Emperatriz Abandonada – Capítulo 14: Luz y sombra (4)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


♦ ♦ ♦

El restaurante estaba especialmente vacío hoy. Gracias a ello, pudimos conseguir un asiento con buena vista y a la vez separado del exterior.

Después de que Allendis, quien se había excusado por un momento, regresara, nuestra comida pronto comenzó a ser servida.

Sonreí satisfecha por la sensación de estar llena. La comida también estuvo bastante buena hoy. Mientras cortaba un trozo de la tarta que se había servido como postre y me lo llevaba a la boca, un camarero apareció de repente con un ramo de flores y me lo entregó.

¿Por qué flores, de repente? Mientras lo miraba confundida, Allendis sonrió y dijo:

—Tómalo, Tia.

—¿Hmm?

—Dijiste que nunca habías recibido flores. Así que quería darte algunas.

—Ah, gracias, Allen. Son muy bonitas.

¿Estaba actuando raro antes porque estaba pensando en esto? Abracé el ramo contra mí y sonreí alegremente. Mientras acercaba mi cara y olía las flores, Allendis dudó un rato antes de hablar.

—Tia.

—¿Hmm?

—Tia, mi señorita.

—¿Qué pasa, Allen?

—Tengo algo que quiero decirte.

—¿Hmm? ¿Qué es?

Sus ojos esmeralda eran intensos, a diferencia de lo habitual, mientras me miraban. Inspirando profundamente, dijo:

—Me gustas, Tia.

Se me cortó la respiración. Una voz temblorosa salió de mis labios.

—Ah, Allen.

—Desde que te conocí, me cautivaste. No podía apartar la vista.

—Ah…

—Sé que aún es demasiado pronto y que todavía eres la prometida del príncipe heredero. Pero Tia, el día que te conviertas en la sucesora de tu casa, ¿me aceptarás entonces?

No encontraba las palabras para responder.

—No importa si tarda en llegar ese día. Mientras seas mi señorita… Puedo esperar, aunque sea mucho tiempo.

Miré sus temblorosos ojos esmeralda que solo me miraban a mí. En lugar de su habitual despreocupación, esperaba mi respuesta con una expresión muy nerviosa.

No sabía qué hacer. Bajé la mirada hacia las flores que tenía abrazadas y múltiples pensamientos pasaron por mi cabeza.

Qué flores tan hermosas.

Los pétalos de color rojo sangre brillaban con lustre y sus hojas verdes eran vívidas como la hierba bajo el sol del verano. Dada su llamativa apariencia y sus vivos colores, su aroma debería haber sido fuerte, pero inesperadamente, una sutil fragancia se extendió hasta mi nariz. El ramo, que era casi demasiado grande para que lo sostuviera en mis brazos, estaba formado por docenas de flores rojas rodeadas de otras blancas más pequeñas. El contraste de tonalidades lo hacía aún más deslumbrante. Parecía una gota de sangre sobre un campo de nieve blanco y puro.

Supongo que huir de la realidad tiene un límite.

Me reprendí a mí misma por no tener el valor de enfrentarme a esta realidad que aparecía antes de que yo estuviera preparada, por mirar las flores y pensar en cambio en pensamientos innecesarios. No era el momento de admirar las flores, sino de ser sincera con mis sentimientos por Allendis.

Cuando había vuelto a mi yo de diez años, vivía escondida, absorta en el amor que mi padre me había dado de repente, cuando un chico joven apareció ante mí.

Un chico con el cabello verde claro, muy parecido a los vivaces brotes nuevos que crecen en primavera. Allendis.

Este chico, quien encarnaba el color verde claro, el símbolo de un nuevo comienzo y de la vida joven que estaba incluso en el credo del padre de la vida, el creador Vita, me acercó un paso más a la realidad. Gracias a ello, pude salir de mi vida protegida y adentrarme en el mundo de la esgrima que sería mis primeros pasos para convertirme en la heredera de mi casa.

En lugar de enviarme solo al largo y arduo viaje que sería el mundo de la esgrima, el chico había reído y llorado a mi lado.

Él, quien tenía los ojos verdes del color del verdor de un verano y una vida joven en crecimiento, me sacó de mi pasado y me ayudó a avanzar. Aparte de mi padre y Lina, había rechazado el contacto con todos los demás, pero él me había ayudado a sentir el calor de los humanos.

Aunque siempre me había estremecido ante pequeños toques, él siempre me miraba de frente con todo su cuerpo. La creciente sensación de miedo y repulsión que sentía cuando tocaba a alguien empezó a desaparecer poco a poco gracias a él. De repente, llegué a buscar el calor y la calidez de otras personas.

Él y mi padre lo eran todo para mí. Al principio, aunque desconfiaba y no le abría mi corazón, a medida que pasábamos más tiempo juntos, empecé a enamorarme del calor que me daba.

Era mi único amigo, además de alguien que era como un hermano mayor. A veces se comportaba de forma madura como un hermano mayor y me guiaba, y otras veces pasaba el rato conmigo como un amigo. Y a veces incluso me cuidaba cariñosamente como si fuera de la familia mientras yo le seguía ciegamente. Su cuidadosa forma de acariciar mi cabello me hacía sentir calor, mientras que la forma en que me arrastraba suavemente a su abrazo me hacía saborear la sensación de seguridad.

Dijo que sería un caballero solo para mí, y me llamó su única dama, y verlo me hizo feliz. Aunque a veces me ponía celosa, admiraba cómo tenía un talento que brillaba. Confié en él cuando me dijo que me ayudaría a escapar de mi destino de convertirme en una concubina.

Él lo era todo para mí.

Tal vez, por la forma en que empezó mi relación con Allendis fue que no pudo evitar romperse. Al igual que en el pasado con el príncipe heredero, yo miraba ciegamente a Allendis. Esa no era una relación que pudiera ser normal.

Él se había ganado mi confianza en algún momento, igual que una llovizna que se filtra poco a poco. El día que le mostré un trozo de mi corazón que mantenía oculto y que ni siquiera podía contarle a mi padre, mi corazón se hundió fríamente al ver cómo me miraba con desconfianza. Había sentido como si me hubiera hecho pedazos.

Aquel día en que le había hecho una pregunta con la misma confianza infinita en él que mi padre me había mostrado. Cuando me contestó con incredulidad, me di cuenta de que aunque él era mi todo, yo no era el suyo. Volví a sentirme triste y apenada. Sentía como si mi corazón de cristal estuviera agrietado y fuera a romperse en cualquier momento.

Mientras mi destino con la familia imperial continuaba, me había torturado mi relación fracturada con Allendis y me dirigí a la finca donde pude enfrentarme al mundo en el que vivía.

Poco a poco me fui dando cuenta de que el pasado era diferente al presente. A través de la sala de espejos, me di cuenta por fin de dónde estaba parada, y dónde estaría en el futuro. Aceptándolo, fui capaz de dar pasos por mí misma, en lugar de aferrarme ciegamente a alguien.

Creo que fue entonces cuando mi relación con Allendis empezó a cambiar.

Ya no podía ser ciega con él. Seguía siendo mi familia y mi preciado amigo, pero no volvía a ser mi todo. No, no podía. Porque yo había empezado a encontrar mi propia vida.

No me había dado cuenta antes, pero había dado señales desde mi regreso a la capital. Estar ocupada recibiendo lecciones para convertirme en heredera era simplemente una excusa. Si fuera como en el pasado, por muy ocupada que estuviera, habría ido igualmente a buscar a Allendis.

Y lo que me hizo darme cuenta de que las cosas habían cambiado con seguridad, fue la primera visita de Allendis tras mi regreso a la capital. Cuando evité su mano extendida sin saberlo, cuando su abrazo no me hizo sentir que podía dejar de lado todas mis preocupaciones. Fue entonces cuando me di cuenta de que él ya no sería el centro de mi mundo nunca más.

Cuando empecé a caminar por mi cuenta, fue inevitable que el espacio que Allendis ocupaba en mi corazón se redujera poco a poco. Mi mundo, que antes solo lo tenía a él y a mi padre, comenzó a llenarse de una variedad de personas con diferentes significados.

Los caballeros de mi casa, mis compañeros del Primer Escuadrón de Caballeros, el Segundo Escuadrón de Caballeros que me recibía cada vez que visitaba a mi padre, las damas y esposas nobles que conocí en sociedad, y Carsein que de alguna manera se había convertido en un amigo tan cercano a mí como lo era Allendis, así como el príncipe heredero, que había comenzado a ocupar mucho más espacio que simplemente mi prometido en papel.

No podía seguir siendo una niña para siempre, y a medida que pasaban los dos años y ambos empezábamos a recorrer nuestros caminos individuales, el tiempo que pasaba con Allendis también se acortaba. Seguía siendo tan buen amigo como siempre, y alguien valioso para mí, pero ya no tenía un significado tan grande como cuando era más joven.

Han pasado cuatro años desde que nos conocimos, ¿qué significa ahora Allendis para mí?

A pesar de que el tiempo pasó y empecé a formar una variedad de relaciones y su espacio en mi corazón empezó a reducirse, seguía siendo una persona muy valiosa para mí. Fue el primer amigo que hice y la primera persona en la que sentí que quería confiar. Éramos los únicos que podíamos llamarnos por nuestros apodos; él era un lugar de descanso para mi cansado corazón.

Pero eso no era lo que Allendis esperaba de mí. Él había querido que le concediera el lugar junto a mí. Había pedido convertirse en mi único amante.

¿Qué sentía yo hacia él?

Poco a poco fui desentrañando los sentimientos que había mantenido a raya en mi confusión durante todo este tiempo, y los comparé con el único amor que había conocido.

Solo cuando miré esos sentimientos enredados y desenredé lentamente su hilo con cuidado, me di cuenta de que aunque me sentía acogedora y feliz en su calor, mi corazón no revoloteaba por él. Le echaba de menos cuando no podía verle a menudo, pero no era una añoranza intensa que me dejara el corazón dolorido. Disfrutaba pasando tiempo con él, pero no contaba desesperadamente con el momento de volver a verlo.

Ah, ya veo.

Los sentimientos que tenía por Allendis eran definitivamente diferentes de los que él sentía por mí.

Por eso, aunque sentía un calor que se extendía a todos los rincones de mi corazón en su abrazo, mi corazón no latía rápido.

Por eso, cada vez que me acariciaba el cabello, solo me sentía feliz y no emocionada. Por eso, cuando me di cuenta de lo que sentía por mí, solo sentí pena y lástima por él. Como persona, sentía afecto hacia él, pero ese afecto no era romántico. Cuando reconocí esto a través de mis acciones subconscientes, me di cuenta de que teníamos sentimientos diferentes el uno por el otro. Sabía que esto le haría más daño.

—Allen.

¿Era porque estaba nerviosa? Tragué involuntariamente mientras mis labios se secaban. Una parte de mi corazón me dolió, al verlo juguetear con su cabello mientras esperaba una respuesta. Parecía ansioso, a diferencia de lo que es habitual en él.

¿Lo sabes, Allen?

Aunque mis sentimientos hacia ti sean diferentes a los tuyos, sigues siendo la persona más preciada para mí después de mi padre. Eres el amigo que más aprecio, la sombra de un árbol que me permite descansar cuando me canso, el primer brote que creció de mi corazón helado.

No quiero perderte todavía, Allen. Pero no quiero mentirte solo por eso.

Al darme cuenta de la crueldad de lo que te he hecho, no puedo seguir dándote esperanzas vacías por mi propio egoísmo.

—Allen.

—Sí.

—Yo, de verdad…

—Tia.

—Allen, yo… Haa, de verdad…

Tan pronto como intenté hablar, mis emociones surgieron de algún lugar profundo de mi corazón. Un nudo se alojó en mi garganta. La punta de mi nariz picó y al instante, las lágrimas brotaron de mis ojos.

Aclarando mi garganta mientras apenas conseguía abrir mis temblorosos labios, no pude soportar mirarle y agaché la cabeza, viendo el ramo a través de mi llorosa visión.

El primer ramo que recibí de alguien preciado para mí.

El verde claro, el blanco y el rojo se mezclaban en un contorno borroso. Los inestables sentimientos de disculpa y tristeza, así como la culpa, se reunieron en gotas al caer. Se aferraron a las flores rojas como el rocío.

—Yo, de verdad…

—Olvídalo, Tia. Dejemos de hablar de ello. Puedes darme una respuesta más tarde.

—Allen.

—Vamos a levantarnos ahora. Es bastante tarde.

—Allen…

—El marqués debe odiarme. Apúrate y levántate, Tia. ¿Quieres ver cómo me regañan?

—Detente, Allen. Por favor…

Las pocas lágrimas se convirtieron en muchas. Al ver cómo Allendis intentaba evadir la situación y fingir que no había pasado nada con su voz ya ronca, el corazón me dolió como si lo hubieran apuñalado con un cuchillo.

La culpa es mía. Había actuado de forma egoísta y, aunque sabía lo que sentía, no había sido capaz de darle una respuesta clara hasta ahora. Tenía miedo de que me dejara. Por eso, ahora le estaba haciendo más daño.

Yo misma había experimentado un amor tan doloroso. A pesar de que sabía mejor que nadie la severa tortura que suponía dar un poco de esperanza a alguien que esperaba sinceramente un poco de amor, había sido tan cruel con Allendis.

—Lo siento, Allen. Ah, lo siento mucho. —No respondió, solo se limitó a mirarme—. Siento no poder aceptarte. Siento no haber podido evitar herirte. Yo, de verdad, de verdad…

Mi ya dolorido corazón sangró al ver cómo era incapaz de hablar, y cómo sus ojos verdes estaban en blanco. Aunque mis lágrimas caían como una cascada y los gritos se me escapaban involuntariamente, me tapé la boca con las dos manos, conteniendo el llanto.

Yo era alguien que había hecho algo terrible a un precioso amigo, solo para proteger mi propio corazón. Yo era alguien fría como el hielo, incapaz de devolver a Allendis los sentimientos que tan arduamente había confesado. No tenía derecho a llorar delante de él.

Me mordí los labios con fuerza. Sentí el dolor punzante y algo caliente fluir al saborear el metal en mi boca, pero no me importó.

Esto no era nada comparado con el dolor que sentía ahora. Comparado con la sangre que fluía de la herida que le había hecho, las pocas gotas que se aferraban a mis labios no eran absolutamente nada.

—No lo hagas, Tia —dijo, preocupado.

—¿Qué?

No pude soportar mirar a Allendis, quien hablaba con la voz entrecortada, así que en su lugar fijé la mirada en el ramo de flores que tenía abrazado mientras preguntaba. Una voz temblorosa llena de inquietud cortó el aire bruscamente y se disipó.

—Tus labios. No te los muerdas. Están sangrando. ¿Por qué los has mordido tan fuerte? Debe doler.

—Allen.

Se levantó de su asiento y se tambaleó. Levantando una mano a la frente, Allendis parpadeó y se acercó a mí como si nada, agachándose lentamente.

Se arrodilló y me miró. Todavía no podía soportar mirar sus cálidos y brillantes ojos verdes y bajé la mirada. La mano que sostenía las flores temblaba.

Al ver lo ansiosa que estaba, Allendis envolvió mi mano en la suya. Se me nubló la vista al ver que seguía siendo tan cariñoso como siempre, incluso en esta situación, al ver el calor que brotaba de sus dos manos. Recogió mis manos temblorosas, una encima de la otra, y las colocó sobre su rodilla, dando ligeras palmaditas en el dorso de mi mano.

Las flores rojas y blancas se esparcieron lentamente por el suelo.

Sacó un pañuelo doblado de su bolsillo y me lo llevó a los labios. Me dolió el corazón cuando me limpió la sangre, presionando suavemente para que no me doliera. Sus largos y blancos dedos rozaron mis ojos. Mientras me limpiaba las lágrimas que brotaban, dijo en voz baja y ahogada:

—No llores, Tia. Luces mucho más hermosa sonriendo que llorando. Así que no llores y sonríe, mi señorita.

Mi señorita. Me estremecí ante el título con el que había empezado a llamarme tan a la ligera.

Un día que habíamos estado aprendiendo juntos a manejar la espada, le había preguntado una vez si el señor Lieg tenía razón cuando decía que, por mucho que estudiara, Allendis nunca llegaría a ser caballero.

Sabía que era natural que el segundo hijo de la casa Verita eligiera el camino de un burócrata, pero me había decepcionado que no hubiera elegido el mismo camino que yo.

De vuelta a ellos, Allendis me había respondido como tal. Aunque no pudiera seguir el camino de un caballero, yo siempre sería la dama de su corazón. Con ese significado, me comenzó a llamar de esa manera. Ese fue el comienzo.

—Tia, aunque no puedas aceptar mis sentimientos… Tal y como te prometí cuando éramos más jóvenes, la señorita en mi corazón siempre serás tú.

—Allen…

—¿Entonces no me dejarás llamarte por ese apodo libremente?

Las lágrimas que se habían detenido momentáneamente comenzaron a brotar de nuevo.

Allen, no esperes nada de mí. No albergues esperanzas. No me ames. Ódiame, más bien. Te di falsas esperanzas con mis vagas acciones. Solo resiéntete conmigo. Fui egoísta, solo me preocupé por mis propios sentimientos. Siente asco de mí. Al final te herí cruelmente.

Fui incapaz de recibir amor en el pasado, pero hice lo mismo contigo. Con la razón de que no quería perderte, traté de negarlo y terminé hiriéndote profundamente. No tengo derecho a recibir tu amor. Tengo un corazón frío y congelado que es incapaz de corresponder a tu amor inmutable.

—No llores. No he dicho eso para hacerte llorar. Estoy bien. Siento haberte presionado.

—Allen.

—Vamos, Tia. Realmente es hora de que regresemos ahora.

La voz de Allendis era ligeramente llorosa mientras giraba la cabeza. ¿Estaría bien que me levantara con él? ¿Le estaría haciendo daño de nuevo si no actuaba correctamente esta vez? Aunque quería decir que estaba bien, mi garganta estaba ya tan ahogada que no podía decir más de tres palabras a la vez.

Allendis cerró los labios con fuerza y enderezó su rodilla doblada al verme mover la cabeza en señal de rechazo. Agarrando mis manos apiladas, me ayudó a levantarme y habló con voz temblorosa:

—¿Estás pensando en no verme en absoluto?

—Yo…

—Ya está muy oscuro. No puedo enviarte de vuelta sola a estas horas. Si realmente no quieres, deja que te acompañe hasta la entrada por hoy.

—De acuerdo.

Las últimas palabras de Allendis eran cada vez más silenciosas, lo que hacía difícil escucharlas.

Al ver las flores rojas y blancas esparcidas por la alfombra verde, mi corazón dolió por la culpa. Sentí que una energía caliente se ahogaba en mi garganta y subía una vez más.

Me aparté de las flores esparcidas y caminé.

Arrastré los pies con dificultad mientras oía el sonido de pasos pesados detrás de mí. En lugar de mi corazón helado que no podía sangrar, se formaron gotas rojas en mis labios desgarrados y comenzaron a caer.

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