¡¿La Bruja devoradora de desgracia en realidad es un vampiro?! – Capítulo final: El camino hacia el corazón de una bruja

Traducido por Den 

Editado por Yusuke


Todos los periódicos saltaron de inmediato ante el arresto del conde Groves y el incidente de apuestas ilegales. Era una rareza para cada noticiero, desde la fuente de noticias más confiable hasta el tabloide más sórdido, informar relativamente lo mismo sobre el mismo tema:

«La caída de una dinastía noble. ¿Todo estaba en el arte?»

«El punto débil de un caballero hylantiano agotado. ¡El marqués Groves es arrestado por apuestas ilegales!»

Seguramente Yuuri había leído los periódicos y se había enterado de que la misión clasificada de Ernest había terminado.

Ahora se estaba abriendo camino a través de una montaña de papeleo lo más rápido posible para poder terminar su trabajo en el palacio e ir a verla.

Aunque últimamente lo estaban utilizando para trabajos extraños, su trabajo original era servir al lado del rey y ayudarlo a procesar aprobaciones en varios documentos.

—Ernest pareces distraído… —dijo el rey Roderick II a su subordinado con una expresión apagada desde el otro lado de la habitación, donde estaba sentado presionando su sello contra una montaña de documentos.

—Debe estar imaginando cosas, Su Majestad. No hay un alma más pura entre la nobleza que la mía.

—Que insolente de tu parte tergirversarte así. ¿No vas a ver a la joven dama de la familia Watoh?

—Una vez que haya despejado esta montaña de papeleo. Odiaría que alguien me acusara de ser negligente con mis responsabilidades.

Como sospechaba, Ernest había estado tratando de ocultar el hecho de que estaba ansioso por verla. Si fuera sincero con su corazón, podría haber dicho: “Por favor, permítame salir a tiempo hoy. Por favor, no pregunte por qué y no interfiera.”

Pero el rey intuitivo y honesto había adivinado correctamente lo que tenía en su mente. Lo llamó.

—Necesito tu ayuda en cierto asunto.

—Cualquier cosa que desee, Su Majestad.

—Se trata de la nueva calzada y la construcción de ese puente sobre el río Rhinwest.

Se refería a una iniciativa plurianual para construir un puente sobre el río que formaba la frontera occidental entre Hylant y su vecino, Fosdan. El río Rhinwest era ancho y el coste de la construcción del puente sobre él era desmesurado. Mientras tanto, había mucho debate sobre si la gente debería usar el puente existente o viajar en barco para cruzar. Estaban tratando de averiguar qué opción permitiría que el comercio continuara entre sus ciudades más prominentes.

Había muchas cosas a considerar. Con el puente beneficiando a ambas naciones, ¿cómo deberían dividirse los costes y la mano de obra? ¿Se deberían realizar cambios a las tarifas vigentes? También estaba el asunto de las pequeñas comunidades agrarias cerca del puente y cómo deberían ser reestructuradas para aprovecharlo al máximo.

—¿Estarías dispuesto a viajar a Fosdan como nuestro embajador plenipotenciario?

Un embajador normal era enviado a una nación aliada para servir como un enlace gubernamental y abogar por los ciudadanos de su país de origen. Pero se esperaba que un plenipotenciario llevara a cabo negociaciones e incluso firmara las leyes en nombre del rey, esencialmente actuando como su apoderado.

Por lo tanto, el rey Roderick tenía la intención de colocar sobre sus hombros toda la responsabilidad de las negociaciones para el puente sobre el río Rhinwest.

—¿Su Majestad no cree que me está haciendo trabajar demasiado estos días? Realmente podría usar unas vacaciones…

—Ciertamente sí, pero hay escasez de hombres de tu calibre, mi amigo.

Varios funcionarios gubernamentales prominentes habían sido arrestados en la búsqueda exhaustiva de las apuestas ilegales. No fue suficiente escándalo para sacudir los cimientos de una nación con una historia tan rica como la de Hylant, pero eso significaba que algunos de sus funcionarios estarían ocupados por un tiempo.

—Esto realmente plantea un problema…

La vacilación de Ernest no era simplemente porque no estaría de vacaciones. Si aceptaba el puesto y se trasladaba a Fosdan, podría irse por meses o incluso años.

¿Qué le pasaría a Yuuri si se iba por tanto tiempo?

—Bueno, no tienes que irte hoy. Te puedo conceder tres meses para poner en orden tus asuntos.

—¿Tres meses…? Ya veo. Entonces, ¿me permitiría llevarme a mi novia conmigo?

Si no podía estar seguro de cuándo —si alguna vez— iba a regresar, entonces obviamente su única opción era llevar a Yuuri con él.

Roderick estaba tan sorprendido por la sugerencia que el documento que había estado leyendo cayó al suelo. Frunció el ceño.

—Si mi memoria no me falla, conde Selden, todavía está soltero, ¿no?

—Tenía pensado esperar un poco más, pero supongo que si estoy al servicio de mi más estimado rey, ¿quién soy para negarme? ¡Tendré que acelerar el “felices para siempre” en mi calendario!

—Más estimado, ¿eh? ¡Y haz lo que quieras! Siempre y cuando la “novia” en cuestión esté dispuesta.

Ernest pensó en la bruja temperamental de pelo negro. Sospechaba que la razón por la que mantenía su corazón cerrado era por su diferencia de estatus y la vergüenza que sentía por sus características vampíricas.

Incluso si le pedía que lo acompañara y le decía que estaría lejos por mucho tiempo, dudaba en si estaría de acuerdo. Podía tratar de persuadirla para que viniera como una empleada, como una sirvienta o una doctora privada, pero ese era el último recurso. Si le daba la elección de ser su empleada, probablemente se conformaría con eso como el destino final de su relación. Ya había tratado de aliviar la incomodidad de cuando le chupaba la sangre, diciendo que era una recompensa o una compensación.

Esta era su oportunidad. No podía dejarla escapar.

—No sé si aceptará. Esa es mi preocupación… Esto es realmente demasiado repentino.

—¡¿No está dispuesta a casarse contigo?! ¿Entonces por qué no simplemente liberas a la pobre chica de tus avances?

—¡Cómo si pudiera, Sir! La traeré conmigo.

Decidido, Ernest quería más que antes terminar su trabajo en el palacio y ir rápidamente a la tienda de Yuuri. Se enderezó y se puso a trabajar en los documentos que tenía delante.

♦ ♦ ♦

Lo peor del calor del verano puede haber pasado, pero Yuuri no podía explicarlo. Quizás era el calor, tal vez era su ansiedad por la ausencia de Ernest o a lo mejor era su sed insaciable. Todo lo que sabía era que durante varios días había tenido unas ansias desesperadas de sangre.

Pero sus síntomas eran leves. Podía soportarlo un poco más. Intentó calmar su sed todo lo posible con té, esperando que Ernest regresara pronto.

Ocasionalmente recibía cartas de él. Estas normalmente presentaban oberturas tan melodramáticas que estaba segura de que las había robado de la letra de alguna ópera.

Pensó en las cartas de amor que había dejado atrás el padre de Joel Weller. Estas eran peores.

Se rió al pensar que mientras el difunto barón estaba tan avergonzado de su poesía inocua, Ernest se deleitaba con la suya.

Yuuri se sonrojó ante la idea de que alguien le enviara cartas de amor y rápidamente volvió a cerrar los sobres. Lo que escribió podrían haber sido sus verdaderos sentimientos, pero estaba demasiado avergonzada para hacer algo más que leerlas por encima. Se sintió como un clase de castigo.

Ernest era inteligente y bueno con las personas, o al menos así era como lo veía ella. Pero lo había menospreciado burlándose de su arte y diciendo que su estilo literario lo hacía sonar espeluznante.

Era porque no le gustaba la forma en que sus palabras confundían a su corazón y no por la falta de habilidades por parte de él. Se divertía pero a la vez se mortificaba de que alguien pudiera escribir cosas tan vergonzosas.

Sus respuestas eran frías y directas. Sólo informaba acontecimientos y detalles escasos, por ejemplo, cómo se estaba sintiendo más cómoda poco a poco alrededor de Simon otra vez.

Nunca podría escribir algo tan sincero como: “Te extraño, por favor regresa rápido conmigo”.

Él no había escrito nada respecto al puesto en Fosdan, así que ella asumió que simplemente estaba ocupado trabajando.

Con sus días llenos de soledad, supo que finalmente habían hecho caer la red de apuestas ilegales.

De regreso al bazar esa mañana, le llamó la atención el titular: «La caída de una dinastía noble. ¿Todo estaba en el arte?» Y compró el periódico. El artículo daba todos los detalles del desmantelamiento final.

¿Ernest estaba de camino en este momento? ¿O todavía estaba atrapado en el papeleo?

No debería hacerme ilusiones. 

Yuuri se repitió esas palabra una y otra vez, pero los deseos de su corazón no se silenciaron. Antes de darse cuenta, estaba yendo de un lado a otro limpiando meticulosamente su tienda y asegurándose (varias veces) de que tenía un montón de su té favorito.

Por lo general, durante el día se quedaba dormida leyendo, pero trató de mantenerse lo suficientemente ocupada para que no la pillara durmiendo.

Solo cuando el sol estuvo en lo más alto en el cielo, el hombre que había estado esperando tan ansiosamente abrió la puerta y entró.

—¡Hola, señorita Yuuri! ¡Lamento haberte hecho esperar! ¡Apuesto a que te morías por verme!

Después de un largo mes separados, Ernest caminó directamente hacia ella, que estaba de pie junto al sofá.

—Bienvenido.

Ernest la atrajo a sus brazos. Normalmente, la abrazaría hasta que sintiera que realmente estaba tratando de separarse de él, y luego la soltaría. Pero esta vez Yuuri no intentó apartarlo. Quería compensar todo el tiempo que habían estado separados.

—Ya veo… Así que la ausencia realmente hace que tu corazón se vuelva más cariñoso.

Yuuri quería quedarse así todo el tiempo que pudiera. Así que no dijo nada, simplemente escuchó los latidos de su corazón. Lo que normalmente la asustaba era todo lo que quería hoy.

—¿Señorita Yuuri? ¿Qué es? ¿Qué sucede? —preguntó Ernest en voz baja.

La repentina muestra de afecto de Yuuri lo había sorprendido, y eso le gustó. Cuando finalmente tuvo suficiente, se apartó para mirar la expresión que tenía. Su cara desconcertada la complació.

—Lo sabía. La única vez que no te rechazo, estás completamente desconcertado…

Sabía lo incómoda que estaba cuando trataba de abrazarla, y se burlaba de ella sin piedad. Siempre tenía el control. Pero hoy, ella había tomado el control y lo había sorprendido. Yuuri estaba contenta con dejarle pensar de que simplemente estaba actuando por impulso.

—No estoy desconcertado.

—Oh, entonces solo eres un pobre perdedor.

—De ninguna manera… ¿Por qué no pones a prueba tu pequeña teoría?

Era un sinvegüenza. Ahora que sabía lo que estaba pensando, definitivamente no cedería.

—No, porque puedo ver esa mirada en tus ojos. Estás tramando algo.

—Eres tan perceptiva como siempre, mi pequeña bruja.

Ernest se dio por vencido y se sentó donde siempre. Yuuri fue a la parte de atrás para preparar un poco de té. Llenó rápidamente las tazas de té de camelia que no había usado en su ausencia.

A diferencia del té que se prepara en Hylant, el suyo pasaba de la pequeña tetera a las tazas a mitad del proceso de preparación. Si este paso se realizaba de manera oportuna, permitía que el aroma floral se volviera aún más fuerte. También le daba al té un sabor más suave y menos amargo.

Puso dos tazas de té y la tetera en la bandeja, junto con algunos bizcochos con pasas. Colocó una taza frente a Ernest y se sentó a su lado.

En el pasado, cuando se sentaba junto a él, siempre tenía que inventar alguna excusa. Pero con el tiempo, tanto sus sentimientos hacia él como su relación habían comenzado a cambiar.

—Oh, cómo he extrañado este sabor. Es un poco diferente a lo que tenemos en mi mansión. Me pregunto por qué… ¿Tal vez solo es bueno si lo bebo aquí?

Él estaba cerca. Probablemente no era el lugar donde uno bebía el té, sino que era importante con quién lo bebían. Una taza en compañía de una persona especial era más deliciosa que cien tazas en cualquier otro lugar. Pero Yuuri no podía decir eso en voz alta. Así que tomó un sorbo en silencio, feliz de que él disfrutara de su compañía tanto como ella disfrutaba de la suya.

—Veo que tú y Simon se han estado llevando bien en mi ausencia.

—Sí. Después de que le diera el sombrero, visitamos a los Aldridge, unos amigos de nuestra familia, para ver las rosas de algodón.

Lo único que había hecho en su ausencia que estaba fuera de lo común era salir con Simon. Por eso la mayoría de sus cartas fueron sobre su hermano.

—Tus cartas son muy concisas. Todo lo que me contaste fue que fuiste.

—No soy muy buena escribiendo cartas. Y nunca podría escribir esas frases floridas y sentimentaloides como tú.

—Simplemente escribo desde el corazón. Pero sé que te cuesta ser abierta… Así que cuéntame todo lo que has estado haciendo en mi ausencia.

Yuuri tenía mucho que quería decirle. Sobre su reunión con el anciano que había sido un buen amigo de su abuela. Sobre las historias que les contó. Sobre cómo finalmente había aprendido a mirar a Simon a los ojos. Sobre cómo las palabras de Ernest fueron lo que la hizo ser optimista por el futuro.

Pero lo que más quería decirle estaba demasiado avergonzada para decirlo.

Escuchó atentamente todo lo que ella tenía que decir, incluso cuando la interrumpía de vez en cuando para molestarla.

♦ ♦ ♦

Una sed intensa afligió a Yuuri mientras charlaban.

Sin embargo, para beber su sangre necesitaría completar una tarea para él primero. Y no sabía si podría aguantar lo suficiente hasta que encontrara algo para que hiciera.

Se había dado cuenta de que a veces le traía trabajos que podría haber resuelto por su cuenta solo para darle algo que hacer. Pero no podía pedirle que intentara encontrar algo justo después de que hubiera terminado una investigación tan significativa.

Deseaba pedirle su sangre directamente, no con el pretexto de ser una recompensa o una compensación. Porque la deseaba. Y porque sólo la sangre de Ernest sería suficiente. Eso era todo.

Lord Ernest, tengo un favor que pedirle. —Se volvió hacia él, finalmente decidida.

—¿Hmm? Sabes que te concedería todo lo que pidieras. ¿Qué es?

—Yo… uhm… bueno, tengo un poco de sed.

—Oh. ¿Y?

Iba a hacer que dijera exactamente lo que quería.

—Por favor, déjame beber un poco de tu sangre. No como recompensa, sino porque es lo que quiero…

—De acuerdo. Pero solo si aceptas hacer algo por mí… ¿Te parece bien?

Ernest recorrió los labios de Yuuri con su dedo índice. Era su forma de mostrarle que esperaba algo a cambio.

Avergonzada, apartó la mirada, pero el calor que le llenaba las mejillas ya estaba subiendo hacia sus orejas. Lo último que quería era que Ernest viera lo fácil que podía tener este efecto en ella.

—Entiendes lo que quiero decir, ¿verdad?

—¿Podemos hacerlo más tarde? Por favor, déjame beber tu sangre primero.

Estaba feliz de que Ernest la quisiera. Pero estaba asustada y ya había forzado a su corazón tímido hasta todo lo lejos posible que podía llegar por ahora. Necesitaba su sangre para darle el coraje.

—Me temo que no. Puedo ver que estás tratando de escapar.

Había visto a través de ella una vez más. No tenía otra opción. Su corazón comenzó a acelerarse cuando la abrazó. Las lágrimas se formaron en el borde de sus ojos. Los apretó con fuerza con la esperanza de evitar que se derramaran.

—¿Tienes miedo?

—No tengo miedo. ¡P-Por favor, date prisa!

Estaba aterrorizada de que si esperaba más tiempo, pudiera perder el valor. Se había agarrado a la camisa de Ernest sin darse cuenta. Él lo interpretó como una señal y colocó sus labios contra los de ella.

Las lágrimas que había luchado tanto por contener, se deslizaron por sus mejillas.

Su mente estaba cargada de ansiedad. ¿Qué quería hacer? ¿Cómo sería el futuro para ella y Ernest dentro de unos días o meses? Apenas podía imaginarlo en años.

En este momento, todo lo que quería era su calor.

No le importaba que él fuera la mano derecha del rey, un noble digno que sabía mucho más sobre las formas del mundo que una ingenua introvertida como ella.

Canalizó la intensidad de todas sus preocupaciones y miedos en ese beso y Ernest se lo devolvió, negándose a contenerse solo porque era su primer beso. Siempre y cuando esa fuera la intensidad de su amor por ella, eso era todo lo que importaba.

Finalmente, Ernest se apartó lentamente. De hecho, la entristeció un poco cuando lo hizo. Una parte de ella tenía miedo de dejarlo ir.

—¿Estás bien?

—Sí… Sólo un poco sorprendida.

—Oh. Bueno, entonces ven aquí, Yuuri.

Su corazón dio un vuelco al escucharlo decir su nombre sin formalidades, sin “señorita” o “pequeña bruja”. Solo Yuuri.

Habían estado sentados uno al lado del otro todo el tiempo y, aun así, se sentían aun más cerca. Yuuri se deslizó sobre su regazo sin dudarlo esta vez. Se dijo a sí misma que era para poder beber mejor su sangre.

Ernest se quitó hábilmente la corbata. Yuuri acarició su clavícula expuesta una y otra vez.

—Venga. Hace cosquillas.

Con los labios temblorosos, se enderezó de repente y lo besó en lugar de agradecerle. Luego se apartó rápidamente y le mordió el cuello.

—Puedes parecer una chica, pero a veces, eres realmente tan encantadora como una bruja. ¿Sabes lo malvada que eres?

La euforia se había apoderado de su mente y no pudo responderle. Lo último que pensó cuando perdió la conciencia fue: No, no lo soy. 

♦ ♦ ♦

El sol de la mañana había comenzado a atravesar las cortinas cuando abrió los ojos. Tenía recuerdos vagos de Ernest llevándola a su habitación en el segundo piso después de intentar tentarla a cenar.

—Estoy llena. Ya comí mi cena. 

—Aunque eso no era la cena… Muy bien, entonces me retiraré. No te pediré que me invites a pasar la noche. Me comportaré solo un poco más. 

Pensó que la conversación fue algo así, pero no podía recordarlo con claridad.

Yuuri salió de la cama, sintiéndose mejor que en mucho tiempo. Siempre se sentía así después de beber sangre.

Su ropa se había arrugado después de dormir con ella, así que las colgó para alisar las arrugas.

Sacó un vestido diferente del armario y se arregló el cabello despeinado.

Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina, pero se detuvo cuando notó una carta y una bolsa de papel en la mesa del comedor. La recogió.

A mi dulce Yuuri, 

Anoche fuiste tan dulce como una margarita y tan hermosa como una rosa. 

No quiero nada más que despertarte de tu sueño y preguntarte cómo puedes darle un vuelco mi corazón. 

Pero debo reprimir mi deseo por ahora. Pareces un gatito cuando duermes.

—¡Eeek! —Soltó un chillido, incapaz de continuar leyendo.

Sabía cómo eran sus cartas, entonces ¿por qué estaba sorprendida?

Se dejó caer en una silla y lidió con su vergüenza.

Se concentró en calmarse, inhalando y exhalando. Solo una vez que hizo eso, finalmente intentó leer la carta una vez más.

Leyó por encima el resto, ahorrándose la tortura de leer descripciones recargadas de su cara dormida, hasta que llegó a las dos últimas líneas:

Compré algunos pasteles y manzanas para tu desayuno, así que asegúrate de comer. Pronto me estaré tomando unos días de vacaciones, así que sé una buena chica y espérame hasta entonces—Ernest. 

—Sólo quería los hechos.

Sus palabras sonaron más seguras de sí mismas que de costumbre. La había llamado suya antes, como si le perteneciera, pero hasta ahora, lo había descartado como una broma. Ahora que estaba aquí, conservado impreso para ella, no había duda de eso.

Y así, Yuuri se encontró con otra carta que no podía leer.

♦ ♦ ♦

Ese día estuvo particularmente activa, vigorizada por beber la sangre de Ernest. Terminó de preparar los pedidos para la Compañía Watoh e incluso almorzó en un restaurante antes de entregarlos.

Les dijo por adelantado que vendría, por lo que no debería haber una razón para que no pudiera dejar todo a un empleado y…

—Señorita Yuuri, su madre está aquí hoy —informó uno de los empleados de rango alto.

Ambas apenas podían soportar verse. Por eso siempre elegía con anticipación el día en que venía y si su madre planeaba ir ese día, cambiaría sus planes.

¿No es por eso que siempre le pido a Simon o a padre que hagan estos arreglos por mí? 

—Ya veo. Entonces me iré.

Enterarse de que su madre estaba allí hizo que apretara los puños y comenzara a sudarle la frente. Se volvió para retirarse rápidamente.

—Me ordenó que la llevara a verla si venía, mi lady.

¿Su madre quería verla? Si quería reconciliarse, ¿por qué simplemente no lo dijo? Yuuri trató de pensarlo de forma razonable, pero no se atrevió a dar un paso.

—¿Y qué hay de mi hermano y mi padre…?

—Me temo que tienen negocios fuera de la sede hoy.

Se habría sentido mejor si uno de ellos estuviera con ella. Pero lo entendía. Si los dos hubieran estado allí, habrían tratado de evitar este encuentro. Su madre solo preguntaba por ella porque no estaban allí.

—¡No puedo! Lo siento… Tengo prisa, por lo que realmente debo irme.

—Ya veo. Entonces le informaré.

—Lo siento, pero tengo un asunto privado que debo atender.

Era poco probable que su madre se enfadara con el empleado por no haberla detenido. Pero aun así se disculpó por mezclar negocios y asuntos personales.

—Entendido. Por favor, permítame prepararle un carruaje —Estaba a punto de escapar cuando…

—Señorita Yuuri.

Justo cuando estaba bajando las escaleras hacia la entrada del edificio, la llamó la voz fría de una mujer. No tuvo que darse la vuelta para saber que era su madre.

—Ha pasado un tiempo, querida.

Su madre tenía una cara impávida. Para ella, eso era todavía mejor que el enfado y el desdén habituales con los que normalmente la trataba.

—Sí…

—Solo tengo una cosa que decirle. He escuchado que se ha vuelto cercana a un caballero y que los dos asistieron a una velada juntos.

—Así es. ¿Hay algún problema con eso?

En Hylant se consideraba inapropiado que una mujer soltera estuviera yendo de un lado a otro con un hombre sin el permiso explícito de su padre.

Pero su propia madre era la razón por la que había estado viviendo sola y lejos de su esfera de influencia. Yuuri fortaleció su determinación. Si su madre iba a elegir quejarse de Ernest entre todas las cosas, entonces se lo devolvería todo.

Era la primera vez que sentía que podía enfrentarse a ella.

—Ya veo. Bueno, no es de lo que realmente quería hablarte. Mientras estaba en una fiesta de té con algunos miembros de la nobleza, el duque Harcourt preguntó por ti. ¿Lo conoces?

—No, nunca lo he visto. Los únicos miembros de la nobleza con los que he interactuado son el conde Selden y sus conocidos.

Todos los miembros de la clase alta con los que se había relacionado eran aquellos a quienes conocía a través de los casos que Ernest le había traído. Si este hombre tenía negocios con la novia bruja de Ernest, debería pasar por él.

—Destacas mucho más que una hylantiana de sangre pura. Recuerda eso —le advirtió su madre en un tono entrecortado.

No dijo nada.

—No te he aceptado como mi hija. Y nunca lo haré. Pero eso se debe a mi propia intolerancia. Tu padre y Simon lo saben muy bien. Aun así, algunas cosas nunca se pueden cambiar. Pero si eres feliz donde estás y mantienes tu distancia de mí, entonces no intentaré interceder.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Significa que debes tener cuidado. Ya has hecho demasiado el ridículo.

—Ya veo. Si no tienes nada más que decir, me iré —dijo, dándole la espalda a la mujer que la dio a luz y caminando lo más rápido posible hacia su carruaje.

Incluso después de estar en el carruaje y luego en la comodidad de su propia casa, todavía no podía calmarse. Probablemente era la última vez que hablaría con su madre. Y estaba enfadada consigo misma por dejar pasar la oportunidad.

Tal vez la advertencia de su madre había sido por genuina preocupación. Si fue ese el caso, deseaba haber sido un poco más amable con ella.

Pero su madre dijo que nunca podría aceptarla. Había sido una tonta al esperar lo contrario.

Su madre se había apoderado de su mente. No importaba cuánto intentara distraerse leyendo o haciendo los quehaceres, la invadió una sensación de malestar.

El sonido de una campaña llamó su atención desde la parte trasera de la tienda. Sólo había un hombre que se atreviera a visitarla. Corrió hacia la parte delantera para saludarlo.

En su carta, Ernest dijo que no volvería en varios días, pero no tenía idea de por qué.

Realmente no importaba. El único que podía animar su corazón era él. Pero sus esperanzas se desvanecieron inmediatamente.

No era Ernest quien estaba de pie en la puerta, sino una mujer pelirroja de unos veinte años con las manos en las caderas. Frunció el ceño cuando vio a Yuuri.

—¿No eres “La bruja que se aprovecha de la desgracia”?

No se esforzó por ocultar el disgusto en su expresión o forma de hablar. La mayoría de las personas se dirigían a ella primero con su antiguo apodo, pero pocos lo hacían con tanto resentimiento.

—¡No me importa ese apodo! ¿Quién eres? —preguntó, mostrándole un ceño fruncido a la chica. Esta chica claramente no era una cliente potencial. Y estaba claro por su ropa que tampoco era miembro de la nobleza. Ella no tenía muchas conexiones ni poder político, así que era poco probable que se metiera en problemas si le devolvía su hostilidad.

—¿Te suena el nombre de Rosie?

—No reconozco ese nombre. ¿Rosie? ¿Quién?

—¡La prometida de Dan, Rosie! ¡Esa!

—¿Quién es Dan…?

Yuuri estaba aún más confundida que nunca. Era la primera vez que se encontraba con esta mujer y nunca había escuchado el nombre de Dan.

—¡No te hagas la tonta! ¡Roba maridos!

—¿Roba maridos? Lo siento pero ¿podrías volver otro día cuando estés más calmada para explicar de qué estás hablando? No sé quién eres ni tampoco quién es Dan. Y no trato con personas que no pueden escuchar…

—¡Hmph! M-Muy bien… Si insistes, te lo explicaré.

Rosie mantuvo el ceño fruncido sobre Yuuri todo el tiempo mientras caminaba hacia el sofá, donde se sentó.

—No, ahí no. Espera un segundo.

Sintió que ese asiento pertenecía a Ernest y solo a él. Así que cogió una silla del comedor y la colocó frente al mostrador.

—Aquí.

—Bien. —Rosie estaba claramente disgustada por el hecho de que la obligara a sentarse en una silla dura de madera cuando había un sofá justo allí. Hizo una mueca y se sentó a regañadientes en el asiento.

Esta mujer no era una clienta, sino simplemente una molestia, así que le importaba poco su disgusto.

—¡Puedes pensar que Dan es tu amante, pero él y yo estamos comprometidos!

—Como dije, ¿quién es Dan?

La idea de repente se abrió camino hasta su mente. ¿Y si Dan era un alias que Ernest usaba?

¿Amantes…? Yuuri no estaba segura de qué eran exactamente ella y él, pero ciertamente él era lo más parecido a un amante.

Aún así, no importaba cuánto lo intentara, no podía imaginarlo estando con esta mujer escandalosa. Ernest parecía preferir mujeres más calladas.

—¡Estoy hablando del chef del barón Thewlis, Dan!

—Oh. ¿Cómo es él?

—Su cabello es castaño, al igual que sus ojos.

Los únicos dos hombres morenos que conocía eran Simon y su padre. Al menos pudo respirar aliviada sabiendo que esta mujer no estaba hablando de Ernest. Si bien el color del pelo se puede cambiar, pero el de los ojos no.

—No suena como nadie que conozca.

—¡Ramera mentirosa! Dan dijo que me iba a dejar porque estaba viendo a la bruja que vivía aquí…

—¿Solo te dijo eso? ¿Tienes algo más que sus palabras como prueba?

—¿Estás diciendo que me mintió? ¡¿Por qué tendría que hacer eso?!

Mientras observaba a Rosie, comenzó a sospechar de que Dan tenía otra razón para dejarla. Aún así, lamentaba el hecho de que alguien tan terca acudiera a ella.

—No puedo hablar por alguien que ni siquiera conozco… ¿Por qué no hacemos esto? Pregúntale a Dan cuándo me conoció exactamente. Consigue fechas y momentos exactos. Si te da diez y puedo demostrar que uno de ellos fue una mentira, entonces tal vez todo lo es, ¿verdad?

—¿Estás buscando evasivas? ¿Intentas huir?

—¿Huir de qué? Esta es mi casa. No tengo nada que demostrar aquí. Simplemente me estoy ofreciendo a ayudarte porque no me gusta que la gente sospeche de que hago fechorías.

—Ciertamente eres arrogante. Está bien, volveré pronto.

—Sería igual de feliz si no volvieras.

Justo cuando tenía la esperanza de que finalmente tuviera un cliente de verdad, resultó ser un problema no deseado. Tal vez porque ayer fue un buen día, hoy tenía que ser malo para mantener el equilibrio.

“La vida es equilibrio. Debemos tomar lo malo con lo bueno”. Creo que hay proverbio como ese de Xignka.

Su mente se sumió en la depresión, no podía estar segura. Superada por el agotamiento, se recostó en el sofá y soltó un suspiro.

♦ ♦ ♦

A la mañana siguiente, Rosie regresó, pero esta vez trajo a un hombre con ella. Era obvio que este era el Dan que se suponía que era su amante.

—¡Lo siento mucho!

Lo escuchó gritar. No dejó de hacer lo que estaba haciendo el tiempo suficiente para darse cuenta de que estaba inclinado en una profunda reverencia.

—¿Por qué usaste mi nombre?

—Supuse que a una bruja extranjera con tan mala reputación no le importaría un pequeño pecado más en su pila. Y tenía mucho miedo de mi novia. ¡Pero nunca esperé que ella te metería así!

Se arrepintió de haber intentado darle sentido a la irritante pareja.

Se suponía que el apodo “Bruja devoradora de desgracia” era un cumplido, ya que su abuela trataba de resolver lo que enfermaba a la gente de esta ciudad. Pero luego el nombre adquirió vida propia, convirtiéndose en “La bruja que se aprovecha de la desgracia”. Yuuri odiaba ese nuevo nombre porque deshonraba el recuerdo de su abuela. A pesar de ese nombre, nunca se había dicho nada malo sobre su abuela.

—¡¿Entonces por qué querías romper conmigo?!

—Bueno…

Rosie ahora dirigió la ira que sentía por Yuuri ayer hacia Dan. Él se acercó a ella, con los ojos húmedos por las lágrimas.

—¿Les importaría tratar esto afuera? Realmente no me importa…

—No, por favor, debes dejar que me explique. La verdad es…

Y luego, a pesar del hecho de que ella ni siquiera estaba escuchando, Dan se lanzó de lleno a explicar la historia de su vida.

Nació en un pueblo a medio día de viaje de la ciudad. Sus padres y su hermano dirigían una fábrica, pero él eligió venir a la ciudad para buscar trabajo.

Por suerte, lo llevaron a la residencia del barón, y encontró un estilo de vida estable.

Sin embargo…

—Me convertí en el garante de las deudas de mi familia. Tenía miedo de que, después de casarnos, alguien apareciera buscando cobrar el dinero… y pensaras que era patético… pero estaba tan avergonzado que no pude decírtelo. Estaba tan asustado de que la persona que viniera a cobrar te persiguiera, Rosie.

—¿No crees que involucrar a un completo desconocido es aún más vergonzoso?

Una mujer nunca podría entender realmente el orgullo de un hombre. De alguna manera, hacer que su prometida creyera que la había engañado era menos vergonzoso que saber que tenía deudas a su nombre.

Yuuri definitivamente no lo entendía. Pensó que lo primero era mucho peor.

—Lo siento pero todo está bien ahora. Alguien vino a la casa del barón a cobrar el dinero y, cuando le expliqué todo, pagó la deuda en mi nombre.

—¡Dan, eso es maravilloso!

—Me lo va a quitar de mi paga mensual, pero aceptó no cobrarme intereses.

Para que vinieran hasta su lugar de trabajo, parecía que estos prestamistas no eran legítimos. Probablemente eran del tipo que cobraba una tasa de interés alta y no importaba cuánto pagara el prestatario, el total nunca disminuiría. Para que el barón pagara las deudas de Dan debe haber sido un hombre realmente generoso.

—Eso es bueno.

Yuuri no tenía motivos para preocuparse por los cobradores, ya que acababa de conocer a Dan. Además, estaba resentida con él por arrastrarla a sus problemas personales. Pero al menos el incidente se resolvió sin problema.

—Uhm… en realidad, odio molestarte más, pero tengo una petición.

—¿Ahora qué?

—Rosie y yo tenemos un bajo nivel educativo. Pero estamos a punto de ir a firmar nuestro pagaré [1] y nos preguntamos si serías nuestro testigo. —Yuuri estaba sorprendida. Pensó que todo este suplicio había terminado.

—No quiero involucrarme más.

—Lo entiendo. Pero lo que metió a mi familia en este desastre no fue entender cosas como el interés. Así que, por vergonzoso que sea, ¿podrías venir y ayudarnos?

Dan la había arrastrado a esto, así que no había una razón real para que los ayudara. Pero algo en el fondo no le permitía abandonar a las personas que la necesitaban.

Y no estaban pidiendo mucho. Tampoco parecían ser malas personas.

—Está bien. Los ayudaré.

—¿De verdad? ¡Gracias señorita bruja!

—Es Yuuri.

Los tres partieron hacia la residencia del barón Thewlis.

La pareja le aseguró que su carruaje estaba esperando en la calle principal, así que dejó su sombrilla en la tienda, eligiendo caminar en las sombras. Mientras caminaban, sintió a alguien detrás de ella. Miró hacia atrás y se dio cuenta de que dos hombres de aspecto rudo se dirigían hacia ella.

—¿E-Esos son los cobradores? ¡¿Por qué están aquí?! —tembló la voz de Dan.

—No lo sé. ¡Será mejor que corramos el resto del camino hasta el carruaje! —Rosie le agarró la mano, a pesar de que no la buscaban a ella, y salieron corriendo.

—¡Espere! Usted. Señorita Yu…

Irrumpieron en la calle principal, las voces de los hombres se apagaron por el ajetreo y el bullicio de la multitud. Yuuri estaba sin aliento, pero de alguna manera logró llegar al carruaje y subió.

—Pensé que el barón pagó tus deudas —cuestionó.

—¡Yo también! Sin embargo, esos no son los cobradores habituales. ¿Tal vez no informaron a todos los cobradores? ¡De cualquier manera, estaremos a salvo en la mansión!

Sabía que no debería haber aceptado. Lamentó mientras el carruaje se dirigía hacia la finca Thewlis.

♦ ♦ ♦

La finca Thewlis era una mansión hermosa y majestuosa. Obras de artes de todo el mundo adornaban los pasillos y el salón. Yuuri entendió que todo era valioso, pero nada de eso se acercaba a sus gustos. Junto a una pieza contemporánea de un artista popular había una estatua de bronce de una nación del sur y un cuadro de tinta de Hinomoto en un marco dorado. Parecía no haber ningún patrón o gusto unificador detrás de las obras de arte.

El barón había pagado las deudas de su empleado, por lo que pensó de debía ser un buen hombre. Pero un buen hombre con un gusto horrible en el arte.

Se sintió aprensiva mientras bebían el té en el salón. El empleado, su prometida y Yuuri, la única rara.

Ahí, alguien (probablemente un mayordomo, pensó Yuuri) estaba explicando el asunto del pagaré. El pagaré en sí era bastante claro. Naturalmente, explicaba cuánto se descontaría de su salario mensual actual, así como qué pasaría si necesitaba abandonar el puesto o cómo lo manejarían en caso enfermedades inesperadas o la muerte.

Ella les explicó los contenidos del pagaré, asegurando que no había discrepancias o controversias, y se tomó el tiempo para revisar todo. Finalmente, Dan firmó el pagaré y el trabajo se completó sin incidentes.

—Yuuri Watoh. Me disculpo porque uno de nuestros empleados le haya causado tantos problemas. A mi señor le gustaría expresar sus disculpas en persona, así que por favor espere aquí un momento.

—No, no es necesario —declinó Yuuri, pero el mayordomo ya se había ido a llamar al barón.

Poco después, el barón apareció con dos sirvientes. Al igual que todo lo demás en esta mansión, estaban demasiado arreglados para un té del mediodía.

Finalmente observando bien su cara, sus ojos se abrieron de par a par.

El barón Thewlis era el hombre que había tratado de empezar una pelea con ella cuando estaba disfrazada de paje en el club de caballeros.

—¿Todavía estás aquí? Fuera. La única persona con la que tengo negocios es con esa chica oriental de allí —dijo el barón con frialdad a Dan y Rosie.

Yuuri comenzó a sudar frío. No había forma de que esto fuera pura coincidencia.

—Je je, así que eres tú. Te he buscado por todas partes… Nunca pensé en buscar a una mujer joven. —Se acercó a ella, con una sonrisa lasciva en su rostro.

Su interés en ella no había menguado desde ese día en el club y la había estado buscando desde entonces.

—¿Qué está pasando?

—¿Eh…? ¿Se conocen? ¿Mi señor se enamoró de ella en algún lugar de la ciudad? ¿Es por eso quería que organizáramos una reunión? Quiero decir, no es que haya nada malo con eso pero…

Dan y Rosie no tenían ni idea de lo que estaba pasando. El barón lo fulminó con la mirada mientras divagaba incoherentemente.

—¡Guárdate tus pensamientos incesantes para ti mismo! ¡O cancelaré mi promesa de pagar tu deuda! ¡Ahora, piérdete!

—Entonces también me iré. He completado mi trabajo en nombre de Dan —dijo Yuuri, ofreciéndole al barón una pequeña reverencia antes de dar un paso indiferente hacia la puerta. El barón dio un paso hacia ella, bloqueándole el camino.

—Ustedes las mujeres orientales son tan frías. Entonces tu nombre es Yuuri, ¿verdad? Suena bastante masculino, pero tiene un cierto timbre. Yuuri… Yuuri… ¡Bahaha!

—Los únicos que pueden llamarme por ese nombre son mi familia y Ernest. ¡Ahora me iré!

Cuando Ernest la llamó por primera vez por su nombre sin ninguna formalidad, había llenado su corazón y le había causado un cosquilleo en los oídos. Fue más feliz que nunca. Pero cuando el hombre frente a ella hizo lo mismo, fue asqueroso en su boca, contaminando el sonido que antes había apreciado.

Se enfadó cada vez más, su tono se volvió más tenso. Siguió repitiendo en su mente: “cálmate, cálmate”.

—¿Ernest? Ah… ¿el conde Selden? Bueno, lamento informarte que, aunque solo soy un barón, ¡mi padre es un duque! Supero a tu dulce conde. Puedo cubrirte de ropas elegantes con las que ese tonto solo podría soñar.

Inmediatamente se dio que debía ser el “hijo del duque” que su madre había mencionado.

—Desprecio a los cobardes como tú. Y puedo comprar mis propias galas, gracias.

No tenía sentido tratar de razonar con este hombre. Por lo que estaba diciendo, esto sonaba como una represalia. Represalias contra ella, Ernest y el comandante Conquest.

—Me encanta esa mirada desafiante en tus ojos. Domarte promete ser el desafío más divertido…

Nunca tuvo la intención de que Yuuri estuviera en condiciones de igualdad con él. Su único objetivo con ella siempre fue la subyugación.

—Espero que tu padre sea el tipo de hombre que castigaría a un hijo tan insolente. Nunca perdería mi tiempo con un niño llorón que piensa que la clase social le concede el derecho de hacer lo que quiera.

Enfatizó la frase “hijo insolente”. Sabía que enfadarlo era peligroso, pero le daba tanto asco que no pudo mantener la boca cerrada.

Los ojos del barón Thewlis se ensancharon al oír a una chica más joven burlarse de él de esa forma. La agarró por la muñeca.

—¡Muchacha insolente! ¡Veo que es hora de enseñarte tu lugar!

Le dio una bofetada. Incapaz de zafarse de su agarre, recibió la peor parte del golpe. Sintió dolor, luego el sabor de la sangre en su boca.

No podía hacer nada, salvo aguantar las lágrimas y jurar que nunca perdonaría a este hombre. Usando su vampirismo para su ventaja en este punto sería demasiado peligroso.

—¡Aaaah! —gritó Dan, saltando sobre el barón. El barón la soltó cuando él y Dan cayeron al suelo.

—¡Cómo te atreves a atacar a tus superiores!

—¡Corran! ¡Ambas, váyanse! ¡Rosie date prisa, no puedo dejar que nadie más…! ¡Ugh!

El mayordomo y dos sirvientes entraron, apartando a Dan del barón. Lo arrastraron y lo golpearon en el estómago una y otra vez.

Yuuri se desplomó en el suelo, incapaz de mirar el espectáculo violento por más tiempo.

—¡Vámonos!

—¡Tras ellas!

Rosie la levantó bruscamente del suelo, tratando desesperadamente de mantenerla de pie. Salieron corriendo hacia la puerta. Sin embargo, los sirvientes y el mayordomo fueron más rápidos y las detuvieron en seco.

—¡Ugh, sueltenos! Es ilegal mantenernos aquí…

La habían derribado en el suelo frío y duro y uno de los sirvientes la mantenía boca abajo.

La carcajada del barón Thewlis cuando se acercó a ella hizo que le picara la piel. Estaba tan aterrada y se sentía tan enferma que las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas. Tuvo que evitar ceder ante sus instintos vampíricos y atacarlo, por miedo a cómo eso acabaría para ambos.

—¡Es suficiente!

La puerta se abrió de golpe y una voz fría provocó un escalofrío en la habitación.

Intentó levantar la cabeza lo suficiente como para ver a quién pertenecía la voz. Era alguien que conocía muy bien, pero que nunca esperó ver aquí.

—¿Lord… Ern… st?

Definitivamente era Ernest quien estaba delante de ella. Y detrás de él, el comandante Conquest y varios hombres que probablemente eran miembros de la policía militar.

—Bájate de ella.

Nunca había oído antes ese gruñido profundo. Los sirvientes, asustados por la furia candente de Ernest, la liberaron de inmediato.

—¿Quién ordenó esto?

—El barón Thewlis…

—Ohh. ¿Lo escuchó, comandante? Atraparlo en el acto significa que puede arrestarlo, ¿verdad?

—Una reclusión ilegal y agresión son delitos graves. Atrápenlo. Y encárgense de las heridas de ese hombre…

Por orden de Conquest, sus subordinados entraron en la sala y detuvieron al barón y a sus hombres. Dan estaba claramente dolorido, se abrazaba el estómago mientras trataba de hablar con el soldado que lo atendía.

—¡I-Idiotas! ¡¿Cómo se atreven a violar mi propiedad?! —gritó el barón, dando patadas e intentando en vano liberarse.

—Me presenté en su puerta, así que no veo ningún problema. Pero no tengo interés en discutir con criminales. Así que no te metas en mis asuntos. Yuuri, déjame ver tus heridas.

—Ohh… Lo siento mucho.

Ernest se acercó a ella, que todavía estaba en el suelo. Era tan aterrador, tan diferente al Ernest que conocía, que no pudo evitar disculparse.

Pero cuando lo miró más de cerca, pudo ver gotas de sudor brillando en su frente y su respiración fatigada e irregular.

Todavía no estaba completamente segura de qué estaba pasando, pero era suficiente saber que había venido a rescatarla.

—No parece que tengas algún hueso roto o hayas perdido un diente. ¿Cómo lograste escapar de mis guardias?

—¿Guardias…?

—Es muy sofocante aquí. Hablaremos más una vez que regresemos a mi mansión.

—¡Esos dos también trataron de ayudarme!

Rosie y Dan no sabían lo que planeaba el barón, ni tenían la intención de atraerla a una trampa. Una vez que descubrieron su plan, intentaron ayudarla a escapar.

—Pero son la razón por la que quedaste atrapada en este desastre. Eres demasiado confiada.

—Pero…

Ernest era muy diferente a su yo habitual. Aunque sus palabras y su tono no eran más severos de lo habitual, estaba claro que estaba molesto. Le resultaba difícil discutir con él así. No podía ser egoísta frente a todo lo que había hecho por ella.

—Está bien. Comandante Conquest, nos gustaría irnos, ¿está bien?

—Tendré que escuchar su testimonio más tarde. Pero hasta entonces, la dejo a su cuidado. Llevaremos a este hombre con nosotros y nos encargaremos de que reciba la atención médica óptima.

—Salgamos de aquí. Un caballero como yo apenas puede soportar respirar el mismo aire que este degenerado —dijo, cogiéndola en brazos.

Ella estaba acostumbrada a verlo siempre sonriendo. Pero ahora era inexpresivo. Su ojos azul metálico eran indiferentes y fríos.

—Lo siento mucho…

—No estoy molesto contigo. —Sintiendo el miedo de Yuuri, Ernest le dirigió una breve sonrisa. Su sonrisa fue falsa y tuvo poco efecto para calmar su aprensión.

No pudo evitar sentirse culpable por hacer que se preocupara y que tuviera tal expresión.

♦ ♦ ♦

De regreso en la finca Selden, Yuuri decidió darse un baño y cambiarse de ropa antes de hablar con Ernest nuevamente. Solo se dio cuenta del peligro en el que había estado una vez vio lo roja que estaba su mejilla en el espejo. Imaginar lo que podría haber sucedido si Ernest no hubiera venido a rescatarla hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas.

Después de que Tarrah terminara de ayudarla a prepararse, se dirigió a su habitación de invitados habitual, donde Ernest estaba esperando.

—¿Tienes hambre?

—No realmente…

Se había perdido el almuerzo debido a todo lo que había sucedido, pero se dio cuenta que no tenía mucho apetito.

Después de un momento, sirvieron té negro y productos de repostería en su habitación. Ernest la instó a beber al menos algo, así que vació una taza de té mezclada con mucha azúcar.

Ernest se sentó a su lado, como hacía en su tienda. Sin embargo, se sintió incómoda. No era como si él hubiera hecho algo malo. Simplemente no quería que viera su mejilla hinchada de cerca. No solo eso, sino que la muñeca que había agarrado el barón se sentía sucia incluso después de bañarse. Se sentía avergonzada de estar sentada a su lado.

—¿Te apetece hablar? Pensé que quizás estaba siendo paranoico, pero tenía un par de mis guardias personales posicionados cerca tu tienda, por si acaso.

—¿Por qué?

—Porque se hizo público que yo era quien se infiltró en la red de apuestas ilegales. Tú eres… mi debilidad. Tenía miedo de que alguien pudiera tomarte como rehén, ¿sabes?

Ernest tuvo que colarse en una red de apuestas ilegales para sacar a la luz sus negocios ilícitos. Pero cuando fue el único al que no arrestaron, rápidamente se hizo evidente que era el topo.

No podía evitar el temor de que alguien buscara venganza, por lo que envió guardias a las personas más cercanas a él para que estuvieran a salvo.

—¿Entonces las personas de las que escapé eran en realidad los guardias que enviaste para protegerme?

—Debería habértelo dicho. Lo siento. Y nunca esperé que él, de todas las personas, te atacaría.

Ayer, todo lo que Ernest sabía era que Yuuri tuvo un visitante. No supo de la conexión poco precisa del visitante con el barón Thewlis hasta esta mañana. Para cuando pensó en llevarla a su mansión para que estuviera más segura, ya había salido de la tienda.

Fue entonces cuando fue donde el comandante Conquest y le pidió a él y sus subordinados que lo ayudaran a “visitar a un amigo”.

—Normalmente, se requeriría que una orden judicial para investigar la casa de alguien, pero si delitos graves como el secuestro o la agresión se hacen evidentes durante una visita rutinaria, la policía militar puede tomar medidas drásticas.

—Realmente fui descuidada. Lo siento mucho.

Ernest la había regañado por su imprudencia muchas veces. Y, sin embargo, había confiado tan fácilmente en Rosie y Dan y, a cambio, fue engañada.

—Debes tener en cuenta a los que te rodean… Debes prestar atención especialmente a tu intuición cuando se trata de otro hombres. Sin embargo, esta vez fue mi culpa, así que no voy a molestarte más por eso.

El barón Thewlis se había obsesionado con un paje llamado Saizoh y deseaba tenerlo para él. Pudo determinar rápidamente que el paje tenía algún tipo de conexión con la compañía Watoh porque servía a Ernest.

No importaba cuánto lo buscara, no podía encontrar información sobre un chico de cabello y ojos negros. Pero Yuuri probablemente apareció en el transcurso de su búsqueda.

Al barón no le importaba si era Saizoh o viceversa; cualquiera estaría bien. La vio a  como una extraña muñeca de cabello negro que exhibiría para divertir a sus compañeros.

—¿Dónde está Rosie?

—Parece que sabía de la deuda de su prometido todo este tiempo y accedió a seguirle el juego. No fue una mera casualidad que pudiera llegar a tu tienda. No tenía ninguna mala intención, pero tampoco fue exactamente honrada.

Una de las condiciones para que el barón pagara la deuda de Dan era que le llevaran a Yuuri. Fue su mayordomo quien escribió esta farsa ilícita, con Dan y Rosie conociendo sus partes con mucha anticipación.

Pero ambos no tenían intenciones maliciosas. Simplemente tenían la impresión de que estaban facilitando una reunión entre Yuuri y el barón. Así que cuando vieron lo que realmente estaba planeando, intentaron ayudarla a escapar.

—Es precisamente porque no mostraron ni una pizca de malicia que te engañaron tan fácilmente —dijo Ernest, con los ojos fijos en la bruja cuando finalmente cayó en cuenta de la verdad.

Estaba lejos de su habitual personalidad alegre. Esa naturaleza festiva lo hacía parecer gentil y amable. Como todo era una broma con él, le daba una salida si se sentía incómoda. Pero no había ningún indicio de esa gentileza ahora. La estaba dejando sentir el peso de la cantidad de problemas que le había causado y de lo preocupado que había estado.

Había mentido cuando dijo: “No estoy enfadado contigo”. Estaba enojado. “Pobrecita, tienes las mejillas magulladas”. 

Yuuri sabía que, por mucho que quisiera, no podía apartarse de su mano ni evitar su mirada.

—¿No quieres que te toque?

—Eres un poco aterrador en este momento. Pero…

—¿Pero qué?

—Pero estás aquí conmigo, así que no quiero perder ni un segundo de mi tiempo contigo… Lo odié. Eres el único que quiero que me toque o me llame por mi nombre… por eso… por eso…

Yuuri enterró la cara en el pecho de Ernest. Tan pronto como lo hizo, sintió que todos sus horribles pensamientos y sentimientos se borraban del mapa.

—Es cierto. Eres mía y solo mía —proclamó Ernest, afirmando su declaración una vez más.

Fue muy arrogante de su parte. Pero Yuuri era suya, porque era tan frágil que moriría sin él.

¿Realmente era por su vampirismo? ¿O por sus sentimientos por él? No podía estar segura. Pero quería darle todo lo que él siempre quiso. Y al mismo tiempo, quería que todo lo que él era fuera suyo también.

Decidió que este era el momento. Ya no debería haber secretos entre ellos.

—Hay algo que nunca he compartido contigo… ¿puedo decírtelo ahora?

Si no estaba para darle su sangre, moriría.

La había aterrorizado contarle la carga que recaía sobre él.

Pero se sentía como una traidora por haberlo ocultado por tanto tiempo.

Ernest siempre había sido tan comunicativo y considerado con ella. Siempre se aseguraba de que supiera exactamente cómo se sentía. Decidió hacer lo mismo por él.

—De acuerdo.

Le mostró su sonrisa habitual por primera vez en el día.

—Para aquellos que descendemos de los vampiros…

Justo cuando estaba a punto de decírselo, sintió que había alguien en el pasillo. Tarrah llamó a la puerta, informándoles de un visitante.

—Hablaremos esta noche.

El comandante Conquest había llegado a entrevistar a Yuuri y Rosie.

Ernest había prometido que hablarían esta noche, pero Yuuri temía que su valor se desvaneciera mucho antes.

♦ ♦ ♦

Yuuri y Ernest se dirigieron hacia el salón en el primer piso para hablar con el comandante Conquest. Cuando entraron, vieron a una mujer con gafas sentada a su lado. Llevaba un uniforme parecido al de la policía militar y se presentó como la secretaría militar Ashleigh Lind.

—Me pidieron que acompañara al comandante con la esperanza de que tener a otra mujer en la habitación pudiera hacerla sentir más cómoda. Pensamos que estar sola en una habitación con el comandante Conquest podría ser demasiado pedir.

—Gracias por su consideración.

No tenía miedo del comandante. Pero después de una experiencia tan horrorosa estaba agradecida de tener otra mujer presente. Especialmente porque el comandante estaba siendo su habitual yo taciturno.

Ashleigh se hizo cargo y la puso al corriente de todo, incluída la condición de Dan. Tenía algunas costillas rotas, pero su vida no estaba en peligro.

Mientras tanto, Rosie estaba en otra habitación en la mansión de Ernest, hablando con otro miembro de la policía militar. Los involucrados en el incidente en la mansión del barón Thewlis habían sido detenidos.

—Incluso si van a la cárcel, probablemente salgan pronto. Haría bien en tener cuidado, conde Selden.

—Soy muy consciente de ello. Pero su padre al menos debería tener la suficiente sensatez de controlarlo por un tiempo… Y no se preocupe, no cometeré el mismo error otra vez.

—Eso es todo lo que importa.

Quien debería haber tenido más cuidado no era Ernest, sino Yuuri.

Recordó todo lo que había sucedido hasta ahora, especialmente en el momento en que le dijo que su bienestar no era de su incumbencia.

Pero incluso el comandante Conquest podía ver la verdad que ella no podía.

Sabía que no quería volver a ser bruja y cliente.

La molestaba pensar que un completo desconocido se había dado cuenta de lo importante que era para Ernest antes que ella. Todavía no estaba preparada.

Mientras hablaban, un sirviente llegó con una citación urgente, convocando a Ernest al palacio inmediatamente.

—Lo siento, pero están sucediendo muchas cosas en este momento. ¿Puedes manejarlo desde aquí?

—Sí. Ten un buen viaje.

—Comandante, señorita Lind, les dejo el resto.

Después de que Ernest se fuera, le preguntaron sobre los acontecimientos que la condujeron a la propiedad del barón Thewlis. El comandante sabía todo lo que sucedió después de que el barón entrara al salón.

Les contó cómo Rosie y Dan habían visitado su tienda y cómo se había visto envuelta en su pelea. También reveló que había aceptado servir como testigo de su pagaré sin la debida consideración.

Terminaron de interrogarla allí, con la intención de escuchar el resto de Dan.

—Sin embargo, ese conde Selden ciertamente es un hombre audaz al entrar en la oficina del comandante y exigir el uso de sus tropas de esa forma. No pude creer que el comandante simplemente cediera de inmediato.

—¡Silencio! No cedí. Sólo sentí que debería ser flexible con él, eso fue todo.

Como contó la señorita Lind, Ernest obligó a Conquest a prestarle a sus hombres. Pero eso iba en contra de las normas, por lo que lo enmarcaron como una “visita amistosa”. Después de todo, la policía militar no podía actuar en un caso como este sin pruebas.

—¿Uhm, Lord Ernest le causó muchos problemas, comandante? Parece que hizo muchas peticiones irrazonables.

—¡Lo hizo!

—Lo lamento muchísimo.

—No tiene nada de lo que disculparse, señorita Watoh. El conde tiene suerte de que no tenga un recuento de sus acciones. [2]

—Comandante, sus bromas son terribles.

—No he contado una broma en mi vida.

—Uhhuh.

El comandante Conquest normalmente era un hombre taciturno y sin sentido del humor. Pero con Ashleigh aquí, era diferente. Su forma de hablar y su actitud podrían no haber cambiado. Sin embargo, hoy parecía más amable de alguna manera. Ella parecía servir como el personaje serio para sus payasadas discretas.

Verlos a ambos la hizo sentir mejor. Los observó con una sonrisa. Ambos demostraban ser la pareja perfecta de jefe-subordinado.

—Bueno, deberíamos irnos. ¿Planea pasar la noche aquí? Si necesita regresar a casa, podemos escoltarla.

—Ah, uh… mm, debería esperar hasta que Lord Ernest regrese.

Después de todo, Yuuri no vivía en esta mansión. Y no era normal que una mujer soltera y sin parentesco se quedara a pasar la noche como ella. Pero no podía simplemente irse sin decirle nada mientras no estaba.

—Es cierto. El conde Selden ha estado ocupado con los preparativos para su viaje, resolviendo todos sus asuntos, etc. Espero que regrese pronto.

—¿Preparativos para qué viaje? —preguntó por instinto.

Conquest y Ashleigh palidecieron como si acabaran de decir algo que no deberían haber dicho.

—Ah, bueno…

—¿Resolviendo qué asuntos? ¿Se va por un período prolongado de tiempo…?

Esto no era la clase de cosas que debería haber escuchado de desconocidos. Si Ernest se negó a decírselo, tal vez fue porque no quería que lo supiera.

Lo entendía, pero él no estaba allí para preguntarle.

—Pensábamos que lo sabía. Fue una metedura de pata de mi parte.

—¿A dónde va? ¿Es para otra investigación secreta?

—No, este es un asunto público.

—Entonces no pierde nada con contármelo, ¿verdad? No debería necesitar su permiso para decírmelo. —Yuuri no se lo estaba pidiendo, los estaba presionando para que continuaran.

—Yo, uh, supongo que tiene razón… El conde Selden está siendo trasladado a Fosdan para trabajar como nuestro embajador ahí. Se irá dentro de tres meses.

—Ya veo. ¿Por cuánto tiempo?

—Depende de cómo procedan las negociaciones. Probablemente no regresará por al menos medio año.

Medio año sin beber la sangre de Ernest era una sentencia de muerte para ella. No le había dicho que no podía beber la sangre de otra persona o que prefería la muerte a estar lejos de él. Este debe ser su castigo por no ser abierta con él.

—Gracias por decírmelo. Lo extrañaré, pero no hay mucho que pueda hacer si es por trabajo. Pero para que no me lo dijera… puede ser muy cruel… Que triste.

Yuuri no estaba segura de qué historia contaban su postura y expresiones, pero esperaba que sus palabras al menos fueran suficientes para ser convincente.

Vio al comandante y a la secretaria tan lejos como la entrada de la mansión.

—Se ve mal. ¿Está bien? —preguntó Ashleigh, mirando su rostro.

—¿Yo? Supongo que estoy cansada por todo lo que sucedió. Pero estoy bien.

Tan pronto como bajó la guardia, todas sus dudas y ansiedad se abrieron camino hasta su rostro. Trató de recobrar la compostura y obligarse a sonreír.

—Por favor, descanse un poco.

—Bueno, nos iremos ahora.

Después de que se marcharan, Yuuri descansó en su habitación de invitados habitual. Había sido un día complicado, y se sentía a gusto bajo la atenta mirada de Tarrah y las otras doncellas.

Una vez que Ernest regresó a casa, lo acompañó en la cena. Él descubrió inmediatamente que algo andaba mal. Pero ella se negó a revelar las ansiedades que pesaban tanto en su corazón.

En cambio, dijo que sólo estaba angustiada por los acontecimientos que tuvieron lugar en la mansión del barón Thewlis. Sin embargo, la verdad era que se había olvidado casi por completo de los acontecimientos del día a favor de sus preocupaciones por perderlo.

Para calmar sus temores, Ernest insistió en que estaba fuera de peligro una y otra vez. Podía volver a casa sin miedo. El barón estaba en un lugar donde nunca podría volver a lastimarla.

Como el sol ya se había puesto, pasaría la noche en la finca de Ernest y regresaría a su casa a la mañana siguiente.

Ernest le pidió que reanudara su conversación de antes, pero mintió y dijo que estaba demasiado cansada.

♦ ♦ ♦

En cuanto regresó a su tienda, Yuuri se acurrucó en su cama y cerró los ojos. Normalmente dormía bastante bien, pero anoche, apenas pudo pegar ojo.

Fue porque la realidad se había derrumbado ante ella sin previo aviso.

Simplemente se quedó recostada ahí, persiguiendo la eternidad que ella y Ernest pensaron que tendrían.

Se dormía de vez en cuando, hasta el punto en que no podía decir cuándo estaba dormida y cuándo estaba despierta.

Él siempre había sido honesto con ella. Pero había sido miedosa, desconfiada, y le había ocultado sus verdaderos sentimientos.

¿Quizás debería conseguir un trabajo como una sirvienta o tal vez una consejera, y viajar con él…? 

Eso se sentía injusto para Ernest. Después de lo honesto que había sido con ella, ¿realmente iba a fingir que así era como quería que fueran las cosas entre ellos? Y con lo amable que era, probablemente no se quejaría.

Sin embargo, no tengo otra opción. 

¿Qué pasa si se lo decía y la rechazaba? ¿Qué pensaría de ella, sabiendo que temía estar separada de él o morir de sed? Pero le rompería el corazón si nunca se lo decía y se enteraba a posteriori. Esa posibilidad la lastimó más.

Tenía la intención de decírselo anoche, pero perdió el valor. Y pensar que la duda podía ser la debilidad de criaturas tan poderosas como los vampiros…

Yació allí, llena de preocupación bajo sus sábanas, cuando alguien llamó a la puerta. A la puerta principal de la tienda, para ser precisos.

—¡Yuuri! ¿Estás en casa?

Era Ernest. Ernest, que se suponía que estaba ocupado preparándose para irse del país. Yuuri tiró de colcha hacia su cara. Todavía no había ordenado sus pensamientos adecuadamente. Si lo veía ahora, no estaba segura de lo que diría. Se quedó completamente inmóvil, escuchándolo decir su nombre, esperando que se fuera.

—¿Estás enferma otra vez? Lo siento… pero voy a entrar —dijo. Oyó el ruido de la puerta al abrirse.

—¡¿Cómo…?!

Lo escuchó subir las escaleras e ir hacia su puerta. No tenía ningún lugar a donde correr y solo se quedó debajo del edredón cuando Ernest entró en la habitación.

—¡Ajá, lo sabía! Estabas fingiendo estar fuera, ¿verdad?

—¿C-Cómo… entraste?

Se suponía que su nueva cerradura era mucho más segura que la anterior. Entonces, ¿cómo entró?

—Ciertamente no con esto. —Ernest arrastró las palabras mientras hacía girar la llave en la cadena alegremente. Era exactamente como la llave que le había dado.

—Esa es mi…

Sus ojos se dirigieron a la pared. Su llave colgaba del gancho, donde pertenecía.

—No, esta es mía. Pensé que no te importaría que tuviera una, pero supongo que estaba equivocado. Lo siento.

La anterior cerradura era rudimentaria e insegura, así que Ernest había contratado a alguien para que la cambiara por una mejor. Tanto ese día, el día en que había estado enferma, y esa noche hace tres noches, había cerrado con llave la casa de Yuuri cuando se fue, asegurándose de que estuviera sana y salva. No habría podido hacerlo sin su propia llave.

Debería haberse dado cuenta antes, pero de alguna manera era casi demasiado obvio.

—¡Por favor, no te cueles en mi casa!

—¿Estabas llorando? Te ves horrible…

—¡No!

Yuuri trató de sonar amenazante, pero Ernest se acercó a su cama, sin inmutarse.

Intentó alejarse de él y terminó contra la pared.

—Escuché que el comandante Conquest habló más de la cuenta sobre cosas que no debería haber dicho anoche. Normalmente es muy taciturno, pero eso es porque cuando realmente abre la boca, generalmente mete la pata. Pensé que habías estado actuando extraña anoche. Su asistente, la señorita Lind, fue quien me lo contó.

—Sólo me dijeron que ibas a Fosdan. ¿Se suponía que no debía saberlo?

—Se suponía que no. No antes del momento adecuado —agarró su edredón y se lo quitó.

—¿El momento adecuado?

Se acercó a ella, la intensidad aterradora desapareció y besó suavemente el dorso de su mano. Luego levantó la cabeza y la miró a los ojos.

—¿Yuuri Watoh quieres casarte conmigo?

—¿Eh?

—¿Esa es tu respuesta?

Yuuri reflexionó durante veinte segundos sobre la pregunta.

—¡Pero yo…!

Ernest le tapó la boca con la mano antes de que pudiera a terminar.

—No lo hagas. Si me rechazas tan fácilmente, me romperás el corazón. Solo respóndeme a esto por ahora: me amas, ¿verdad?

Yuuri sacudió la cabeza con vehemencia. El amor no necesariamente equivale al matrimonio.

—Iba a contarte sobre Fosdan solo después de que hayamos salido apropiadamente y que hayas aceptado mi propuesta de matrimonio. Lamento que tengamos que hacer esto al revés. Quería pasar mucho más tiempo conociéndote, pero no me quedó más remedio. Quiero llevarte conmigo a Fosdan, como mi esposa… ¿Así que cuál es tu respuesta?

Ernest retiró lentamente su mano. Le dijo a Yuuri que no quería que lo rechazara tan fácilmente, ¿pero qué otra respuesta había?

—¡Ya sabes cómo me siento! ¡Pero no puedo! La relación entre tú y yo es inestable. Me sentiría culpable…

—Nuestras clases sociales son irrelevantes. Su Majestad me dio su permiso gustosamente, ya que eres la hija de comerciantes de renombre del extranjero.

—¿Pero qué pasa con mi condición…?

Si se casaban y tenían un hijo, era probable que él heredara algunos rasgos vampíricos, incluyéndolo en el linaje de su familia. Sería difícil para que ellos vivir una vida humana normal, como lo había sido para ella.

—¿Te refieres a la condición que te convierte en una mujer decidida, torpe y exagerada cuando eres amorosa? ¿Crees que esas cosas te hacen desagradable de alguna manera? Yuuri, tu abuela y tus antepasados se llevaban lo suficientemente bien con los humanos como para traerte a este mundo. Y, sin embargo, ¿crees que hay algo malo contigo exclusivamente?

—Pero…

Había estado segura de que nunca funcionaría porque Ernest era un noble. Por eso lo había rechazado con tanta vehemencia.

Siempre había tenido miedo de que con el tiempo se separaran, aunque era algo que nunca quería que sucediera. Pero ahora sus palabras la estaban persuadiendo. ¿Realmente podían estar juntos?

—Has sido mía y solo mía desde el momento en que bebiste mi sangre por primera vez. Si nos separamos, morirás, ¿verdad?

—¿Lo sabías? ¿Desde cuándo?

—Lo descubrí más o menos el día en que fuimos al cementerio. Estuve convencido después de ver cómo no reaccionaste ante la sangre del comandante Conquest. ¿No ibas a contarme eso anoche?

Lord Ernest siempre estás un paso por delante de mí…

Normalmente nunca podía saber cuándo bromeaba y cuándo hablaba en serio. Pero en este momento, estaba claro que hablaba completamente en serio.

En algún momento, Ernest la había descubierto por completo. Su amabilidad era inmensa, pero temía que, si se rendía, con lo débil que ya era su confianza, dejaría de ser la chica autosuficiente que siempre había sido. Pero tampoco podía soportar estar separada de él.

Yuuri no tenía más remedio que admitir la derrota.

—¿Tu respuesta es…?

—Te amo, Lord Ernest. Eres el único al que quiero, ahora y para siempre. Es cierto, debido al vínculo forjado en tu sangre, nunca podría estar separada de ti, pero es solo porque te acepté. El vínculo solo se forma después de haber elegido de quien estamos realmente enamorados. Te pertenezco, solo a ti…

Le besó mejillas, las cuales estaban manchadas de lágrimas. Luego su frente, justo por encima de su párpado. Cuando sus labios finalmente llegaron a los suyos, su corazón latía tan frenéticamente que temió que pudiera estallar.

Todavía no estaba acostumbrada a besarlo. Y temía que, sin estar intoxicada con su sangre, nunca se acostumbrara.

♦ ♦ ♦

Después de eso, Yuuri estuvo muy ocupada con sus propios preparativos.

Después de todo estaría acompañando a su esposo, el embajador, a Fosdan. Tenía mucho que aprender, así que le dieron una habitación en la mansión de Ernest.

Regresaba a su tienda esporádicamente para recoger sus cosas y limpiar. Afortunadamente Simon estaba tomando posesión de la tienda, por lo que todavía no tendría que despedirse de la casa que había compartido con sus abuelos.

Estaba exhausta. Sus mañanas estaban ocupadas con lecciones sobre todo lo que necesitaba para aprender a ser la esposa de un buen embajador. Sus tardes estaban dedicadas a las clases de baile.

Ernest la encontró en su habitación, bebiendo té, felizmente libre de las obligaciones del día.

Había estado luchando por tratar de organizar una boda respetable en solo tres meses. La mayoría de las bodas nobles tomaban para prepararse entre seis meses y un año. Y obtener la debida aceptación y permiso para emparentarse en la nobleza llevaba tiempo.

—Ningún hombre común podría lograr todo esto en tan poco tiempo. Supongo que soy así de increíble —alardeó Ernest, aunque la verdad era que había estado planeando esto mucho antes de proponerse a Yuuri. Incluso se había estado reuniendo con su padre desde que bebió de su sangre por primera vez.

—Ojalá que me lo hubieras dicho en lugar de haber hecho tanto a mis espaldas.

—Qué vergüenza, malvada bruja. Estaba tan locamente enamorado de ti que no pude contenerme, y ahí estás, deteniéndote y permitiéndome hacer el ridículo.

—Tú eres el malvado.

Esta vez fueran las palabras burlonas de Yuuri las que lo lastimaron. Pero simplemente se rio. Que lo llamara malvado en realidad lo hacía sentir orgulloso de alguna manera.

Tomó un sorbo de su té como señal de derrota.

En se momento, llamaron a la puerta. Una doncella entró un segundo después.

—¡Señora, ha llegado una carta para usted! —anunció una mujer, con el uniforme de sirvienta pulido, en un tono mucho más fuerte que la mayoría de los sirvientes.

Era Rosie, vestida con uno de los uniformes de doncella de la mansión.

—Por favor, deja de dirigirte a mí de esa manera. ¿Qué haces aquí, Rosie?

—¡El conde me contrató! ¡También iremos con usted a Fosdan!

Yuuri había oído que Ernest había contratado a Dan ya que ya no podría trabajar en la residencia del barón. ¿Pero por qué Rosie también? Le dirigió un mirada inquisitiva.

—Por seguridad. No quería que le pasara nada si ese asqueroso salía alguna vez e intentaba vengarse… Necesitaremos sirvientes cuando vayamos a Fosdan, ¿por qué separarlos?

Dan había recibido las indemnizaciones del barón por sus heridas. Pero no fueron suficientes para cubrir toda la deuda que el barón iba a pagar. Además, estaba desempleado.

Ernest se hizo cargo del resto de las deudas, con la advertencia de que Dan reembolsaría un poco de su salario cada mes. Pero como él tendría que venir a Fosdan, no podía obligar al hombre a dejar atrás a Rosie.

—Muy bien, entonces pondré su carta aquí.

Yuuri no estaba segura de si debería corregir a Rosie por su comportamiento ruidoso.

Sentía que alguien los observaba desde la puerta y levantó la mirada para ver a Tarrah de pie allí, furiosa.

—Rosie, ven conmigo ahora. Maestro, le pido disculpas, ella todavía está aprendiendo… Por favor, si nos disculpa.

Era inapropiado que Tarrah llevara nada más que una sonrisa frente al jefe de familia. Pero estaba claro como el día que Rosie necesitaba un buen sermón.

—Nunca es aburrido aquí, como puedes ver. ¿Es de tu familia?

—Sí. Les escribí sobre la boda… y…

Cuando todos se fueron, Yuuri pudo leer la carta tranquila. Pero su rostro se nubló y Ernest pudo adivinar de qué se trataba.

—¿Es tu madre?

Yuuri le había preguntado a su padre si su madre asistiría a su casamiento.

—Dijo: “¿por qué dejar que alguien que no puede compartir nuestra alegría nos amargue nuestro día especial?” 

—¿Estás bien con eso?

—Sí. Supongo que supe todo este tiempo que elegiría esto. Después de todo, dijo que nunca me aceptaría.

Era muy extraño. Durante la mayor parte de su vida, el hecho de que su madre la había rechazado fue como una carga que la acompañó toda su vida, pesando sobre su corazón.

Los niños veneraban a sus padres por encima de todos los demás. Así que si su madre la odiaba tanto, entonces ella realmente debe ser una criatura despreciable. Un monstruo.

Pero las palabras del hombre que amaba eran mucho más poderosas. Sabiendo cuán profundamente la amaba, que de hecho era encantadora, la liberó.

Su madre tampoco era justa ni perfecta. Y finalmente podía admitirlo. Así que ya no necesitaba ser regida por lo que esa mujer despiadada pensara de ella.

—¿Las cosas son diferentes ahora?

—Sí…

Para Yuuri, las palabras de Ernest eran su verdad. Porque le dijo que no era un monstruo, aunque era “decidida, torpe y exagerada en sus expresiones amorosas”, se sintió libre.

—Ohh. ¿Y por qué eres tan optimista de repente? ¿Te importaría decírmelo?

—No.

—Ya veo. Que lástima. De todos modos, me hago una idea. Por cierto, esta es tu habitación, para que la uses como mejor te parezca… por ahora.

—Muchas gracias.

¿Por qué estaba sacando el tema de la habitación de repente? ¿A qué se refería realmente?

Ernest le dirigió una mirada lastimada, aunque no estaba segura de lo que había hecho para molestarlo. Simplemente le había agradecido por permitirle usar la habitación.

—Eso no era lo que estaba esperando. Esta es una habitación de invitados y ya no eres una invitada, por lo que no tendrás que quedarte aquí para siempre. Solo prepárate para eso.

¿Esta habitación tenía una fecha de vencimiento? ¿Qué pasaría entonces? Ciertamente no iba a echar a su prometida de la mansión, entonces ¿a dónde iría? Después de que dijera “prepárate”, tuvo una idea de lo que estaba insinuando.

Ernest se llevó un mechón de su cabello color ébano a los labios. Sorprendida, trató de escabullirse, pero acabó atrapada por el reposabrazos. Siempre era tan intimidante cuando la acercaba de esa forma.

Seguramente era su derecho como su futuro esposo, pero aún así, quería esperar un poco más.

Estaba intentando escapar, pero terminó boca arriba. No lo quería más cerca, así que agarró su camisa y le dio un poderoso empujón.

—¡Ohh, hoy estás siendo muy agresiva!

No importaba lo que sucediera, Ernest tenía la extraña habilidad de reescribir cada situación a su favor.

Yuuri estaba tratando de zafarse de él para poder evadir sus avances, pero Ernest lo estaba interpretando como si estuviera tratando de quitarle la camisa.

—¡N-No, no es así! ¡Aléjate o te morderé…!

—Adelante.

Sus labios esbozaron una sonrisa traviesa mientras se desataba rápidamente la corbata.

—¡No importa, creo que pasaré por ahora!

No importaba cómo sus ojos se llenaran de lágrimas o cómo lo fulminara con la mirada, solo sonrió más alegremente. Por lo general, le daba una salida. Pero esta vez era diferente. ¿Era diferente porque estaba siendo más serio que nunca… o porque esto era exactamente lo que ella también quería?

Ernest no le dio tiempo para pensar al respecto.

♦ ♦ ♦

La esposa del conde Selden, la condesa Yuuri, era conocida como “La bruja devoradora de desgracia”. Cualquiera que tuviera problemas que necesitaran solución podía visitarla en la mansión. Pero para obtener la ayuda de la bruja, había dos reglas que uno debía seguir.

La primera era que todas las peticiones de ayuda debían pasar primero por el conde. Y la segunda, nadie debía pedir té de jazmín a la condesa.

El conde podía ser bastante celoso y no podía soportar ver a alguien más bebiendo el té de jazmín que su esposa hubiera preparado.

Si puedes lograr seguir esas dos reglas, la amable bruja de una tierra lejana devorará gustosamente tus desgracias.

Pero… ¿qué pasa con aquellos cuyas desgracias han sido devoradas…?


[1] Un pagaré es un documento por el que alguien se compromete a pagar cierta cantidad de dinero en un momento determinado.

[2] Conde en inglés es “Count” y cuando el comandante dice “recuento” utiliza la palabra “Recount“, así que lo que hace es jugar con la palabra “count” y “recount“.

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