Emperatriz Abandonada – Capítulo 9: El tiempo fluyó para cada uno de nosotros (2)

Traducido por Lugiia

Editado por Yusuke


♦ ♦ ♦

En cuanto llegamos a nuestra mansión en la capital, sentí que por fin había vuelto a casa. Aunque la casa de campo también era bonita, aquí era donde me había criado. Como mi padre había dejado de lado sus deberes para apresurarse a venir conmigo, en cuanto me bajé, se dirigió al palacio.

Al quedarme sola, recibí los saludos emocionados de los sirvientes, y pasé el día supervisando la organización de nuestro equipaje.

Después de todo el trabajo, mi cuerpo estaba empapado de sudor, como si llevara un vestido bañado con agua.

¿Será porque había pasado la mayor parte del día ocupada con la mudanza?

—Debe estar muy cansada, señorita.

—Sí, estoy un poco cansada. Hoy debería dormir temprano.

—Sería una buena idea. Informaré a Su Excelencia cuando llegue.

—Por favor, hazlo.

Contestando distraídamente, me acosté. Me arreglé el cabello desordenado y cerré los ojos, pero un solo pensamiento pasó de repente por mi mente. Oh, vaya. Me había olvidado.

—Por cierto, Lina.

—¿Sí, señorita?

—¿Dónde está lo que te dije que mantuvieras a salvo?

—¿Se refiere al sobre de plata? Lo he colocado en el primer cajón del escritorio de su despacho.

—Ah, gracias. Tú también has trabajado mucho hoy, así que, por favor, descansa un poco.

—Gracias, señorita.

Al abrir la puerta junto a mi dormitorio, vi una pequeña habitación recién decorada como mi despacho. Me acerqué a un amplio escritorio y abrí el primer cajón. En su interior, había varios útiles de escritura y el sobre plateado que había sellado.

Contenía las notas del otro día: Registros del pasado, desde que tuve diez años hasta mis diecisiete años. No había pensado en ello al principio, pero en cuanto mis sentidos volvieron, lo había sellado con fuerza para evitar que otros lo vieran.

Independientemente de si los recuerdos de mi pasado eran sueño o realidad, ya era algo muy peligroso haberlo escrito.

A medida que el Imperio declinaba, el poder del emperador se había debilitado mientras que los nobles habían ganado más autoridad; sin embargo, tras el inicio del reinado del actual emperador, su poder había crecido, logrando apenas un equilibrio entre las dos facciones.

Lo que permitió al emperador fortalecer sus poderes fue la casa Rass y la casa Verita, así como otras familias nobles como la nuestra que le habían ayudado.

Al igual que se dice que muchos talentos se reúnen bajo un buen gobernante, la facción que apoyaba al emperador se había llenado de gente de gran talento. De ahí que los lazos y la confianza del emperador en ellos fueran también muy fuertes.

Dada la situación, si se hiciera público que la hija mayor de la familia Monique, elemento clave del creciente poder del emperador, había escrito tales cosas, las consecuencias serían nefastas. Aunque el emperador, quien tenía una sólida confianza en mi padre, pudiera reírse de ello, podría debilitar su poder y los demás nobles no lo dejarían pasar.

Aunque solo fueran divagaciones sobre un sueño, el contenido era suficiente para ser malinterpretado, ya que era una calumnia, una difamación hacia el heredero al trono, el príncipe heredero.

No era necesario que creara tal controversia, así que habría sido bueno quemarlo, pero no podía deshacerme de él. Por el momento, tuve que sellarlo bien para que nadie pudiera verlo. Pensé en trasladarlo a un lugar secreto, o simplemente disfrazarlo como un documento o un libro sin importancia.

Volví a tomar el sobre, y de repente me di cuenta de que había una carta colocada en un lado del cajón. Pensé en Allendis, al ver el papel pulcramente coloreado, y en escribirle para decirle que había vuelto, pero rechacé esa idea. Como hacía tiempo que no regresaba a la capital, sería mejor verlo en persona.

♦ ♦ ♦

Al día siguiente, tomé una taza de té que había preparado yo misma por primera vez en mucho tiempo y me dirigí al estudio. Mi padre había pedido que tomáramos el té juntos.

Aunque podía adivinar por qué me había llamado, no habló hasta que vació su taza.

Me quedé mirando a mi padre mientras permanecía en silencio incluso después de dejar la taza vacía. Parecía que tenía que hablar yo primero.

Suspiré con fuerza y dejé la taza. Miré sus ojos azul marino que estaban fijos en mí, y lentamente abrí la boca para hablar.

Ya había decidido contarle todo cuando volviéramos a la capital, así que sacar el tema no era tan difícil como pensaba.

Quizás ya había resuelto gran parte de los sentimientos reprimidos que tenía al escribir mi pasado. Pude hablar en un tono más tranquilo de lo que esperaba.

Como tenía mucho que decir, seguí hablando incluso cuando ya había pasado la tarde y había caído la oscuridad. Le conté el sueño del pasado y lo que había sucedido.

Cuando llegué a la parte en torno a mi decimosexto cumpleaños, en la que Jieun había aparecido y yo había sido apartada de mi posición como emperatriz y había entrado en el palacio como reina inferior, me detuve para mojarme la garganta por un momento.

Cuando le estaba contando estas historias, mi padre había permanecido en silencio todo el tiempo, pero finalmente habló.

—Entonces, dices que en tu sueño, cuando cumpliste dieciséis años, apareció una chica de cabello negro. ¿Y la misma cayó del cielo de repente?

—Sí. Todos la llamaban la verdadera Hija de la Profecía.

—Ya veo.

Aumenté mi determinación al ver su rígida expresión. Debía detener mi historia en un punto razonable, ya que le haría sentirse demasiado molesto.

Así que le conté que era muy infeliz, ya que ella había monopolizado el amor del príncipe heredero y, por un incidente desafortunado, me habían acusado falsamente de traición. La expresión de mi padre se ensombreció ante eso.

—Ya veo.

—Sí.

—Hm, ¿fue un sueño tan vívido? Debes haber sufrido todo este tiempo.

—Papá.

Había pensado que ni siquiera lo creería. No, por lo que había pasado, había pensado que me regañaría por ser débil.

Sin embargo, al ver que no había mostrado ni una pizca de duda hacia todo lo que le había contado y que, en cambio, había intentado consolarme, me ahogué ante la infinita confianza que me había demostrado.

En ese instante, salté por encima de la mesa. Se oyó un sonido de choque cuando la tetera, que había quedado atrapada en mi falda, golpeó la taza de té. Aunque era pequeña, vi lo sorprendido que estaba mi padre.

Gracias a mi padre, quien había estirado los brazos por reflejo, me acomodé en su cómodo abrazo y rodeé su cuello con los brazos mientras me sentaba en su regazo.

—¿Tia?

Ante su voz sobresaltada, me limité a enterrar mi cara en su fiable abrazo como respuesta.

—Gracias.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Gracias por creerme, papá.

¿Se dio cuenta de que mi voz estaba bañada en lágrimas? Mi padre me acarició lentamente el cabello sin decir nada mientras le abrazaba.

Mi energía comenzó a drenarse ante su suave tacto. Cuando mis ojos estaban a punto de cerrarse, oí una voz grave:

—¿Cómo podría no conocer a mi propia hija?

Sorprendida ante sus palabras, miré fijamente sus ojos.

—Tia, no eres una niña que dice tonterías. Te creo.

—Papá.

—Por eso dijiste que no te gustaba. Aunque sea un sueño, si fue tan vívido como dices, debes haber estado bajo mucha presión. —Mientras le miraba sin comprender, mi padre siguió hablándome—. Después de oír lo que has dicho, creo que ahora sé por qué estabas tan ansiosa.

»Lo que dijiste sobre la familia imperial, no habrías sido capaz de decir tales cosas sobre ellos, especialmente sobre la traición. Incluso si fuera un simple sueño, no te habrías atrevido a decirlo. Por eso tuviste varias noches sin dormir.

—¿No vas a reprenderme?

—¿Por qué habría de hacerlo? ¿Porque actuaste así desde un sueño? —Apenas logré asentir, y mi padre sonrió débilmente mientras hablaba—. Bueno, podría reprenderte por ser tan débil como para preocuparte por un sueño. Definitivamente hay gente en el mundo que lo está pasando peor que tú. Pero Tia…

—Sí, papá.

—¿Cómo puedo juzgar la gravedad de las preocupaciones de los demás? Una persona debe ponerse primero en el lugar de la persona. ¿No era tu sueño tu mayor preocupación?

»Más importante aún, ¿no dijiste que lograste superarlo por ti misma? Entonces, eso es suficiente. Objetivamente hablando, puede que haya sido algo pequeño, pero no puedo decir que fueras débil si lo superaste por ti misma. Estoy orgulloso de que hayas conseguido vencerlo con tus propias fuerzas.

Me tranquilizaron sus cálidas palabras. Sin embargo, por otro lado, también tenía dudas. ¿Por qué se había puesto así entonces?

Llena de dudas, vacilé mientras le miraba, y él dejó de acariciar mi cabello durante un rato.

—Parece que tienes curiosidad por saber por qué actué así aquel día.

—Sí, un poco.

—Bueno, sobre eso… —Mi padre dudó, algo que no veía a menudo, y suspiró al hablar—. Sabía que te sentías ansiosa por algo, pero después de que regresamos de nuestro viaje, parecías estarlo aún más. Aunque no dejaba de molestarme, parecía que no querías decírmelo, así que me contuve.

»Estaba inquieto porque parecía que estabas cada vez más demacrada, y mi corazón se hundió cuando recibí el mensaje diciendo que estabas mal. Cuando vi cómo estabas, sentí como si el cielo se hubiera derrumbado. Si te hubiera presionado para que me lo dijeras desde el principio, no habría llegado a eso, así que me culpé por ello. No pude hacer nada cuando tu madre murió, así que temí perderte a ti también… Sobre todo, me decepcionó que no me hubieras dicho nada hasta llegar a ese punto. Estaba enfadado conmigo mismo, preguntándome si era un padre en el que no podías confiar.

Involuntariamente, apreté mi agarre alrededor de su firme cuello.

—Por eso te presioné así. Lo siento, Tia.

—No, no —respondí con lágrimas en mi voz, bajando la cabeza. No sabía que mi padre había pensado esas cosas. Me dio tanta pena que no supe qué decirle—. Lo siento, papá. Ha sido culpa mía.

—No, yo lo lamento.

—Siento no habértelo dicho antes. Lo siento mucho.

—No pasa nada, ya estás bien. Sin embargo, aunque estas cosas no pueden volver a suceder, si tienes algo que te preocupa la próxima vez, por favor, dímelo.

—Lo haré. Sin duda.

Mi padre sonrió débilmente y se levantó. Abrí los ojos de par en par al sentir que me levantaba en el aire.

—¿P-Papá?

—Hmm, debería decirles que limpien el suelo.

—Ah.

Al mirar al suelo, vi el té derramado, y la vajilla rota, ensuciando la alfombra. Me avergoncé de la situación que había creado en un momento de impulso. Enterré mi rostro en el abrazo de mi padre.

Sentí una vibración regular junto con cada paso firme que daba. Como me gustaba esa sensación, rocé ligeramente mi mejilla contra él. Gracias. Muchas gracias, padre.

—Es tarde. Deberías dormir.

Mi padre habló mientras me tumbaba en la cama y me tapaba con las mantas. Mis ojos se cerraron ante sus suaves y reconfortantes palmaditas. Dejando atrás su voz grave, abandoné mi cuerpo al mundo de los sueños.

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