¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 45: Justificación requerida

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


Cuando Violette terminó de ayudar al consejo estudiantil, el cielo estaba oscuro.

Estaba tan concentrada en su trabajo que dejó que su segunda taza de té se enfriara. Se lo bebió rápidamente, no quería que se desperdiciara, pero seguía estando delicioso aunque no estuviera fresco.

—Siento haberla retenido tanto —dijo Klaude.

—Ha sido de gran ayuda —dijo Milania—, pero mire, ya está oscuro.

—Me alegro de haber sido útil —respondió Violette.

Klaude y Milania dejaron de lado su trabajo por un momento y se desplomaron agotados. Aun así, quedaba trabajo sin terminar sobre la mesa. Solo se detuvieron para despedir a Violette.

—Revisaré su trabajo más tarde. Es libre de ir a casa si quiere. Su chófer… —dijo Milania.

—Debería estar en la puerta de la academia —dijo Violette.

—Eso es bueno. Está oscuro, así que le acompañaré. —Milania golpeó su pila de papeles sobre el escritorio para alinear los bordes, y luego colocó su pluma estilográfica encima como pisapapeles. Finalmente, dejó su trabajo a un lado, empujó su silla hacia atrás y se levantó estirándose. Klaude no hizo ningún comentario; él ya estaba de nuevo en modo de trabajo.

Violette solo comprendió cuando Milania le tendió una mano para acompañarla.

—Oh, um… Es solo la puerta de la academia, no tiene que… —Era un paseo corto hasta la puerta, y ella no quería un trato especial, especialmente si eso significaba sacar a Milania de su trabajo.

—Nunca se es demasiado cuidadoso.

—Eso es cierto, supongo… —La seguridad de la academia era sólida, absurdamente fuerte contra los ataques del exterior, pero no hacía nada contra los enemigos que ya estaban dentro de las puertas. Bajo la superficie, esta majestuosa academia escondía un lío de facciones conflictivas y lealtades cambiantes, hecho aún más peligroso por el enamoramiento de los adolescentes y los motivos ulteriores. No hay nada malo en estar vigilante.

—Hoy nos ha ayudado mucho, señorita Violette —dijo Klaude sin siquiera levantar la vista—. Solo nos queremos asegurar de que vuelva a casa sana y salva. Considérelo un agradecimiento.

—Así es. Y se niega, tendré que seguirla como un espeluznante acosador, y realmente preferiría no hacerlo —añadió Milania.

Eso la convenció. A Violette no le gustaba que la gente se desviviera por ella, pero odiaba aún más causar problemas.

—Entonces, ¿podría molestarlo para que me acompañe hasta la puerta…?

—Por supuesto —respondió Milania con una amplia sonrisa y tomó despreocupadamente el bolso de Violette. Cuando se colocó a su lado, a un observador le podría parecer que tenía una mano en su cadera, pero sus dedos no llegaban a tocarla.

Violette se sorprendió de su cuidado. Estudió su rostro, preguntándose si eso era lo que le hacía tan popular; él respondió a su mirada con una sonrisa perfectamente educada. A pesar de la sonrisa, se sentía como un extraño, como si sus verdaderos pensamientos y sentimientos estuvieran muy bien ocultos.

Justo antes de salir del salón, una voz la llamó desde atrás.

—Señorita Violette —llamó Klaude.

Violette se detuvo.

—¿Sí?

—Gracias de nuevo por toda su ayuda.

—¿Eh…?

Klaude se dio la vuelta, pero Violette pudo ver cómo su pálida piel se enrojecía a la brillante luz de la habitación. Incluso sus orejas eran de color carmesí. En un rincón tranquilo de su mente, se sorprendió de la cantidad de veces que el día de hoy la había sorprendido.

Lleno de sorpresas, pero no malas.

—Soy yo quien debe darle las gracias —respondió Violette.

Cuando Klaude la encontró en el patio, le había dado exactamente la excusa que necesitaba. Puede que Klaude solo buscara ayuda con el papeleo, pero para Violette fue un salvavidas que la salvó de ahogarse en el dolor. Estaba muy agradecida.

Puede que Klaude no entendiera por qué le daba las gracias, pero Violette aun así inclinó la cabeza antes de salir de la habitación.

♦ ♦ ♦

El sonido de sus pasos resonó en el silencioso pasillo, la única señal de vida que quedaba en el campus. Al menos, eso es lo que parecía. Seguramente había otras personas por ahí, sirvientes al menos, y por supuesto Klaude seguía trabajando en el salón, pero la academia parecía cavernosa e inquietante cuando no estaba llena de gente.

Prefería este incómodo silencio a luchar por encontrar algo de lo que hablar. Milania se adelantó, y ella acabó siguiéndole. Mantuvo la mirada al frente y trató de mantenerse distante. Estar a solas con Milania la ponía nerviosa de una manera diferente a la ansiedad que sentía con Klaude.

Para Milania, Violette era una chica egoísta que acosaba a su mejor amigo. Probablemente, ni siquiera se daba cuenta de que había cambiado. Klaude había notado que Violette parecía diferente, pero ninguno de los dos chicos era del tipo que se la pasaría chismeando, y Violette no se había confesado con Klaude ni había sido rechazada. Probablemente no sabía nada.

Los dos caminaron en silencio durante unos minutos más.

Mientras se acercaban a la puerta de la escuela, divisaron un carruaje que aún brillaba bajo el cielo oscuro. Solo entonces se relajó por fin la tensión de sus hombros. El ambiente entre ellos era tenso, como si algo más pesado que la gravedad la agobiara, y estaba a punto de llegar a su límite cuando la puerta se hizo visible.

—Hasta aquí está bien —dijo Violette.

—¿Ese es su chófer? —preguntó Milania.

—Sí.

—Muy bien, voy a volver. Tenga cuidado en tu camino a casa.

Violette recuperó su bolso de Milania, se inclinó ante él y se dio la vuelta para marcharse. El paseo hasta el coche había sido incómodo, pero ahora la constatación de que se iba a casa le bajaba el ánimo. Tal vez el viaje a casa sería la parte más cómoda de su día.

Espero no tener problemas por llegar tarde.

Aunque tenía una buena razón para llegar tarde, esperaba poder pasar la noche sin tener que dar explicaciones. Tenía que esperar que la apatía de sus padres hacia todo lo que hacía la protegiera; probablemente no se darían cuenta si llegaba tarde a casa, o incluso si no llegaba nunca. Maryjun era la única que se esforzaba. Si se preocupaba y sacaba el tema, Violette tendría que buscar una excusa, a ser posible una que no incluyera a Klaude y que requiriera una explicación de todo lo que había ocurrido entre ellas.

Puede que Maryjun quisiera que fueran cercanas, pero Violette no podía hacerlo. No era su culpa, y mucho menos la de Maryjun. Era el entorno disfuncional en el que vivían.

Mientras observaba el paisaje, trató de adivinar qué pasaría cuando llegara a casa. Dejó escapar un suspiro tan suave que el chófer no pudo oírlo.

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