¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 38: El aire es solo para respirar

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


—¡Yulan! ¿Ahora es que vas a almorzar? —preguntó Violette, preocupada.

—Me entretuve ayudando en el aula un rato. ¿Puedo sentarme aquí?

—Me parece bien, pero…

Yulan extendió una mano para evitar que Violette se pusiera de pie mientras analizaba los numerosos espacios vacíos alrededor de la mesa. Era lo suficientemente amplia como para que tres personas se sentaran hombro con hombro a cada lado, así que había espacio de sobra. Si Violette hubiera estado sentada sola, le habría dado la bienvenida sin dudarlo; siempre le gustaba almorzar con él. Violette observó la expresión congelada de Klaude y la sonrisa irónica de Milania, y luego Yulan se volvió hacia ellos con una mirada amistosa pegada al rostro.

—¿Les importa que comparta esta mesa con ustedes? —preguntó Yulan.

—¿E-Eh…? En absoluto —tartamudeó Milania.

—No tengo ningún problema —dijo Klaude con rotundidad.

—Gracias. —Yulan sonaba feliz; a Violette le pareció un poco forzado, pero eso no era inusual en él. Tomó el asiento junto a ella con total tranquilidad, como si fuera su lugar natural. Colocó su bandeja junto a la de ella, y la enorme cantidad de comida hizo que el almuerzo de Violette pareciera aún más pequeño.

—¿Otra vez solo un sándwich? Tienes que comer bien, o nunca sobrevivirás el día —le dijo Yulan.

—Oye, mi almuerzo solo parece pequeño al lado del tuyo. No puedo creer la cantidad que alguien tan alto como tú puede comer. De todos modos, comeré mis verduras, así que estaré bien.

—Solo comes verduras porque Marin te obliga. —Violette lo fulminó con la mirada y Yulan añadió—: ¡Ja! Sabía que era eso.

♦ ♦ ♦

Yulan vio que Klaude y Milania intercambiaban miradas de sorpresa; probablemente la conversación no encajaba en absoluto con la impresión que tenían de Violette, y quizás de él mismo, como personas refinadas, complicadas y a menudo difíciles; pero Violette no se dio cuenta y a Yulan no le importó.

Antes de que se uniera a ellos, el inusual trío formado por Violette, Klaude y Milania ya llamaba la atención, pero ahora todas las miradas estaban puestas en ellos. El aire de tensión alrededor de la mesa pasó desapercibido para Violette y Klaude, pero Milania pareció percibirlo. Toda la cafetería parecía contener la respiración. Ninguna persona normal se atrevería a acercarse a ellos.

—¡Oye, Yulan! Te dije que me avisaras si encontrabas un asiento… ¿Eh? Este es un grupo raro.

Ninguna persona ordinaria se atrevería a acercarse, pero tal vez alguien lo suficientemente estúpido lo haría.

Gia se puso delante de ellos con una mirada de desconcierto, pero no era el único que tenía preguntas.

—Um, joven Gia… ¿Qué es eso? —preguntó Violette.

—¿Qué quiere decir? Es mi almuerzo —respondió.

—¿Su… almuerzo?

Gia sostenía dos bandejas, cada una apilada con una montaña de panes envueltos. Parecía que a Violette la cortesía era lo único que le impedía preguntar: “¡¿En serio se va a comer todo eso?!”.

—¿Otra vez? —le dijo Yulan a su amigo—. Si no puedes terminarlo todo, no es mi problema.

—Puedo comer todo esto —dijo Gia.

—Sé que puedes, pero me refiero al tiempo, no a tu estómago.

—Está biennn. Solo llegaré un poco tarde.

—Llegar tarde no está bien. ¡Te lo he dicho una y otra vez!

Gia tomó asiento y dejó sobre la mesa sus bandejas ridículamente cargadas.

—Espera —dijo Yulan una vez que su amigo se acomodó—. Vio, ¿conoces su nombre?

—Sí, nos conocimos el otro día. Le pedí que te pasara un mensaje —respondió Violette.

—Ah, ¿no te lo dije? —preguntó Gia.

—No, no lo hiciste. —Por debajo de la mesa, Yulan le dio una patada a Gia en la espinilla, no tan fuerte como para que le doliera, pero lo suficientemente fuerte como para que Gia supiera que estaba molesto. Gia estaba acostumbrado a la doble cara de Yulan y una patada no lo perturbaría, pero tuvo cuidado de asegurarse de que Violette no viera ni sospechara nada.

Yulan miró a su amigo con inquietud; Gia podía ser tan desconsiderado como inconsciente, y podía hacer explotar la máscara de Yulan en cualquier momento. ¿Por qué había tenido que venir, para empezar? Gia era imprevisible y decía lo que se le pasaba por la cabeza; a veces eso era una gran cualidad, pero ahora mismo, Yulan deseaba que su difícil amigo estuviera en cualquier otra parte.

♦ ♦ ♦

—¿No crees que es injusto que solo supiera el nombre de la princesa Violette y que no haya podido conocerla durante tanto tiempo? —preguntó Gia.

—En primer lugar, no la llames así —dijo Yulan.

—Está bien. Entonces, solo princesa.

No, eso no es mejor.

Ver cómo se burlaba de su dulce y leal amigo y cómo le contestaba al espíritu libre de Gia le resultó un poco extraño a Violette. Parecía… más rudo cuando hablaba con alguien que no fuera ella. Con ella, se comportaba como un perro que mueve la cola, siempre dispuesto a complacer. ¿Tal vez esto significaba que no era tan abierto con Gia como con ella?

—Entonces, ¿cómo debería llamarla? —preguntó Gia—. ¿Qué tal Vio, como tú?

—¡¿Por qué eres siempre tan extremista…?! —exclamó Yulan, exasperado.

—Bueno, no voy a llamarla “señorita Violette” o algo así de raro.

—¿Por qué no? ¡Eso sería lo normal!

—Nunca he oído hablar de una costumbre así. —Mientras bromeaba con Yulan, Gia empezó a destrozar sus panes uno a uno y a dar grandes bocados entre comentario y comentario.

Las bromas de Gia no eran más que la extraña cereza de este anormal helado; los dos mejores estudiantes de la academia, uno de ellos el príncipe heredero, sentados en esta burbuja de incomodidad mientras un príncipe extranjero comía pan sin parar. Toda la escena era singularmente extraña.

—¿Por qué no le pregunto a la dama en cuestión? —Gia se giró hacia Violette y preguntó—: ¿Cómo quiere que la llame, princesa Violette?

—En primer lugar…, ¿por qué princesa? —preguntó Violette. Yulan y Gia habían empezado a llamarla así como si fuera lo más natural del mundo, pero era la hija de un duque. No tenía sentido.

—Oh, no se preocupe por eso. Llevo un tiempo usando ese apodo cada vez que Yulan habla de usted. No sabía cómo llamarle si no fuera así —respondió Gia.

—¿Ah, sí….?

—Sí…, más o menos —admitió Yulan, aunque su tono contenía dudas. Violette se dio cuenta de que no estaba mintiendo, exactamente; cuando de verdad quería mentir, era lo suficientemente bueno como para no hacerla dudar así. Lo más probable es que la explicación de Gia fuera correcta en su mayor parte, pero había alguna salvedad que Yulan no sabía muy bien cómo explicar.

—Bueno, la gente por lo general me llama Violette —explicó—. Solo Yulan utiliza mi apodo. —Los padres de Violette nunca la llamarían así, e incluso Maryjun, que parecía del tipo que se aferra a los nombres de mascotas, no había dado ese paso todavía. La forma en que Yulan le hablaba era única.

—Puede llamarme como quiera: Violette o Vio está bien; pero, por favor, deje de usar “princesa”. Es engañoso. —Quedaría mal que alguien que no fuera de la realeza reclamara ese título, incluso como apodo. Tal vez un hombre podría salirse con la suya llamando así a su amada, pero como una broma privada en la que Violette ni siquiera estaba metida, solo podría causar malentendidos que podrían volver a perjudicarla. Tenía que parar esto antes de que se convirtiera en un problema.

—¿Qué tal “señorita Vio”? Es tan fácil de decir como princesa, pero si le pongo un honorífico, eso lo hace cortés y todo eso, ¿no?

—Basta —le susurró Yulan a Gia.

—¿Qué? Estoy teniendo mucho tacto.

—Solo cállate.

Era encantador cómo los dos chicos se inclinaban y susurraban entre sí, aunque ella no captó mucho de lo que decían. Yulan estaba claramente quejándose de Gia, basándose en sus expresiones. Pero probablemente Gia estaba acostumbrado a que Yulan le molestara; no parecía molestarle ni afectarle en absoluto. Al final, Yulan se dio por vencido y volvió a centrar su atención en Violette.

Su expresión de fastidio fue sustituida por su habitual sonrisa de perro fiel. El placer y la alegría le rodeaban como un aura; Violette podía ver prácticamente pequeñas flores flotando alrededor de su cabeza por la pura fuerza de su felicidad.

No obstante, aunque Yulan esperaba hacer avanzar la conversación, Gia volvió a desbaratarla.

—Entonces —dijo—, ¿son estos tipos amigos suyos, señorita Vio?

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