¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 58: Has hecho tu mejor esfuerzo

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


La casa Vahan causaba que Violette estuviera más inquieta que en cualquier otro lugar del mundo, pero su habitación era el único sitio donde podía relajarse. Aun así, era un espacio frágil, una burbuja que podía estallar en el momento en que un miembro de su familia viniera a visitarla.

—¿Está estudiando, señorita Violette? —le preguntó Marin.

—Sí, estoy repasando un poco.

Por lo general, Violette podía relajarse una vez terminada la cena. No era un sustituto de su feliz tiempo en familia, pero ella agradecía esos preciosos momentos. Hacía poco que se había dado cuenta de que estar sola era mucho más cómodo porque su familia no la quería. No obstante, si se acostumbraba a que la despreciaran, a que la compararan constantemente con Maryjun, podría utilizar su tiempo a solas para descansar, en lugar de preocuparse innecesariamente por todo lo que ocurría.

—Ahora que lo pienso, hoy también ha llegado tarde a casa —observó Marin.

—Es época de exámenes. Puedo estudiar mejor en la academia que en casa.

La casa era espaciosa para el número de personas que vivían allí, y tenía una biblioteca bendecida con una colección de libros lo suficientemente extensa como para abastecer una pequeña tienda. Sería el lugar ideal para estudiar para los exámenes… si su padre no la utilizara con frecuencia. Si se encontraban allí, se preguntaba qué clase de afirmaciones escandalosas y arrogantes le lanzaría. Se estremeció solo de pensarlo.

—Además, también estaba con Yulan. Creo que volveré a casa más o menos a la misma hora.

—Como desee. Entonces, a partir de mañana, prepararé algunos aperitivos de medianoche para que los mordisquee mientras repasa.

—Oh, gracias, pero no quiero engordar. ¿Podrías reducirlos al mínimo?

—Por favor, dígale eso al chef, no a mí.

Los sirvientes que habían servido desde la época de Bellerose siempre buscaban oportunidades para mimar a Violette. No podían ofender a su empleador—Auld arremetería contra Violette si descubría su favoritismo—así que tenían que ser discretos. Si hacían dulces para Violette, tenían que hacer que la parte de Maryjun fuera ligeramente mayor. Si lavaban los vestidos de Violette, debían lavar más los de Maryjun. Si preparaban un regalo solo para Violette, tenían que disimularlo tan perfectamente que nadie se enterara. Ejercían tanta cautela que era prácticamente exagerado.

Durante esos días de tensión, podían regalar dulces a Violette utilizando el periodo de exámenes como excusa razonable. Si también preparaban algunos para Maryjun, solo con eso ya podrían engañar a todo el mundo. Incluso si preparaban solo los favoritos de Violette, no serían descubiertos. Después de todo, Auld no reconocía ninguna de sus cosas favoritas.

—Te lo agradezco, pero por favor, hazlos con moderación. Si no, no podré comérmelos todos.

—Si eso le complace, por supuesto.

—No estoy siendo demasiado insistente, ¿verdad?

—No hay nada más maravilloso que ver a nuestra señorita Violette conmovida.

—¡Por favor, todos ustedes…!

Violette parecía asombrada, pero Marin y los demás sirvientes sabían que estaba realmente encantada. La habían visto doblegarse y deformarse bajo la venenosa influencia de su casa. Siempre y cuando no incitaran su mal genio, no había necesidad de preocuparse si ella entendía la magnitud de su bondad.

—Iré a prepararle un poco de leche caliente —Marin declaró de repente.

—¿Eh?

—Su pluma lleva rondando por el mismo sitio bastante tiempo, y veo que se ha estado frotando los ojos. Le aconsejo que descanse por hoy.

—¿Estabas observando?

—Debe de estar cansada. Hoy parece más tensa de lo normal… Tanto estrés no es bueno para usted.

—Tienes razón… Puede que me haya esforzado demasiado.

Violette se había desesperado al recordar el daño que le causó la llegada de Maryjun.

Marin notaba una gran diferencia en la forma en que su maestra afrontaba sus estudios en comparación con el año pasado. Se daba cuenta de que algo estaba fuera de lugar. Violette tuvo sus propios problemas cuando se le ordenó que fuera exactamente tan bien en la academia como su padre, pero una vez que llegó a la secundaria, su vida como imitadora terminó.

—Mucha gente hizo todo lo posible por ayudarme, así que quiero cumplir sus expectativas.

Esa era la verdadera razón por la que se tomaba tan en serio los exámenes. En el pasado, se había esforzado en sus estudios sin pedir ayuda ni siquiera a Yulan, y, aun así, no había podido ganarle a Maryjun. No obstante, ahora que tenía esta segunda oportunidad, el saber que no podía competir contra un genio era una bendición. Gracias al examen de Klaude y a su conocimiento del pasado, creía que esta vez lo haría mucho mejor. Ahora su problema era que le aterrorizaba desperdiciar los favores que le habían hecho. Necesitaba saldar su deuda a toda costa.

Por supuesto, estaba agradecida a todos por su apoyo, pero esa no era su principal razón para trabajar tan duro. Le aterrorizaba la idea de que tanta amabilidad la volviera complaciente y le arrancaran la alfombra debajo de sus pies.

Se sintió cínica, segura de que fracasaría una vez más.

—Ha hecho todo lo que ha podido. De hecho, se superó a sí misma —le dijo Marin.

Violette había trabajado duro para cumplir los deseos de su madre. Trabajó duro para ser una buena niña y ganarse el amor de su padre. Trabajó duro para ser elegida por el príncipe. Trabajó, trabajó, y trabajó…, pero todo eso la deformó. La última vez que se puso de su parte en este estado distorsionado, había sido su fin.

Violette sabía que, para Marin, la Violette actual debía de parecerse a ella justo antes de romperse por completo en su vida pasada. Marin nunca habría imaginado que su amada Violette había vuelto al pasado después de fracasar una vez, pero a pesar de todas sus luchas, su corazón seguía latiendo. Ahora podría lograrlo, podría vivir sin matar a su hermana; sus instintos habían dado la voz de alarma.

—Mi trabajo es permitirle descansar después de un duro día de trabajo. Ocasionalmente, puede que tenga que entrometerme para detenerla.

—Gracias.

—El placer es mío. Por lo tanto, sería mejor que se tomara un descanso antes de que tenga que usar la fuerza.

—Je, je, lo entiendo. Me detendré aquí por hoy.

—Cambiaré su ropa, entonces.

—Puedo hacerlo yo misma. Más importante aún… ¿puedes asegurarte de que haya mucha miel en la leche caliente?

—Por supuesto. Un momento.

Violette instó a Marin a retroceder antes de dirigirse al dormitorio. Después de ponerse el camisón, desató su cabello. Había adquirido unos rizos extraños, pero podría pedirle a Marin que se los arreglara más tarde.

Un bostezo salió de sus labios, pero nadie estaba cerca para verlo. Violette se sentó en su mullido colchón y pronto su mente se quedó a la deriva. La sensación que tenía en ese momento era parecida a la de la tierra reseca que se sacia. La suavidad que la rodeaba la adormecía.

—He trabajado… duro. —Sabía que había estado trabajando duro, pero no se le ocurrió que había hecho todo lo posible hasta que Marin se lo dijo. Parecía que Marin lo vio antes que ella—. Cierto… Hice lo mejor que pude.

Por alguna razón, ese pensamiento trajo consigo una sensación de alivio. Cuando las fuerzas abandonaron su cuerpo, se rindió y se hundió profundamente en la cama con lágrimas en las esquinas de sus ojos. Puede que a un extraño le pareciera una tontería, pero se había quitado un gran peso de encima.

—Qué bien… ¡Qué alivio!

Nadie la había elogiado nunca. Nadie había reconocido sus esfuerzos. Sus padres solo la habían rechazado. Y eso la hacía estar segura de que nunca se esforzaba lo suficiente. A veces esa duda la empujaba a exclamar en voz alta que había hecho todo lo que podía y que ganarse la aprobación que ansiaba era demasiado difícil. No obstante, incluso cuando anunciaba en voz alta que había hecho todo lo posible, una vocecita en su interior seguía diciéndole que no era suficiente. Sin poder creer en sus esfuerzos, intentaba forzar la situación y exigir la aprobación que tanto deseaba.

Quería que alguien la elogiara. Quería que alguien le dijera, por una vez, que lo había hecho bien, que era admirable. Las simples palabras: “Ya puedes descansar”, habrían bastado para detenerla.

—Lo hice lo mejor que pude. He dado todo de mí.

Ya fuera por las lágrimas o por la somnolencia, ya no sabía lo que decía en su confusa conciencia. Solo sabía que murmuraba lo mismo una y otra vez como un disco rayado.

No supo exactamente cuándo se quedó dormida. Solo se dio cuenta de lo agotada que estaba y cuán profundo había dormido cuando Marin vino a recibirla por la mañana.

4 respuestas a “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 58: Has hecho tu mejor esfuerzo”

  1. Gracias por el capitulo! Pobre Vio, estar trabajando constantemente y sin dar reparo al descanso, porque crees que no eres suficiente, es un sentimiento estresante y agotador.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido