Emperatriz Abandonada – Extra II: La sombra que persigue a la luna (5)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


♦ ♦ ♦

—Ha trabajado mucho, joven Allendis. Se irá en tres días. ¿Cómo van los preparativos?

—Bien, Su Majestad.

—¿Es así? Cada vez que le miro, me acuerdo de cuando era más joven.

Después de volver del festival juntos, no había visitado a mi señorita desde entonces. Tia tampoco vino a buscarme. La echaba de menos. Mientras suspiraba con añoranza, el emperador añadió:

—Yo también amé a alguien tanto como para desechar todo lo demás. Pensé que si podía tenerla, echaría por la borda mi posición de emperador, e incluso el Imperio que tanto atesoro.

—Entonces, ¿pudo tenerla?

—No, la dejé ir.

—¿Por qué? ¿No es una persona que lo tiene todo?

—Había otra persona que podía dejar todo de lado para amarla. Ella también lo amaba. Aunque pensé en robársela, al final la dejé ir.

El emperador sonrió amargamente mientras hablaba. Había pensado que era una persona aguda y sensata, pero parece que también tenía esta faceta. Miré en silencio cómo el emperador parecía tan diferente. Aparte del día de nuestro encuentro secreto, no lo había visto tan de cerca. Podía ver por qué mi frío padre, el calculador duque Rass y el cortante marqués Monique le habían jurado lealtad a pesar del derramamiento de sangre. Me pregunto cuántos líderes serían tan profundos como para preocuparse por los pensamientos internos de sus subordinados.

—Joven Allendis.

—Sí, Su Majestad.

—No se sienta demasiado molesto por mis palabras. Este amor que arde tanto, y este dolor que viene por despedirse de la chica, todo se apagará con el tiempo. Yo también pensé que podría morir por no recibir el amor de esa mujer en aquel entonces, pero con solo vivir, se dará cuenta de que es soportable.

»Así que, aunque le duela tanto que podría morir ahora mismo, aguante. A medida que pase el tiempo, llegará un día en el que podrá sacudirse todo de encima, como yo. No quiero perder un talento como el suyo por esto. ¿Entiende?

—Su Majestad.

—Puede tomarlo como mi egoísmo. Puede que usted también lo haya sentido al ver cómo se resolvía esta situación. Usted es alguien que el Imperio definitivamente necesita. Así que una vez que haya terminado el castigo que le he dado, tiene que volver. Aunque no sea ahora, promete que volverá algún día.

Él ya lo sabía. No me extraña que se me secara la garganta ante sus ojos azules que me miraban. Nunca supe que, aparte de mi señorita, hubiera alguien más que se preocupara por mí de esta manera. Yo, que incluso era rechazado por mi propia familia.

¿Sería mi vida diferente si hubiera conocido antes al emperador?

El emperador suspiró mientras me miraba, al no ser capaz de responder durante un tiempo. Me dijo que me fuera.

Lo sentí mucho, pero como alguien que ya había dedicado todo su cuerpo y su corazón a Tia, no podía responder a su oferta.

♦ ♦ ♦

—Allen.

Dos días antes de la partida de la delegación, recibí una visita inesperada de Tia. Al verla dudar, me atraganté y una energía caliente surgió en mi interior.

Pensé que no volvería a verla.

¿Es esta visita su última consideración para mí, mi señorita? Aunque no esté aquí, no te sientas mal, Tia. Aunque parezcas fría por fuera, sigues siendo suave por dentro. Debes haber estado muy triste después de que te confesara mis sentimientos. Debes haber estado dolida. Pero no te pongas así ahora. Me dolerá más verte herida por mi culpa.

No hay necesidad de que estés triste por mí cuando rompí tu confianza.

—He oído que te irás como parte de la delegación.

—Sí.

—Entonces, es verdad.

—Simplemente sucedió.

Aunque intenté sonreír como si no hubiera pasado nada, fui incapaz de mantener mi expresión. Sus ojos dorados temblaban de preocupación. Bueno, esta era una buena oportunidad. Había tantas cosas que no pude decir la última vez.

—Tia.

—¿Hmm?

—Aunque no esté aquí, intenta no enfermarte. Aunque has mejorado últimamente, todavía no estás saludable. No te mueras de hambre porque estés estresada, y no trabajes demasiado. Si te vuelves a desmayar así, toda tu casa se volverá loca.

—Allen.

La expresión de Tia se hundió. Sin embargo, continué hablando. Todavía había un enorme montón de cosas que quería decir:

—Ten especial cuidado con atrapar un resfriado en los días de lluvia. Como ahora eres un caballero, tendrás que quedarte quieta incluso si te golpea la lluvia. Así que báñate con agua caliente en esos días, y bebe el té que te di si te sobra. Es bueno para prevenir los resfriados.

—Allen.

—El invierno llegará pronto, así que vístete bien. No te desabroches el botón superior del abrigo solo porque hace mucho calor y mantenlo bien cerrado. ¿De acuerdo?

—¡Allen! —Sus ojos dorados lloraron un poco. Ante su voz temblorosa, me dolió el corazón—. No seas así, Allen. ¿Por qué? Te comportas como alguien que nunca volverá. Solo vas como parte de una delegación. Una vez que termines tu trabajo, volverás, ¿verdad? ¿Hmm? ¿Allen?

—Tia.

—Sí.

—Podría pedirte que aceptes mi corazón ahora… Pero nunca lo harás, ¿verdad?

Sonreí amargamente ante su vacilación. Era tortuoso ver su cara llena de culpa, así que me di la vuelta. Mientras guardaba un pequeño frasco de medicina en mi equipaje, escuché su débil voz.

—Ya no diré que lo siento… pero Allen, por favor, tienes que saber esto. Aunque no sienta lo mismo, tú y mi padre siguen siendo las personas más preciadas de este mundo para mí.

—Tia.

Su voz empapó mi corazón vacío y mis ojos se enrojecieron. Se dio la vuelta y regresó con una pequeña caja. Me miró, dudosa, como si me instara a tomarla rápidamente.

Una caja verde claro y una cinta verde. Deshaciendo la cinta, vi varios lazos de cabello de colores en su interior.

—Esto…

—Te vas a un viaje largo, así que he pensado en qué regalarte. Como siempre te atas el cabello, pensé que necesitarías esto.

Cuando mis emociones aumentaron, me acerqué a ella sin saberlo. En el momento en que estaba a punto de atraer su pequeño y suave cuerpo hacia mí y abrazarla, mi agudo sentido de la sensatez me detuvo. No puedo acercarme más a ella. Eso solo haría las cosas más difíciles para los dos.

Me apresuré a retirar la mano. Aparté mis ojos de ella mientras evitaba mi mirada con una expresión incómoda. En su lugar, miré los lazos del cabello. Se me hizo un nudo en la garganta al ver mis iniciales bordadas en las puntas.

Había intentado matarte con esto, pero elegiste regalarme esto de entre las muchas cosas que tienes, incluso bordando mi nombre de forma bonita.

De repente pensé en contarle todo. La oscuridad hirviente dentro de mí y la locura, mis pensamientos equivocados hacia ella, y mis días pasados en los que había intentado arruinarla. Incluso cuando había intentado matarla. Tia tenía derecho a saber la verdad. Aunque tenía miedo de cómo me vería, si no ahora, nunca lo sabría.

Necesitaba decirle la verdad.

—Tia.

—¿Hmm?

Ella me miraba con ojos llenos de confianza, como siempre.

Dudé durante mucho tiempo, incapaz de decir las palabras que rondaban en la punta de mi lengua.

No quiero que me odies. No quiero romper tu inocente confianza en mí. Aunque para los demás me tachen de loco y de persona desagradable en sus recuerdos, para ti quiero quedar como una persona cálida y cariñosa hasta el final.

Por favor, perdóname, Tia. Perdóname, por engañarte por mi egoísmo, mi señorita.

No le contesté, por más que me preguntó si volvería. Me miró fijamente hasta que, al final, se dio la vuelta poco a poco. Al ver su espalda, me apreté el pecho dolorido.

♦ ♦ ♦

—Oye, Hierba.

—¿Por qué estás aquí?

—He oído que formarías parte de la delegación. ¿Incluso renunciaste?

—Sí.

—¿Fuiste rechazado por ella?

El día que me iba con la delegación, había estado haciendo las maletas y el mocoso pelirrojo irrumpió de repente. Había ido directamente al grano, siendo incapaz de andarse con rodeos, como algo habitual de su personalidad.

Hay que reconocerle que es ingenioso.

Fruncí el ceño y giré la cabeza.

—Maldita sea, te odié desde el principio porque eras innecesariamente perspicaz.

—Tsk, tsk. Oye, Hierba. ¿Cómo puedes ser tan estúpido cuando la gente te llama el genio de esta generación? Nada se logrará si confiesas tus sentimientos a estas alturas.

El mocoso zanahoria chasqueó la lengua y me palmeó el hombro. ¿Era esa su manera de reconfortarme? Me pregunté por un momento si debía darle las gracias aunque sus palabras no fueran sinceras, pero vi cómo sus labios se curvaban en una sonrisa.

Ese maldito mocoso. ¿Está pensando que ahora tiene un competidor menos?

—Oye, Zanahoria.

—¿Qué?

—No hay nada por lo que debas alegrarte. Deberías estar ansioso también. ¿Vas a rondar por ahí, vigilándola para siempre?

—No lo sé. No soy como tú, que solo sabe de libros. Soy más bien un cazador intuitivo.

No pude evitar reírme ante las palabras seguras del mocoso pelirrojo.

Había planeado visitarlo una vez, así que todo esto es para mejor.

Recogí lo que había preparado para él y se lo lancé. Se quedó atónito ante la larga espada que volaba repentinamente hacia él y apenas la atrapó.

—¿Qué es esto, Hierba? ¿Me estás retando a una pelea? —dijo en tono molesto.

—Tómala.

—¿Qué?

—No creo que la necesite más.

—Tú…

De repente, frunció el ceño y se dirigió hacia mí con paso firme, agarrándome por el cuello. Mirando su rostro fruncido, agonicé por un momento sobre si debía golpear su cara arrugada o no. ¿Le doy un golpe? En efecto, tenía muchas emociones reprimidas hacia él, así que supongo que pegarle una vez podría ser una buena idea.

—Oye, Hierba.

—Suéltame mientras te lo pido amablemente.

—Deberías saber que te mataré si hablas de irte para siempre solo porque te rechazaron una vez.

—Eres tan tonto como siempre, Zanahoria. Si renuncio a mi vida, ya estaría muerto, así que ¿cómo puedes matarme?

—Cállate. Te reconocí como mi rival a pesar de que eres un lunático obsesivo. Si te rindes así, nunca te perdonaré. ¿Entendido? Vuelve y pelea conmigo de nuevo limpiamente.

Los ojos azules del mocoso zanahoria ardían. Mirando al chico gruñendo durante un rato, le retorcí la mano y me quité de este agarre. Cepillando mis ropas arrugadas, las arreglé y me di la vuelta.

Pronto llegó la hora de partir con la delegación.

—Cuida de Tia.

—¿No vas a responder, mocoso?

—Protégela. Parece fuerte por fuera pero es delicada por dentro.

—¿Lo dices en serio?

Dejando atrás al mocoso pelirrojo que daba saltos debido a la agitación, tomé mi equipaje y me dirigí a la salida.

Cuídate, Zanahoria. Pensé que siempre me molestarías, pero pensándolo bien, fue algo divertido. Creo que puedo confiarte a mi señorita. Cuida de Tia en mi lugar. No la hagas llorar como yo, y atesórala con cariño. Nuestra dama de plata de corazón blando.

♦ ♦ ♦

—Ha hecho bien, joven Allendis.

—No es nada, señor Rass. Espero que vuelva a salvo.

—¿Realmente no va a partir con nosotros, joven Allendis?

—Sí, princesa. Quiero recorrer el mundo un poco más. Si alguien pregunta por mí, dígale eso.

El reino de Rua tenía un ambiente refrescante, muy diferente del aire y las montañas del Imperio.

Me esforcé al máximo trabajando allí. Aunque no era agotador, ya que solo estaba consolidando nuestra relación como aliados. En el ambiente amistoso, todavía tenía que reunir información para obtener mejores beneficios en las negociaciones.

Por primera vez, disfruté de mi trabajo. No era para ganar un título, ni para destruir a alguien, ni como parte de un plan secreto. Disfrutaba de poder ejercer mis talentos.

Observé a la princesa y al señor Rass mientras su amor crecía y tenían una boda feliz. Llegó el momento de que partieran hacia el Imperio. Yo ya había decidido no volver nunca una vez que hubiera dejado el imperio, así que rechacé la propuesta de los dos de volver juntos.

Las zonas fronterizas estaban formadas naturalmente por altas montañas. Después de despedirme de ellos y de que todos se fueran, me quedé solo.

Subí a una montaña escarpada y me situé en el acantilado. A lo lejos podía ver débilmente el territorio del Imperio. Mi señorita estaba viva y respirando en algún lugar de allí.

¿Estás bien, Tia? Te echo de menos, señorita a la que amo.

Busqué entre el equipaje que había traído al salir del Imperio. Había un pequeño frasco de medicina escondido en un rincón. Lo traje porque pensé que podría beberlo, olvidarme de todo y ser feliz, pero no pude beberlo por miedo a traer problemas a la delegación.

Tiré el frasco de medicina por el acantilado. Esas cosas no servían de nada ahora. Si daba unos pasos más hacia adelante, sería el fin.

Respiré profundamente.

De repente, pensé en la expresión de Tia que había visto por última vez antes de irme. Había llorado mientras preguntaba repetidamente si volvería, pero al final no pude responderle. Pensé en cómo la gatita Tia también se había aferrado a mí mientras se retorcía. Cuando le pregunté cómo la había llamado, me dijo que la había llamado Luna.

Así que la llamó de esa forma.

En ese momento, me di cuenta de que mi señorita había nacido para ser una luna. Era una luna de plata que solo podía brillar cuando recibía la luz del sol. Yo, que era la oscuridad que quería la luz de la luna, esperaba convertirme en una estrella brillante, pero acabé siendo una sombra. Una sombra que no podía hacer otra cosa que perseguir a la luna.

Tia, te amaba. No, todavía te amo, mi señorita.

Admiraba tu luz. Quería estar contigo.

Pero tú eres la luna, y yo la sombra que te persigue. Nunca llegará el día en que pueda estar a tu lado para siempre. Ya no quiero una vida así. Te amé a ti, que eras lo único que brillaba en mi agobiante vida, pero la sombra que estaba encerrada en la profunda oscuridad por esa luz está a punto de terminar su vida. Tienes que ser feliz, Tia. Tienes que vivir una vida brillante como la luna que todos miran. Déjame llevar toda la oscuridad y las sombras de las que querías sacudirte y escapar.

Mientras caminaba lentamente, me quedé al borde del precipicio. Si daba un paso más, podría acabar con esta tortura, este vacío, este dolor y esta tristeza. Si los cuentos de hadas que había leído de niño estaban en lo cierto, me convertiría en la estrella que tanto esperaba y podría contemplar a mi dama.

Inspirando profundamente por última vez, en el momento en que levanté la pierna derecha, una fuerte ráfaga de viento hizo que mi bolsa se abriera. Volcó mi preciosa caja de color verde claro y esparció todos los lazos de cabello de varios colores.

Involuntariamente estiré una mano y tomé uno de ellos. Al verlo apretado en mi mano, mis ojos se abrieron de par en par.

Como los hilos se habían rasgado, vi las flores della bordadas en el interior.

¿Cómo pudo ocurrir esto? Esto fue lo que le regalé a Tia.

Con una mano temblorosa, le di la vuelta al lazo para el cabello. Todos los demás de la caja habían volado, así que este era el único que quedaba, un lazo de cabello verde. Lo mirara como lo mirara, este era el que le había regalado a mi señorita. Y resultaba que este era el que había intentado enrollar alrededor de la garganta de Tia, este lazo de cabello verde.

¿Acaso bordaste los lazos para el cabello que te había regalado y me los devolviste, Tia? Te había regalado un par de cada color, esperando que mi amor se hiciera realidad. ¿Acaso tomaste uno de cada par y los bordaste con mis iniciales?

—Ja, ja, ja.

Me eché a reír de repente.

Eso es tan propio de ti, Tia.

Evidentemente, no sabías el significado de los lazos para el cabello, ni por qué te los había dado de dos en dos. Tal y como dijiste, solo me los habías dado por tu inocente corazón, ya que los necesitaría en mi largo viaje. Como había dos de cada uno, pensaste que estaría bien devolverme uno. Probablemente no era bueno devolvérmelos sin más, así que habías bordado mis iniciales en ellos.

Pero Tia, ¿sabías? Hay una leyenda que dice que bordar el nombre de una pareja encima de las flores les permitirá estar unidos para siempre.

Aunque solo sea una superstición, está bien. Como solo se bordó mi nombre, aunque las cosas fueran según la leyenda, solo sería mi amor unilateral el que duraría para siempre. Te anhelaré, te esperaré desesperadamente.

Sin embargo, está bien. Ya que has bordado mi nombre.

Incluso si no aceptas mi amor, aceptaré que permitas mis sentimientos por ti. Lo tomaré como que puedo seguir amándote.

Gracias, Tia. Aunque hayas dicho que querías sacudirte la sombra, gracias por permitir que esta pobre sombra te siga persiguiendo. Muchas gracias, mi señorita, por no negar a esta sombra, aquella que intentó acabar con tu vida porque se creía abandonada por su dueño, pero gracias por reconocer su existencia. Estará feliz con el hecho de que está bien que siga persiguiendo tu amor.

Ahora creo que por fin puedo responder a tu última pregunta, Tia.

Sí, volveré cuando llegue el día en que pueda escapar de esta sombra que intenta engullirme. Te prometo que algún día volveré a tu lado. Si me convierto en una sombra que pueda simplemente amarte y verte tal y como eres, si llega un día en que la sombra que persigue a la luna no se atreva a soñar con tragársela entera, entonces volveré definitivamente.

Así que hasta entonces, cuídate, mi señorita.

Mi luz de luna, mi amor, mi brillante dama. Por favor, sé feliz hasta que nos volvamos a encontrar.

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