La Emperatriz se volvió a casar – Capítulo 113: No me dejes

Traducido por Lucy

Editado por Sakuya


Después de la breve fiesta del té, Rashta llamó al Duque Elgy, le contó lo sucedido y le preguntó enfadada.

—Hoy hice lo que dijiste, ¿por qué habló así?

Fue el Duque Elgy quien le aconsejó qué decir en las entrevistas.

En aquel entonces, Rashta había seguido su consejo pensando que sería lo mejor. Sin embargo, se enfureció cuando el marqués Farang hizo un comentario sarcástico sobre sus comentarios, y muchos de los nobles parecían estar de acuerdo con sus palabras.

—¿Le dijiste a propósito a Rashta las respuestas equivocadas?

Ante la pregunta de Rashta, el duque Elgy sonrió como si no hubiera oído bien.

—¿Qué?

—Si no es así, ¿por qué todo el mundo está siendo tan… grosero con Rashta?

Los ojos de ella se llenaron de lágrimas mientras hablaba con tristeza. Era la primera fiesta de té que organizaba y se sentía muy feliz. Había trabajado mucho para conseguirlo.

La primera fiesta de té para acercarse a todo los nobles se había arruinado.

Quedaban más nobles que los que seguían al Marqués Farang. Pero después de que el marqués y algo más de un tercio de los nobles se marcharan, el ambiente entre los restantes era muy extraño.

Aunque muchos intentaban animarla hablando mal del marqués Farang, otros muchos intercambiaban miradas entre sí y se reían. La atención de Rashta se centró en estos últimos.

—Ah, es solo eso. —El duque Elgy sonrió.

Aunque Rashta estaba muy enfadada, el duque tenía una actitud indiferente, como si su enfado fuera irrelevante.

Cuando Rashta le fulminó con la mirada, el duque Elgy dijo con una sonrisa.

—Sigues siendo ingenua. ¿Esperabas que todo el mundo mostrara una reacción favorable hacia Su Majestad la Emperatriz?

—¿Qué quieres decir…?

—Su Majestad la Emperatriz tuvo que elegir entre nobles y plebeyos.

El duque Elgy miró a Rashta con expresión de: “¿Lo entiendes?”

—No estabas en condición de elegir a todos, así que la mejor opción eran los plebeyos.

Rastha gritó exasperada:

—¡Me dijiste que tendría el apoyo de los plebeyos, pero nunca me dijiste que me convertiría en enemiga de los nobles!

El duque Elgy permaneció imperturbable.

—La reacción de los plebeyos hacia la emperatriz Navier en el desfile y la reacción de los plebeyos hacia Su Majestad la emperatriz Rashta. ¿Has comparado las dos?

—Eso es…

—Esa reacción se obtuvo eligiendo a la mayoría de los ciudadanos, los plebeyos. Lo que pasó hoy también se debió a eso. No tienes que preocuparte. —El duque Elgy sonrió y la tranquilizó con suavidad—: La nobleza cambiará de opinión por el emperador Sovieshu y el bebé que pronto nacerá.

—¿En serio…?

—Por supuesto.

Rashta se sintió mucho más aliviada ante la segura respuesta del duque Elgy.

Una vez calmada, se sintió avergonzada y arrepentida. Estaba tan sorprendida de que el marqués Farang se hubiera marchado con poco más de un tercio de los nobles, que descargó su ira contra el duque.

—Lo siento —se disculpó con voz apenas audible—. Rashta estaba sensible antes, lo que pasó fue muy sorprendente.

—Lo sé. Te enfadaste en cuanto llegué.

—Yo… Lo siento mucho.

El duque Elgy respondió con una sonrisa.

—Está bien.

Sin embargo, ella sintió cierto distanciamiento en su actitud. Como si hubiera un muro entre ellos, nada parecido a la cercanía de antes.

—Hmm… Duque Elgy.

—¿Qué pasa?

—¿Por qué no llamas a Rashta “señorita” ahora? —preguntó ella, pensando que el distanciamiento que sentía con el duque Elgy podría deberse a esto.

Su forma de hablar era muy extraña. Hasta hace unos días, el duque Elgy la llamaba con cariño “señorita”. Era más accesible que ahora. Pero después de la boda, su actitud no era diferente de cuando trataba a otras personas.

—Solías llamar con cariño a Rastha, señorita. Señorita…

Cuando ella preguntó de frente, el duque Elgy sonrió, levantando un extremo de la boca.

—Ahora eres la Emperatriz, ya no puedo dirigirme así a Su Majestad.

—Ah.

—Es hora de mantener las distancias.

Rashta le miró atónita y exclamó sorprendida:

—¡No! ¡No existe tal cosa en nuestra amistad!

—Está decidido desde que lady Rashta se convirtió en Su Majestad la Emperatriz.

Por el contrario, el duque Elgy habló con tanta decisión que no se percibía ni una pizca de arrepentimiento.

Los ojos de Rashta se abrieron de golpe.

El duque Elgy era el único que le enviaba un regalo cuando ninguno de los nobles lo hacía. Por eso, ayer había decidido entablar una amistad sincera con él. Pero, ¿ahora tenían que mantener las distancias?

Era la única persona en la que Rashta confiaba de verdad.

—¡No puede ser! —Ella se sobresaltó y se acercó a él—. ¿Qué te pasa? ¿Te has enfadado? ¿Es porque Rashta estaba enfadada?

—¿Enfadado? ¿Cómo podría enfadarme cuando Su Majestad la Emperatriz tiene todo el derecho a preguntar?

—Entonces, ¿por qué de repente quieres distanciarte…? —Rashta le suplicó al borde de las lágrimas—. No hagas esto. Rashta no tiene a nadie más en quien confiar.

—¿No tiene a Su Majestad el Emperador?

—Rashta lo ama, pero Rashta no confía en él.

Los ojos de ella se abrieron de par en par, sorprendida por sus propias palabras.

Era algo en lo que siempre había pensado. Sin embargo, estaba asustada porque era la primera vez que eso salía de su boca.

Ella se puso nerviosa y se apresuró a apartar la mirada.

—Hmm, no es que Rashta no confíe en Su Majestad, es que…

El duque Elgy rio entre dientes y preguntó:

—¿Confías más en mí que en Su Majestad?

Por fortuna, no pareció parecerle mal.

Rashta asintió aliviada. Luego extendió las manos y dijo, tomando las del duque Elgy:

—Por favor, dirígete a mí con comodidad cuando estemos solos, ¿de acuerdo?

—Entonces, ¿debo seguir llamándola “señorita”?

—Solo… llámame por mi nombre, por favor.

El duque Elgy volvió a reírse:

—Nunca te he llamado solo por tu nombre. Ahora que eres la Emperatriz, ¿quieres que te llame solo por tu nombre?

Rashta asintió, apretando más fuerte sus manos.

Ha hecho tanto por mí, pero me enfadé por un momento y eso casi destruyó nuestra relación. No, y lo que es más importante, nunca imaginé que el duque Elgy diría “es hora de mantener las distancias entre nosotros”. Por supuesto, había pensado que siempre estaría a mi lado.

—Cuando estemos solos, podrás hacerlo, ¿verdad?

Una vez que Rashta preguntó con ansiedad, las esquinas de los ojos del duque Elgy se curvaron de forma extraña.

—¿Te parece bien?

Por encima del hombro de Rashta, su expresión parecía la de una bestia saciada.

Pero ella no reparó en su expresión y siguió insistiendo.

—Cuando estemos solos, puedes hablar a tus anchas.

Una vez que terminó, ella hizo un sonido de “¿Eh?” para presionarlo a dar una respuesta.

Solo entonces la expresión del duque Elgy se relajó como de costumbre.

—Lady Rashta sabe cómo conseguir lo que quiere de la gente.

A diferencia de antes, ella no se sintió amurallada a pesar de que él utilizó un lenguaje respetuoso.

Rashta se sintió aliviada, pero volvió a presionarle:

—¿No te dije que podáis hablar a gusto?

—Te lo agradezco, pero cuanto más nos acercamos, más tenemos que seguir con la etiqueta.

Al oír las palabras de Elgy, Rashta se arrepintió aún más de haber sospechado de él antes, aunque solo fuera por un momento.

El duque Elgy es un hombre que no mezcla los asuntos públicos con los privados… ¿Cómo iba a dudar de un hombre así…?

Mientras se arrepentía, el duque Elgy preguntó con sutileza:

—Por cierto, lady Rashta, ¿cómo administra su dinero?

—¿Cómo administro mi dinero? —Rashta lo miró sorprendida por la repentina mención del dinero.

¿Quiere que le devuelva el dinero que le pedí prestado?

Podía devolvérselo ahora que se había convertido en emperatriz. Sin embargo, ni siquiera sabía cuánto dinero tenía ni cuánto podía utilizar ahora.

Al notar la expresión de sorpresa de ella, el duque Elgy le preguntó de forma casual.

—Ahora que eres la emperatriz, manejarás tu propio dinero, ¿verdad?

♦ ♦ ♦

Al día siguiente de la visita del duque Elgy, Rashta tomó una resuelta decisión y llamó al barón Lant.

Una vez que llegó, preguntó sin titubear:

—Cuando Rashta era concubina, el barón Lant administraba el dinero. ¿Se acuerdas?

El barón Lant respondió de inmediato.

—Por supuesto. Sigo siendo el encargado de administrar el dinero, Majestad.

El barón Lant mostró una expresión de preocupación mientras hablaba. Podía imaginar con qué propósito Rashta mencionó esto.

Quiere administrar el dinero ella sola…

Como era de esperar, ella abordó el tema.

—Ahora Rashta se ha convertido en la Emperatriz. Puedo parecer joven, pero ya soy mayor. Además, he estado estudiando mucho.

—Majestad.

—Ahora quiero manejarlo por mi cuenta. Es un derecho natural como emperatriz.

El Barón Lant respondió con una sonrisa incómoda.

—Pero, Su Majestad, primero se necesita la aprobación del Emperador.

—¿Se necesita la aprobación del Emperador? —Rashta se enfadó—. Los asuntos relacionados con el presupuesto del Palacio Imperial no están bajo la autoridad del Emperador, sino de Rashta. Así que la aprobación de Su Majestad no es necesaria.

—Eso es cierto.

—Entonces devuelva la autoridad a Rashta ahora, Barón Lant.

—Lo siento, Su Majestad. Es el Emperador quien tiene la última palabra en esto.

Cuando se dio cuenta de que Rashta estaba de verdad sorprendida, el Barón Lant dijo un poco avergonzado.

—Administrar el dinero es un terrible dolor de cabeza. Su Majestad no lo encontrará nada divertido.

—Todavía no lo he hecho, así que no sé si es divertido o no…

—Pero en este momento puede utilizar el dinero como desee, Su Majestad.

—Rashta quiere administrarlo todo ella sola.

Ante las decididas palabras de Rashta, el Barón Lant dijo con una sonrisa incómoda:

—De acuerdo, le preguntaré a Su Majestad el Emperador al respecto.

♦ ♦ ♦

Una semana antes de la boda, empezaron a llegar los distinguidos invitados. Sin embargo, al ser yo la novia no estaba ahí para darles la bienvenida.

Por supuesto, aunque esto me dejaba tiempo libre, aún tenía mucho que estudiar. Pero de vez en cuando, cuando oía sonoras carcajadas en los alrededores, no podía evitar que me palpitara el corazón.

La boda.

Después de la boda… me convertiré de verdad en la Reina del Reino Occidental.

Aunque ya era la Reina, a partir de entonces podría ayudar a Heinley cumpliendo mis deberes como tal. Sin embargo, había una parte de mí que estaba preocupada.

La noche de bodas…

Aunque tenía experiencia previa, no serviría de mucho en este caso.

De repente, me sentí avergonzada cuando me vino con vividez a la mente lo ocurrido en la noche de bodas.

¿Seré capaz de mirar a Heinley a los ojos después de la noche de bodas? Solo de pensarlo se me calentó la cara.

Además, él…

—¿Su Majestad? Su cara está muy roja. ¿Tiene fiebre?

Al oír la pregunta de Laura, cerré rápido el libro. Era absurdo, pero me avergonzaba la posibilidad de que Laura se hubiera dado cuenta de mis pensamientos.

—Hace un poco de calor en la habitación.

Levantándome de mi asiento, me acerqué a la ventana y la abrí de par en par. Laura me siguió e inclinó la cabeza mientras seguía hablando.

—Hace un día precioso. Ojalá sea así el día de la boda.

—Sí.

—Ahora todo irá bien, ¿verdad?

—Por supuesto.

—Ayer, la señorita Mullaney envió una maceta, y la duquesa Tuania, no, Lady Nian se abrió camino en la alta sociedad.

Al oír las palabras de Laura, eché un vistazo a la maceta de ageratum que había sobre el escritorio. Era la maceta que la señorita Mullaney había enviado ayer con el mayordomo, llena de flores de color púrpura claro.

Esta fue su respuesta: confianza. Aceptó mi oferta de aliarse con nosotros en secreto.

Además, como dijo Laura, Nian también se introdujo en la alta sociedad del Reino Occidental de forma segura, o mejor dicho, a la fuerza.

No negó los rumores que la rodeaban en el Imperio del Este. Al contrario, los aprovechó para convertirse en el tema principal de conversación, recibiendo invitaciones a fiestas de todas partes.

También utilizó su imagen de “mujer fatal” en lugar de ocultarla. Aprovechándose de ello, asistía a las fiestas con el rumoreado vizconde Langdel a su derecha y jóvenes nobles del Reino Occidental a su izquierda.

Al respecto, Rose expresó lo siguiente: “los nobles del reino Occidental quedaron por completo atónitos ante la aparición de esta audaz dama”.

¿De verdad todo irá bien?

¿Vendrá Sovieshu a la boda? ¿Rashta también? Solo espero que mis padres vengan.

Ahora que lo pienso… Sovieshu actuó de forma extraña.

¿Por qué Sovieshu me dijo eso?

Vuelve.

Me convertí en la primera emperatriz en volver a casarse, ¿pensó que quería convertirme en la primera emperatriz en volver a casarse dos veces?

Además, ¿por qué quería que volviera?

Él ama a Rashta e incluso se casó con ella, ¿verdad? Además, tendrán un hijo en unos meses.

En aquel momento me pareció ridículo, así que me limité a responder que no. Ahora, tenía mucha curiosidad por saber qué pasaba por su cabeza.

Creía conocer bien a Sovieshu, pero ahora no podía ni imaginarme sus razones. Pensar en ello me hizo sentir incómoda, así que me alejé de la ventana.

—Necesito un poco de aire fresco.

—¿Por qué no preparo algo de comer? Podemos hacer un picnic, Majestad.

—¿Deberíamos?

No tendría tiempo para esto después de la boda. Cuando por fin accedí con una sonrisa, Laura corrió emocionada hacia Rose.

—¡Preparemos el almuerzo para ir a divertirnos!

Salimos con una cesta que contenía pan blanco, queso, tres tipos de bocadillos y zumo de frutas.

Íbamos a un lugar soleado cerca del palacio independiente para comer y pasar el rato, pero tuvimos que parar de repente. Una persona había llegado ahí primero.

Era el Gran Duque Kapmen.

—Gran Duque.

Cuando le llamé en voz baja, giró la cabeza sorprendido. El Gran Duque Kapmen se levantó rápido y se puso el medallón que llevaba en la mano alrededor del cuello. Luego metió el extremo del medallón entre sus ropas y me saludó con una sonrisa rígida.

—Nos volvemos a encontrar.

—Eso es porque me quedo aquí.

—¿Aquí?

El gran duque Kapmen frunció el ceño y miró el palacio independiente a la distancia.

—¿Ese es el palacio de la reina? Parece un poco pequeño.

—Me quedo ahí por el momento hasta el día de la boda.

—Ahh —asintió el Gran Duque Kapmen y murmuró incómodo—. He estado por aquí desde que llegué al Reino del Oeste sin saberlo, así que nos hemos vuelto a cruzar.

Lo dijo con una sonrisa y con cara de sorpresa. Pero pronto sus orejas empezaron a enrojecer. Su racionalidad volvía a estar teñida por los efectos de la poción.

—Pero no importa. Al menos he podido verte así.

¡Thud!

A propósito, dejé caer al suelo la cesta que tenía en las manos.

El Gran Duque Kapmen parecía desconcertado.

Fingiendo que había sido un descuido, miré la cesta y pregunté a las damas de compañía.

—Toda la comida se ha echado a perder. ¿Podrían preparar más?

Aunque mis damas de compañía se miraron, se marcharon rápido con la cesta. Mientras se alejaban, se oía el débil sonido de sus pasos sobre la hierba.

Solo cuando estuvimos solos, le pregunté al Gran Duque Kapmen:

—¿Todavía no has contrarrestado los efectos de la poción?

—No es que no quiera contrarrestar los efectos de la poción. No puedo hacerlo.

El Gran Duque Kapmen murmuró algunas palabras apenas comprensibles. Parecía molesto, de seguro malinterpretando mis palabras. Pero de inmediato después de controlar su expresión, me preguntó con frialdad:

—¿Fue Heinley quien me invitó, o tú, Navier?

—Fui yo.

—Gracias. Me hace sentir muy feliz… ¿Por qué razón?

Ver al Gran Duque Kapmen primero susurrar con cara enrojecida, y luego continuar rígido, era muy extraño.

Sin embargo, ya había experimentado esto unas cuantas veces en el Imperio del Este, así que sabía de algún modo cómo los efectos de la poción afectan a su racionalidad.

Solía decir algunas tonterías y otras cosas sensatas. Le respondí, fingiendo no darme cuenta de sus tonterías:

—Te invité a que hicieras realidad el comercio con Rwibt que no era posible en el Imperio del Este.

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