Espada y Vestido – Vol 3 – Capítulo 4 (2): Secuestro y acuerdo de confinamiento

Traducido por Ichigo

Editado por Meli


Sieg me esperaba en el salón, luego de bañarme y cambiarme de ropa. Al verlo, recordé algo.

—¿A dónde has enviado a Roanne?

No puede ser que se deshiciera de ella con tanta tranquilidad, ¿verdad? Él respondió con una expresión que parecía decir: “de todas las cosas, tienes curiosidad por algo bastante inútil”.

—La envié al convento.

—¿Al convento?

Un convento es una instalación donde la gente sin poder sagrado es entrenada para convertirse en miembro del clero, salvo algunos casos extraordinarios, se encargan de asistir a los miembros que tienen poder, no son más que sirvientes y criadas. Son clérigos, que ni siquiera pueden casarse y tienen que dedicar toda su vida a servir a la Diosa.

—¿No es demasiado duro…?

—Es para que esa codiciosa no vuelva a caer en la tentación. Aunque sea un convento, está en un área exclusiva para nobles que donan mucho dinero. Mientras no le corten la donación, no la enviarán a servir a la Iglesia. Puede ser un poco aburrido, pero vivirá de forma cómoda de por vida.

¿Es una instalación para nobles molestos, pero de los que no se puede disponer con imprudencia? Bueno, es mejor que ser encarcelada por insultar a la realeza.

—¿Qué pasa con el hermano menor?

—Ya que no hay problema con su línea de sangre, me gustaría enviarlo a ser adoptado en una familia adecuada o inscribirlo en un centro educativo.

Es mejor hacer lo que dice. No hay nada que pueda hacer por él. Con esto, ¿el asunto de la sucesión del conde Epheria está terminado?

—Señorita.

—¿Si?

Sieg miró en dirección a la puerta del baño antes de decir:

—Creo que deberías contárselo a Sofía ahora.

—¡Ah!

—Si no quieres mantener el secreto, por favor, díselo hoy.

—D-De acuerdo.

Tengo que decírselo. Nerviosa, tragué en seco.

Poco después de que él se fuera, Sofía, salió del baño, había terminado de limpiarlo. Con expresión renovada, se bajó las mangas arremangadas.

—Es un poco temprano, pero debe estar cansada, ¿quiere que le prepare la cama para dormir?

Negué con la cabeza y le hice señas para que se sentara frente a mí. Ella ladeó la cabeza y se sentó en el sofá con una mesa entre nosotras.

—Sofía.

—¿Sí?

—Tengo algo que decirte.

—¿Qué es?

Su inocencia me hizo sentir culpa. No podía imaginar su reacción. No sé si se negaría a creerlo, se enfadaría por haber sido engañada o lloraría la muerte de Silla. Solo esperaba que no fuera algo extremo, que hiciera que Sieg y Ortzen la consideraran una amenaza.

Vacilé, deseaba ocultarle todo hasta el final. Lo sentiría por Silla, pero tal vez sería mejor para Sofía vivir sin saber nada. Pero, solo la Diosa sabe lo que ocurrirá en el futuro y cuanto más tiempo la mantuviera a mi lado, más difícil sería ocultar la verdad..

—Esto va a ser difícil de creer, pero… —Suspiré—. No soy Silla Epheria.

—¿Perdón…? —preguntó, incrédula—. ¿Qué quieres decir?

—Al parecer, la condesa Epheria sacrificó a Silla Epheria, como pago de un contrato con el Rey Demonio..

Decidí no contarle que se sospechaba incluso del conde Epheria como responsable, después de todo, era una especulación que se aclararía hasta que atrapemos a ese estúpido Rey Demonio.

—¿Un contrato con… el Rey Demonio?

—Sí. Un contrato con los demonios por lo general utiliza el alma de alguien como pago. Si los términos se cumplen, el alma que fue ofrecida como sacrificio, pertenecerá a los demonios.

—Yo, yo no estoy segura de lo que quiere decir… —murmuró.

—El Rey Demonio que poseía el alma de Silla Epheria, era el mismo que yo intentaba matar.

—Señorita… ¿Es…?

—Sofía. No soy tu señorita, Silla Epheria. Soy Roel, el líder del Escuadrón de Caballeros Sagrados.

En silencio, se limitó a mirarme con el ceño fruncido.

Suspiré y empecé a contarle despacio y con detalle lo que había sucedido por orden cronológico. Por supuesto, omití partes que ella no debía saber.

—Esa es la razón por la que me comprometí con el capitán Jullius, y el porqué Siegfred, quien era el ayudante del líder del Escuadrón de Caballeros Sagrados, se convirtió en mi mayordomo. Todo se debe a que soy Roel y no Silla Epheria.

Ella seguía como en trance. Me levanté de mi asiento, toqué el cristal sagrado colocado en un lado de la sala de estar.

—Sofía.

—¿Sí…?

—Este cristal está inyectado con poder sagrado. Si tienes poder, es posible controlar la luz.

No podía liberar mi poder, pero podía controlar el cristal hasta cierto punto. Concentrando mi poder en la mano que tocaba el cristal y este se iluminó en un instante.

—El poder sagrado no proviene del cuerpo, sino del alma —le expliqué, sin apartar mis ojos de ella.

Era de conocimiento público que se nace con el poder sagrado y se manifiesta antes de los diez años. Solo cuando la santa muere o pierde sus cualidades, y una nueva nace, es cuando una chica en la adolescencia o juventud, manifiesta el poder sagrado de forma tardía.

En otras palabras, no había posibilidad de que Silla, de 19 años, tuviera poder sagrado. Por supuesto, podía ocultar que los tenía; sin embargo, incluso si no poseía magia curativa, sus heridas se curarían más del doble de rápido que las de la gente normal, así que no había forma de que Sofía, que estuvo cerca y la cuidó no se diera cuenta.

—Entonces… —Apretó los labios en una fina línea—. Entonces, la señorita Silla está…

—Muerta. Fue sacrificada por el contrato. Su alma fue intercambiada con la mía, para que no fuera devorada por el Rey Demonio y regresara a salvo al lado de la Diosa.

Para escapar del sacrificio, debía matar a los demonios que firmaron el contrato; sin embargo, si eso hubiera ocurrido, se habría visto obligada a casarse o habría sido asesinada por la condesa.

Sofía permaneció sentada, en silencio y con la cabeza gacha. Después de un rato, se mordió con fuerza los labios y me miró.

—E-En primer lugar… —tartamudeó—. G-Gracias, caballero Roel… Gracias al caballero Roel, mi señorita… pudo escapar de las manos de los demonios… Por haber hecho tanto, gracias…

—No, yo… —Me sentía incómoda—. Yo, siento haberte engañado. Pero pensé que no me creerías, además, la situación alrededor no era buena.

—Sí…, lo sé. —Se secó los ojos húmedos con el dorso de la mano y se levantó de su asiento—. ¿Podría darme tiempo libre… un día o dos? Necesito ordenar mi mente.

—Claro. Se lo diré a Sieg.

—Gracias. —Hizo una reverencia y salió.

Por el sonido de sus pasos, parecía que se había ido a su habitación. Después de oír el ruido de una puerta que se abría y cerraba, me dejé caer en el sofá y solté un largo suspiro.

Me pregunto qué va a pasar…

Aún no estoy segura de qué decisión tomará. Sin embargo, me sentí aliviada y a juzgar por su reacción, no parecía que fuera a sacar a la luz la verdad o acudir a los tribunales. Si me dice que no quiere seguir aquí, le proporcionaré un buen lugar. Por supuesto, con la vigilancia adecuada.

—Estoy cansada…

Aunque ver al capitán Jullius me reanimó, ahora volvía a sentirme abatida.

A la mañana siguiente, en lugar de Sofía, me sirvió otra criada, seleccionada por Sieg. Era hábil, pero me sentí incómoda, aunque en el fondo sabía que tendría que acostumbrarme.

Después de desayunar con el capitán en el cuartel del Escuadrón de Tareas Especiales, me sentí un poco más a gusto. Sin embargo, allí me enteré que las habilidades culinarias de Sofía habían aumentado y eso me hizo sentir mal otra vez. Mientras pensaba en qué hacer para no regresar a casa, Ortzen me llamó.

Subí a su despacho y me senté en el sofá.

—Lo que ocurrió en el banquete de ayer ya ha sido muy rumoreado —recalcó en cuanto me vio.

—Porque los rumores se propagan rápido en la Corte Imperial. —Ortzen suspiró, yo continué—: Es natural que se hable del amor no correspondido del príncipe del ducado.

—Es mentira —refutó.

—Lo sé, pero es algo que se le ocurrió a Sieg sin consultar a nadie.

—Lo sé, pero un asunto relacionado con un hombre y una mujer, no siempre sale como uno cree. —Me dirigió una mirada de reproche.

—Piensa lo que quieras, pero Sieg no me quiere y yo tampoco le quiero a él, ¿de acuerdo?

Si puedo, me casaré con el capitán Jullius por amor.

—Aunque tú lo digas, no se sabe cuándo una persona cambiará de opinión. Siendo honesto, ahora desearía poder apartarme de todo lo relacionado con la casa del conde.

—¡¿Por qué te mentiría?! ¡Sieg fingió todo para hacer las cosas más fáciles! ¡¿Estás diciendo que no confías en mí?!

—Lo entiendo y también creo que el caballero Roel es digno de confianza. El problema es el caballero Siegfred.

Cuando insinuó que quería retractarse del compromiso, ardí en ira, pero cuando dijo que soy digno de confianza, me calmé un poco. Me aclaré la garganta.

—¿Sieg es el problema?

—Creo que él puede sentir algo por el caballero Roel. Es común que el amor florezca entre un hombre joven y una mujer que se conocen desde hace mucho tiempo.

—No…, no lo creo.

—Pero si es así, entonces la opinión del caballero Roel no importa.

—¿Por qué?

—Porque él es esa clase de persona.

—Quieres decir que…, aunque no me guste, ¿me obligarán a casarme con él?

—Sí, y nuestro pobre líder será eliminado. Como si el compromiso nunca hubiera existido.

—¡Eso no ocurrirá!

¡¿Por qué sigues intentando cancelar el compromiso?!

—Si lo que dice el ayudante Ortzen es cierto, ¡intentaré detenerlo por todos los medios!

—¿Cómo?

—Pediré al Sumo Sacerdote que garantice la seguridad del capitán Jullius como mínimo.

El Sumo Sacerdote, debería ser capaz de detener al príncipe del ducado. Así el capitán con sus habilidades, podría llegar tan lejos como quiera.

—Me pregunto si el Sumo Sacerdote lo aceptará.

—Lo hará. ¡Iré a decírselo hoy mismo! ¿Estás contento ahora?

—Me siento algo aliviado al oírte decir esto. Por favor, asegúrate de cumplir tu promesa, te lo ruego.

Qué cabrón más quisquilloso… No hay nada malo en ser precavido, pero esto es demasiado. Suspiré y me recosté en el sofá.

—¿Por eso me llamaste?

—Sí, pero me preocupa algo más.

—¿Qué más…?

—Es muy probable que muchas mujeres vayan detrás del capitán en el futuro.

—¡¿Qué?! —Fruncí el año.

¿Qué clase de estupidez es esta otra vez?

—El capitán no es popular entre las mujeres.

—Hasta ahora, pero la opinión pública debe haber cambiado con lo que pasó ayer.

—Bueno…, Sieg me dijo que la reputación del capitán mejoraría.

—Sí, así es. Ayer se reveló que entre un príncipe del ducado y el líder de un escuadrón de caballeros de origen desconocido, la joven noble, Silla Epheria, eligió a este último.

—Sí. Por eso pensarán que el capitán Jullius y yo estamos enamorados.

Entonces, ¿no hará que las mujeres se distancien más? Después de todo, es un hombre que tiene a alguien a quien quiere.

—Por supuesto que algunos piensan asi, pero también hay quien piensa que debe haber algo que se podría ganar como para renunciar a la realeza.

—Uh… no hay mucho que se podría ganar. Tal vez, ¿su dinero?

Gracias a Clauden, el capitán tenía más dinero que muchos. Ortzen sacudió la cabeza ante mis palabras.

—¿Se puede comparar la riqueza con el linaje real? Quizá haya quien se pregunte si ese viejo rumor que creó un escándalo público es de verdad cierto.

—¿Te refieres a la posibilidad de que sea el hijo oculto de Su Majestad el Emperador?

Se decía que el emperador en persona se había hecho cargo de un joven de origen desconocido y le había otorgado un puesto de comandante.

—¿Estás diciendo que podrían pensar que el capitán es miembro de la Familia Imperial, y por eso rechacé a Sieg?

—Correcto —contestó complacido.

Me sentía irritada ante la idea de que los nobles presentaran a sus hijas al capitán..

—¿No podemos revelar que no es de la realeza…?

—Por ahora, es más ventajoso dejar que sea confundido como tal. Si lo revelas, podrían convencerlos de que es verdad. Una refutación agresiva aumentaría la credibilidad.

—Pero el capitán no se enamorará de ese tipo de mujeres…

—No sé. —Se rió—. Está hambriento de afecto, si alguien se le acerca con amabilidad, no podrá rechazarla con tanta facilidad. ¿No es el caso del caballero Roel?

—¡Soy su prometida!

—Bueno, eso es cierto, pero aunque el joven Siegfred es un mero catalizador, sería mejor atraer a una gentil dama noble con influencia moderada. Siempre y cuando al capitán le parezca bien.

Mi corazón se desplomó. Aunque estamos comprometidos, prometimos cancelar todo si nos enamoramos de alguien más.

Maldita sea, esto me pone nerviosa.

—Primero iré a la iglesia a pedirle un favor al Sumo Sacerdote. —Salté dle asiento y lo fulminé con la mirada—. Así que ni se te ocurra hacer una estupidez con Sieg.

—No te preocupes. No haré nada. Voy a respetar la opinión del capitán por completo.

Conteniendo el impulso de darle una fuerte patada en su cara, salí de su oficina.

Después de reunirme con el Sumo Sacerdote, regresaré de nuevo al Escuadrón de Tareas Especiales, luego esperaré al capitán y hablaré con él con calma.

Como la Iglesia no restringía la entrada a la gente, cabía la posibilidad de encontrarse con el Sumo Sacerdote. Solo la barrera te impediría entrar, pero a mí no. Me topé con un clérigo desconocido en mi camino y pensé que me preguntaría si tenía permiso, pero no me prestó mucha atención.

El Sumo Sacerdote estaba en la sala de oración privada. No parecía de buen humor porque su larga melena era de color gris claro. No parecía el momento adecuado para pedirle un favor.

¿Qué debo hacer?

—Ha pasado un tiempo desde la última vez que te vi. —Su mirada fue intensa—. ¿Hay alguna novedad?

¿Qué…? ¿Qué le pasa? 

—¿Acabas de decir “ha pasado un tiempo”?

—Sí, eso es lo que he dicho.

Solo han pasado unos diez días.

—Caballero Roel… —Suspiró—. Te dije que vinieras a menudo, ¿no?

—Sí… lo hiciste.

—Entonces, es correcto decir que ha pasado un tiempo.

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