han sido administradas de forma deficiente. Gracias a eso, las cosas van a ser fáciles.

Arrugué involuntariamente la cara ante su tono frío que no se parecía en nada a cuando estaba llorando. Luego, suavizando mi expresión, puse una cara de profunda disculpa mientras miraba hacia la princesa Moira, quien se apartaba.

Me esforcé por calmar mi ardiente interior mientras ella me miraba descaradamente con sus ojos verdes como si se burlara de mí.

No debo dejar que mi orgullo se hiera por esto. Esto es algo inevitable. Aunque quería evitarlo en la medida de lo posible, esta es la única solución en una situación como esta.

Después de respirar profundamente, me incliné poco a poco hacia la princesa. Oí jadeos sorprendidos aquí y allá. Aunque no era una reverencia tan profunda, ya era sorprendente que la futura emperatriz se inclinara ante una candidata a esposa del príncipe heredero.

—Lo siento mucho, princesa Moira.

—Señorita Aristia.

—Aunque debería haber sido mi deber supervisar a estas personas, no pude manejarlas bien debido a mi descuido.

—Ah, está bien. No es su culpa. Todo se debe a mi propia falta.

—Es responsabilidad de los superiores cuando sus subordinados cometen errores. Lo siento mucho, princesa. Por favor, perdóneme.

La expresión de la princesa Moira vaciló.

Ella tiene que parar ahora si quiere mantener la imagen de una víctima débil.

Tal y como esperaba, se adelantó y me tomó las manos, diciendo que estaba bien con una voz temblorosa. Cuando me disculpé una vez más, pareciendo sinceramente arrepentida, me miró con fastidio antes de inclinarse y marcharse.

Las personas que cuchicheaban y observaban se fueron marchando una a una. La señorita Ilyia, quien se había quedado helada, se acercó a mí con torpeza.

—Disculpe, señorita Aristia.

—¿Sí?

—No había necesidad de que llegara a ese extremo… Lo siento mucho. Fui descuidada.

—No pasa nada.

La señorita Ilyia parecía bastante ansiosa, a diferencia de su habitual calma. Mirando a las vacilantes Ilyia y Kirina, así como a todas las damas que las seguían, dejé escapar un enorme suspiro. ¿Cómo han podido ser tan desconsideradas?

—No les ordenaré que dejen de hablar de otras personas a sus espaldas… pero déjenme decir una cosa. Somos personas que prometemos nuestra lealtad al emperador. Un pequeño error podría resultar pronto en una desgracia hacia el Imperio y la familia imperial. Espero que lo tengan en cuenta.

—Lo tendremos en cuenta. Lo siento mucho, señorita Aristia.

—Está bien. Solo tengan cuidado en el futuro.

Terminé fríamente la conversación y dejé al grupo tambaleante. Algunos corrieron de inmediato hacia mí, mostrando preocupación, pero les dije que quería estar sola y abandoné la sala de banquetes.

Respirando el aire frío de la noche, caminé por los jardines. Este era un jardín alejado del palacio central, así que, a diferencia del ruidoso salón de banquetes, aquí no se oía ni un solo ruido. Me gustaba el silencio. Me quedé mirando el cielo nocturno durante mucho tiempo. Tenía la sensación de ser la única que quedaba en este mundo, sintiéndome como si me absorbiera el cielo negro.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Carsein.

Volví a mis sentidos al oír la voz familiar. Bajando la mirada, vi a Carsein que llevaba su uniforme oficial y no el de diario, ya que estábamos en pleno festival.

—¿Estás de servicio?

—No. Ahora mismo estoy de descanso por un tiempo. Tengo que estar de servicio esta noche, y mañana estoy libre.

—Ya veo. Estás muy ocupado.

—Aunque el tuyo es un caso especial, todo el mundo está ocupado últimamente.

—Eso no es cierto. Después del festival, yo también tengo que trabajar durante toda una semana.

—¿De verdad? Ah, por supuesto, mi padre no es alguien que deje a los demás libres. —Carsein me miró como si fuera una pena antes de inclinar la cabeza y preguntar—: Pero ¿por qué estás aquí y no en el salón de banquetes?

—Ah, es que me sentía un poco agobiada.

—¿De verdad? Aun así, si te quedas aquí cuando hace frío, te vas a resfriar.

Chasqueó ligeramente la lengua, se quitó la chaqueta de su uniforme y me la puso por encima. Tal vez, como la llevaba puesta hasta ahora, era especialmente cálida. Miré a Carsein, quien estaba atento y me ajustaba la chaqueta, a diferencia de lo que era habitual en él. Sintiéndome apenada, dudé antes de abrir la boca.

—No hay necesidad de que hagas esto…

—Soy mucho más fuerte que tú. Si estás tan preocupada, puedes entrar después de caminar un poco más.

—Sí. De acuerdo. Gracias, Carsein.

Después de expresar lentamente mi agradecimiento, caminé por los silenciosos jardines con él siguiéndome en silencio. Caminando durante algún tiempo, mis sentimientos heridos y mis emociones complicadas desaparecieron como si se hubieran fundido en la oscuridad y mi corazón volviera a estar en paz. Cuando abrí la boca para decir que tal vez era hora de entrar, de repente oí el sonido de unas voces que murmuraban desde algún lugar.

—Creo que podemos regresar…

—Caminemos un poco más. ¿Cuándo, si no, podrías experimentar tanta paz?

—Pero… Ah, está bien.

La voz pertenecía al señor Rass y a la princesa Princia. Me fijé en el cabello rubio de ella, que parecía brillar aún más en la oscuridad, así como en el cabello rojo de él.

¿Debemos saludarlos o no?

Después de preocuparme un rato, decidí observarlos en silencio primero. Carsein pensó lo mismo y no mostró ningún signo de movimiento. Después de observarlos en silencio mientras paseaban por los jardines antes de darse la vuelta, me enderecé y me levanté.

En ese momento, oí un crujido. Sobresaltada, miré hacia abajo y vi que, al ser otoño, el suelo estaba lleno de hojas secas. Oh, Dios.

—¿Quién está ahí?

Carsein y yo intercambiamos miradas mientras nos mantuvimos en silencio.

—Si no sale ahora, llamaré a alguien.

Carsein se encogió de hombros ante la fría voz de advertencia y salió de las sombras.

—Kaysian, soy yo.

—¿Sein? ¿Qué haces ahí?

—Señor Rass, princesa, hola.

Ante la pregunta de Sir Rass, sonreí torpemente y me adelanté. No habíamos hecho nada malo, pero de alguna manera me sentía culpable. La princesa Princia, que reconoció la chaqueta de Carsein que me rodeaba, sonrió alegremente.

—Señor Carsein, señorita Aristia, parece que ustedes dos también estaban dando un paseo.

—Ah, sí. Estábamos a punto de entrar.

—Qué bien. Nosotros también estábamos a punto de volver. Vamos juntas, señorita Aristia.

Asentí con la cabeza mientras pensaba que las cosas funcionaban bien. Cuando me dispuse a quitarme la chaqueta para devolvérsela a Carsein, sentí de repente escalofríos ante el aire frío que me bañaba, alejando el calor.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien?

—Ah, sí. Solo ha sido una brisa fría de momento. Toma.

—Entra rápido. Te vas a resfriar.

—De acuerdo. Gracias, Carsein.

—Bien. Tengo que volver al trabajo, así que me iré primero. Hasta mañana, Aristia.

Sonriendo, tomó la chaqueta y desapareció en la oscuridad.

Observé su cabello rojo mientras se marchaba. Caminé hacia la princesa Princia y el señor Rass, quienes me esperaban. La princesa parecía estar sumida en sus pensamientos mientras miraba hacia donde había desaparecido Carsein y murmuraba en voz baja:

—Hmm, ¿fue por eso que mencionó una espada?

—¿Qué?

—Ah, no es nada. Volvamos. Vamos, señor Rass.

—¿Qué? Ah, sí —respondió torpemente y me siguió.

La princesa Princia, quien había estado caminando a mi lado sin decir palabra, dijo de repente:

—Señorita Aristia.

—¿Qué?

—Por favor, mantén en secreto que hoy nos hemos encontrado en los jardines. Lo hará, ¿verdad?

—Ah, sí. Por supuesto.

Cuando asentí, me sonrió de manera significativa. Una sonrisa entre dos personas que tenían un secreto compartido. Le devolví la sonrisa y volví con ella a la sala de banquetes, caminando hacia la luz brillante.

♦ ♦ ♦

—Hola, señorita Aristia.

—Un saludo a todos.

El tercer día de la celebración del Día de la Fundación, asistí de nuevo al banquete con el príncipe heredero. Después de conversar durante un tiempo adecuado, pedí que me excusaran. En el momento en que lo dejé, las chicas me rodearon de inmediato.

Las personas que se reunían a mi alrededor eran muy diversas, desde esposas de nobles hasta otras damas. Lo que más les interesaba era el palillo de cabello que llevaba desde hace varios días. Como la duquesa Rass y la duquesa Verita también llevaban ambos artículos que les había regalado, parecía haberse extendido el rumor de que tal accesorio está de moda entre las mujeres de la alta nobleza. No paraban de preguntar dónde se podía comprar y cómo se usaba. Parecía que pronto se convertiría en una gran tendencia.

—Aquí estás, Aristia.

—Hola, Carsein.

—Es la primera vez que le veo así, escudera Aristia. ¿Qué tal si viene al trabajo con un vestido y no con su uniforme de vez en cuando?

—Estoy de acuerdo, señorita Aristia.

—Aunque sé que están bromeando, se siente bien. Gracias, señor Dillon. Ha pasado un tiempo, señor Lian. Parece que los tres están fuera de servicio hoy.

En medio de la multitud de damas, los tres hombres se acercaron a mí y se inclinaron en señal de saludo. Los ojos de las damas brillaron ante la aparición de caballeros, y además oficiales.

—Entiendo lo del señor Carsein y señor Dillon, pero ¿cómo es que usted, señor Lian, conoce a los dos? Son de diferentes escuadrones.

—El señor Dillon era mi amigo desde la infancia. Llegué a conocer al señor Carsein gracias a él.

—Ya veo. He oído que usted es cercano al señor June también. Tiene unas conexiones muy amplias, señor Lian.

—Gracias por el cumplido —respondió emocionado el señor Lian.

Cuando los tres empezaron a presentarse ante las damas, las otras señoritas se mostraron aún más deseosas de hablar con ellos. Aunque la mayor parte de la atención recayó en Carsein, el señor Dillon y el señor Lian eran herederos de casas de vizcondes y barones. Como también eran caballeros oficiales, eran bastante populares.

A diferencia de Carsein, quien conversaba moderadamente, los otros dos hombres estaban agotados por estar rodeados de damas. Estaba sonriendo divertida ante ellos cuando otro joven se abrió paso entre la multitud y me saludó.

—Ha pasado mucho tiempo, Aristia.

—Realmente lo ha sido, Allendis. Parecías muy ocupado últimamente. ¿Estás bien hoy?

—Hoy es mi día libre. Ya que he trabajado mucho, debería descansar también.

Los ojos esmeralda de Allendis parecían especialmente brillantes hoy, resplandeciendo mientras sonreía. Ante esa sonrisa, pude ver que algunas damas se sonrojaban.

Aunque sabía que Carsein era popular, parece que Allendis, para mi sorpresa, también lo era.

Por supuesto, al ser los hijos de las únicas casas de duques del Imperio, por no hablar de genios en sus propios campos con gran futuro, era un hecho que serían populares.

—Allendis, tú también estás aquí.

—Ha pasado un tiempo, Carsein. ¿También estás fuera de servicio hoy?

—Sí.

Observé a los dos intercambiando saludos y mirándose con una sonrisa que normalmente no se mostraban entre ellos. Uno llevaba un traje blanco y el otro, un uniforme negro. Uno tenía el cabello verde claro y fresco, mientras que el otro lo tenía rojo fuego. Allendis parecía un delicado príncipe, mientras que Carsein tenía una mirada fría. Un burócrata y un caballero. Aunque a menudo pensaba que eran bastante diferentes, la diferencia era aún más marcada hoy.

¿Será por eso que no se gustan mucho?

Allendis me observó mientras me sumía en mis pensamientos y sonrió.

—Vaya, Carsein, hemos descuidado a la dama mientras me ponía al día contigo. Lo siento, Aristia. Aunque no era mi intención, he sido grosero.

—¿Qué quieres decir con grosero, Allendis? Estoy completamente bien.

—No. Tengo que expiar mi crimen de hacer que una dama se sienta sola. Entonces, ¿quieres bailar conmigo?

No pude evitar reírme. Era tan astuto. No podía negarme si decía eso.

—Sería un honor. —Puse ligeramente mi mano sobre la suya extendida. Las damas que nos rodeaban dejaron escapar un suspiro de envidia y cedieron el paso.

Después de esperar a que terminara la canción actual, salimos a la pista de baile. Antes de que empezara la nueva canción, miré inconscientemente a mi alrededor una vez y vi a Carsein enterrado entre las damas y los nobles que estaban reunidos de dos en dos según sus facciones. También vi al príncipe heredero de pie con tres princesas.

—Hoy estás preciosa, Tia.

—Gracias, Allen.

Al oír su susurro, desvié mi mirada de la multitud hacia él.

¿Qué?

Parecía que un par de ojos azul marino habían estado mirando hacia aquí hace un momento. Aunque no estaba segura, volví a mirar hacia el príncipe heredero, pero estaba charlando con las princesas.

¿Me habré equivocado?

Desconcertada, volví a mirar a Allendis. Al ver sus cálidos ojos esmeralda, sonreí alegremente.

—Creo que es la primera vez que me toca bailar contigo en un evento oficial.

—Ahora que lo pienso, yo también lo creo.

—¿Ha estado bien, mi señorita? Como estaba ocupada preparando las celebraciones, no he podido ver bien tu cara.

—Hmm. Bueno, he estado bien.

Esta canción era bastante lenta, así que Allendis y yo podíamos hablar cómodamente mientras bailábamos. Soltando nuestras manos entrelazadas, giré ligeramente tres veces hacia la derecha y Allendis me atrajo hacia él con una suave sonrisa.

—Tía.

—¿Sí?

—Después de la celebración, ¿quieres visitar los pueblos?

—¿Los pueblos?

—Sí. Los vi de camino al palacio y parecía divertido. Los festivales callejeros seguirán celebrándose durante unos tres días después de que terminen los banquetes.

En cuanto oí eso, pensé de repente en el espectáculo que había visto de camino a palacio el primer día. En ese momento, había querido salir a las calles llenas de gente. Había replegado esos pensamientos, pensando que algún día tendría la oportunidad de hacerlo.

—De acuerdo. Tenía curiosidad. Suena muy bien.

—¿Prometes ir?

—Sí.

Aunque no parecía que hubiéramos conversado mucho tiempo, la canción ya estaba terminando. Me giré dos veces hacia la izquierda y me sujeté las faldas ligeramente, haciendo una reverencia. Allendis se inclinó a su vez.

Al abandonar la pista de baile, miré hacia donde habían estado las princesas. Sin embargo, solo estaba la princesa Moira, rodeada de las damas de la facción noble, incluida la señorita Raiya, así como dos princesas que estaban de pie un poco alejadas de ella, mirándose fijamente. El joven de cabello azul no aparecía por ninguna parte. Como no se le podía encontrar en la sala de banquetes, parecía que se había marchado.

—¿Vas a volver a donde estábamos antes, Aristia?

—No. Pensaba pasear un poco.

—¿Debo caminar contigo?

—Um…

Me lo pensé un rato antes de negar con la cabeza. Todavía era oficialmente la prometida del príncipe heredero, y si salía de la sala de banquetes con Allendis, no se vería con buenos ojos.

Al salir de la sala de banquetes, respiré el aire frío. Saludando a los caballeros que montaban guardia aquí y allá, paseé por los jardines centrales del palacio. Las flores blancas de otoño dispersas brillaban sutilmente bajo la luz de la luna. Al ver eso, de repente pensé en el árbol de flores de plata en los jardines del palacio Ver.

No lo había visto desde la primavera pasada. ¿Habrían florecido las flores ahora?

Pensé que podría ir a verlo mientras estaba fuera, y me dirigí hacia el jardín.

Al llegar a los jardines del palacio Ver, vi a un caballero vestido de blanco custodiando la entrada. Mientras dudaba, me fijé en un joven de cabello azul que estaba desaliñado mientras se desplomaba contra el árbol de flores plateadas en la distancia.

Sorprendida, olvidé momentáneamente mi irritación y me dirigí a toda prisa hacia él. Siempre tenía un aspecto pulcro, pero ¿por qué estaba así hoy? ¿Le había pasado algo?

Estaba sentado con su traje negro desabrochado a la altura del cuello. No solo era extraño su aspecto desaliñado, sino que además no tenía muy buen aspecto.

¿Por qué está así de repente? ¿Está enfermo por casualidad?

Habría sido una grosería seguir mirando con desprecio al próximo gobernante del imperio, así que me ajusté con cuidado las faldas y me agaché frente a él y le pregunté:

—Su Alteza, ¿está enfermo? No tiene buen aspecto.

—Estoy bien.

Al escuchar lo débil que sonaba, supe que tenía que hacer algo.

—Llamaré al médico real. ¿Podría esperar un…? ¿Eh? ¿Su Alteza? —Cuando me dispuse a levantarme, su fría mano me agarró la muñeca.

Sorprendida, me di la vuelta. Él suspiró profundamente.

—No pasa nada. No estoy enfermo, así que no hay necesidad de llamar al médico real.

—Pero, Su Alteza…

—¿No puede sentarse a mi lado?

—Sí, Su Alteza.

No podía llamar al médico real si él insistía en que no era necesario, así que me senté cuidadosamente a su lado como me había pedido. Parecía estar mejor que cuando lo vi por primera vez, pero su aspecto desaliñado, a diferencia de su pulcritud habitual, me pesaba.

Parece que sería aconsejable llamar al médico real. ¿Se negaba porque no quería hacer una escena?

—¿Asistió ayer al banquete?

—Sí, Su Alteza.

—No era necesario que lo hiciera, debería haber descansado.

—Lo pensé, pero…

—Entonces, ¿fue divertido?

—Sí, Su Alteza.

Mi estado de ánimo se desvaneció al pensar en lo sucedido ayer. Sin embargo, pronto me convencí de lo contrario. Eso se debe a mi ego. Aunque no fuera la princesa Moira, si me convirtiera en la heredera de la casa Monique, habría tenido que inclinarme ante la mujer que se convirtiera en la esposa del príncipe heredero. También tendría que hacer lo mismo con Jieun.

Ahora que lo pienso, Jieun aparecería pronto. No quedaban ni dos años.

—Dijo que no me veía bien, pero usted tampoco se ve tan bien… ¿Pasó algo en el banquete de ayer?

—No, Su Alteza.

—Hmm.

Intenté sonreír como si no pasara nada. Me miraba descaradamente, pero cuando nuestras miradas se encontraron, asintió con la cabeza y no presionó para obtener una respuesta. Se hizo el silencio durante un rato.

Se sacudió la corbata aflojada antes de suspirar profundamente.

—Por fin puedo respirar.

—¿Perdón, Alteza?

—No es nada. Por cierto, hace buen tiempo.

Por reflejo, miré al cielo nocturno. Ayer, estaba extremadamente oscuro sin una sola estrella, pero hoy, había muchas estrellas bordadas en el cielo nocturno.

El cielo estaba repleto de estrellas brillantes, como si se hubieran tachonado joyas en una tela negra. Los árboles del jardín brillaban sutilmente, reflejando la brillante luz de la luna. Las hojas otoñales revoloteaban y caían con la suave brisa.

Miré al árbol de las flores plateadas y vi que los capullos de las flores plateadas brillaban sutilmente al reflejar la luz de la luna. Así que todavía no habían florecido. ¿Cuándo florecerán?

—Todavía no… —murmuré.

—¿Hmm?

—Todavía no han florecido esas flores.

—Ya veo.

—Me pregunto cuánto tiempo pasará.

Moví involuntariamente los labios y dejé escapar las palabras. No era una pregunta con mucho más significado, pero la pensó cuidadosamente antes de responder.

—Deberán florecer cuando estén listas.

—¿Qué?

—Probablemente todavía no pueden escapar del impacto del fuego. Así que las flores no han florecido porque no están listas.

—Ah…

—Como hay capullos, creo que florecerán espléndidamente cuando llegue el momento.

Asentí con la cabeza, pensando que eso sería posible. Mientras me miraba con aquellos ojos insondables, levantó las comisuras de los labios en una sonrisa y me tendió una mano mientras se levantaba. Dudé un momento antes de tomarla y levantarme.

Arreglando su desaliñado traje, me preguntó:

—¿No ha cambiado de opinión sobre ser la heredera de su familia?

—Así es, Su Alteza.

—¿De verdad? —preguntó, observando mi expresión—. Hmm, volvamos ahora. Hemos estado fuera demasiado tiempo.

—Sí, Su Alteza.

Suspiró profundamente y se dio la vuelta; yo, por otro lado, le seguí. Los uniformes blancos de los guardias reales brillaban suavemente a la luz de la luna bajo el negro cielo nocturno mientras nos dirigíamos de vuelta al palacio central bajo su escolta.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido