Emperatriz Abandonada – Capítulo 14: Luz y sombra (5)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


¿Era por el suave otoño? Los días eran cada vez más cortos.

Cuando llegamos al barrio comercial de los nobles, vi una calle lo suficientemente ancha como para que pasaran varios carruajes a la vez. Al oscurecer, las damas y las esposas de los nobles se apresuraban a regresar a sus casas, agitando sus faldas afanosamente. En las limpias calles se movían sin cesar los carruajes, con los emblemas de diversas casas grabados en ellos. Oí a los maestros de caballos urgiendo a sus caballos, así como el chasquido del látigo cortando el aire.

El cielo había comenzado a volverse gris y la oscuridad empezaba a caer. En medio de la agitada atmósfera, caminé en blanco.

¿Acaso mi mente estaba agotada? Me sentía como si estuviera caminando por un sueño. Mi cuerpo flotaba por la borrosa calle, sin ser consciente de casi nada.

Caminé mecánicamente junto a Allendis en silencio. No sé cuánto había caminado ni a dónde íbamos. Ningún pensamiento entraba en mi cabeza. Era como si estuviera actuando de forma automática.

¿Cuánto había caminado? Mis pies se movían como si fuera una muñeca, cuando de repente choqué con algo. Me quedé de pie, mirando un objeto redondo. Me agaché y lo recogí, pero no pude recordar qué era.

¿Cómo se llama esto?

Sabía su nombre, estaba segura, pero no podía recordarlo por mucho que lo intentara. Hice girar el objeto en mi mano.

—Ugh, te dije que mantuvieras la cabeza en su sitio. ¿Por qué siempre me haces hacer esas cosas?

Un niño pequeño se acercó corriendo, refunfuñando. El niño miró aquí y allá y descubrió el objeto en mi mano justo a tiempo. Dudando, el niño nos miró a mí y a Allendis antes de tartamudear mientras abría los labios:

—Disculpe, señorita… Esa es mi pelota.

Ah, así es. Se llama pelota.

Me alegré mucho al escuchar el nombre del objeto. Dejé de hacer girar la pelota y la examiné aún más de cerca. ¿Por qué no se me había ocurrido este simple nombre? Solo era una pelota.

—¿Señorita? D-Discúlpeme.

Aunque escuché al niño hablar, todavía estaba en un estado de ensueño. No podía entender lo que estaba diciendo.

—Lo siento, noble dama. No lo volveré a hacer. Así que, por favor, devuélvamela. Si no regreso con ella, me regañará mi hermano.

Tardé un poco en entender lo que decía el niño, ya que aún tenía la cabeza nublada. Finalmente, el niño rompió a llorar. Los ruidosos llantos zumbaban en mis oídos. Solo entonces parecía que empezaba a salir de mi estado de ensoñación. Mis sentidos empezaron a volver lentamente.

Miré al niño que lloraba. Aunque llevaba una vestimenta muy cuidada, el pequeño parecía un plebeyo.

Por reflejo, sonreí alegremente y le tendí la pelota.

—Así que es tuya. Tómala.

—Ah…

—Aquí tienes. ¿No dijiste que tu hermano te regañaría? —Sonreí una vez más y le tendí la pelota al niño mientras me miraba fijamente.

Recibió la pelota con una sonrisa brillante mientras se frotaba los ojos.

—Amable noble dama, ¡gracias!

—Muy bien, ten cuidado al volver.

Observé al niño que se alejaba con la cara sonrojada.

¿Amable noble dama? ¿Amable? Bueno, supongo que podría verme así.

Ama y atesora al pueblo. Aunque acabes rindiendo tu cuerpo, mientras mantienes un frío sentido de la lógica, tienes que ser calculadora y ganarte sus corazones con una pequeña amabilidad. Observa las circunstancias de tus subordinados y actúa con calidez y generosidad. Como alguien que los dirige, como un noble que reina sobre ellos. Estas eran palabras que se me habían clavado en los oídos.

Así que mi sonrisa superficial podría haberme hecho parecer una dama amable ante aquel niño que no sabía nada.

Pero ¿por qué está aquí un niño plebeyo? El restaurante estaba en un barrio comercial para nobles, y mi casa estaba en una zona residencial para nobles. No había ninguna razón para que los plebeyos estuvieran aquí.

Pensando que era extraño, miré a mi alrededor. Lo que vi fue un camino y unos edificios desconocidos.

¿Dónde estoy?

Como la mayoría de las veces había utilizado un carruaje para desplazarme por la capital, no estaba muy familiarizada con los caminos, pero sabía que esta no era la zona residencial de los nobles.

¿Me he equivocado de camino? Parecía que yo también había sido incapaz de darme cuenta de hacia dónde me dirigía mientras caminaba aturdido.

¿Y qué hay de Allendis? ¿Acaso no sabía que era el camino equivocado?

—Allen.

—¿Hmm?

—Este no parece ser el camino a casa.

—Ah.

Allendis, quien había reanudado la marcha una vez que el niño se marchó, se detuvo repentinamente ante mis palabras. Se giró para mirarme después de echar un vistazo a su alrededor. Por fin se había dado cuenta de que algo iba mal.

En sus ojos verde esmeralda brillaba una luz complicada. Después de mirarme durante un largo rato, sonrió torpemente.

—Lo siento, Tia.

—¿Qué?

—No estaba pensando bien. Creo que nos hemos equivocado de camino. Debía de ser la dirección opuesta.

—Ya veo. No me extraña.

Aunque me dolía el corazón, me esforcé por no hacerlo evidente y me limité a asentir. Como alguien que nunca olvidaba algo que veía u oía, debía de estar bastante aturdido para tomar el camino equivocado. Me mordí el labio ante la oleada de culpa y giré en dirección contraria.

Caminamos apresuradamente, pero todavía estará totalmente oscuro cuando lleguemos a casa.

—Vuelve sana y salva.

—Sí. Tú también.

—Tia.

—¿Hmm?

Allendis suspiró después de dudar durante un largo rato. Era un suspiro que parecía contener sus frustraciones. No pude soportar mirar sus ojos verdes sombreados, así que miré al suelo. Mi corazón se sentía pesado.

—No es nada. Entra rápido.

—De acuerdo. Vuelve sano y salvo, Allen.

Incapaz de mirarle a los ojos, entré en la mansión tras aceptar el saludo del caballero que había estado vigilando la puerta. Me giré después de dar unos pasos, sintiendo que sus ojos seguían sobre mí. Vi a Allendis de pie en el mismo lugar, viéndome entrar.

Se me llenaron los ojos de lágrimas al ver cómo quedaba atrapado en la oscura sombra de la antorcha de la entrada. Me tapé la boca con una mano y me aparté rápidamente, sin volver a mirar atrás hasta que entré en la mansión.

—Señorita, ¿por qué luce tan decaída? Dijo que iba a ver el festival. ¿Ha pasado algo en el pueblo?

—Lina.

—¿Qué pasó, señorita? ¿Se peleó con el joven Allendis?

—Lo siento. Quiero estar sola.

—¿Pero qué rayos…? Ah, está bien. Estaré a la espera, así que si hay algo que necesite, llámeme en cualquier momento.

—Lo haré. Gracias.

Tan pronto como Lina salió de la habitación, arrojé mi cuerpo sobre la cama. Las lágrimas comenzaron a caer desde gotas hasta una lluvia constante. No podía llorar en voz alta delante de Allendis. Pero aquí, en mi propia habitación, mis lágrimas empezaron a brotar después de contenerlas durante tanto tiempo.

Tirando de la almohada hacia mí, enterré mi cara en ella. Me dejé llevar y lloré, mordiendo la almohada para que no me oyeran desde fuera. Una mezcla de culpa, por haber sido estúpida y de odio a mí misma por negar los sentimientos de alguien precioso para mí, se derramó. Lloré y lloré así durante mucho tiempo.

Sentí que mis ojos se calentaban y se hinchaban. Solo cuando mi garganta estaba tan ronca que no emitía ningún otro sonido, me aparté de la empapada almohada. Sentí como si todo mi cuerpo se desplomara.

Forcé mis tambaleantes piernas para levantarme y soplar las velas, pero algo suave y mimoso se aferró a mí con lamentables ruidos de llanto. Mirando hacia abajo a través de unos ojos que apenas podían abrirse, vi una pequeña gatita plateada.

Me había olvidado de ti, Luna.

Temblé a causa de mi debilidad, apenas pudiendo levantar a Luna. Al ver que la gatita me miraba inocentemente sin ningún atisbo de preocupación en sus ojos, mi corazón se desgarró.

La persona que te trajo a mí fue Allendis.

Tal vez porque estaba perdida en mis pensamientos, mis brazos perdieron su fuerza por un momento y Luna comenzó a caer.

No, ¡Luna!

Un grito insonoro brotó de mi garganta. Por suerte, la gatita plateada llegó al suelo sana y salva. Suspirando aliviada, vi la forma en que me maullaba bruscamente y corría hacia una esquina. Me preocupé al verla esconderse bajo la mesa sin dar señales de querer salir.

¿Qué iba a hacer si se hacía daño?

Forcé mis temblorosas piernas para ponerme en pie. La gatita que me vio acercarme giró su cuerpo y se golpeó contra la pata de la mesa.

El juego de ajedrez que había colocado sobre la mesa para revisar la partida entre Allendis y yo cayó al suelo. Al oír el ruido, Luna corrió en mi dirección y se aferró a mí como si nunca se hubiera apartado. Me agaché y abracé a la temblorosa gatita.

—Está bien, no es nada. Cálmate.

Mientras la consolaba con susurros, el temblor de Luna mejoró. Sus ojos dorados pronto se cerraron.

Abrazando a la gatita dormida mientras me levantaba, me fijé en las sombras de las piezas de ajedrez que se extendían a la luz parpadeante de las velas. De repente, me recordó la obra de sombras que habíamos visto en el pueblo. Pensé en los muñecos que se habían escondido detrás de la tela blanca y que solo se movían como sombras.

Bajando la gatita plateada con cuidado, recogí los trozos caídos. Mi mano proyectó una sombra en la pared junto con el alfil. Cuando movía la mano aquí y allá, la sombra me seguía.

Pensé en Allendis mientras miraba el alfil con su sombrero redondo. Siempre había hecho un excelente uso del alfil.

Mi corazón volvió a doler al pensar en él. Si le hubiera dado una respuesta diferente, ¿cómo habrían acabado las cosas? ¿Era eso todo lo que había sentido hacia él? Si pasara un poco más de tiempo, ¿sería capaz de corresponder a sus sentimientos?

Después de mirar sin comprender las sombras de las piezas de ajedrez durante un rato, recogí el tablero caído.

Coloqué el alfil en una casilla negra. Recogí el resto de las piezas caídas y me centré en una de ellas. La reina blanca.

No, esto no.

Dejé la reina y en su lugar coloqué la torre en el tablero de ajedrez. La torre era la pieza que, según él, me obsesionaba, la pieza que parecía parte de la muralla de un castillo.

—¿Te convertirás realmente en mi señorita a partir de ahora? —preguntó la sombra del alfil.

La sombra de la torre dudó y dijo:

De acuerdo…

El alfil se acercó alegremente a la torre.

La sombra de la torre retrocedió dos casillas. Suspiré y volví a colocar el alfil en su sitio.

Recordé sus tristes ojos esmeralda. El afectuoso Allendis. El amable Allendis. El Allendis que siempre me había querido y cuidado.

¿Por qué no podía amarlo?

Piénsalo bien. ¿Quién más podría ser tan decente como él? ¿Acaso algún hombre en el mundo puede amarme más que él? ¿No puedo ver que solo se preocupa por mí? Si no lo amo ahora, puedo intentar hacerlo. Puedo reducir la distancia en lugar de alargarla.

Moví la torre en lugar del alfil que había colocado en su lugar. Una casilla, dos casillas. La sombra de la torre en la pared se acercó gradualmente al alfil. La distancia entre ellos se redujo, pero cuando solo quedaban tres casillas, la torre no se movió, como si se hubiera quedado atascada allí. Incluso si intentaba moverla con una mano temblorosa, la sombra de la torre seguía allí como si mostrara que era lo máximo que podía moverse.

Esa distancia no se podía reducir, la sombra de la torre no se podía mover.

Sonreí con amargura. Aunque sabía que no había nadie mejor que él, tenía un corazón maldito que me impedía acercarme. Era una mujer que había herido a alguien valioso. Fui tan fría. Tan cruel. Tan… sin emociones.

Golpeé mi pecho frustrado con un puño. No importaba lo fuerte que golpeara o suspirara profundamente, mi interior ahogado no se sentía mejor. ¿Cómo se sentiría Allendis ahora mismo?

Al pensar en su mirada nerviosa mientras esperaba mi respuesta, recordé los ojos azul marino que habían llevado una luz similar. ¿Qué sentía por cada uno de ellos? ¿Le estaría haciendo daño a él también, igual que a Allendis?

Por reflejo, miré al suelo. Encontré el caballo negro entre las piezas dispersas y lo coloqué en el tablero de ajedrez.

Carsein.

A veces se había acercado a mí de forma casi agresiva, tanto que me sobresaltaba. Me miraba intensamente y luego me hacía bromas infantiles mientras sonreía. Aunque nuestro primer encuentro no había sido agradable, el chico de cabello rojo se había acercado a mí poco a poco y había ocupado un lugar en mi corazón.

Tsk, ¿estás pensando irrespetuosamente en tu superior? —La sombra del caballero dio un salto de indignación. Se sacudió, diciendo que me daría un golpe en ese mismo instante. Sonreí involuntariamente.

¿Qué sentía hacia Carsein?

Aunque no me transmitía la misma simpatía que Allendis, me tranquilizaba de otra manera. En comparación con la forma en que siempre me habían dicho que actuara con madurez, él me hacía sentir como si tuviera mi edad. Siempre que estaba con él, me hacía reír con alegría. ¿Cuáles eran mis sentimientos?

La sombra del caballo que se acercaba a la torre se detuvo de repente. La torre se acercó vacilante a la casilla del caballo, preguntándose si debía avanzar o no. La sombra de la torre dudó y se detuvo una vez más en lugar de intentar avanzar. Vi que la sombra del caballo se quedaba quieta en su sitio.

Tuve miedo de acortar la distancia a ciegas, dado que no podía leer las intenciones del caballo.

Dudé mientras ponía la torre en su lugar, con tres espacios por delante. Al ver que la torre dudaba, la sombra del caballo sonrió en broma. Suspiré y retiré el caballo y el alfil del tablero.

¿Qué estoy haciendo? Solo tengo que recoger las piezas.

Recogí las piezas dispersas una a una del suelo, cuando de repente me di cuenta de que el rey había caído en una sombra. Dudé entre recogerlo o no y luego lo coloqué en el tablero de ajedrez.

La sombra del rey cayó sobre la pared, al igual que la sombra de la torre que estaba en el lado opuesto. Asustada de ver al rey, la torre se situó en el borde del tablero, escondiéndose en la oscuridad para no ser vista. Como si no viera a la torre ni le importara su comportamiento, la sombra del rey se mantuvo firme en su lugar. Después de permanecer en silencio durante mucho tiempo, el rey comenzó a acercarse a la torre que se escondía en la oscuridad. Y la torre, que estaba congelada, empezó a salir con mucho cuidado de la oscuridad.

¿Ya no me tiene miedo? —La sombra del rey preguntó a la torre que estaba medio cubierta por la oscuridad.

Como si no importara nada más, la sombra del rey se acercó con firmeza. La sombra de la torre tembló y retrocedió. Cada vez que la sombra del rey se acercaba con valentía, la torre retrocedía poco a poco. Un paso, y otro.

Justo entonces, la luz de la vela parpadeó. La sombra del rey proyectada en la pared se dividió en dos. La torre se asustó y se escondió en la oscuridad.

La sombra del rey preguntó amargamente tras ver su otra mitad:

¿No puede verme como soy?

Al ver las dos sombras, recordé momentáneamente una preocupación olvidada. Su yo del pasado y su yo del presente. ¿A cuál de las dos sombras del rey esperaba la torre cuando el rey se acercaba? ¿A cuál de las dos miraba la torre?

Lo que me confundía era su yo del pasado o del presente, debatiendo entre cuál de los dos era el que me había dado esperanza, reviviendo mi corazón una vez más.

Dos sombras, dos príncipes herederos.

Las dos sombras gruesas y oscuras del rey, las mismas pero diferentes personas.

La sombra de la torre estaba perdida entre los dos reyes. Mi mirada vacilaba mientras los observaba. Mis complicados pensamientos y mi continua confusión se mantenían mientras no podía borrar mis recuerdos pasados. Suspiré mientras miraba a la torre que no podía hacer nada.

La sombra de la mesa oscureció casi la mitad de la sombra de la torre. Mirando la oscuridad, pensé de repente en la chica de cabello negro tan oscuro como la sombra.

La chica que me robó todo, Jieun.

Mi confuso corazón comenzó a calmarse fríamente. Pensé que todo era inútil. Sin importar si la sombra del rey era una o dos, sería invisible una vez que llegara aquella sombra oscura. No importa cuánto se preocupe por mí ahora, cuando Jieun aparezca, su corazón será robado una vez más y eso sería el fin. No hay garantía de que mi corazón vuelva a latir solo porque él me ama ahora.

Forcé mis piernas tambaleantes y logré levantarme.

Coloqué el rey y la torre sobre la mesa y recogí con cuidado a Luna. La coloqué en un mullido cojín cerca de mi cama y me giré para mirar la mesa una vez más.

Debido al parpadeo de la vela, todavía podía ver las dos sombras del rey.

No podía ver bien la sombra de la torre, ya que estaba medio cubierta por la oscuridad.

Lanzando un largo suspiro, apagué la vela. En la habitación oscura, ya no podía ver la sombra del alfil, del caballo o del rey.

Jieun vendrá pronto. Hasta entonces, tengo que aguantar mi juicio sobre el príncipe heredero.

Con emociones complicadas, me cubrí la cabeza con las sábanas.

Fue un día muy agotador.

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