Traducido por Lugiia
Editado por Freyna
La sonrisa de Violette florecía como una flor, pero no era su sonrisa habitual, que recordaba a las rosas. Era como un parterre [1] salpicado de pequeñas flores. Su sonrisa, junto con la sensación de sus dedos rozando la mejilla de Yulan, desencadenó un precioso recuerdo. Lo había guardado con cautela hace tiempo para que nadie pudiera mancharlo. Era el recuerdo de la única palabra que ella dijo cuando se vieron por primera vez.
—Hermoso.
Cierto, ella también lo había dicho en ese entonces.
Hasta entonces, él había odiado sus ojos y su color. Le recordaban a él y a los que le rodearon durante su infancia. Despreciaba a la familia real, que creaba y abandonaba las cosas a su antojo, haciendo alarde de su responsabilidad sin ocuparse de nada. Odiaba el color dorado que los representaba.
♦ ♦ ♦
—Falso.
—Sucio.
—Turbio.
Mientras los adultos se mordían la lengua, los niños desgarraban las defensas de Yulan con estas palabras punzantes. Era habitual que le maldijeran en público o incluso que se unieran a él y le golpearan. Ser hijo de una amante no solía ser un problema, pero tener esos ojos sí lo era. Era el hijo de su padre, pero ese hecho era una herejía en lo que respecta a la familia real. La sensibilidad humana era algo voluble.
El odio de Yulan hacia su padre y los de su clase crecía y crecía, hasta que finalmente detestó a todo el país. Puede que fuera solo cuestión de tiempo. Su única salvación fue la familia de la rama que lo adoptó, aceptando su “anormalidad” como una rareza, no una maldición. Si le hubieran despreciado incluso en su casa, el joven corazón de Yulan habría muerto. Aun así, le habían herido hasta el punto de no poder aceptar su amor. Su carácter se había torcido permanentemente.
Consiguió mantenerse en pie a pesar de su espíritu maltrecho, jurando hacer que los monstruos que habían justificado su sufrimiento se arrastraran ante él. Si se acobardaba llorando como ellos querían, sería condenado por un crimen inexistente. Estos idiotas se engañaban a sí mismos creyendo que eran héroes, cargando con las expectativas del pueblo y derrotando a reyes demonio de su propia invención. Según ellos, él simplemente no era normal, y esa era toda la justificación que necesitaban.
Una vez que lo derrotaran, sería el fin. Si caía aunque fuera una sola vez, le aplastarían contra el suelo. Intentó desesperadamente defenderse, pero solo pudo aguantar, incapaz de defenderse siquiera. Eso era lo mejor que podía hacer; la represalia que deseaba estaba muy lejos de su alcance. Intentar convencerle de que no podía perder habría sido absurdo. Después de todo, esto no era una pelea; era una paliza unilateral.
Aunque sabía que su corazón estaba siendo pisoteado, no tenía forma de recuperarse.
Un día, su estrés llegaría al máximo o su mente se rompería, y entonces su obstinación terminaría. Mientras soportaba todo con todas sus fuerzas, también esperaba en un rincón de su mente que su corazón fallara y sus pensamientos se detuvieran. Se había rendido. No habría cambio, ni fin, ni salvación. Ni siquiera podía imaginar que alguien llegaría y se encargaría de todo por él.
—Creo que son hermosos —dijo Violette la primera vez.
Había olvidado cuándo había escuchado exactamente estas palabras. Quería recordar vívidamente todos sus recuerdos con Violette, y aunque recordaba la mayoría de ellos con gran detalle, el día de su primer encuentro estaba borroso. Eso fue cuando estaba entumecido y desesperado y solo podía ver las cosas desde un punto de vista distante. A pesar de todo, se sentía decepcionado de sí mismo.
Solo esa escena, ese preciso momento en que la voz de ella llegó por primera vez a sus oídos, estaba guardada como una pintura hasta el último detalle. Recordó su cabello corto y su atuendo, que la hacían parecer un chico a simple vista. A pesar de que se encontraban en una tenue arboleda a la sombra de un edificio, ella irradiaba una tenue luz que le daba un aire sagrado. Su sonrisa era suave, pero su mirada era condescendiente y opresiva mientras miraba a los matones que le rodeaban. Sus atormentadores perdieron todo su vigor y se quedaron congelados como una presa ante ella.
—Ah, siento haber interrumpido su charla. He oído una voz y me he acercado —explicó Violette.
—Señorita Violette —soltó uno de los niños—. ¿P-Por qué…?
—Ya se lo he dicho. He oído una voz.
Señorita Violette… La señorita Violette Rem Vahan. Todo el mundo conocía el nombre de la hija de la familia Vahan. Para bien o para mal, era famosa y siempre destacaba. En otras palabras, era la imagen misma de alguien con quien Yulan no podía tratar.
Sin embargo, Yulan no fue el único que se estremeció con su repentina aparición. A pesar de la desbordante confianza que los matones habían mostrado a Yulan momentos antes, de repente se habían convertido en pececillos, abriendo y cerrando la boca con los ojos muy abiertos. Incluso la mente de Yulan se había ido a otra parte. Quizá por eso su recuerdo de ese momento era borroso. Separado, trató lo que ocurría como un problema ajeno. Solo se dio cuenta mucho más tarde de que estaba siendo rescatado. En ese momento, lo único que quería era que el tiempo se acelerara. No se movió, bajando la mirada y sellando su corazón.
—¿Está bien? —preguntó Violette.
Yulan no había dicho nada: la escena estaba completamente silenciosa, aparte de su voz. No le ofreció la mano, ni le consoló suavemente. Violette se limitó a hacer esta franca pregunta, y nada más.
Aun así, Yulan se quedó callado.
—Está herido, así que debería ir a la oficina del médico. Por desgracia, no estoy familiarizada con este lugar.
Rápidamente, había renunciado a esperar la respuesta de Yulan. La forma en que esta chica continuaba la conversación ella sola era todo menos normal. Cualquier otra persona se deleitaría con su falta de respuesta. Incluso era más probable que no hubieran intentado hablar con él en primer lugar. No le apetecía especialmente que le trataran con delicadeza, pero era mejor que ser insultado de la nada, como había sucedido tantas veces.
Después de un tiempo, finalmente habló.
—¿No los odias?
—¿Hm?
—Todos dicen que mis ojos… son raros. Que son una imitación… Todos odian verlos.
Todo el mundo lo decía. Por muy amable que le tratara la familia que le había criado, las piedras lanzadas por completos desconocidos eran más fuertes. No había nada que diera más miedo a una víctima que los ataques de un francotirador lejano e invisible.
Su repulsión autodirigida procedía de su creciente cúmulo de complejos. Quería arrancar violentamente cada instancia de ese color, pero como se trataba de su propio cuerpo, se detuvo. No podía decir cuándo el equilibrio de sus emociones se inclinó y la repugnancia tomó el control.
Si le iban a abandonar, se llevaría ese color con él a su destrucción.
Si iban a despojarlo, quería que lo arrancaran todo de raíz.
Si iban a robarle, prefería que lo mataran.
Si lo querían muerto, prefería que nunca hubiera nacido.
No quería este color.
—No son una imitación —dijo Violette.
—Ugh… —A Yulan se le cortó la respiración en la garganta y sus hombros se sacudieron. Su voz había activado su instinto de lucha o huida, pero no era ira hacia él lo que escuchó allí. Cuando levantó la cara, se encontró con su mirada. Sin embargo, la expresión no le asustó. Le miraba fijamente porque estaba luchando contra sus lágrimas. Él lo supo por la ferocidad de sus ojos.
—Cada persona es única —lo dijo lentamente, como si quisiera persuadirlo—. Nadie puede ser una imitación de otra persona.
Las palabras que él siempre había anhelado le fueron otorgadas de forma tan dolorosa y triste, como si ella estuviera aplastando su garganta y a punto de vomitar sangre.
—Eres el verdadero tú.
—¡Ugh!
Yulan sintió que se ahogaba. Cuando se dio cuenta, estaba sentado; la fuerza de sus piernas le había abandonado. Violette se arrodilló y finalmente se encontró con él a la altura de los ojos.
—Soy Violette. ¿Cómo se llama?
—Y-Yo… soy…
Su voz se apagó. Nombre. Lo que la gente le llamaba. Su propio nombre. Aunque no lo había olvidado, no podía encadenar los sonidos. Una imitación no tenía nombre. “Yulan” era el nombre de una mentira. En el punto más blando y preciado de su débil corazón, no quería que lo dañaran, lo ensuciaran o lo negaran más, así que su garganta se negó a separarse de la palabra. Su miedo y su vigilancia intentaron proteger el pequeño corazón de Yulan. Su reserva de valor se había agotado hacía tiempo.
¿Qué debía hacer? ¡¿Qué debería hacer?!
Cuanto más pánico sentía, más difícil era hablar. Si la hacía esperar eternamente, ¿volvería a ser una imitación? La persona que tenía delante le llamaba verdadero… ¿Empezaría a creer Violette que él también era una imitación?
No quería llorar, pero sentía los ojos calientes. Apretó los dientes para no perder el rencor, pero su determinación parecía que se iba a desmoronar en ese mismo momento. Se sentía frustrado, amargado y triste.
Entonces, justo cuando sus lágrimas acumuladas estaban a punto de derramarse…
—No es una imitación, así que, por favor, dígame su nombre —dijo Violette.
Su sonrisa era como una flor floreciente. Aunque parecía un chico y hablaba en un tono más bajo, su sonrisa era dulce, suave y hermosa.
Azúcar y especias y todo lo bueno, de eso están hechas las chicas.
Esa era una canción infantil que había escuchado en algún lugar. No sabía quién se la había dicho. Podría haber sido su madre biológica, o incluso su madre actual. Aunque no recordaba de quién provenía, finalmente se dio cuenta de lo que significaba.
A partir de ese momento, Violette se convirtió en la única “chica” del mundo para Yulan.
—Yu… lan. Es Yulan… Cugrus.
—Entonces, Yulan. Voy a ir a comer ahora. ¿Quiere acompañarme?
—Oh… ¿Puedo ir?
—Por supuesto. Después de todo, le he invitado… A menos que no quiera.
—No odio la idea… —Al ver que ella se había adelantado, Yulan se levantó rápidamente con un gruñido. Mientras la perseguía, gritó—: ¡Ya voy!
Yulan era pequeño en comparación con otros niños de su edad, por lo que tenía una zancada más corta y una velocidad de marcha más lenta. Por eso, la distancia entre los dos crecía a menudo, y cada vez, ella se daba la vuelta y lo esperaba. Un poco más tarde se dio cuenta de que eso era amor. Por aquel entonces, la seguía como un hermano pequeño que va detrás de su hermana mayor. Sin embargo, siempre pensó que iba más allá de cualquier complejo de hermana normal: en su interior, oculto, su corazón rebosaba de amor.
Era una hermana mayor, una salvadora, una chica e, inconscientemente, su primer amor.
Solo quería estar a su lado. Cada vez que se veían, se pegaba a ella como un abrojo [2]. Cada vez, ella le sonreía y le aceptaba, y cada vez, su deseo de permanecer junto a ella crecía. Se aferraba con fuerza, negándose obstinadamente a marcharse.
La amaba, la adoraba. La idea de amor de Yulan era Violette. Quería que ella conociera aunque fuera un poco de su amor. Quería que lo aceptara. Quería que lo viera y nada más.
—Nadie puede ser una imitación de otra persona.
No se había dado cuenta de que esas palabras, las que lo salvaron, la atormentaban a ella también.
[1] Parterre: parte de un jardín con césped, plantas o flores que constituye una unidad separada del resto.
[2] Abrojo: es una planta espinosa, también se le llama al fruto del mismo.
Es un capítulo muy conmovedor, ahora entiendo la forma de ser de Yulan y porqué ama tanto a Vio.
Gracias por su trabajo 😘
Pienso igual
Ese capítulo aclara una de mis dudas de lo que le pasó a yulan después de la muerte de violette. En mi opinión yulan después de perder su luz armó una revolución y destruyó a la realeza y al país. Le hizo pagar caro a la heroína, al príncipe y a la familia de violette