¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 12: Perdonable o imperdonable

Traducido por Lugiia

Editado por Shiro


Después de la fiesta, los padres de Violette actuaron como si nada hubiera pasado, tal y como antes. Con eso, ella llegó a una conclusión: Maryjun no les contó lo sucedido en ninguna de las dos líneas temporales. En el pasado, eso le había irritado, pero ahora estaba agradecida, ya que aquella situación no se dio por su culpa. Sin embargo, no estaba claro qué pensaba su hermana de todo esto. No había forma de que lo dejara pasar.

Si eso era así, ¿todavía culpaba a Violette por lo sucedido? ¿El príncipe también? De momento, ella había escapado con la ayuda de Yulan, pero no tenía ni idea de qué llegaron a pensar después. Francamente, no quería saberlo.

No obstante, esta vez, algo nuevo sucedió.

—¡Oh, Violette! —llamó Maryjun.

—Maryjun… —respondió Violette.

Por alguna razón, Maryjun seguía intentando iniciar conversaciones con ella. Bueno, tal vez sabía la razón… La última vez también había intentado hacer lo mismo, aunque ella alternaba entre ignorarla e insultarla. Tenía sentido que quisiera acercarse a su nueva hermana, aunque Violette hubiera destruido todos sus intentos.

—Buenos días —dijo Maryjun en tono alegre.

—Buenos días.

—Hace muy buen tiempo hoy, ¿verdad? Me dan ganas de salir a tomar el sol.

—Sí.

La sonrisa de Maryjun era tan cálida como el sol que describía. Nunca pareció molestarse por las respuestas distantes de Violette, o tal vez no se dio cuenta. Se limitó a seguir adelante, tratando de sacar a su hermana de su caparazón.

Estoy muy cansada.

Sabía que Maryjun era una buena persona, pero quizá por eso la encontraba tan agotadora. A pesar de sus respuestas monosílabas, su media hermana persistía, sin inmutarse. Violette trató de recordar las interacciones de ambas en su vida anterior, y… no, Maryjun nunca se había rendido. Su relación dependía totalmente de cómo ella decidiera interactuar ahora.

Qué error de cálculo. Violette había pensado que si se mantenía alejada todo se solucionaría, pero las cosas no eran tan sencillas. Ahora sabía lo que pasaría si ignoraba a Maryjun, porque eso era lo que había hecho la última vez: no solo heriría a su inocente media hermana, sino que se expondría a interminables sermones de su padre. Solo imaginar eso la cansaba hasta los huesos.

—Señorita Violette, señorita Maryjun, pido disculpas por la interrupción —dijo Marin.

—¡Buenos días, señorita Marin! —exclamó Maryjun.

Marin la saludó con una reverencia perfectamente cortés, pero algo en ella parecía menos agradable de lo habitual. ¿O es que su educada neutralidad palidecía en comparación con la deslumbrante sonrisa de Maryjun?

—El desayuno está listo, si gusta… —le dijo Marin a Violette.

Su rutina habitual se había establecido desde hacía mucho tiempo: Marin saludaba a Violette en cuanto se despertaba, la ayudaba a vestirse y le preparaba el desayuno. Violette se sentía mal por hacer trabajar tanto a Marin, así que le había sugerido en múltiples ocasiones que dejara que otra persona la cuidara a veces, pero ella siempre se negaba. Decía que quería estar en todo momento ahí para ella. Todos los días, Marin iba hasta su habitación para invitarla a desayunar y la llevaba de la mano hasta el comedor. Al menos, esa había sido su rutina diaria hasta hacía poco.

Todo cambió tras el debut de Maryjun en la alta sociedad. Violette intentaba por todos los medios evitar esas pequeñas conversaciones sin sentido con ella, incluso se levantaba temprano con la esperanza de evitarla. Había empezado a echar de menos a Marin por la mañana.

—Lo siento, parece que hoy he madrugado —dijo Violette.

—No, me disculpo por haber llegado tarde a recibirla. —Marin le dirigió una mirada cómplice. Conocía a Violette mejor que nadie, así que se dio cuenta de su plan y comprendió de inmediato cómo había fracasado.

La suave voz de Marin y su gentil expresión cuando se encontró con los ojos de Violette eran todo lo contrario a la forma fría en que miraba a Maryjun. Ver su expresión familiar tranquilizó a Violette, al menos un poco. No podría relajarse del todo mientras la fuente de su tensión siguiera allí.

—¿Qué hay de desayuno? —preguntó Maryjun.

—Solo me ocupo del desayuno de la señorita Violette. Mis disculpas —respondió Marin con frialdad.

—Oh, ¿de verdad? Eso me recuerda… Sus comidas siempre son un poco diferentes a las nuestras.

Aunque ella captó el rápido cambio de humor de Marin, por suerte, Maryjun no pareció darse cuenta. Violette se alegró: para Marin, Maryjun era la que hacía daño a su querida maestra, pero para ella, su hermana era el detonante del explosivo temperamento de su padre. Si Maryjun se quejaba de la actitud de Marin, nadie en la casa, ni siquiera Violette, podría protegerla de su ira.

 —Bueno, ya que nos íbamos a sentar en familia, pensé que sería bueno comer lo mismo —continuó Maryjun, ajena a la situación, y se cubrió la boca con ambas manos, ocultando parcialmente la decepción en su rostro. Eso no hacía más que resaltar su ternura natural—. No se puede hacer nada, ¿verdad? Después de todo, cada uno tiene sus propios gustos.

Era tan amable, honesta y buena. Decía lo que pensaba sin preocuparse y, aun si sus palabras contenían algo maravilloso o irreal, nunca había rencor. No quería que Violette cambiara su comida; simplemente pensaba que comer juntos uniría más a su familia. Sin embargo, tal situación no haría realidad sus pensamientos, solo sería algo cruel.

—Señorita Violette, ¿nos retiramos? —incitó Marin al ver a su maestra sin palabras.

—Sí… Gracias —respondió Violette, tomando la mano de Marin.

Hizo lo posible por sonreír, pero Marin no le devolvió la sonrisa. Violette trató de decirle en silencio que no se preocupara, pero Maryjun acabó cambiando de tema, lo que hizo que ella diera respuestas distraídas y vagas.

Probablemente todo iría bien; Violette no le había hecho daño a su hermana. La Maryjun pura y optimista creía que podían convertirse en una gran familia feliz, mientras que la Violette corrompida interpretaba cosas oscuras en todas las declaraciones inofensivas de su hermana. La Violette del pasado habría abofeteado a Maryjun por todo esto, así que tenía sentido que Marin estuviera preocupada. No obstante, ella se había despojado de toda su sensibilidad en su celda de la prisión.

Ya lo sabía.

Incluso en plena furia, una parte de ella lo supo en aquel entonces. Su ira era totalmente injustificada.

A ella siempre se le permitió hacer todo esto.

A Maryjun se le permitía decir lo que pensaba y que se le concedieran sus deseos, aunque no se diera cuenta todavía de que alguien se los concedería si ella lo pedía. Una persona honesta como ella estaría de acuerdo en que las acciones pasadas de Violette eran retorcidas.

Violette sabía que sus deseos no se harían realidad. Sabía que por mucho que deseara, nadie la escucharía, que desear algo era inútil. Las cosas siempre habían sido de esa manera, así que sentirse decepcionada o celosa no tenía sentido.

Tuvo que rebobinar su vida para comprender por fin que todo lo que había hecho era inútil… O tal vez solo era para ver los mismos acontecimientos con la nueva madurez que había adquirido al vivirlos la primera vez. No se le ocurría ningún castigo más eficaz que sentir ese arrepentimiento una y otra vez. Era como un sermón ininterrumpido sobre la inutilidad de todo lo que siempre quiso.

—Señorita Violette, ¿prefiere que le lleve el desayuno a su habitación?

—Gracias, Marin… pero estoy bien —susurró Violette con tristeza.

Quería aceptar la oferta de Marin, pero comer sola en su habitación solo empeoraría las cosas a largo plazo. Si su padre se involucraba, todo sería mucho peor.

—Estoy segura de que el desayuno de hoy será tan delicioso como siempre. Estoy anhelando ese momento —dijo Violette.

A simple vista, las comidas de Violette parecían iguales a las de los demás, pero de los detalles se encargaba Marin. Siempre se aseguraba de que ella tuviera pequeñas porciones de todos sus platos favoritos, y todo estaba dispuesto con cariño. Hasta hacía poco, ella solía comer sola, por lo que Marin ponía especial cuidado con la esperanza de que eso hiciera que su querida maestra se sintiera menos sola.

—Estoy segura de que estará satisfecha con el arreglo de hoy —respondió Marin.

—Je, je, tendré que dar las gracias al chef —añadió Violette, tratando de sonar alegre.

Las comidas deliciosas siempre eran bienvenidas. Por muy incómodo que fuera el ambiente, los demás podrían seguir en su mundo mientras ella se concentraba en la comida. Por el bien de su familia, se convertiría en un accesorio para su feliz vida familiar. Desayunaría en silencio y dejaría que los tres hicieran o pensaran lo que quisieran.

—¡Vamos, Violette! Deprisa —apremió Maryjun, caminando rápidamente por el pasillo.

—Ya voy —respondió Violette, sacando la cabeza de las nubes y siguiendo a su hermana con pasos pesados.

Con cada paso, sentía que su corazón se convertía en nada.


Lugiia
Hoolis c: Me encargaré de revivir esta novela junto con Shiro♥ Ya me he encargado de poner las imágenes de la novela en capítulos anteriores, así que disfruten de su lectura y espero leerlos en próximos capítulos

Shiro
Emocionada de reactivar esta novela

4 respuestas a “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 12: Perdonable o imperdonable”

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