Traducido por Lugiia
Editado por Freyna
Aunque Violette anunciara que estaba en casa, nadie la recibiría. A veces Marín la saludaba, pero cuando llegaba tarde como ahora, la doncella solía encontrarla más tarde en su habitación. La mansión estaba tan quieta y silenciosa como siempre; a pesar de las tres nuevas personas que vivían aquí, se sentía igual que cuando estaba sola.
Violette estaba tan alejada de su familia como cuando todos vivían en otro lugar.
—Señorita Violette, bienvenida a casa —dijo Marin—. Me disculpo por no haberla saludado en la entrada.
—No es necesario. Después de todo, no te dije que iba a llegar tarde —dijo Violette.
—¿Qué estaba haciendo?
—Me… pidieron que ayudara con el consejo estudiantil.
—¿Oh…? —Era inusual ver que los ojos afilados de Marin se abrieran de par en par. Violette no creía que fuera tan sorprendente, pero al parecer su doncella pensaba de otra manera.
Marin había estado con ella durante todos los días de su enamoramiento de Klaude. Aunque nunca los viera juntos, era una caja de resonancia constante para las quejas de Violette de que no estaba progresando. Pero Violette no se comportaba como alguien que por fin había conseguido el romance de sus sueños… Eso debía estar desconcertando a Marin.
—Este año están muy faltos de personal. Y no tenía ningún plan en particular —explicó Violette, con voz neutra.
—Ya veo… Si está cansada, le traeré la cena aquí —dijo Marin.
—Ayudé un rato, pero no pude hacer mucho. Estoy bien.
Violette se desnudó, entregó su ropa y se puso la nueva que Marin le había tendido. Se puso una camisa blanca y una falda larga de color azul pálido con una cola de pez acampanada; cuando terminó de vestirse, Marin le dio un repaso y le arregló el cuello. Era molesto cambiarse solo para la cena, pero Violette sabía lo que dirían si se sentaba en la mesa del comedor con su uniforme.
Esa ropa no era la más cómoda, pero se acercaba más a la ropa de dormir que a la que usaría fuera de casa. Mientras nada de lo que llevara estuviera roto o dañado, probablemente podría escapar de cualquier comentario de su padre.
—Entonces volveré cuando la cena esté lista —dijo Marin.
—Sí, gracias.
—No tardaré mucho, pero por favor, descanse hasta entonces.
Marin se inclinó y salió de la habitación, y Violette se desplomó en el sillón. No podía descansar sin arrugarse el traje, así que lo mejor que podía hacer era acomodarse con cuidado en el corto sillón. Si se quedaba dormida, probablemente acabaría hecha un ovillo debido a todo el estrés de su vida últimamente, y su ropa se estropearía por completo.
Pero estaba bien: el cuerpo de Violette no estaba cansado, solo su mente estaba agotada por el esfuerzo extra que había hecho hoy. Ni siquiera había ayudado tanto, pero su mente necesitaba un poco de descanso… Antes de que se diera cuenta de lo que estaba ocurriendo, sus párpados se cerraron y su conciencia oscilante se sumergió en el mundo de los sueños.
No supo cuánto tiempo durmió.
Se despertó al ser sacudida suavemente. Lo primero que vio fue una emoción indescriptible en el rostro de Marin, con las cejas dolorosamente bajadas y el ceño profundamente fruncido. Violette se sobresaltó al darse cuenta de lo que significaba la presencia de Marin. Se alisó rápidamente la ropa, se arregló el cabello y se apresuró a ir al comedor, empujada por un pánico que su mente somnolienta no había registrado del todo.
Cuando abrió la puerta y vio la expresión severa de su padre, comprendió la mirada que había visto en el rostro de Marin.
—Llegas tarde. ¿Qué estabas haciendo? —preguntó Auld.
—Mis disculpas —dijo Violette.
—Date prisa y toma asiento. Todos tenemos hambre y nos has hecho esperar.
—Mis… más profundas disculpas.
Violette hizo una profunda reverencia antes de dirigirse rápidamente a su asiento. Auld parecía malhumorado, pero Elfa, sentada frente a Violette, le acarició suavemente la mano con una sonrisa para calmarlo. Junto a Elfa, Maryjun hinchó las mejillas y gritó:
—¡Padre, no lo digas así!
A Violette no le quedó claro si Maryjun estaba enfadada o no; no podía leerla más allá de las mejillas hinchadas.
Padre e hija empezaron a hablar mientras la madre las observaba con una sonrisa. Su mal genio desaparecía por completo cuando las palabras de su hija lo calmaban, y pasaban a temas más alegres. Esto sucedía todos los días, y Violette no tenía ningún deseo de que la incluyeran en ese momento, pero se preguntaba por qué esa familia feliz, tan completa sin ella, se molestaba en esperar a que empezara a comer.
Auld había dicho que tenían hambre, pero nadie tocaba la comida mientras hablaban. No salía vapor de los platos, así que no podían estar esperando a que se enfriaran. Violette agradeció la comida en voz baja para que nadie la oyera y tomó el cuchillo y el tenedor.
Se concentró en seguir los movimientos de la comida. Mover las manos, abrir la boca, tomarse un momento para saborear antes de masticar y tragar, y luego repetir. Comer más rápido no le serviría de nada: no podía abandonar su asiento sin pedir permiso y no quería hablar con nadie. Los otros tres comenzaron a comer en la visión periférica de Violette, pero lo único que le importaba a su padre era la felicidad de Maryjun mientras disfrutaba de cada bocado.
Estoy siendo muy consciente.
Ese pensamiento se burlaba de Violette mientras comía en silencio. Fingió que masticaba para que nadie se diera cuenta, pero ni siquiera eso importaba. Ella no era necesaria aquí. Valía tanto como las plantas dispuestas alrededor de las paredes de la habitación, una decoración parlante. Apenas se acordaban de su existencia. No les importaría si no viniera a cenar, o incluso si desapareciera por completo.
Su optimismo la repugnaba. ¿Realmente seguía creyendo en el fondo que su padre se preocupaba por ella? ¿Cómo podía seguir aferrándose a ese sueño infantil?
Ese hilo roto nunca podría ser reparado. Él nunca se había preocupado por ella, ni siquiera al principio. Esta brecha entre ellos era más profunda que las profundidades del purgatorio. Nunca podría llenarse.
Violette mordió un suave trozo de pescado. La comida estaba hecha exactamente a su gusto, pero se convirtió en arena en su boca.
♦ ♦ ♦
—¡Hoy también estaba delicioso! —dijo Maryjun alegre, mientras comía el último bocado de su comida con deleite. Sus padres asintieron, satisfechos por su reacción, mientras disfrutaban de su té de sobremesa. Seguramente enviarían sus felicitaciones al chef más tarde.
A lo largo de los años, los miembros del personal iban y venían, pero el jefe de cocina era un veterano que llevaba trabajando allí desde mucho antes de que muriera la madre de Violette. Se alegraba de que, al menos, apreciaran su trabajo. Últimamente, lo había descuidado, distraída por todo lo demás, pero debía visitarlo y agradecerle por tan deliciosa comida.
Una vez que todos terminaron de comer, se dispersaron con sorprendente rapidez. Casi había esperado que la obligaran a sentarse con ellos más tiempo bajo el pretexto del té. Nunca estaba segura de si exigirían su presencia o la ignorarían; por suerte, la apretada agenda de Auld no le dejaba muchas horas para el tiempo en familia, así que nunca podía ser demasiado en su día. Se sintió extrañamente rechazada, al ser enviada de esta manera; se recordó a sí misma que sería mucho peor tener que estar aún más tiempo jugando a la familia feliz.
Violette no dijo nada al salir del comedor, solo levantó ligeramente una mano en señal de agradecimiento a los sirvientes alineados contra la pared detrás de ella. Era suficiente para comunicar su agradecimiento; llevaban mucho tiempo atendiendo a Violette como para entender que no quisiera hablar. Sintió que Marin la seguía al salir del comedor, aunque la mujer era tan silenciosa como una sombra.
La gente en la academia pensaba que Violette tenía presencia, pero en casa parecía desaparecer en el aire. Sería útil que también pudiera desaparecer así fuera de la casa…
¿Era ese pensamiento su intento de encontrar un resquicio de esperanza, o un desafío contra el hogar que la hacía sentir como nada? No lo sabía.
—¿Preparo un baño de burbujas hoy? —preguntó Marin.
—¿Eh…? ¿Qué es esto de repente? —preguntó Violette.
—Supuse que sería una buena oportunidad para lavarle la espalda. También puedo lavarle el cabello.
—Oh, el paquete completo.
—Sí, para mostrarle todo mi agradecimiento.
No era raro que los aristócratas fueran bañados por sus doncellas; los niños, por supuesto, a menudo necesitaban ayuda, pero algunas criadas eran contratadas específicamente para ayudar a sus cargos con los regímenes de belleza. Violette se había bañado sola desde que tenía uso de razón; incluso cuando su madre la quería a su lado en todo momento, eso no se extendía a la hora de vestirse o bañarse. Incluso después de que Marin empezara a trabajar para ella, solía bañarse en privado.
Pero a veces, Violette estaba tan agotada o deprimida que quería hundirse bajo el agua. Marin siempre parecía saber cuándo se sentía así, y sin falta se ofrecía a lavar su cabello y a enjuagar su espalda. Después de que Bellerose estuviera confinada en su cama, incluso se bañaban y jugaban juntas en la bañera durante un rato, aunque ya era demasiado mayor para eso.
Tenía tan pocas oportunidades de sentir el tacto de las manos de otra persona sobre su piel. Siempre era un alivio.
—Je, je, si no te importa…
—Por supuesto que no. Me doy cuenta de que no se ha cuidado el cabello últimamente, ya sabe.
Violette sintió que la tensión se le escapaba de los hombros. Pensó que probablemente podría volver a saborear la comida si comía algo. Escapar de la jaula opresiva de su familia era parte de ello, pero la simpatía y la amabilidad de Marin era lo que la rescataba de hundirse en pensamientos oscuros.
Unos minutos con Marin la hacían mucho más cálida que una hora rodeada de su familia. Podía sentir que sus defensas bajaban mientras sonreía suavemente a su mayor amiga.
—¡Violette! —gritó una voz.
Con una punzada, sus defensas volvieron a su sitio. Sintió como si su corazón se rompiera ante la intrusión; el repiqueteo de unos pasos ligeros chirriaba en sus oídos.
—Maryjun, ¿qué sucede? —preguntó Violette. Cuando se giró para mirar a su media hermana, su suave sonrisa se había escondido detrás de su máscara. Sin embargo, Maryjun sonrió ampliamente, sonrojándose un poco como si estuviera avergonzada. Incluso Violette tuvo que admitir que era adorable.
—Um, ¿tienes algo de tiempo ahora? —preguntó Maryjun.
—Sí, estoy libre… —dijo Violette. No pudo evitar dudar por un momento; quería negarse, pero sabía que eso le valdría un regaño, o incluso una bofetada de su padre.
Maryjun era molesta, pero nada más que eso. Sabía lo que se avecinaba, y tuvo que aceptar.
—Entonces, si no te importa… ¿Podemos hablar? En mi habitación, por favor —preguntó Maryjun.
Oh, sí, tal y como pensé.
Maldita sea, como irrita la niña >:v