Espada y Vestido – Vol 3 – Capítulo 4 (3): Secuestro y acuerdo de confinamiento

Traducido por Ichigo

Editado por Meli


¡Ay! ¿El Sumo Sacerdote, está enfadado porque no he venido a visitarlo? Para ser sincera, había olvidado su petición.

—Lo siento —Incliné la cabeza, arrepentida.

No hubo respuesta. En su lugar, oí algo que crujía. Levanté la cabeza y vi que su mano blanca como la nieve, se extendía frente a mí. En su palma, había algo parecido a un chocolate negro redondo envuelto en papel a medio abrir.

—No es alga —contestó a mi pregunta no formulada.

—Entonces, ¿es lava verde?

—Es chocolate…

¿Por qué tiene un chocolate? No le gustan los dulces.

¡¿No es el Sumo Sacerdote?!, pensé, pero en ese momento, su pelo gris pálido cambió a azul cielo claro.

—¿Por qué chocolate…?

—Es para ti.

Miré el chocolate y dudé, era común que el Sumo Sacerdote me diera de comer cosas raras, ¿era algo como lechuga hervida?

Me resistí a aceptarlo, pero su mirada expectante y por el bien del capitán Jullius, acepté el trozo.

—Está frío —dije al sentir el envoltorio.

—Está congelado —respondió él.

—¿Congelado?

Incliné la cabeza y me llevé el chocolate a la boca. El aire frío junto con el sabor dulce se extendieron por toda mi lengua. Lo mordí y el crujiente trozo se desmoronó, la suave crema en su interior tenía un aroma a manzana.

—Está bueno.

He comido varios postres y muchos chocolates, pero era la primera vez que probaba ese tipo de textura. Era como si un hielo muy fino se apilara en capas.

—¿Dónde lo compraste?

—No lo compré~ —contestó con orgullo—. Yo lo hice. Quiero decir, yo no hice el chocolate o la crema, pero yo soy el que formó el chocolate en esa forma. Solo un sacerdote de alto rango podría imitarlo.

¿Tan aburrido estabas? Oh no, ¡eso significa que será difícil volver a probarlo!

—¿Podrías hacer uno para el capitán Jullius?

—Ven con él la próxima vez.

—¡Sí!

Pasaré por la iglesia un poco más a menudo.

No solo el chocolate, sino también el té que el Sumo Sacerdote hervía era asombroso. Antes, sus tés eran un poco amargos y con sabor a tierra, pero ahora tenían un olor dulce. No sé por qué se volvió así, pero fue un buen cambio.

Dejé la taza de té vacía sobre la mesa.

—Tengo que pedirte un favor.

El Sumo Sacerdote me miró con ojos benévolos y luego asintió.

—Dime.

—Por favor, protege al capitán Jullius

—¿Al caballero Rizar?

—Sí. Por ejemplo, si Su Alteza Siegfred decide deshacerse de él.

El Sumo Sacerdote permaneció en silencio un rato, antes de hablar:

—Ya sabes, no puedo abandonar los terrenos de la iglesia; además, es difícil que la Iglesia intervenga en los asuntos mundanos.

Sí, el único momento en que la Iglesia podía intervenir era cuando estaba relacionado con los demonios.

—Lo que quiero es que lo protejas cuando esté en la iglesia. Él es capaz de llegar hasta aquí ileso. Por favor, proporciónale un refugio para que no tenga que huir todo el tiempo.

El Sumo Sacerdote me miró con atención con sus tranquilos ojos azul oscuro y dejó escapar un pequeño suspiro.

—No es difícil hacerlo, pero ¿qué ha pasado?

—Nada en particular. Pero, Ortzen está preocupado por Sieg. Sumo Sacerdote, usted también me dijo que tuviera cuidado con él antes, ¿no?

No mencioné los rumores que en realidad preocupaban a Ortzen, después de todo, este dolo estaba haciendo un alboroto.

—¿Quieres decir que está preocupado de que Sieg está interesado en ti?

—¡¿Cómo lo sabes?!

¿Este abuelo también sabe leer la mente?

—Estoy atrapado aquí —Golpeó la mesa con el dedo índice—, pero eso no significa que no tenga oídos. Ya me enteré de lo que pasó ayer. También aquí causó revuelo. En especial, el vicecapitán Tess y el caballero Vatein, que conocen tu situación, estaban conmocionados. Pensé que era mentira, pero me quedé despierto toda la noche preguntándome si era posible.

En realidad, yo también estaría asombrada. Escuchar que el ayudante Sieg tiene un amor no correspondido por el capitán Roel, me dio escalofríos, además, considerando mi anterior apariencia seríamos percibidos como una pareja gay.

—Es cierto que es mentira. Pero Ortzen sospechó y dijo que era natural que pasara algo entre un hombre y una mujer que se conocen desde hace tiempo.

—No se equivoca.

¿Qué le pasa a todo el mundo…?

—En realidad, creo que el caballero Roel y Sieg harían una buena pareja.

—¡Voy a casarme con el capitán Jullius!

—Solo estoy diciendo que no es mala idea. Pero debes casarte con el caballero Rizar. ¿Se llevan bien?

—Hasta ahora. Pero…

—¿Pero…? —Estiró el cuello hacia mí y me instó a continuar—: ¿Qué ha pasado? Si el caballero Rizar está corrompido, por favor, dilo enseguida.

—No, no es así. Ortzen comentó que él se volverá más popular porque venció a un príncipe. Dijo que habría gente que piense que la razón no es solo por amor.

—¿Así que te preocupa que una mujer seduzca al caballero Rizar?

—Sí. —Asentí con amargura—. Porque el capitán Jullius es alguien que anhela afecto. Si ella sonríe con alegría y se le acerca con delicadeza… él no podrá quitársela de encima con facilidad.

Me siento aún más deprimida. El solo imaginar que una joven se acerque al capitán Jullius para ganarse su favor, es una tortura.

—No es que no confíe en el Capitán, pero tal vez sería mejor encerrarlo en casa después de todo…

—¿Qué? —preguntó sorprendido—. ¿Encerrarlo?

—No puedo impedirle que entre y salga de la Corte Imperial debido a su trabajo, pero aparte de eso, creo que sería mejor prohibirle que vaya a banquetes o cosas por el estilo o asegurarme de ir con él siempre que salga.

Si su prometida está a su lado, ninguna mujer se atrevería a acercarse a menos que sea una dama muy desvergonzada.

—Caballero Roel… —Me miró, ansioso—. No debes sentir tantos celos antes de casarte. Incluso después de casarte.

—¿Celos…?

—Me refiero a obsesionarte con él y dudar tanto que no le quitas ojo de encima. En el caso de algunos hombres, cuando las cosas empeoran, van más allá de la sospecha y recurren a la violencia o incluso confinan a su pareja.

—¿Violencia y confinamiento? —protesté—. Si peleo con el capitán Jullius, perderé.

Si quisiera golpearlo, me esquivará. Y para confinarlo, quizás debería drogarlo. Al no ser un clérigo… ¿funcionarían los somníferos o cualquier otro narcótico? Sin embargo, para atarlo, no creo que una soga o cadena lo detengan, además, no quiero que se lastime el músculo o el tendón. Por otro lado, él es del tipo que se quedaría quieto y no pensaría en huir.

—¿Roel? ¿En qué estás pensando?

—Estaba pensando que no será tan fácil confinar al capitán Jullius. Primero, tendría que desarmarlo para poder secuestrarlo…

—¡No hay necesidad de secuestrarlo o confinarlo!

—Tienes razón. No debería.

—No pienses en nada raro —Frunció el ceño—, y cree un poco más en Sir Rizar.

—No es eso, solo estoy preocupada. El capitán es ingenuo, y si cayera en la trampa de una dama noble experimentada, podría pensar que debe responsabilizarse de esa joven. Si se besan, él creerá que tienen que casarse.

—¿Se han besado? —Los ojos del Sumo Sacerdote se agrandaron.

—Estamos comprometidos, así que se nos permite hacer eso.

—¿Quién inició…? No, creo que lo sé… Como dices, el caballero Rizar puede ser engañado.

—¡Exacto! Además, ¿qué pasará si se enamora de una mujer que tiene motivos ocultos? Estamos comprometidos, pero si por casualidad nos enamoramos de otra persona, prometimos romper nuestro compromiso.

—Roel… —Bajó la voz—. Si el caballero Rizar tiene una nueva amante, ¿piensas romper con él como pactaron?

—Eso es… ¿Hablando con honestidad?

—Sí.

—Siendo sincera, no me gusta la idea. No obstante, hice una promesa así que tengo que cumplirla… pero lo odio.

Maldita sea, es mi prometido. ¿Por qué tienen que robármelo ahora? Hice una mueca, el Sumo Sacerdote sonrió

—Te ayudaré.

—¿Sí…?

—Estoy hablando del secuestro.

—Dijiste que no debería secuestrarlo o confinarlo.

¿Por qué de repente cambia sus palabras?

—Por supuesto que ahora no. —Agitó las manos—. Solo si él es engañado por una dama escandalosa y quiera marcharse. Estoy de tu lado, enviaré a los Caballeros Sagrados para capturarlo, sin lastimarlo y así ustedes puedan arreglarlo todo con tranquilidad.

¿De verdad es la encarnación de la Diosa?

—Así que no te preocupes y llévate bien con el caballero Rizar.

—Así lo haré…

¿De verdad puede hacer eso? Sentí que había perdido un poco la fe, pero estaba contenta.

Quería volver de inmediato al Escuadrón de Tareas Especiales, pero el Sumo Sacerdote me pidió trabajar en el campo y no fue hasta que almorzamos juntos que por fin me liberó. La comida en la Iglesia es insípida. Sobre todo porque, a diferencia de los caballeros santos, los clérigos comen más que nada vegetales y usan menos condimentos. Aunque la comida no sea mi razón principal para dejar la Iglesia, no quiero volver a formar parte del clero nunca más.

Ya había pasado la hora de comer, así que el capitán Jullius ya debía de haber vuelto de la Corte Imperial. Fui al despacho de Ortzen y abrí la puerta. Él estaba de pie con una pila de papeles y al capitán Jullius sentado a su lado.

—¿Está ocupado? ¿Puedo llevarme al capitán?

—Llévatelo contigo todo el tiempo que quieras —respondió con una sonrisa.

Llevé al capitán Jullius a su dormitorio. Luego de que nos mudarnos a la casa del conde, era un lugar que se usaba poco, pero estaba ordenado y limpio. Él se sentó en el sofá y yo en la mesa de enfrente para facilitar la conversación.

—No sé si has escuchado los rumores, pero es mentira que Sieg sienta un amor no correspondido por mí.

—¿Amor no correspondido? —Ladeó la cabeza, confundido.

Supongo que aún no ha oído el rumor.

—En el banquete de ayer. Él fingió tener un amor no correspondido por mí, para justificar que es un mayordomo, además, elevó la reputación del capitán. En concreto, Sieg no me ama. Sin embargo, debido a eso, puede haber algunas mujeres que se acerquen a ti.

—¿A mí? —Inclinó otra vez la cabeza—. Pero las mujeres me tienen miedo.

—Quizás no sean capaces de mirarte a los ojos, pero se acercarán con motivos ocultos. A todas ellas, ignóralas.

Me alegró que asintiera con obediencia; no obstante, me sentí frustrada, esa sumisión era la que me hacía pensar que cedería ante cualquier otra con facilidad, No puedo confiar en él. Igual que hizo conmigo, si piden que se comprometan, lo consentiría; si alguien le pidiera que se casaran, también diría que sí.

¿No sabe decir que no? Me sentí tan ansiosa que salté de mi asiento. Sus gentiles ojos me hicieron sentir aún más frustrada.

—No tengo intención de mantener la promesa.

—¿Cuál promesa?

—La de romper nuestro compromiso si nos enamoramos de otra persona —dije sin pensarlo demasiado. Lo miré a los ojos—. No romperé nuestro compromiso. Por lo tanto, si amas a alguien más, por favor huye. Si no lo haces, me aferraré a ti.

Te daré una oportunidad para huir. aunque no significa que no te perseguiré.

—Incluso iré con Su Majestad el emperador y usaré el poder de la Iglesia. Así que si quieres escapar de mí, hazlo en secreto y en silencio.

Si es necesario, revelaré al Imperio mi identidad y el cómo me sacrifiqué para salvar al príncipe heredero; acudiría incluso con Su Majestad la emperatriz.

Después de mi egoísta y codiciosa declaración, ya no pude mirarlo a los ojos. Estaba siendo malvada, nos comprometimos para que cada uno alcanzara sus objetivos y no por amor, así que era válido que alguno se enamorara de alguien más, pero siempre he sido testaruda.

—Roel.

¿Qué hago? ¿Debería enfadarme, protestar o rendirme?

Giré la cabeza para mirarle.

—No quiero amar a otra persona.

—Pero está fuera de tu control, ¿no?

Por ejemplo, a mí me gustaría amar al capitán Jullius

—Aún así, me gusta cómo están las cosas ahora —expresó con voz suave—. Prefiero no enamorarme a separarme de ti, Roel.

Sus conmovedoras palabras hicieron que mi corazón palpitara con fuerza..

—Repito, está fuera de tu control… —Suspiré.

—Aún así, odio que no sea Roel. —Me tranquilizó—. Por lo tanto, si te quedas a mi lado, cualquier cosa que me hagas, me parece bien.

—¿No importa lo que haga? Yo solo…

Quiero secuestrarte y confinarte… Pero, está mal que tu accedas sin siquiera saberlo ¿no? Bueno, tampoco tengo pensado hacer algo extremo.

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