La Emperatriz se volvió a casar – Capítulo 107: El shock de Sovieshu

Traducido por Adara

Editado por Sakuya


Nunca imaginé que algún día me alojaría en el Palacio del Sur, reservado para huéspedes distinguidos.

Al contemplar la habitación preparada para la Reina del Reino Occidental, no pude evitar reírme. Uno no sabe realmente lo que le depara el futuro. Era inimaginable hace un año o incluso hace unos meses.

Dejando a un lado mi inquietud, primero me quité los guantes y también la sofocante ropa de abrigo. Luego, deshice mi equipaje para ponerme algo más cómodo y elegante. Por último, llamé a una asistente para que organizara el resto de mi equipaje.

Mientras estaba sentada en la cama, Rose y Mastas llegaron después de terminar de organizar sus propias cosas. Laura y la condesa Jubel no estaban presentes, porque les ordené que descansaran en sus respectivas casas mientras estuviéramos en la capital.

—Se me hace raro que no estemos las cuatro juntas —refunfuñó Mastas nada más llegar como si echara de menos a Laura, alguien con quien se llevaba muy bien.

Rose sonrió malhumorada, ella también parecía haberse hecho muy amiga de la condesa Jubel.

—Es verdad.

Pasando todos los días juntas, era inevitable que se hicieran íntimas. Probablemente por eso las damas de compañía de Christa se mantenían cerca de ella. Sin embargo, el tiempo que pasábamos a solas era corto. Porque todos las nobles del Imperio del Este, que habían estado a mi lado como damas de compañía, vinieron a visitarme poco después.

—¡Condesa Eliza!

Entre ellas estaba la condesa Eliza, que había sido mi dama de honor.

—¡Su Majestad la Emperatriz! —La condesa Eliza, que me llamaba como de costumbre, parpadeó avergonzada nada más hablar. Entonces las demás damas de compañía estallaron en carcajadas y ella sonrió torpemente.

Al cabo de un rato llevamos dos mesas al salón, donde nos reunimos para tomar unos aperitivos y café.

Hacía mucho tiempo que no nos veíamos, así que teníamos mucho de qué hablar.

—Me estoy adaptando bien. La señorita Rose y la señorita Mastas aquí han sido un gran apoyo para mí, además me he reencontrado con mi hermano ahí.

—¿Qué hay de Su Majestad Heinley? ¿Cómo va su relación?

Cuando sonreí torpemente en lugar de contestar, las caras de las damas de compañía del Imperio del Este se volvieron feroces.

Sacudí las manos rápidamente, y Rose contestó antes que yo.

—Aunque no sé lo buena que es su relación, cuando están juntos parecen… muy felices.

Se sonrojó al hablar. Probablemente estaba pensando en el incidente del carruaje.

Las damas de compañía sonrieron e intentaron indagar un poco más.

—¿Por qué? ¿Qué has visto?

—¿Su Majestad Heinley trata muy bien a nuestra Navier?

Rose sonrió incómoda, como si le resultara difícil seguir hablando del tema. Pero no hizo falta que contestara porque Heinley en persona vino a mi habitación.

—Saludos a Su Majestad el Rey del Reino Occidental.

Las damas de compañía le saludaron sorprendidas, Heinley esbozó la característica sonrisa de mascota y agitó la mano. Luego se acercó a mí y me preguntó:

—¿No descuidas demasiado a tu esposo? Me he pasado porque estaba celoso, reina.

Mis antiguas damas de honor se sobresaltaron.

Cuando envié una mirada fulminante a Heinley para que dejara de decir tonterías, me miró con tristeza, extendió la mano y cogió la mía.

—Te echaba de menos.

Hablaba como un enorme cachorro sediento de amor, y oí a las damas de compañía jadear al mismo tiempo. Sin embargo, fruncí el ceño.

Independientemente de cómo se comportara cuando estábamos solos, seguía siendo el rey de un país. ¿No debería comportarse con más dignidad delante de otras personas?

Señalarlo aquí dañaría su imagen, así que al final me limité a sonreír con expresión forzada.

♦ ♦ ♦

Pasé el resto del día tranquilamente compartiendo con mis damas de compañía y al día siguiente también.

Cuando era la Emperatriz, rara vez pasaba un día entero relajándome porque siempre tenía trabajo que hacer. Ahora que ya no lo era, podía descansar de este modo en el Palacio del Imperio del Este.

Era irónico, pero intenté no mostrarlo y me limité a sonreír.

Por fin llegó el día previo a la boda.

Hasta ayer, había estado disfrutando del tiempo con mis antiguas damas de compañía. Pero hoy, de repente, se me ha agarrotado la lengua y mi inquietud se ha intensificado.

Me paseé de un lado a otro de mi habitación y luego salí a dar un paseo. Inesperadamente, Heinley estaba cerca, así que decidimos dar un paseo juntos.

Mientras paseábamos en silencio, pasamos por el lugar donde había paseado con Heinley cuando aún era la Emperatriz.

—¿Te acuerdas? —preguntó Heinley con una sonrisa, pensando lo mismo.

—Pasábamos por aquí hablando del cumpleaños de mi Reina.

—Me acuerdo.

—Reina trató de alimentarme con insectos.

Oh, es verdad.

No sabía que Heinley era Queen por aquel entonces. Me reí pensando en eso.

—¿De verdad estabas tan sorprendido?

—Incluso ahora ver insectos me asusta.

—En ese momento, dijiste que los pájaros occidentales comían comida cocinada, ¿verdad? Parecías sorprendentemente aterrorizado.

Heinley sonrió tímidamente. Me hizo gracia que Heinley, que siempre estaba tan seguro de sí mismo, mostrara signos de debilidad, así que bromeé con él.

—¿A Queen no le dan miedo los insectos?

—En absoluto.

Ante mi alarde, Heinley aplaudió y exclamó admirado.

—¡Es genial!

—Por supuesto.

—Así que si tenemos una cita por la noche y aparece un insecto, Queen puede encargarse.

Heinley puso una expresión de susto.

—Excepto por los insectos, yo me encargo de todo.

—Eso…

Cuando lo miré, sintiéndome ligeramente preocupada al pensarlo, Heinley sonreía de forma extraña.

Era obvio que sabía que estaba mintiendo. Avergonzada, sonreí mientras me mordía los labios.

Cuando llevábamos un rato hablando, sentí una pesada mirada sobre mí. Cuando estaba a punto de preguntarle a Heinley qué comía cuando se convirtió en pájaro, giré la cabeza hacia el lugar de donde provenía la mirada.

Era Sovieshu.

Verlo me hizo recordar nuevamente el pasado. Por aquel entonces, caminaba junto a Heinley mientras hablábamos de Queen, y Sovieshu apareció igual que ahora.

¿Será esta vez igual que antes?

Era un poco ridículo pensar eso, así que me limité a saludar a Sovieshu con una leve sonrisa mientras se acercaba.

—Es un placer ver a Su Majestad el Emperador del Imperio del Este.

Sovieshu permaneció inmóvil con los labios firmemente cerrados sin responder a mi saludo, mirando entre Heinley y yo con expresión enfadada.

—Rey Heinley, ¿podría permitirme un momento a solas con Navier?

En lugar de dar un paso atrás, Heinley se negó en redondo.

—Lo siento. Pareces un poco enfadado… No puedo dejar a mi esposa junto a otro hombre que está molesto, aunque sea Su Majestad quien lo pida.

El rostro de Sovieshu se puso aún más rígido.

—¿Otro hombre?

Tras mirar en silencio a Sovieshu durante un momento, Heinley dijo con una sonrisa: —Navier es mi esposa.

“—La Emperatriz es mi esposa, no la guía turística del príncipe”.

Las palabras de Heinley se solaparon con las de Sovieshu de hacía unos meses.

La cara de Sovieshu se torció como si hubiera tenido el mismo pensamiento. Pero, independientemente de sus intenciones, Heinley tenía razón.

En aquel entonces, Sovieshu había trazado una línea muy clara entre Heinley y yo, porque éramos desconocidos. En esta ocasión, Sovieshu y yo éramos los extraños.

—Navier, tengo algo que decirte. —Sovieshu me habló sin siquiera mirar a Heinley.

—Adelante, Su Majestad.

—Sólo nosotros dos.

Aunque éramos desconocidos, sentía curiosidad por lo que quería decirme, así que me habría gustado oírlo. Además, Sovieshu no sólo era mi ex esposo, sino también el emperador de un poderoso país.

La relación entre nosotros y Sovieshu ya era mala. No había necesidad de rechazarlo de plano.

Cuando volví la cabeza para insinuárselo a Heinley, me miraba con la misma expresión que tenía entonces. La expresión de… un golden retriever triste. Parecía que iba a sacudir la cola y empezar a lloriquear si me iba. Al ver esa expresión, no pude soportar dejar solo a Heinley para irme con Sovieshu.

Al final, cambié de opinión.

—Mis disculpas, Majestad. Si no es un asunto urgente, mi deber ahora mismo es estar al lado de mi esposo.

Estaba a punto de decirle que si tenía algo que hablar conmigo, podía ser en otro momento, pero entonces Sovieshu gritó con una expresión extraña.

—¡Navier!

Su reacción fue aún más extraña, como si le doliera que fuera yo quien le engañara.

Sovieshu me miró con cara de estupefacción, luego miró ferozmente a Heinley, se dio la vuelta y se marchó.

Suspiré y miré fijamente a Heinley, que se aferraba a mi mano con las dos suyas.

—¿Estás bien?

Cuando pregunté preocupado, Heinley asintió con la cara enrojecida. Luego dobló las rodillas y apoyó la cabeza en mi hombro.

♦ ♦ ♦

Cuando llegó el día de la boda, el ajetreo se palpaba desde la mañana.

Aunque estaba en el Palacio Sur, el caos era el mismo.

Durante el día habría boda y procesión. Por la noche habría un banquete nupcial.

Debido a la apretada agenda y a la afluencia de distinguidos invitados de todo el mundo, todo el mundo en el Palacio Imperial parecía ajetreado preparándose.

Yo también empecé a prepararme temprano por la mañana, Rose y Mastas estaban aún más ocupadas preparándose mientras me ayudaban también.

En particular, Rose, que instaba a Mastas a comportarse “como una dama”.

—¡Deja esa lanza aquí, por favor!

—¡La lanza es la base de una dama!

—¡No! ¡No es ni la base de una dama ni la de un caballero! ¡Ni siquiera un caballero asiste a una fiesta con una lanza encima!

En ese momento, llegó alguien enviado por la condesa Eliza.

—Reina Navier, la condesa Eliza me ha pedido que le informe de que el vestido de novia de Rashta es muy glamuroso.

Al oír esto, miré el vestido que había decidido llevar.

Era moderadamente glamuroso.

Lo había elegido porque pensaba que, si acudía con uno sencillo después de volver a casarme con el rey de otro país, la gente pensaría que estaba acomplejada. Pero, en cuanto oí las palabras del mensajero de la condesa Eliza, cambié de opinión.

—Por favor, transmite mi agradecimiento a la condesa Eliza.

Le di al mensajero una moneda de oro y agradecí a la condesa Eliza su consideración.

Los vestidos de novia suelen ser glamurosos. Sin embargo, la condesa Eliza incluso envió a alguien para informarme sobre el vestido, lo que significaba que Rashta llevaría un vestido increíblemente glamuroso.

En este escenario, si ambas lleváramos un vestido glamuroso, pareceríamos dos pavos reales.

—Será mejor que me ponga este vestido.

Elegí un vestido liso que había traído por si acaso.

♦ ♦ ♦

Cuando terminé de arreglarme, me reuní con Heinley para ir al salón de bodas.

El salón de bodas estaba espléndidamente decorado, el esfuerzo de Sovieshu era evidente en todas partes. No estaba todo incrustado de joyas como en el Reino Occidental, pero la factura seguía siendo impecable.

Especialmente los pilares con magia grabada que brillaban de forma natural, eran realmente asombrosos.

Sovieshu… ¿Hizo tales preparativos para Rashta, sólo para hacerla Emperatriz durante un año?

Qué mentira tan absurda.

Cuando pensé en Sovieshu, que estaba perdidamente enamorado de Rashta, presionando a sus subordinados para los preparativos de la boda, una comisura de mi boca se curvó de forma natural.

Me alegro de no haber respondido a esa carta.

En cualquier caso, debido a los problemas por los que había pasado Sovieshu, los ojos de los presentes no estaban tan centrados en mí. Escuchaba murmurar a la gente, pero nadie se acercó a mí.

Me senté junto a Heinley en los asientos reservados a los invitados distinguidos, con la esperanza de que la boda transcurriera con rapidez.

Al cabo de media hora, sonó la gran campana de plata colgada en la parte delantera del salón de bodas. Entonces, el Sumo Sacerdote salió por una pequeña puerta situada junto al estrado.

Parecía más cansado que el día del divorcio, como disgustado por las repetidas visitas al Imperio del Este. Su expresión se volvió aún más peculiar cuando me vio.

Le saludé, inclinándome ligeramente con una sonrisa, pero el Sumo Sacerdote negó con la cabeza, sonriendo forzadamente.

La sala quedó en completo silencio ante la presencia del Sumo Sacerdote.

Desplegó el pergamino que sostenía y recitó: —Que entren los novios.

Entonces, la pequeña campana situada junto a la campana de plata sonó, tras lo cual la “Puerta de la Novia” y la “Puerta del Novio” se abrieron simultáneamente.

Las dos puertas estaban en direcciones opuestas, los novios entraban por caminos separados, que se unían en el centro para formar un único camino. Era una formalidad que simbolizaba que los novios, que habían recorrido caminos distintos, recorrerían ahora el mismo camino a través del matrimonio.

Sovieshu, que salió por la puerta del novio, tenía tan buen aspecto como siempre. Un hombre apuesto, imponente y digno.

Incluso en esta situación absurda, parecía muy elegante. Miraba fijamente a Rashta, sin volverse a mirarme ni un segundo.

Seguramente eran muy felices.

Rashta también estaba guapa y elegante.

Su aspecto, que ya era asombroso cuando nos conocimos, ahora parecía una luna perfectamente blanca, quizá por el cariño de Sovieshu o por la deliciosa comida del Palacio Imperial.

Sin embargo, en el momento en que Rashta se cruzó en su camino y se colocó junto a Sovieshu. Su vestido, que había estado cubierto por las sillas y los invitados, quedó totalmente al descubierto, y me sorprendió tanto que mis ojos se crisparon.

¿Qué llevaba puesto?

El vestido de Rashta no era sólo glamuroso.

No, aunque ignorara el vestido, ¿qué eran esos accesorios que llevaba en los brazos y en el pelo? Con todo eso, parecía más bien un árbol de Navidad.

Mirando de nuevo a Sovieshu, su expresión era diferente a la de hace un momento. No tenía una expresión feliz cuando vio a la novia. Tenía una expresión ligeramente enfadada con la mandíbula tensa.

Sovieshu no miró a Rashta con emoción, sino desconcertado. Si la diseñadora estuviera delante de él ahora mismo, probablemente le estaría reclamando por vestir así a Rashta.

Se oyeron risas débiles por todas partes. Los arrogantes nobles parecían burlarse del vestido de Rashta.

Rose también murmuró en voz baja.

—No puedo creer que lleve algo tan gracioso con esa cara. ¿Tenía originalmente ese tipo de gusto, Majestad?

Esto me hizo pensar en la ropa que llevaba Rashta cuando aún era la Emperatriz. Llevaba sobre todo ropa blanca, evitando los diseños glamurosos.

Por eso, Rashta parecía una encantadora flor silvestre, entre todas las flores extravagantes. Su aspecto resultaba refrescante para la nobleza, y también servía de fuerte atractivo para que Rashta se estableciera en la alta sociedad.

Pero, en su día más importante, apareció de la nada con un vestido tan ridículo… de todos modos, la propia Rashta tenía cara de satisfacción.

Al pasar a mi lado, esbozó una sonrisa confiada que hablaba por sí sola, como si hubiera ganado.

En medio de esta absurda situación, Rashta y Sovieshu caminaron juntos y se detuvieron frente al Sumo Sacerdote.

En ese momento, el Sumo Sacerdote preguntó mientras abría el libro sagrado.

—Acepta Sovieshu Vict, Emperador del Imperio del Este, ¿casarse con Rashta Isqua?

—Acepto.

—¿Acepta Rashta Isqua casarse con el Emperador del Imperio Oriental, Sovieshu Vict?

—Acepto.

—Firme aquí.

Después de que Rashta y Sovieshu firmaran el acta matrimonial, el Sumo Sacerdote guardó el papel dentro del libro sagrado, proclamando el nacimiento de una nueva pareja de emperadores en el Imperio Oriental.

Los presentes aplaudieron, y Sovieshu se dio la vuelta, mostrando una amable sonrisa. Aunque su vestido era ridículo, la sonrisa de Rashta era más brillante que nunca.

Ambos parecían muy felices. Parecía una escena de cuento de hadas.

Mirando a esta hermosa pareja, pensé: “Espero que no sean felices”.

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