La Emperatriz se volvió a casar – Capítulo 120: Dos hombres confundidos

Traducido por Lucy

Editado por Sakuya


Sin duda, se pasó de la raya.

Las caras de las damas de compañía que estaban a mi lado se pusieron rígidas. Al final, Mastas no pudo aguantar más, pero cuando estaba a punto de decir algo, se oyó una voz mezclada con risas.

—¿Lo dices como una persona con experiencia?

Era mi hermano.

Incluso antes de darse la vuelta, Rashta se estremeció al reconocer su voz. Sin embargo, se apresuró a mirar a mi hermano con expresión inocente.

[IMAGEN]

—¿Qué quieres decir?

Por suerte, yo estaba delante de ella, así que pude ver el cambio en su expresión.

Y lo que es más importante… ¿Estará bien mi hermano? ¿Perderá la paciencia aquí? 

Estaba un poco preocupada, pero por suerte, él respondió con una sonrisa.

—No significa mucho. Solo pregunto porque Su Majestad del Imperio Oriental habla como si ya hubiera tenido un bebé.

—No entiendo lo que quieres decir.

—No tiene un significado más profundo.

Mi hermano, que volvió a mencionarlo, añadió en tono de broma.

—No intento insinuar que Su Majestad la Emperatriz del Imperio del Este tenga un hijo oculto.

Aunque lo dijo en broma, era cierto. Tal vez por ello el rostro de Rashta se puso bastante rígido. Ella movió los labios como si quisiera preguntar si se trataba de una amenaza.

Pero no podía preguntar solo: “¿Me estás chantajeando?”.

En ese caso, lo estaría reconociendo como una debilidad. Al final, se vio obligada a sonreír y decir de la misma manera juguetona.

—Eres un poco grosero.

—¿Yo?

—Tus palabras tienen espinas.

—Mis palabras. ¿Qué hay en las palabras de una persona que llama infértil a la hermana de otro sin pensar? ¿Cuchillos? ¿Dagas?

—¡!

—Oh, ahora que lo pienso, dejé eso ahí.

—Ni cuchillos ni dagas… Además, Rashta no sabe lo que quieres decir.

Así hablaba Rashta en un principio… Aunque en apariencia sonreía, en realidad estaba muy nerviosa. Por fortuna para ella, nadie pareció darse cuenta de ese detalle.

—No, no es algo que Su Majestad supiera. Lo tenía en mi poder.

—¿Eh?

—Un documento importante con el nombre de la Emperatriz.

No creo que de repente esté hablando de un documento con mi nombre. El documento del que habla mi hermano debe tener el nombre de Rashta.

¿Qué tipo de documento ha perdido mi hermano? 

También desconcertada, ella preguntó.

—¿Un documento?

—Lo dejé por accidente en el palacio. Ah, claro, en el Palacio del Imperio del Este. Lo recordé ahora que vi a Su Majestad la Emperatriz.

Ella no parecía entender nada todavía. Aunque parecía reacia, no pudo responder de inmediato.

—Deberías buscarlo con cuidado. Parecía un documento importante.

Él sonrió y me miró, pero se fue a otra parte.

¡Ah!

El documento del que mi hermano hablaba ahora, ¿podría ser el certificado de trata de esclavos de Rashta?

♦ ♦ ♦

Mientras tanto, Heinley caminaba junto al Gran Duque Kapmen.

El ambiente entre ambos era extraño.

El primero estaba molesto e incómodo, mientras que el segundo tenía sentimientos encontrados, pensando en lo que haría.

¿De verdad debo ir tan lejos? Ella se entristecerá si lo hago, ¿todavía tengo que seguir adelante? 

Con cada paso que daba, la mente de Kapmen iba y venía como una moneda.

[¿Para qué me ha llamado? Es una molestia. Tengo que darme prisa en volver para estar al lado de Mi Reina.]

Sin embargo, se volvió aún más decidido al escuchar sus pensamientos.

Lo siguiente que vino a la mente de Heinley fueron los recuerdos de la noche de bodas, que terminaron por abrumar por completo su razón.

Los ojos de Kapmen se enrojecieron por completo una vez que se detuvo.

—¿De qué quieres hablar?

Cuando Heinley vio que Kapmen se detenía, preguntó con una sonrisa.

Seguía considerándolo una molestia, pero no tenía intención de ser como Sovieshu, que se dejó llevar por sus emociones y echó al Gran Duque Kapmen.

—Sé que estabas ocupado, te pido disculpas por haberte llamado para hablar a solas.

Habló con calma, ocultando sus verdaderas intenciones, y luego levantó dos de las copas de champán que un sirviente tenía en una bandeja.

Después de que el criado asintiera y se marchara, él le tendió una.

—No pasa nada. Estaba un poco ocupado. —Heinley aceptó el vaso que Kapmen le ofrecía—. Más importante aún, ¿qué puedo hacer por ti?

—Ah, me gustaría hablar sobre el comercio.

—¿Sobre el comercio?

Asintió, llevándose la copa de champán a los labios.

—Así es. Una vez terminadas las celebraciones de la boda, Su Majestad la Emperatriz Navier empezará a desempeñar su papel. Espero que el comercio con Rwibt sea una prioridad.

Le miró sin pensarlo. Su mirada descarada sacudió los sentidos de Heinley.

¿Por qué me mira así? Sintiéndose incómodo, volvió a bajar la copa de champán.

Le miraba muy fijo.

Kapmen se dio cuenta muy tarde de su error y sonrió, fingiendo despreocupación, pero Heinley extendió con astucia su copa de champán hacia él.

—¿Qué tal si intercambiamos las copas?

Él sonrió como desconcertado.

—Tienes gustos extraños.

—Estaremos entrelazados de muchas maneras en el futuro.

A pesar de su comentario, Heinley siguió ofreciéndole su copa de champán.

Kapmen intercambió su copa sin muchos problemas. A continuación, lo bebió de inmediato.

Al ver esto, el emperador sonrió con torpeza y se preguntó: ¿Estoy exagerando? 

Al oír sus pensamientos, el duque bajó la mirada y sonrió para sí mismo. Había vertido la poción en ambos vasos por si acaso. Así que el resultado sería el mismo aunque se intercambiaran.

Sin darse cuenta, Heinley bebió el champán aliviado. En ese momento, Kapmen se apresuró a marcharse a otro lugar, manteniendo la mirada baja.

—¿Kapmen? ¿Gran Duque?

Él lo llamó, pero éste no se detuvo.

Qué hombre tan extraño. Chasqueó la lengua mientras negaba con la cabeza.

—Um… ¿Su Majestad?

Christa se acercó entonces con cautela, llamándolo.

—¿Cuñada?

¿Por qué ha venido Christa aquí de repente?

Le miró sorprendido, y su corazón latió con fuerza en cuanto sus miradas se cruzaron.

Tragó saliva.

De repente se sintió atraído por ella, como si no pudiera quitársela de la cabeza. No pudo evitar llevarse la mano al pecho.

¿Qué demonios está pasando? 

Ella también tragó en seco al verlo así.

Antes, cuando tomaba café con el Gran Duque Kapmen, él le dijo algo muy extraño. Le dijo que si amaba y quería acercarse a Heinley, fuera cuando y donde él le indicara. Era en ese momento, en ese lugar.

Por supuesto, ella no creyó sus palabras. Sin embargo, estaba muy cerca de la sala de banquetes, así que vino hasta ahí solo por curiosidad.

Pero él la miraba… con expresión sorprendida. Además, como si quisiera negar algo, sacudió la cabeza y se mordió los labios.

—¿Majestad? ¿Se encuentra bien? Tiene la cara roja.

Christa le tendió la mano con cuidado, observando su expresión. Heinley dio un paso atrás, pero su cara seguía roja.

—¿Su Majestad?

Ella lo llamó con voz entre expectante y preocupada.

Se apretó la cara sonrojada con las palmas de las manos y apretó los dientes.

Era el Gran Duque Kapmen. Me ha dado algo extraño. 

Se comportaba de forma extraña y su corazón latía sin control. Consiguió abrir la boca, tenía intención de decirle que mejor se fuera.

—Cuñada.

Pero la voz que le salió también era dulce.

Se sintió desesperado al notar que su propia voz estaba fuera de su control. Mientras tanto, Christa estaba encantada de oírla. También aquellos ojos. Aquellos ojos húmedos anhelantes de afecto.

Había soñado con este momento durante más de una década. Ahora ella cuidaría de él como es debido.

Cuando notó el sudor frío en su frente, sacó un pañuelo de su bolsillo. Sabía que el Gran Duque Kapmen había hecho algo. Pero fuera lo que fuera, nada de eso le importaba ahora.

Este momento era como un sueño para ella.

—Su Majestad. Está sudando. —Christa levantó su mano temblorosa y puso el pañuelo en su frente—. Te secaré el sudor.

Heinley no podía moverse, se sentía como en un estado de parálisis del sueño. Su cuerpo estaba fuera de su control.

Esta escena fue vista por las damas del Imperio del Oeste, que salieron de la sala de banquetes para tomar un poco de aire fresco.

Las damas se miraron entre sí, y rápidamente abandonaron la zona. Sin embargo, las damas estaban muy indignadas por aquella breve escena.

—¿Cómo podía el novio, que acababa de casarse ayer, estar con su cuñada en un ambiente tan íntimo?

—¿Cómo pudo Christa hacer esto?

—¡Qué vergüenza! Aunque es común tener concubinas, ¿no es Christa la cuñada de Su Majestad?

—¡El antiguo rey debe estar revolcándose en su tumba!

—No tiene nada de extraño.

—¿No?

—¿No solía Christa amar a Su Majestad?

—¿En serio?

—Era una historia famosa. Se dice que cuando se convirtió en princesa heredera no paraba de lamentarse y llorar. Pensé que era un rumor falso porque parecía que el difunto rey y Christa tenían una buena relación…

—¡Vaya!

—Aun así, ¡¿por qué demonios Su Majestad hizo esto tan pronto como se casó?!

—La gente no cambia con tanta facilidad.

Las damas, que condenaron con frialdad el comportamiento de Heinley y Christa, se dirigieron rápido a Navier. Como la boda acababa de celebrarse, les indignaba mucho que el emperador hiciera esas cosas con su cuñada.

Incluso la antigua reina, por la que sentían lástima, parecía ahora malvada.

Sintiéndose tristes, las damas corrieron de repente al salón de banquetes para convertirse en su fuerza. Mientras tanto, Kapmen caminaba por los pasillos con la mirada baja, ajeno a este hecho.

Tenía la intención de ir a su habitación y tomarse el antídoto de inmediato. Sin embargo, de repente le invadió una sensación de vacío.

¿Qué hago ahora? 

Cuando su corazón, que había estado hirviendo de celos, se calmó, un profundo pesar brotó en su interior.

Kapmen se quedó perplejo un momento y acabó tomando una decisión.

Como dijo Navier, lo mejor para mí es amar a otra persona. Para suprimir los efectos de la poción, que está causando estragos en mis emociones, lo mejor sería dirigir mi amor sufriente a otra persona. Entonces los dos sentimientos enfrentados chocarán y ya no tendré que pasar por esto. 

Desesperado, se quedó quieto un momento mientras pensaba a dónde ir. En ese momento, oyó un llanto en la terraza. Se dirigió hacia ahí y al entrar se sobresaltó.

Rashta sollozaba apoyada en la barandilla.

No, esta mujer no. 

Intentó darse la vuelta rápido, pero sus ojos ya se habían encontrado con los de Rashta.

¿Cómo han podido complicarse tanto las cosas? 

Kapmen apretó los labios, pero en ese momento las lágrimas se acumularon en los ojos de Rashta y se derramaron por sus mejillas.

Debido a los fuertes efectos de la poción, no pudo evitar quitarse el abrigo.

—¿Gran Duque?

Para su sorpresa, él la cubrió con el.

Los ojos de Rashta se abrieron de par en par, sorprendida por su actitud, que por lo general la trataba con desdén.

—Esto…

—No llores.

—Ah…

—Si lloras, me pondré triste.

La desconcertada Rashta se levantó con rapidez, mientras él se daba la vuelta maldiciendo su lengua.

[Sakuya: Bien merecido lo tienes cabr$&%/]

♦ ♦ ♦

¿Ha pasado algo malo? 

Por alguna razón Heinley no regresó después de ir a hablar a solas con el Gran Duque Kapmen.

No sería fácil encontrarlos a ambos, así que después de pasar un rato en el vestíbulo, volví primero a nuestras habitaciones.

Cuando pregunté a Yunim, me dijo que ya había regresado.

¿Por qué volvió solo sin decir nada? Él no era así…

Era extraño, pero una vez en mi habitación, fui al dormitorio compartido y llamé a su puerta.

—Heinley, ¿puedo entrar?

No contestó.

—Heinley.

Sin embargo, la respuesta que escuché desde el interior de la habitación fue de rechazo.

—Mi Reina. Lo siento. No me siento bien en este momento.

—¿Quieres que te traiga alguna medicina?

—No, está bien. Creo que me sentiré mejor después de descansar.

Su voz era débil.

Empezaba a asustarme.

¿Podría ser que los efectos secundarios de usar la cama de piedra de mana ya se estuviera manifestando en él? 

♦ ♦ ♦

Mientras Navier sentía curiosidad por la actitud de Heinley…

Kapmen, que estaba a punto de marcharse, acabó sentado en un banco de la terraza junto a Rashta, empujado por los efectos de la poción.

Pensó ahora que las estrellas que brillaban en el cielo se parecían a ella, por lo que profirió blasfemias en su interior.

¡Esta poción era casi como una maldición!

Además, incluso en medio de todo esto, sus sentimientos por Navier seguían intactos, y cada vez que miraba la luna en el cielo, para él, se parecía a ella.

Debo estar volviéndome loco. 

Rashta, ajena a lo que pasaba por su mente, expresó en voz alta su disgusto por lo que sucedió antes.

—Entonces su hermano se metió con Rashta… ¿no es demasiado?

—Eso es demasiado.

—Fue casi una amenaza. Rashta solo se preocupaba por su hermana.

[¿Cuánta gente habrá oído que la emperatriz depuesta es infértil? ¿Afectará eso a la posición de la emperatriz depuesta?]

Él sonrió para sus adentros mientras ella gemía.

Era una mujer hermosa con una voz encantadora. Además, su voz interior era suave y cálida.

Sin embargo, era de verdad irónico que teniendo una voz interior tan dulce, tuviera pensamientos tan maliciosos y descarados.

Aunque sabía que Rashta mentía, y le enfurecía que dijera cosas ofensivas hacia Navier, le preocupaba su aspecto frágil.

Se debía a los efectos de la poción, pero no podía evitarlo.

Ella, que se percató de su mirada, sonrió mientras apretaba con las manos el abrigo que él le había regalado. No eran pocos los hombres que habían reaccionado así, embriagados por su aspecto.

La actitud de Kapmen no era nueva para Rashta.

[Los hombres no tienen más remedio que amar a Rashta. Heinley también amaba a Rashta al principio.]

Él sonrió, al escuchar sus pensamientos confiados, y se levantó rápido cuando sintió que los efectos de la poción disminuían un poco.

—Ahora me voy.

Tenía que volver rápido a su habitación antes de cometer otra tontería por estar fuera de control.

—Ah, el abrigo…

—Puedes quedártelo.

Pero al darse la vuelta, él oyó los pensamientos de Sovieshu.

[De todos modos, ella no mantendrá la posición de Emperatriz por mucho tiempo.]

Tenía una voz tranquila.

Cuando levantó la vista, lo vio apoyado en la barandilla de uno de los balcones de arriba.

Miraba justo en esa dirección.

Una vez que Kapmen inclinó la cabeza en señal de saludo, Rashta miró en esa misma dirección, preguntándose: —¿Qué pasa?

Se levantó sorprendida al verlo.

—¡Su Majestad! Este es…

Intentó excusarse, pero él abandonó el balcón sin decir palabra.

Ella se apresuró a abandonar el balcón donde estaba con el Gran Duque Kapmen y subió la escaleras. Sin embargo, Sovieshu ya se había ido.

Se asustó por un momento, pero pronto se calmó.

No. Así está mejor. Parecía pensar que Rashta era un pez atrapado, así que estaba tranquilo. Ya era hora de que Su Majestad supiera lo querida que es. Ahora que ha visto a alguien como el Gran Duque acercarse a mí, estará celoso y preocupado. 

Ella, que se lo pensó mejor, sonrió con suavidad y volvió abajo para detener al Gran Duque Kapmen en lugar de ir a por Sovieshu.

[Debo hacerle comprender que si sigue echando de menos a su ex mujer, también me perderá a mí.]

—Gran Duque. Hablemos un poco más.

♦ ♦ ♦

Al día siguiente intenté ver a Heinley, pero me informaron de que McKenna había venido a buscarle por un asunto urgente de la frontera.

En su lugar, me dejó un plato de huevos revueltos y pan. Al mirar el plato me sentí ansiosa de repente.

La noche de bodas fue una formalidad. Después de acostarnos por primera vez, ¿se había perdido la amistad que habíamos forjado? Incluso me avergonzaba cada vez que pensaba que podría gustarle.

Pero ayer, las damas fueron muy amables conmigo.

Sí. Por extraño que parezca, las damas del Imperio Occidental me trataron bien. Eso fue todo un logro.

Nuestro matrimonio no fue por amor de todos modos… Tal vez me dejé llevar por la pasión que mostró en la noche de bodas.

Abrazándome, diciéndome que me quería, que sería feliz aunque muriera así, susurrándome que no quería separarse de mí, y estrechándome entre sus fuertes brazos toda la noche…

De verdad creo que me dejé llevar por eso. Era posible que Heinley solo estuviera excitado porque era su primera experiencia.

Para apaciguar mis amargos sentimientos, salí al jardín. Ahí, me encontré con el Gran Duque Kapmen. Él se sobresaltó por un momento, pero pronto se acercó a mí.

Al verle, recordé el momento en que nuestras miradas se cruzaron el día de la noche de bodas.

Dejé de lado los asuntos personales y abordé el tema del comercio.

Él hizo lo mismo de inmediato y hablamos durante un rato. Pero mientras caminábamos, apareció Rashta y nos saludó.

—Gran Duque Kapmen. Hermana. Buenos días.

¿Cuánto tiempo iba a seguir llamándome hermana? 

No me gustó, pero mostré una expresión tranquila y le devolví el saludo. El Gran Duque Kapmen a mi lado, también la saludó con calma.

—Buenos días.

Ella se paró frente a él, sonrió y le preguntó con gentileza.

—Gran Duque, ¿volvió a salvo anoche?

¿Anoche? ¿Estaban juntos? ¿Qué estaba pasando? 

Mientras yo me sorprendía, él abrió la boca.

—Mi abrigo de ayer…

—Ah, el abrigo. Lo tengo.

Ella me miró, como si estuvieran hablando de un secreto.

¿Debería abandonar esta situación? 

Mientras lo pensaba, oí la voz firme de Kapmen.

—Lo quiero de vuelta.

La extrañeza no terminó ahí.

Rashta preguntó, mirando perpleja al hombre.

—¿Por qué actúa así ahora, Gran Duque?

¿Por qué estaba tan desconcertada? ¿No es el Gran Duque Kapmen siempre tan frío? 

—Por favor, envíalo a través de un chico de los recados.

Después de que Rashta se fue, pregunté con curiosidad.

—¿Qué pasó entre ustedes dos?

Entonces, él contestó con firmeza.

—No pasó nada.

♦ ♦ ♦

Aunque dijo que no pasó nada, Kapmen estaba en realidad un poco sorprendido.

Estaba seguro de que ayer los efectos de la poción actuaron sobre Rashta. Sin embargo, cuando se despertó esta mañana se sintió mejor. Ahora no le importaba si la veía.

El problema era que los efectos seguían actuando sobre Navier.

¿Cuál es la razón? 

A él le pareció extraño, y se preguntó si a Heinley le pasaría lo mismo, así que corrió a verle en cuanto terminó de hablar con ella.

Justo entonces, él estaba hablando con Christa.

La bebí dos veces, los efectos de la segunda poción desaparecieron rápido, pero no los de la primera…

Mientras se preguntaba eso, pudo escuchar la conversación entre los dos.

—Ya veo. Discutiremos esa parte también.

—Gracias por escuchar mi opinión.

—No es nada. Cualquier persona del Imperio Occidental puede dar su opinión.

—¿Cualquier… persona?

—Y sobre lo de ayer, cuñada.

—Ah… Sí, Su ,Majestad.

—Estaba borracho y perdí la cabeza por un momento. Perdóname. Cuando me emborracho no estoy consciente del todo.

—¿Estabas borracho?

—Así es. Pero, como otros pueden malinterpretarlo, a partir de ahora, cuando esté borracho, por favor, no se preocupe por mí y pase de largo.

Heinley recordaba con claridad que fue Christa la que se le acercó primero y le limpió la frente, pero aun así supuso que había sido un error suyo.

En cambio, ella, que tenía puestas sus esperanzas en el día de ayer, sintió que perdía fuerza en la piernas y que se derrumbaría en cualquier momento.

Aunque cuando le secó el sudor, salió corriendo de repente como si hubiera recobrado el conocimiento. Pensó que él solo se había sorprendido de sus sentimientos por ella…

—O llama a McKenna o a algún funcionario.

Habló con frialdad y decisión. Ella le miró con ojos temblorosos y se marchó como si huyera.

Kapmen se dio cuenta de que los efectos de la poción de amor sobre Heinley también habían desaparecido en un día.

Si los efectos de la poción no son más fuertes que antes, ¿por qué siguen intactos los efectos de la poción hacia Navier? 

La hipótesis que le mencionó su profesor retumbaba en sus oídos.

Dijo que Kapmen estaba enamorado de ella antes de beber la poción, por lo que resultó ser más eficaz.

—¿Siempre estuve… enamorado de la emperatriz Navier?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido