Gato K – Capítulo 33

Traducido por Anissina

Editado por Ayanami

Sugar Prince, que había estado besando mi frente, retiró sus labios y habló. Le devolví la mirada mientras me limpiaba la frente con el dorso de su mano. Nunca babeaba así sobre mi pelaje cuando acercaba su cara a mí en mi forma de gato, pero cuando lo hacía sobre mi piel desnuda, siempre dejaba pequeños besos aquí y allá. Quise decirle que dejara de hacerlo, pero decidí aguantarme. Las marcas de los dientes que le había hecho esta tarde aún permanecían en su mano, recordándome, con descaro, mi culpabilidad.

Otra vez. Otra vez. Otra vez.

En algún momento, sin que me diera cuenta, estuve en su regazo mientras él se sentaba en la silla. Miré una vez a sus piernas que, de alguna manera, se habían convertido en mi asiento designado, luego, una vez a su cara, y una vez a la silla perfectamente buena que estaba a su lado. Pero, cualquier idea de moverme para sentarme en la silla a su lado desapareció rápidamente. Ya que, si me sentaba en ella, mi trasero estaría frío. En comparación con eso, el regazo de Sugar Prince era adictivamente cálido. Sobre todo, era lo mejor para que mi cuerpo estuviera cómodo.

Cogí una de las galletas que había sobre la mesa y empecé a comerla. Como no podía comer cuando era un gato, tenía que asegurarme de comer mucho por la noche.

—¿Cuándo vas a hacer la fiesta?

A pesar de que lo pregunté con la boca llena de galletas, Sugar Prince, entendió con éxito mis palabras y me agarró la mano, levantándola. Mientras me quedaba con la mirada perdida, preguntándome qué estaba haciendo, me enderezó los dedos uno a uno hasta que hubo cuatro dedos levantados.

—… ¿En cuatro días?

Cuando pregunté con una voz tímida, asintió con la cabeza. Era algo que podía haber dicho sin más, ¿qué clase de juego de niños era este? ¿Qué estaba haciendo este hombre adulto? Pero las palabras que estaban a punto de explotar de mi boca volvieron a bajar lentamente por mi garganta. Era porque el dedo con los agujeros de mis dientes clavados en él se agitaba de un lado a otro frente a mis ojos. De alguna manera, sentí como si estuviera jugando con mi debilidad. Con esfuerzo, ignoré el dedo y me llené la boca con más galletas.

Estaba masticando sin palabras con las dos mejillas llenas de galletas cuando, de repente, algo me hizo cosquillas en la nuca. Al girar la cabeza, me encontré con que el granuja de Sugar Prince me estaba besando de nuevo, esta vez en el cuello. Le pinché en la frente con un dedo, y él me devolvió la sonrisa tranquilamente. Lix, este bastardo, debe pensar que era una especie de Yang Gui-Fei[1], sonriéndome tímidamente con los ojos.

Me quedé quieto, pero él pareció tomárselo como si le dijera que hiciera lo que quisiera, ya que estampó sus labios por todo mi cuello. De vez en cuando, algo húmedo me rozaba también. El aliento caliente que pasó por mi piel hizo que todo mi cuerpo se estremeciera, y le rasqué el regazo con las uñas.

—…Oye. No he podido comer ninguna fruta.

Hurgue en la mano que, en algún momento, se había colado dentro de mi camisa. La mano que me acariciaba el estómago había sido tan confiada que, por un momento, pensé que era mi propia mano.

Pero entonces, el tipo dijo: —Tienes que digerir bien los alimentos que comes por la noche—, mientras me masajeaba el estómago con la mano.

Su síndrome de carencia de afecto debería haber mejorado desde que empecé a pegarme y a jugar con él todos los días, pero, de alguna manera, parecía que sólo había empeorado. A este paso, estaría deseando mamar de la teta de su madre.

Cuando la imagen pasó brevemente por mi mente, me estremecí de asco.

Mi Sugar Prince mamando, aferrado al pecho de Julia. Puaj.Puaj. La galleta ya no sabía tan bien.

—Ah, espera. Lix.

Con esfuerzo, cambié mi tren de pensamiento, pero Sugar Prince seguía ocupado en besar mi cuello. Agarré su oreja y lo aparté de un tirón.

—Oye. La cosa es que no sé bailar.

—¿¿Bailar??

Sólo cuando escuchó lo que dije, Sugar Prince apartó su mirada de mi cuello.

Bueno, no es que no supiera bailar en absoluto. En realidad, estaba bastante seguro de mi juego de pies. Era que simplemente no podía bailar este baile específico en la fiesta.

Sugar Prince, que pensó intensamente durante un momento, no tardó en sonreír de nuevo y, sujetando mi cintura, se levantó de su asiento. Luego, se dirigió a un espacio abierto y me dejó en el suelo.

—¿Qué estás haciendo?

Cuando lo miré con ojos cabizbajos, Sugar Prince me agarró por la cintura y me levantó de nuevo. Consideré la posibilidad de patear sus piernas por un segundo, pero, al final, decidí no hacerlo. Fue porque vislumbré el dedo que había herido una vez más. Tenía que tapar esas marcas de dientes o algo así.

Mientras seguía sumido en mis pensamientos, me puso encima de sus pies. Al ver que estaba sobre los pies de Sugar Prince, arrugué la cara.

Pero, no soy un bebé aprendiendo a caminar.

♦ ♦ ♦

La expresión del joven se arrugó al pronunciar sus palabras. Sin duda, estaba refunfuñando. Calix rozó el ceño arrugado del joven con la punta de un dedo, pero cuando el joven vio su dedo, su expresión se volvió inmediatamente hosca.

Vaya, vaya.

Calix chasqueó mentalmente la lengua.

La manera en que la expresión del joven, que lo miraba con fiereza, decaía de inmediato y se volvía casi pesarosa en sus movimientos cuando veía su dedo era muy linda. El joven no lo sabía, pero Calix se habría dejado morder aún más con gusto si parecía que el joven lo quería. Siempre, aunque hiciera lo que su codicioso corazón deseaba, si la reacción por el contrario le parecía desfavorable, se ponía inmediatamente en alerta y andaba con cuidado. Instintivamente, evitaba hacer algo que provocara que el otro lo odiara.

El joven aún parecía estar molesto por el dedo que había mordido, pero, bueno… simplemente se veía muy adorable ahora, con la forma en que miraba a Calix con sus grandes ojos, especialmente después de lo ferozmente que lo había mordido antes. Era impresionante en sí mismo que esos pequeños dientes hubieran logrado incluso perforar su piel. El joven se había alarmado con apenas unas gotas de sangre, y lamía la herida mientras miraba con cautela a Calix.

Calix reprimió con firmeza su sonrisa al ver el ceño fruncido del joven que volvía a moverse lentamente. En cuanto los pies del joven sobre los suyos empezaron a seguir naturalmente sus propios movimientos, su frente volvió a relajarse mientras se calmaba. Calix sujetó la cintura del joven con una mano y su pequeña mano con la otra, y comenzaron a bailar en su lugar.

—¡Ah!

Mientras daban media vuelta, una exclamación salió de los labios del joven. Al ver que sus ojos negros brillaban con intensidad, parecía que lo estaba disfrutando. Calix aceleró un poco el paso.

—Me estoy mareando.

El joven volvió a hablar, parpadeando. Pero su rostro mostraba una expresión que decía que se estaba divirtiendo. No por el ejercicio de memorizar los pasos; al contrario, después de dar vueltas y vueltas, rebosaba de alegría. A partir de esto, estaba claro que no estaba acostumbrado a bailar, porque, definitivamente, no habría dejado que esto sucediera si fuera consciente de que estaba aprendiendo la parte de la mujer.

Calix atrajo al joven entre sus brazos, pegado a su cuerpo. Calmó sus pasos mientras lo sostenía, pero quizás, debido a que pensó que todavía estaban bailando, el joven se quedó quieto. Permanecieron así durante un rato, después de lo cual, el joven, cuya cabeza estaba apoyada en su pecho mientras respiraba suavemente, levantó la vista con cautela. Calix bajó su mirada había los ojos negros del joven, llenos de confianza.

—¿Lix?

Los labios del joven, al hablar con un tono curioso, estaban más brillantes y rojos que de costumbre. Todavía estaba sonrojado por el baile. Calix sintió plenamente las suaves respiraciones que se escapaban de entre sus labios. Por puro impulso, levantó una mano y tocó los labios del joven con sus dedos.

Los ojos del joven, que lo miraban estaban llenos de inocente perplejidad. Y, cubriendo abundantemente esa inocencia infantil había una profunda confianza. Incluso cuando estaba así de cerca, aun cuando su mano estaba sobre él, no revelaba ni una pizca de cautela.

¿Cambiaría alguna vez? ¿No podría seguir siendo siempre así? Pensó Calix mientras rozaba con sus dedos los labios del joven.

¿Empezarían a cambiar algún día esos ojos negros llenos de confianza? ¿Tendrían alguna vez la sorpresa y la conmoción marcadas en ellos, formando una expresión de miedo y precaución?

Era un pensamiento aterrador.

—Lix, ¿qué sucede? ¿Te duele el dedo?

El joven agarró el dedo que había mordido y preguntó con voz preocupada. Calix sujetó y detuvo suavemente la mano del joven que sostenía su dedo y bajó la cabeza.

En cuanto presionó contra esos labios que dejaban escapar esas suaves y delicadas respiraciones, la respiración del joven se detuvo. La textura húmeda y suave que había probado con su dedo era aún más tierna ahora que la probaba con sus labios.

Cuando sus labios se encontraron suavemente, Calix cerró los ojos.

El joven, que había dejado de respirar por un momento, exhaló superficialmente por la nariz. Calix bebió el aliento que el joven dejó escapar sin dejar ni siquiera un suspiro.

Su hálito tenía el aroma de las galletas. Casi con humor, saboreando el dulce aroma de las galletas y la sensación de sus labios apenas rozados, su cabeza dio vueltas.

El corazón del joven envuelto en su abrazo latía rápidamente. Calix sintió el impulso de apretar el oído contra su pequeño pecho y escuchar el latido de su corazón. También le invadió el deseo de pasar toda la noche así, con sus labios apretados el uno contra el otro. Sintió que podrían quedarse así, unidos en un beso, para siempre.

—… ¿Lix?

Los labios del joven, que rozaban los suyos se abrieron ligeramente, y una vocecita brotó. Con los ojos cerrados, Calix susurró: —shhh —y calló al joven.

Un poco… sólo un poco más de tiempo así.


[1]Yang Guifei fue una de las concubinas del Emperador Xuangzong a la que favoreció mucho y dicen que se volvió negligente por cumplir sus deseos. Muere ejecutada como una de las responsables de la acción del ejército ante la Rebelión Anshi. Su historia entre otras fue recogida dentro de un poema llamado Chan He Ge (Canción del sufrimiento perpetuo) relatando el amor del emperador a la princesa y su sufrimiento eterno ante su pérdida.

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