Emperatriz Abandonada – Extra II: La sombra que persigue a la luna (3)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


♦ ♦ ♦

—Es un placer conocerle, señor Alexis. Soy la única hija del marqués Monique, Aristia La Monique.

—Así que por fin puedo conocerla, señorita Aristia. Soy el hijo mayor del duque Verita, Alexis De Verita.

Mi señorita, a quien encontré cuando fui a dar mis saludos de Año Nuevo, estaba tan hermosa como siempre. Miré atentamente a Tia saludando a mi hermano Alexis. Aunque ya se había sacudido gran parte de la oscuridad, seguía desconfiando de los extraños. Tenía mucha curiosidad por saber cómo reaccionaría ante Alexis. Me gratificó comprobar que, aunque intercambió saludos con él amablemente, lo miraba ni más ni menos que como un extraño.

Como se esperaba de mi señorita.

Bloqueé su mirada antes de que el estúpido de Alexis pudiera empezar a mostrar más interés por ella.

No mires. Ella no es alguien a quien puedan aspirar personas como tú.

Traté de leer cuidadosamente al emperador durante nuestra recepción. Por fortuna, no parecía saber que yo había estado trabajando con la facción de los nobles. Por supuesto, no podía estar seguro. Aunque fuera generoso con sus hombres, el actual emperador había aniquilado la mitad de las casas nobles del Imperio. El emperador también había asesinado a todos sus hermanos y hermanas, excepto a la duquesa Rass, porque habían intentado desafiarle cuando era el príncipe heredero.

♦ ♦ ♦

Tenía que ser lo más cuidadoso posible. Por mí, y para poder traer a Tia a mi lado más adelante.

—¡Lealtad al león, gloria al Imperio!

—Gloria al Imperio, honor para usted.

No mucho después del día de Año Nuevo, el mocoso de cabello rojo fue nombrado caballero oficial.

Aunque me sentí disgustado, no pude evitar reconocerlo. En lugar de esperar a que Tia se convirtiera en la sucesora de su casa, era un método mucho más fácil para mí convertirme en caballero oficial y casarme con ella. Pero esa era la razón por la que no elegí eso.

Aunque no quería admitirlo, el mocoso era un genio en el manejo de la espada. Solo con la esgrima, su talento estaba un corte por encima de mí, y dedicaba mucho más tiempo y esfuerzo que yo. Si decidía seguir la carrera de caballero, era obvio que siempre perdería ante él. De ser así, me resultaría difícil obtener un título nobiliario con mis aportaciones. No solo eso, odiaba la idea de trabajar bajo sus órdenes.

De todos modos, puedo deshacerme de todo.

Estaría bien que Tia se convirtiera en la sucesora de su casa y me eligiera a mí, pero si no es así, no me importaría renunciar a mi título porque lo único que quería era a Tia. Si pasaba algo, siempre podría llevarla a un lugar que nadie conociera y vivir allí con ella a solas.

—Hierba, no sabía que vendrías. ¿Qué pasa?

—No lo sé.

La facción de los nobles había empezado a confiar en mí. Les había pasado información sobre la facción imperial en varias ocasiones y ahora me habían pedido que asistiera a una fiesta para celebrar su nombramiento. Por supuesto, como solo estaba invitada la facción imperial, era obvio que se intercambiaría información importante y difícil de obtener. Gracias a ello, aunque no tuviera intención de felicitarle, no tuve más remedio que visitar la casa Rass.

Al ver al mocoso zanahoria que me miraba estupefacto, esbocé una sonrisa retorcida.

Piénsalo como quieras.

Mi señorita no estará aquí, así que no es necesario que cuide mi expresión. Después de separarme del mocoso zanahoria, estaba recogiendo la información correspondiente cuando, de repente, escuché un sonido cerca de las puertas que me hizo hundir el corazón.

—Su Alteza, el Futuro Sol del Imperio, Ruveliss Kamaludin Shana Castina, y la señorita Aristia La Monique van a entrar.

¿Quién está aquí? ¿Con quién ha llegado mi señorita?

Cuando me enderecé después de hacer una reverencia al príncipe, vi a la chica con un vestido púrpura decorado con cintas blancas que hacía juego con el traje blanco del príncipe heredero. Mi corazón se hundió.

¿Por qué está aquí el príncipe heredero?

¿Por qué iba a venir si no estaba interesado en Tia, y en un acto no oficial con trajes a juego? ¿Se había dado cuenta también de los encantos de mi estrella de plata? ¿Había descubierto la deslumbrante belleza de mi señorita, la cual no se había visto cuando estaba consumida por una profunda oscuridad? ¿Se había enamorado también de mi dama, como lo había hecho el mocoso pelirrojo?

Cuando el príncipe heredero nos llamó a mí y al mocoso pelirrojo para consolidarnos como amigos de Tia, una parte de mi corazón se enfrió. Al ver cómo sacaba a bailar a mi señorita como si quisiera presumir delante de todos, mis celos ardieron.

Estaba maldito. Mi posición no podía elevarse por encima del segundo hijo de un duque. La realidad es que no podía llamarla con confianza mi señorita. Tuve el gusto de tocar fondo mientras miraba a los dos bailando cerca el uno del otro.

Me sentí incómodo. Sentí como si el suelo que pisaba se resquebrajara. Aunque no lo vi bien, sentí cierta inquietud en los ojos de mi señorita que miraban al príncipe heredero. A diferencia de lo que ocurría antes, cuando le tenía miedo, su mirada parecía tranquila, aunque algo cautelosa. No mostraba ninguna emoción especial. Y aunque podría estar haciendo lo posible por servirle como hija de la casa Monique que era leal a la familia imperial, no tuve un buen presentimiento al respecto. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral.

No vi a mi señorita cuando se fue a bailar con el mocoso de la zanahoria.

¿A dónde fue?

Olvidando mi propósito original de reunir información, comencé a buscarla. Apenas la había encontrado cuando me di cuenta de que, de alguna manera, parecía rara. Su expresión inusual, sus ojos dorados estaban congelados y su sonrisa torcida. Su sonrisa no era una de las que había visto hasta ahora. No era esa sutil ni brillante que hacía palpitar mi corazón. ¿Cómo debería describirla?

Así es, una sonrisa superficial. Una que no era sincera, y que simplemente deslumbraba por fuera, para la sociedad.

Me dolía el corazón. Me había enamorado de su ruina y pensé que sería suficiente mientras me mirara solo a mí, incluso mientras emanara una profunda oscuridad. Pero parecía que desde que la había visto curada, su yo retorcido hacía que se me revolvieran las entrañas.

No sonrías así, Tia. No estés triste, mi señorita. ¿Qué ha pasado? ¿Quién te hizo así? ¿Quién ha hecho que mi preciosa dama sufra tanto?

Mientras acompañaba a la pequeña dama curada a su casa, le pregunté varias veces qué le pasaba. Me decepcionó que no me lo dijera. Pero cuando vi los cortes que se había hecho con las uñas en las palmas de las manos, la ira surgió en mi interior. Le acerqué suavemente las manos y le besé los profundos cortes.

No te sientas herida. Que no te hieran. Mi preciosa dama como ninguna otra.

—Pensé que te conocía bien…, pero últimamente, parece que soy incapaz de leerte, Tia. Se siente como si estuvieras volando a algún lugar que no puedo alcanzar.

Agarrando mi triste corazón, apenas pude hablar. Pensaba que seguía siendo mi señorita, pero sentía que se había vuelto bastante desconocida después de volver de la finca. Yo no había cambiado, pero Tia había crecido muy rápido, y temía que me dejara. Me costaba dormir por las noches debido a mi inquietud, pero me consolaba pensando que todo iría bien una vez que la encerrara en algún lugar que solo yo conociera.

Pero maldita sea. Ahora me costaba verla arruinada. Me había enamorado de ese lado de ella, pero se me había escapado una vez que se había convertido en una luz brillante. Tenía miedo. Me estaba perdiendo a medida que avanzaban las cosas. Todavía no había podido escapar de la oscuridad, pero ¿sería capaz de aferrarme a Tia cuando empezaba a brillar?

Miré a la niña de cabello plateado que se había quedado dormida en mi hombro.

¿Qué debo hacer contigo, mi señorita?

Había pensado que estaría bien mientras te mantuvieras a mi lado y no tenía ninguna duda al respecto, pero ahora, quiero tu corazón. No la confianza ciega que me mostraste cuando éramos más jóvenes, ni tu cálida mirada, quiero que me ames. ¿Qué debo hacer? Creo que realmente me he enamorado de ti. ¿Qué debo hacer? No creo que pueda alejarme de ti ahora.

—Tia.

Quería que el tiempo se detuviera en ese momento, pero el carruaje pronto dejó de moverse. A través de las ventanas entreabiertas, vi una luz que se acercaba al carruaje. ¿Estaba esperando a su hija, marqués Monique?

Mi señorita, usted es muy querida.

Miré a Tia, quien respiraba profundamente, tras haberse quedado dormida.

—Tia, ya estamos aquí. Tienes que levantarte ya —le susurré al oído mientras le sacudía suavemente los hombros. Pero quizás estaba demasiado cansada, porque no se despertó.

Aunque quería despertarla una vez más, de repente me fijé en sus labios rosados, que estaban ligeramente separados, bajo su afilada nariz que cosquilleada por sus pestañas plateadas. Mi corazón latió de repente. No podía apartar los ojos de esos labios. Se me secó la boca.

Dudando un momento, alargué lentamente la mano. Toqué sus labios rosados con un dedo vacilante.

—Haa.

Tragando un suspiro nervioso, acaricié con mucho cuidado su suave piel. Mi corazón se hundió ante su cálido aliento que tocó las yemas de mis dedos. Algo me hizo cosquillas en el pecho.

Miré por la ventana. La luz parpadeante se acercaba. Por reflejo, cerré la ventana y me recogí el cabello revuelto.

Bajé el rostro hacia la dama que amaba con el corazón tembloroso. A medida que la distancia se cerraba poco a poco, la sangre comenzó a fluir rápidamente por mi cuerpo. Mi corazón latía como si estuviera a punto de salirse del pecho. ¿Y si se despertaba por el ruido?

Cuando estuve lo suficientemente cerca como para sentir su respiración, cerré lentamente los ojos. Y…

Nuestros labios se tocaron.

Pensé que mi corazón se detendría. Fue más satisfactorio que todo lo que había recibido de la chica hasta ahora combinado. Cuando su cálido aliento me tocó, se me pusieron los pelos de punta.

Besé con cautela sus suaves labios que eran más suaves que las plumas y la piel de un bebé. Mi corazón, que siempre había gritado de soledad, y mi cabeza, que siempre gritaba agudamente, se callaron. Con ese pequeño toque, pude sentir el calor de Tia tan claramente.

—Mmm.

Los hermosos labios de la chica se movieron.

—Qué cálido.

El pequeño susurro que escapó de sus suaves labios llenó un lugar en mí que siempre había estado vacío. Si era posible, quería quedarme así para siempre.

En el momento en que me tragué mi reticencia y me aparté de ella, la puerta del carruaje se abrió de repente. Las cejas del marqués se alzaron al encontrar a la niña dormida. La tomó de mis brazos con una actitud fría. De repente sentí un pequeño brote de duda en mí mientras ella se enterraba en su abrazo y llamaba inconscientemente a su padre.

¿Estoy haciendo lo correcto?

En el carruaje que se dirigía a casa, rocé los labios que habían tocado los suyos. Al pensar en lo que había sentido, caí de repente en un profundo dilema. Antes me había sentido dueño del mundo, pero ahora estaba codicioso por más.

Te quiero, mi señorita. ¿No puedes venir a mí, Tia?

¿No puedes tener ojos solo para mí, quedándote a mi lado, como yo los tengo para ti? ¿Hmm?

Mi señorita, por favor, te lo ruego.

♦ ♦ ♦

—¿Allen?

Fue un mes después de mi decimoséptimo cumpleaños. Era el primer cumpleaños del príncipe heredero desde que había entrado en la oficina de administración, y debido a los banquetes, estaba extremadamente ocupado. Tanto que no pude visitar a mi señorita durante algún tiempo.

Ese día también ocurrió lo mismo. Después de trabajar afanosamente durante algún tiempo, había cerrado los ojos por un momento cuando sentí que alguien se acercaba a mí mientras dormía. Al instante, me desperté. ¿Quién era? ¿Se había descubierto mi doble vida?

Mis ojos se abrieron de golpe mientras agarraba el cuello de la persona. En el momento en que la tenía apretada contra el sofá y le apretaba la garganta, me sorprendió ver una cara conocida. La persona no era un asesino. Era nada menos que mi señorita.

Me fijé en su cabello plateado despeinado y en sus temblorosos ojos dorados. El rostro que tanto había echado de menos. Mi encantadora chica, en la que había pensado algunas veces aunque estaba ocupado. Vi que sus enormes ojos se abrieron de par en par al mirarme y de repente tuve un dilema. Sus labios rosados, que antes había saboreado ligeramente, me atraían. Quería tenerlos. Quería tocarlos.

¿No puedo probarlos una vez más, Tia? ¿Hmm?

Una inquietud me invadió lentamente. Vi un destello de aquella mirada oscura en sus ojos, de la cual me había enamorado hace unos años.

No. No seas así. Mírame a mí. O mejor, no mires nada. Si no puedo tener tu corazón, entonces no tengas a nadie más en él.

Me enfadé al ver cómo intentaba apartar su muñeca de mi agarre. Antes no eras así. ¿Por qué me evitas ahora? No seas así, Tia. No me abandones. No me alejes. Siempre he estado aquí, ¿por qué te alejas? No me dejes solo en esta oscuridad.

Si te tomara por la fuerza, ¿solo tendrías ojos para mí? Si te arruinara, ¿te quedarías a mi lado? Aunque me duela no poder tener todo tu corazón, es mejor que verte junto a otro. Quédate conmigo, en esta oscuridad. Quédate conmigo, en esta sombra oscura. Aunque salgas a la luz, solo lo tendrás difícil.

Me encantaba cómo llenaba sus ojos dorados. Al bajar mi rostro, todo lo demás que se reflejaba en sus ojos desaparecía lentamente. Esto es, mi señorita. Mírame solo a mí. Llena tus hermosos ojos solo de mí.

—N-No hagas esto…

Volví en sí al oír su voz temblorosa que me llamaba. Su mirada estaba llena de miedo y su rostro había palidecido. Mirando a la pequeña niña que me llamaba con miedo, mi corazón se hundió.

Podía sentirlo a través de la muñeca temblorosa que sostenía.

¿Qué había estado a punto de hacer? ¿Me estaba volviendo loco por haber estado atrapado en la oscuridad demasiado tiempo? Lo siento, Tia. Sé más que nadie que aún no estás preparada, pero lo sigo olvidando. Llevo demasiado tiempo anhelando esto. Me sigo impacientando.

Tenía miedo de que te fueras volando con tus alas o de que me dejaras en esta oscuridad mientras caminabas hacia la luz brillante.

—Ya me voy a casa, así que no lo necesito. Si no haces algo con tu cabello, acabará siendo incómodo.

La pequeña volvió a darme su lazo para el cabello, a pesar de estar tan aterrorizada, solo porque podría sentirme incómodo.

Me dolió el corazón de repente. Habías estado atrapada en la misma oscuridad profunda que yo, viviendo en la locura arremolinada, pero ¿cuándo diste el salto y empezaste a brillar tanto?

Enséñame también el camino. Extiende una mano hacia mí también.

Cuando me di cuenta de lo agradable que era estar juntos, ya no quise vivir solo en las sombras.

Por favor, no me abandones, Tia. No me dejes.

♦ ♦ ♦

—El duque Verita le está buscando.

—Entiendo. Iré pronto.

El banquete de cumpleaños del príncipe heredero. Yo no quería ir y había intentado retrasar mi llegada todo lo posible, pero cuando llegué, vi como Tia se reía a carcajadas delante del príncipe heredero.

Se me escapó una risa hueca. Mi corazón se hundió en la desesperación y me dirigí al lugar de la reunión secreta. De repente, volví en sí al escuchar la conversación sobre la hija de la casa Monique.

¿Han intentado matar a mi señorita? ¿Y no una sino varias veces? ¿Abandonarían esto por el momento pero estarían atentos a una oportunidad?

Por un momento, pensé que eso también estaría bien. En lugar de que se fuera con otro hombre, que se fuera del mundo podría ser mejor. De todos modos, Tia seguiría viva en mis recuerdos. La pequeña dama en mi cabeza me sonreía con alegría y confiaba ciegamente en mí.

Pensé que si cerraba los ojos y los oídos por un momento, podría vivir a solas con mi encantadora dama en mis recuerdos para siempre. Aunque no podría oír de nuevo su voz tranquila llamándome en persona, aunque no podría verla sonreírme alegremente, pensé que podía aceptarlo. Pensé que era mejor que perderla por otro.

Sin embargo, volví a casa y miré el precioso lazo negro para el cabello que guardaba en el cajón de mi escritorio con sus iniciales bordadas en el extremo. Miré las cartas plateadas que me había escrito, incluso después de que se rompiera su confianza ciega en mí, sin mostrar un solo atisbo de sospecha hacia mí. De repente, las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos.

Ah, Tia.

Aunque sabía que su corazón me abandonaba, aunque sabía que me dejaría si no tomaba medidas, no podía hacerle daño. La chica de mis recuerdos era preciosa, pero mi dama, que respiraba y vivía bajo el mismo cielo que yo, lo era más.

Maldita sea, no puedo dejar que mi dama se vaya.

♦ ♦ ♦

—Aquí está lo que pidió, joven amo.

Miré los lazos para el cabello de varios colores que había pedido recientemente. Parecía que me estaba agarrando a un clavo ardiendo. Aunque no se veían por fuera, el interior de los lazos para el cabello de doble capa estaba bordado con flores della que se decía que ayudaban a hacer realidad el amor de las personas. Hice preparar lazos con cariño para mi señorita que me dijo que siempre los llevaba cuando estaba de servicio. Esperaba que me mirara de nuevo mientras los usara. Sabía que era en vano, pero sentía que si no hacía esto, mi corazón, cada vez más herido, dejaría de estarlo.

—Oh, Dios, qué bonito.

Tia sonrió al ver los lazos de cabello de varios colores. Parecía que había estado demasiado ocupada para dormir, con sus ojos dorados inyectados en sangre y sus labios sin color. Estaba triste de verla así. Su cabello plateado, que siempre había estado limpio, también parecía despeinado.

Tomé un lazo verde que era similar al que yo tenía puesto.

Al ver su cabello plateado que caía como una cascada, apreté mi corazón dolorido.

¿Cómo había llegado a esto?

Siempre había sido feliz mirando a la chica, pero de alguna manera estaba empezando a sentir dolor cada vez que la veía.

Miré a Tia, quien me mostraba su espalda, indefensa, y el lazo del cabello que tenía en la mano. Una voz fría susurró a mi corazón herido:

Ella no te quiere. No te mira. Quiere dejarte. Estarás solo una vez más. Estarás luchando con la soledad, atrapado en la oscuridad.

No, eso no es cierto. Ella no es tan cruel.

Otra voz en mi mente protestó:

No seas ridículo.

La fría voz que se había burlado de mí habló primero:

Sabes que no te quiere. ¿Vas a ver cómo se va con otro hombre? Deberías matarla en su lugar. Si tú no puedes tenerla, nadie podrá. A medida que pase el tiempo, ella se distanciará de ti. Es mejor que te deshagas de ella mientras puedas soportar el dolor y la tristeza. Haz que nadie pueda tenerla. De todos modos, seguirá viviendo en tus recuerdos, mientras te sonríe.

Apreté con fuerza el lazo del cabello con una mano temblorosa. Recogiendo su cabello plateado, su cuello blanco quedó al descubierto.

Su esbelto cuello parecía que iba a romperse si lo apretaba con fuerza con una mano. Si le rodeaba el cuello con este lazo, no pasaría mucho tiempo hasta que dejara este mundo. Nadie podría tenerla, entonces. Ella solo viviría en mis recuerdos.

Con el paso del tiempo, aunque se olvidara poco a poco en la mente de los demás, ella seguiría viva en mí. Eso era lo que tanto había deseado. Que la chica solo tuviera ojos para mí, que me amara. Tendría a la chica que solo yo pudiera ver, y que nadie más pudiera codiciar.

En el momento en que traté de rodear su delgado cuello con el lazo del cabello, pude ver el rostro de Tia reflejado en la ventana. Cerraba los ojos tras parpadear lentamente, como si no pudiera seguir despierta. A pesar de haber visto una parte de la locura que se arremolinaba en mi interior, a pesar de haberme tenido miedo antes, estaba aquí con una mirada de paz en su rostro, sin una pizca de desasosiego, al igual que como había confiado ciegamente en mí cuando éramos más jóvenes.

Se me escapó una risa hueca.

¿Cómo puedes confiar tanto en mí, Tia?

Aunque hubiera estado actuando delante de ti, no puedes confiar tanto en mí. Tus doncellas y tu padre se han dado cuenta instintivamente y han intentado mantenerme a distancia, así que ¿cómo puedes estar tan a gusto conmigo? ¿Qué hay en mí que hace que esto sea tan fácil para ti?

¿No ves la oscuridad que se arremolina dentro de mí? ¿O sigues confiando ciegamente en mí incluso después de que te haya hecho daño? Ni siquiera yo puedo confiar en mí mismo. ¿Cómo puedes estar tan tranquila frente a mí?

Tal vez ya me he vuelto loco. ¿Cómo pude pensar en arruinar a la chica que es la única que confía en mí, cuando ni siquiera yo mismo lo hago? ¿Cómo he podido pensar en hacerle daño? ¿Cómo pude querer matar a la chica de cabello plateado que tanto amaba?

¿Había sido engullido por la interminable oscuridad de mi interior? La mano que sujetaba el lazo del cabello temblaba.

Lo siento, lo siento, lo siento.

Besé el cabello plateado de la chica que amaba, expresando mi arrepentimiento.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido