Emperatriz Abandonada – Capítulo 9: El tiempo fluyó para cada uno de nosotros (4)

Traducido por Lugiia

Editado por Yusuke


♦ ♦ ♦

¿Cuánto tiempo había pasado? Como mi padre había sugerido parar por hoy, estaba terminando algunas cosas y me disponía a salir de la oficina cuando un caballero se acercó corriendo y  jadeando.

—Hay un incendio en el palacio interior. Debe dirigirse allí de inmediato.

—¿Un incendio? Entiendo. Por favor, vaya al lugar y ayude a apagar el fuego. Señor Rass, por favor, emita una orden a todos los caballeros para que se reúnan, y dígales que se dirijan allí sin necesidad de reportarse conmigo.

—Sí, Su Excelencia.

Mientras los dos caballeros desaparecían rápidamente, mi padre se volvió hacia mí y dijo:

—Tia, ve a casa primero. Llegaré un poco tarde.

—Sí, papá. Ten cuidado.

—De acuerdo.

Solo después de haber hecho la petición una vez más, desapareció con pasos firmes.

Un incendio en el palacio interior. ¿En qué lugar se había originado? Caminando por el pasillo, sumida en mis pensamientos, de repente me detuve y me quedé quieta.

No, no podía ser ese lugar. Aunque solo había una pequeña posibilidad, por si acaso, detuve a una doncella que corría apresuradamente.

—He oído que ha habido un incendio en el palacio interior, pero ¿dónde se ha producido exactamente?

—¿Quién…? Oh, señorita Aristia. Por favor, discúlpeme. El incendio se produjo en los jardines.

—¿Los jardines? ¿En qué sitio en específico?

—Los jardines del palacio Ver.

Mi corazón comenzó a latir rápidamente.

No. ¿Por qué precisamente allí? Ese lugar es…

—¿Está bien, señorita?

—Estoy bien. Date prisa y ve a ayudar a apagar el fuego.

—Entonces, por favor, discúlpeme.

Al ver a la doncella alejarse a toda prisa, cerré los ojos con fuerza.

No debería ir allí. Si algo sale mal, podría volver a atraer la atención del emperador. Debería volver a casa. No hay necesidad de que atraiga el peligro hacia mí. Nada cambiará solo porque esté allí.

Arrastrando los pies, me dirigí hacia donde estaba el carruaje. Un paso, dos pasos, dos pasos y medio.

Ah, no puedo irme sin más.

Me detuve de repente. No podía irme a casa. Aunque mi cabeza me gritaba sin cesar que era mala idea, mi corazón no podía permitirlo.

Me di la vuelta. Sujetando mis pesadas faldas, corrí hacia el palacio Ver. Aunque me faltaba el aire, aceleré mi velocidad.

En el pasado, cuando cumplí quince años, el emperador, quien siempre me había llamado su futura nuera y me adoraba, me había llevado a un pequeño jardín. Mientras caminábamos, conversando sobre temas triviales, se detuvo de repente frente a un árbol y me preguntó si sabía qué era.

Era la primera vez que lo veía, así que le dije que no lo conocía, y me sonrió. Me dijo que aunque ese árbol era raro en sí mismo, era aún más raro verlo florecer.

—Ya que dice que es tan raro, tengo curiosidad por saber cómo es. ¿Sabe qué tipo de flores son, Su Majestad?

—Es una y la he visto una vez. Sorprendentemente, solo florece en invierno. Es una flor plateada que brilla aún más bajo la luz de la luna.

Recordé vívidamente al emperador respondiendo con una sonrisa benévola y chasqueando la lengua después. En ese entonces, me había contado que, dos años atrás, cuando yo tenía trece, aquel árbol había sido calcinado por las llamas en un incendio.

Aunque no murió, se había quemado después de que le salieron brotes por primera vez. Dijo que era una pena que no lo hubiera visto florecer desde entonces.

Por aquel momento, no había pensado mucho en ello, pero después de cumplir los dieciséis años y entrar en palacio, volví a ver el árbol mientras me agotaban los rechazos del príncipe heredero.

El árbol había vivido a pesar del fuego, igual que yo no había muerto y seguía viviendo. Nuestros destinos parecían bastante similares. El árbol no podía volver a florecer, y yo me marchitaba lentamente a pesar de estar en una edad en la que debería haber florecido.

Desde aquel día, cada vez que tenía el corazón tan roto que no podía soportarlo, visitaba aquel jardín. Mirar el árbol me hacía recordar al emperador que me había cuidado, y eso me ofrecía cierto consuelo.

Pensé que si el árbol sin flores podía producir algún día hermosas flores plateadas del mismo color que mi cabello, yo también podría escapar de mis días de humillación y desesperación.

Cuidé el árbol con todo mi corazón. Contaba los días para verlo florecer. Sin embargo, incluso cuando encontré mi muerte a los diecisiete años, nunca vi sus flores.

—¡Apúrate y trae más agua!

—¡El fuego se está extendiendo!

Corrí hasta quedar sin aliento, y cuando llegué a los jardines, vi numerosas columnas de humo. Entre las doncellas y los sirvientes en pánico, así como algunos caballeros, el árbol se hizo visible.

Las llamas ardientes se extendían hacia el árbol. Me mordí el labio. Aunque quería correr hacia él en ese mismo instante, mi lado racional me advertía que no podía entrar.

¿Por qué no viene todavía el emperador? ¿Y los dos duques? ¿Mi padre?

Agarré con más fuerza la tela de mis faldas e impedí que mis piernas intentaran avanzar.

No, otras personas vendrán pronto. Todavía no es demasiado tarde. Puedo dar la vuelta y volver a casa.

Aunque me di cuenta de que el árbol se vería envuelto en llamas pronto, hice lo posible por ignorarlo y me di la vuelta. Sin embargo, en ese momento, algo brillante revoloteó frente a mis ojos.

¿Eso es…?

Di pasos temblorosos hacia delante, olvidando que el fuego seguía extendiéndose. Cuanto más me acercaba, más me latía el corazón. Cuando estuve justo delante del árbol, dudé de mis ojos. En medio del humo negro, algo brillaba maravillosamente. En las ramas rectas había brotes de flores plateadas.

—¡Apártate!

Mientras miraba distraídamente los capullos de las flores, una fuerte voz me sobresaltó y me giré. No me había dado cuenta de que los dobladillos de mi falda ardían con un sonido crepitante. Un joven caballero apagó las llamas golpeando mi ropa con un paño que llevaba en la mano.

—¿No es usted la señorita Aristia? No debería estar aquí. Es peligroso, así que, por favor, regrese.

—Está bien. Parece que podrían necesitar mi ayuda.

—¿Qué está diciendo…?

Ignoré al caballero que me miraba sorprendido y me di la vuelta. Inspirando profundamente, levanté la voz al máximo y grité:

—¡No corran por la confusión, personal del palacio! Todos ustedes son mejores que esto.

Como ya había bastante ruido, no todos me oyeron, pero mi voz fue suficiente para llamar la atención de la gente que estaba cerca. Rápidamente di órdenes a los que se habían vuelto para mirarme uno por uno.

—Sirvientes, quiten todas las hojas secas cerca de la dirección a la que se dirigen las llamas y cúbranlas con tierra. Doncellas, vayan al palacio Ver, mojen todas las telas que ven y pásenlas a los pisos inferiores antes de traer más agua.

—¿Señorita Aristia? ¿Por qué está aquí?

—Eso no es importante ahora. Personal del palacio, ¡dense prisa y muévanse! ¿Solo se pondrán las pilas cuando todo el jardín termine de arder?

—¡E-Enseguida, señorita!

Los sirvientes y doncellas se apresuraron a responder y se dispersaron. Mis órdenes fueron transmitidas a los demás y la gente que corría confundida disminuyó.

—¿Qué están haciendo los caballeros? Recojan tierra y cubran las llamas —ordené fríamente a los caballeros que acababan de quedarse con la mirada perdida. ¿Qué les había pasado?

Los presioné una vez más, y solo entonces se controlaron y se dispersaron. Al ver que todos colaboraban por fin para apagar el fuego, me afané en dar más órdenes. Teníamos que darnos prisa y detener el fuego a su paso antes de que se extendiera a otros lugares.

Cuando sentí que las cosas estaban por fin bajo control, solté un suspiro de alivio, hasta que vi al emperador, quien había llegado y me miraba con los brazos cruzados.

¿Cuánto tiempo había pasado?

El duque Rass parecía sorprendido, mientras que el duque Verita estaba asombrado. También vi a mi padre, quien tenía una expresión rígida en el rostro. Un cambio repentino en la cadena de mando podría generar confusión. El emperador, quien sin duda lo sabía, probablemente había decidido observar las cosas.

—Su Majestad, el Único Sol del Imperio, yo, Aristia La Monique, le saludo.

—Has hecho bien.

—Me disculpo. He actuado sin su permiso. Aceptaré su castigo.

—¿Por qué te disculpas? Debería darte una medalla, no castigarte. Es un gran alivio. Si no fuera por tu rápida dirección, esto no habría sido posible.

—Le estoy muy agradecida, Su Majestad.

El emperador, quien había permanecido en silencio durante un rato, volvió a hablar mientras suspiraba:

—Pensaba renunciar a ti por culpa de tu padre. Pero ¿qué debería hacer? Cuanto más te veo, más te quiero como nuera.

—Su Majestad.

—Lo siento, marqués. Parece que tengo que vigilarla un poco más. De todos modos, sea cual sea el camino elegido, a la señorita Aristia aún le queda tiempo hasta la mayoría de edad, ¿correcto?

Me estremecí cuando dijo que estaba considerando renunciar a mí. La revivida existencia de un límite de tiempo me aguijoneó el corazón. Aunque no me arrepentía de mi decisión de antes, mi corazón seguía sintiéndose pesado de alguna manera.

Miré alrededor del jardín que había sido quemado en varios lugares. Al ver el árbol que apenas se había salvado a pesar de estar casi envuelto en llamas, mi corazón se sintió un poco más ligero. Al ver que los capullos de las flores plateadas se agitaban ligeramente, me invadió un sentimiento indescriptible.

Ya que te he salvado, ¿me vas a enseñar las flores que nunca me habías enseñado?

Las ramas se agitaron con el repentino viento. Sonreí involuntariamente al ver que parecían asentir.

No me arrepiento de haberte salvado, ya que tu existencia es la misma que la mía. Creo que si floreces, entonces podré resolver los problemas que no he podido resolver en el pasado. Por lo tanto, tengamos fuerza los dos. Haré lo mejor que pueda durante el tiempo que queda, así que tú también tienes que mostrarme sus flores, ¿de acuerdo?, susurré en mi mente a los capullos de flores plateadas que brillaban sutilmente antes de enderezarme. Cuando el humo gris que salía de los jardines carbonizados se disipó, me dirigí hacia mi padre, quien me había estado esperando.

—Siento haberte preocupado.

Mi padre suspiró después de ver cómo me disculpaba repetidamente, y me atrajo hacia su abrazo. Apoyé mi cabeza en su firme pecho y traté de leer su expresión.

—¿Estás enfadado?

—No. ¿Te duele algo?

—No, estoy bien.

—Tu vestido está quemado.

—Ah, antes habían saltado algunas chispas hacia mí, pero se apagaron rápidamente. No pasa nada.

Me sorprendí a mí misma mientras respondía, despreocupada. Oh, Dios, soy una tonta. Mientras me apresuraba a decirle que estaba bien, mi padre suspiró una vez más y habló:

—¿Cómo son tan parecidas?

—¿Qué? ¿Qué quieres decir…?

—No importa, si estás bien, entonces no pasa nada. Volvamos.

Como hoy parecía especialmente molesto, me sentí incómoda durante todo el viaje de vuelta. Al ver a mi padre alejarse después de darme las buenas noches, parecía tan solo que me encontré agarrando los dobladillos de su uniforme sin saber.

—¿Hmm? ¿Qué pasa?

—No creo que pueda dormir. ¿No te quedas conmigo?

—¿Intentas consolarme? —preguntó con una débil sonrisa en sus labios—. No puedo creer que esté preocupando a alguien tan joven como tú. Soy un padre terrible. Gracias, Tia.

Sonreí involuntariamente a mi padre, quien me acariciaba el cabello con una expresión que parecía más tranquila que antes.

Asentí cuando me dijo que se cambiaría y volvería. Llamando a Lina, me lavé rápidamente.

Al volver a la habitación sintiéndome renovada, mi padre, quien me había estado esperando, me arropó con fuerza. Mis labios se movieron a pesar de mi resistencia y una palabra salió:

—Papá.

—¿Sí?

—Yo… —Me detuve y dudé un momento. ¿Qué debería hacer? Pensaba contarle lo que había sucedido en el palacio, pero quizás era innecesario. Mientras mi padre me miraba con ojos azul marino desconcertados, me limité a hablar de otra cosa. Tenía miedo de que eso solo lo entristeciera de nuevo—. Y-Yo puedo trabajar más duro.

—¿Hmm?

—Estás siendo considerado por si tenía problemas, ¿verdad? Pero estoy bien. Así que quiero que me enseñes más.

—De acuerdo, lo entiendo. —Mi padre asintió y añadió con claridad—: Vamos a hacerlo. Aunque te costará, piensa que es un castigo por tus acciones peligrosas. Como sabes, tu padre no es de los que se muestran indulgentes con los asuntos oficiales. Así que prepárate.

—Sí, papá —respondí, forzando una sonrisa a pesar de que las comisuras de mis labios estaban temblando. De alguna manera, un escalofrío recorrió mi columna vertebral.

♦ ♦ ♦

—Señorita, tome un poco de té mientras trabaja.

—No tengo tiempo para eso. Déjalo allí y retírate —grité en voz baja ante el trabajo que no parecía terminar. Incluso en el pasado, cuando había sido concubina, no tenía tanto trabajo. En ese entonces, solo tenía que ocuparme de los asuntos internos del palacio, pero ahora, mi trabajo era al menos el doble.

Ya me ocupaba de los asuntos de la casa desde hace mucho tiempo, pero ahora también recibía lecciones para convertirme en heredera, así que tenía que ocuparme no solo de eso, sino de todos los asuntos de la familia.

Otras familias nobles, incluso familias de marqueses, no tendrían tanto trabajo, pero por desgracia, yo pertenecía a la familia Monique. Durante generaciones, habíamos estado a cargo de un escuadrón de caballeros, y teníamos algunas características únicas que otras familias no.

Ya había aprendido sobre la mayoría de las otras familias del Imperio y sus características, e incluso cómo leer la política. Sin embargo, para convertirme en la heredera de una tradicional familia de guerreros, tenía que cultivar las cualidades básicas de un caballero. La habilidad con la espada, cómo usar una lanza en un caballo, las tácticas de guerra, y cómo comandar a los soldados.

Eso no era todo. Para llegar a ser comandante del escuadrón de caballeros, además de las cualidades básicas, tenía que saber cómo controlar y dirigir a los caballeros, así como saber también cómo manejar los diversos deberes relacionados con el escuadrón. Tener diez cuerpos no habría sido suficiente para aprenderlo todo de una vez.

—Descanse un poco, señorita. Ha estado trabajando toda la mañana. Parece muy cansada.

—Pero tengo que terminar todo esto antes de que vuelva mi padre.

Le hice un gesto a Lina para que se fuera mientras hojeaba: «Tácticas de guerra a través de la historia basadas en las tres guerras del Imperio», que mi padre me había pedido que terminara para hoy. Lo estaba resumiendo en un papel, pero cuando sumergí la pluma en el frasco de tinta, no se mojó. ¿Acaso ya lo había terminado? Había abierto un nuevo frasco no hacía mucho tiempo.

Dejando la pluma por un momento, abrí el primer cajón de mi escritorio. Masajeando mis hombros agarrotados, busqué un nuevo frasco de tinta y de repente me fijé en las letras de colores. Justo en ese momento, me vino a la mente un pensamiento repentino. Ahora que lo pienso…

—Lina.

—Sí, señorita.

—¿Ha llegado algo para mí en todo este tiempo? Como una carta o una solicitud de visita.

¿Por qué Allendis no se había puesto en contacto conmigo en todo este tiempo? Llevaba ya casi tres semanas en la capital. Aunque podría ser porque estaba ocupado, me había escrito una carta a la semana sin falta cuando yo estaba en la casa de campo. Era extraño que no me hubiera enviado ni siquiera una breve nota, y mucho menos que me hubiera visitado.

—¿U-Una carta? Hmm, no lo creo, señorita.

Entrecerré los ojos ante la vacilante Lina. Sospeché debido a su tartamudeo, algo que no era habitual en ella, y a que era incapaz de mirarme a los ojos.

—Hay algo que me estás ocultando, ¿no? Dime, Lina.

—B-Bueno…

—¿Sí?

—Para ser honesta, hubo una carta enviada por el joven Allendis, pero…

—¿De verdad? ¿Por qué no la he visto?

—Estaba a punto de llevársela a su despacho, pero Su Excelencia la vio y me dijo que no se la diera.

Ladeé la cabeza ante sus inesperadas palabras.

¿Qué está diciendo? ¿Por qué iba a hacer eso mi padre?

—¿Por qué?

—Dijo que usted tenía que concentrarse en el trabajo durante un tiempo, y que usted también quería eso.

—¿De verdad? ¿Dijo algo más?

—Bueno, me ordenó que no se lo contara y parecía un poco descontento, pero eso es todo. Lo siento.

—Lina, la persona a la que estás sirviendo soy yo, no mi padre. Aunque mi padre te lo hubiera ordenado, deberías habérmelo dicho.

—Sí. Lo siento mucho, señorita.

Lina se disculpó con la cabeza profundamente agachada.

—Vamos. Ayúdame a prepararme.

—¿A-A dónde se dirige?

—A la mansión del duque Verita.

—P-Pero ni siquiera ha pedido visitarl… Entiendo, señorita. Prepararé todo lo más rápido posible.

Al ver mi expresión, Lina cedió y desapareció para organizar los preparativos. Definitivamente era de mala educación hacer una visita sin que me lo pidieran, pero según lo que había dicho Lina, parecía que mi padre no pensaba muy positivo de mi relación con Allendis. Eso no me dejaba otra opción. Si presentaba una solicitud formal de visita, mi padre podría detenerme si se enteraba.

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