¡¿La Bruja devoradora de desgracia en realidad es un vampiro?! – Capítulo extra – Después de la historia: Teñida de su color

Traducido por Den 

Editado por Yusuke


Mientras se preparaba para su mudanza a Fosdan, Yuuri regresaba ocasionalmente a la tienda para empacar.

Después de que se fuera, Simon se haría cargo de la tienda, pero todavía quería llevar su ropa y los recuerdos de sus abuelos.

Ernest y Simon solían venir a ayudar.

—¡Guau, mira! Esto me trae recuerdos. —Simon levantó una caja que había encontrado mientras organizaba el almacén.

—¿Las peonzas? Esas realmente me traen recuerdos.

Era un juguete de Hinomoto. La caja contenía varias peonzas diferentes y los cordones necesarios para hacerlas girar.

Un día, Simon se escapó de casa y vino a jugar a la casa de sus abuelos. Se había dejado las peonzas allí ese día y ahí se habían quedado.

Solo había pasado medio año desde que los hermanos comenzaron a reparar su relación. La reacción adversa de su madre a que pasaran tiempo juntos había alejado a Yuuri de cualquier tipo de relación con su hermano y padre. Su mirada gélida que le dirigía la obligó a sellar sus recuerdos felices con Simon, ya que él tenía los ojos gris azulados de ella.

Su relación con su madre no había cambiado y nunca lo haría. Pero la que tenía con Simon estaba mejorando poco a poco y con toda certeza. Aunque los recuerdos dolorosos nunca se desvanecerían, al menos había dejado de asociar todo lo que su madre hizo con Simon.

Todo fue gracias a la amabilidad de Simon y la presencia de Ernest.

—¡Oh, eso se ve divertido! ¿Cómo se juega?

Ernest había estado sentado en su lugar habitual, leyendo el periódico. Pero ahora sus ojos se dirigieron hacia la peonza que Simon sostenía con gran interés. Había intentado ayudar con la limpieza, pero su curiosidad seguía apoderándose de él y se distraía fácilmente. Tenía preguntas sobre todo lo que encontraba y finalmente, Yuuri lo consideró una molestia.

Pero para él, la tienda de la bruja era como una fantástica caja de juguetes, llena de tesoros de tierras lejanas. Por supuesto era diferente para Simon, que había pasado mucho tiempo en Xingka e Hinomoto, y Yuuri, que había recibido muchos regalos de él procedentes de Oriente a lo largo de los años.

—Competimos para ver quién puede conseguir que giren más tiempo. O puedes hacer que las peonzas luchen para ver cuál puede derribar a la otra.

Simon enrolló el cordón delgado alrededor de su peonza y la soltó con entusiasmo. Cuanto más fuerte apretara la cuerda, más rápido giraba.

—Eso es interesante. ¡Déjame intentarlo!

Ernest agarró la peonza y un cordón de la caja de madera, y copió los movimientos de Ernest. Soltó el trompo. Pero el suyo apenas dio un buen giro antes de caer al suelo.

—Solo porque es un juguete para niños no significa que el juego sea fácil. Aquí, mírame. No puedes dejar que caiga así.

Con su rostro inundado de orgullo, Simon pacientemente le dio una explicación detallada a Ernest de cómo jugar.

—Tienes que enrollarlo así. Es como si le dieras cuerda a un reloj. Si no pones la fuerza suficiente, se caerá.

Enrolló su peonza mientras explicaba. Cuando la soltó, esta giró en el suelo haciendo torbellinos.

Ernest escuchó atentamente sus instrucciones y luego volvió a recoger la peonza. La soltó mucho más rápido esta vez, dejando que vuele.

—¿Así?

La segunda vez fue un éxito. Su peonza se estrelló contra la de Simon, que todavía giraba incluso cuando chocaron.

Ambos olvidaron completamente por qué estaban ahí.

—Oh, Simon, tú tampoco. Pensé que viniste a ayudarme. ¿O solo viniste a jugar?

Yuuri se preguntó cómo los hombres adultos todavía podían ser tan infantiles. Pero ver a ambos agachados en el suelo, haciendo girar las peonzas, la hizo sonreír.

Su abuelo había sido igual. Le habían fascinado cada una de las peonzas con las que Simon ahora estaba jugando. Los recuerdos de su infancia inundaron su memoria.

No hace mucho, Yuuri habría intentado liberarse de cualquier recuerdo de sus abuelos. No le traían más que pena y añoranza por un pasado lejano. Sin embargo, saber que tenía a su lado a alguien que la apoyaba y la amaba, le permitió cambiar, lentamente pero con certeza.

Sabía que tenía que agradecerle a los dos hombres que estaban haciendo girar las peonzas alegremente.

—Lo siento, pero tenemos primero que terminar esta partida. —Es poco probable que esa partida termine pronto.

Desde la primera vez en que se conocieron, los dos jóvenes en su vida habían estado en desacuerdo. O más bien, Simon sentía un rencor unilateral contra Ernest. Pero la hacía feliz ver que su hermano se llevaba bien con el hombre que iba a convertirse en su esposo.

—¿Qué pasa, Yuuri? —Simon notó su mirada e inclinó la cabeza inquisitivamente.

—Solo estaba admirando lo bien que se llevan. Realmente son como hermanos.

—Simon solo estaba siendo protector porque trajiste a otro hombre. No era personal.

—Todavía odio tu actitud frívola. ¡¿Argh, por qué sigo perdiendo?!

Tal vez no eran exactamente tan cercanos como ella esperaba. Por otro lado, los hermanos tendían a pelear. De cualquier manera, volvió a limpiar y empacar.

El primer piso estaba casi completamente limpio, todo lo que quedaba era el segundo piso, donde estaba su habitación.

La única ropa que quedaba era su ropa de invierno. Pero sabía que con el tiempo las necesitaría, así que era mejor coger todo y guardarlo en la mansión Selden por ahora.

Abrió el cómoda de paulownia [1] y revisó el interior. Esta cómoda la habían traído desde Hinomoto, por lo que también contenía muchas cosas que Simon le había dado.

Sacó todos los objetos, uno por uno, y recordó que el cajón final tenía algunas de las cosas de su abuela. Su abuela normalmente vestía ropa de estilo hylantiano, pero en el cajón había varios de sus kimonos de Hinomoto.

—Estos son…

Yuuri recogió un trozo de tela negra y se congeló.

Era un kimono largo y negro azabache con brillantes flores rojas y abanicos pintados. Las flores y los abanicos estaban conectados por un hilo amarillo que atraería la atención de cualquiera. Y esa materia prima de ébano era insuperable. La tela negra tenía un alto valor en Hinomoto, ya que requería una gran habilidad para producirla.

La más barata terminaba teniendo un tinte rojo, ya que el color no se había establecido por completo.

Pero el kimono de su abuela era realmente negro como la noche. Su abuela lo usaba solo en raras ocasiones, por lo que no se había desteñido con los años.

—El furisode negro de la abuela…

Recordando para qué había usado su abuela el kimono, se puso frente al espejo y se lo probó.

Parecía una versión más joven de la mujer que la había criado. Seguramente el kimono se veía tan bien con ella como con su abuela.

Su abuela probablemente tenía la misma edad que ella cuando se lo había puesto. ¿Cómo se había sentido en ese entonces?

Yuuri estaba feliz de que haber encontrado a alguien que sentía lo que su abuelo había sentido por su abuela. Sin embargo, el hecho de que descendía de vampiros y estaba destinada a causar dolor y sufrimiento a su amado siempre permanecía en el fondo de su mente. Su abuela probablemente había sentido lo mismo.

Los corazones humanos pueden cambiar. Pero Yuuri y Ernest estaban ligados por la sangre. Nunca podría estar con otro. Al igual que el kimono había sido teñido permanentemente de negro, ella también había sido teñida del color de su sangre. Ningún otro color, ninguna otra persona podría borrarlo de su corazón.

Lo amaba incondicionalmente. No había duda de ello. Pero todavía estaba atormentada por la culpa por el destino con el que lo había cargado. Él tenía su vida en sus manos. Ella moriría sin él. Era tan real emocionalmente como físicamente.

Y, sin embargo, Ernest no mostró signos de huir.

El furisode era del color oscuro de la noche. Era perfecto para ella, por muchas razones.

—¡Yuuri! ¿Qué estás haciendo aquí?

Se sobresaltó al oír a Ernest llamándola. Había dejado el juego de las peonzas en algún momento, había subido las escaleras y ahora estaba de pie en su puerta.

Sus ojos se encontraron en el espejo y desvió la mirada por la vergüenza.

—Es el kimono de mi abuela. Fue un hallazgo inusual.

Parecía que era tan culpable de distraerse como Ernest y Simon, pero no hubo quejas.

—¿Negro? Es un color extraño.

En Hylant, el negro era el color del luto. Pero el kimono que vestía Yuuri estaba cubierto de brillantes flores rojas y emitía un sentimiento más alegre.

Ernest estaba acostumbrado a ver a Yuuri y Simon en la mayoría de los atuendos de estilo hylantiano. Al verla en el furisode lo hizo más especial de alguna manera.

—Pero te queda bien. Un poco diferente de los haori que usas habitualmente. —Se detuvo detrás de ella, mirando su reflejo envuelto en el kimono negro.

—Los kimonos de manga larga se llaman furisode. Los usan las mujeres jóvenes que todavía no están casadas en Hinomoto.

—Ya veo. Pronto ya no podrás usarlo.

—Así es.

Yuuri se llevó la mano al pecho, aliviada. Era verdad, el furisode era para las mujeres solteras. Pero tenía una última sorpresa para Ernest. Estaba feliz con hacerle pensar que se lo estaba probando por curiosidad.

Pero entonces…

—¿No fue ese el kimono que la abuela llevó el día de su boda? —Dejó escapar Simon. Había seguido a Ernest hasta el segundo piso y le había robado a Yuuri la oportunidad de sorprenderlo.

Él sabía más sobre Hinomoto que ella. Incluso si nunca escuchó a su abuela mencionarlo directamente, sabía para qué probablemente había utilizado el kimono.

Él tenía razón. Este era el kimono que Hana había usado el día de su boca y un regalo de su bisabuelo.

Yuuri trató de imaginar su boda con Ernest y se puso el kimono una vez más.

—¿Un traje de boda? Pensé que habías dicho que era solo para mujeres solteras. —Ernest miró de un lado a otro a los hermanos e inclinó la cabeza.

—Así es, pero algunas mujeres también usan su furisode el día de su boda.

Yuuri se había quedado callada para esconder su vergüenza, por lo que Simon explicó en su lugar.

—¿De verdad…?

—El negro es el color de luto aquí en Hylant, pero en Hinomoto, gracias al complicado proceso de pigmentación, significa que el portador no será “teñido del color de otro”, por lo que muchas novias usan el furisode negro. Algunas eligen el blanco para las bodas en Hinomoto, pero yo también prefiero el negro.

Ernest ya sabía muy bien cómo se sentía Yuuri por él, por lo que no hacía falta que estuviera avergonzada del kimono.

Pero así era ella. Obstinada, torpe e incapaz de mostrar sus verdaderos sentimientos. Así que quería mantener en secreto el significado del color, al menos por ahora.

—Entonces no serás “teñida del color de otro” a excepción del mío, ¿eh? ¡Me gusta cómo suena eso!

Yuuri se estaba poniendo roja y ya no podía soportar mirarlo en el espejo. Siempre podía ver a través de ella, y sabía que la molestaba.

—Me pregunto si eso es lo que también significa el color ébano de tu cabello, mi pequeña bruja. Que siempre estuviste destinada a amarme a mí y solo a mí.

Estaba jugando con su cabello. Siempre le estaba diciendo que esto era su destino. No necesitaba ropa especial, palabras u otros símbolos para saberlo.

—Este es el cabello con el que nací… Eso es todo.

—Oh, no, solo lo dices porque te he descubierto. Así como necesitas sangre para vivir, yo necesito palabras.

Tenía razón, como siempre. Su corazón humano podía ser fácilmente influenciado, pero era inútil preocuparse y sospechar de sus motivaciones. Sabía exactamente lo que él quería.

Ella quería estar con él para siempre. No sólo porque fuera su fuente de comida, sino porque lo amaba. Y era egoísta esperar que intuyera cómo se sentía sin decírselo.

—Uhm… yo…

No era cuestión de sexo o linaje. Amaba a Ernest y quería estar con él. Eso nunca cambiaría. Y si él necesitaba escucharlo, entonces se lo diría, aquí y ahora.

—¡¿Conde Selden, realmente arrastrará a mi hermana a demostraciones públicas de afecto justo en frente de su hermano?! —interrumpió Simon, arruinando el momento, su cara más roja que la de su hermana. Yuuri se alejó de Ernest.

Por mucho que supiera que él quería escuchar sus palabras de afecto, ahora no parecía ser el momento.

—¡Tú eres el único que está arruinando un momento perfectamente ideal! ¡No te das cuenta, Simon!

—De todos modos, estaba ocupada empacando, así que por favor, ¡váyanse!

Yuuri echó a los dos hombres. Su rostro sofocado y sus mejillas rojas de la vergüenza.

—¡Ves! ¡La presionaste demasiado que ahora la has enfadado! ¡Será mejor que aprendas a no tentar tu suerte o te morderé en el trasero!

—¡Siempre y cuando sea Yuuri quien muerda!

—Oh, Dios mío, ¡ahórrame esa horrible imagen!

Ambos siguieron discutiendo bajando las escaleras.

Yuuri de repente se sintió abrumada por el cansancio y se dejó caer en su cama con un suspiro.

Después de que su abuela falleciera, Yuuri había estado sola. Todo su mundo había caído en un silencio desesperado. Simplemente existía de un día para otro.

Pero entonces Ernest encontró su mundo, rompiendo el silencio de una vez por todas.

Su hogar se había convertido en un lugar bullicioso, cálido y reconfortante una vez más. Uno que, sin importar a dónde fuera, sabía que lo seguiría, siempre y cuando tuviera a Ernest a su lado.

Su vida con Ernest estaba lejos de ser pacífica. Después de todo, él, más que cualquier otra persona, poseía la habilidad de inquietar su corazón.

Puede que su vida juntos no sea tranquila, pero ciertamente distaba de ser aburrida o desprovista de amor.


[1] La Paulownia es un árbol frondoso de la familia Paulowniaceae y que puede alcanzar 20 m de altura.

Den
Con este capítulo acabamos definitivamente la novela. ¡Ha sido un placer poder compartir esta obra con ustedes! ¡Gracias por leernos!

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