Traducido por Kavaalin
Editado por Nemoné
No haber traído su arco y flechas sólo porque no quería llamar mucho la atención se había convertido en un error fatal.
Si hubiese sabido que la Capital de Oro era así, incluso arriesgándose a ser mirado, se habría habituado a traer sus armas consigo. Tal vez, trescientos años de sueño habían sido demasiado, tanto que había perdido la habilidad de oler el peligro.
El no haberse dado cuenta de la verdadera identidad del Duque Elmond, peor aún, el haberlo dejado escapar. Para este tipo de criatura inmortal con poderosas habilidades regenerativas, las heridas graves sólo lo forzarían a quedarse oculto durante un par de meses, luego regresaría a causar daño a la humanidad.
Su yo del pasado nunca habría cometido tamaño error.
Ellen apretó los dientes amargamente, levantando su daga del suelo. Cuando levantó la vista, se encontró con Caín examinando las ropas que el Duque había dejado atrás.
El olor a sangre en la habitación se hacía cada vez más fuerte, pero Caín parecía indiferente ante esto. El caballero extendió su mano, tomando algo de entre el charco de sangre.
Era una pequeña llave.
— ¿Qué crees que abrirá? —preguntó, mirando a su compañero.
—Probablemente una trampilla en alguna parte. —respondió Ellen después de pensarlo por un momento. Observó sus alrededores, levantó su mano y comenzó a cortar todos los tapices que adornaban las paredes.
Después de unos momentos todas esas, probablemente invaluables decoraciones, fueron reducidas a harapos en una esquina de la habitación.
Quién sabría si el Duque volvería a escupir sangre después de ver esto.
No había ni una sola grieta en las paredes, el elfo sacudió su cabeza decepcionado. Pero Caín se negaba a darse por vencido y recitó otro hechizo sobre sí mismo.
— ¿Qué es eso?
—El Ojo Sagrado. Si hay alguna trampa mágica en el área, entonces… Ah, allí está.
Caín insertó la llave en una cerradura invisible en la pared, posó su mano sobre una losa para empujarla hacia adentro y, en cuanto lo hizo, una sección inferior se abrió.
Dentro había un cuaderno y…
— ¿Otra llave? —El caballero frunció el ceño.
— ¿Qué se supone que es esto? ¿Alguna retorcida caza del tesoro?
El elfo tomó el cuaderno en sus manos, abriéndolo en una página al azar.
Este estaba lleno de fechas y anotaciones simples. En la última entrada se encontraba el siguiente registro:
【15 de enero.
Recibido: Corazón Maldito.
Proveedor: Tiburón, 10 】
【18 de enero.
Entregado: Perro Macho.
Destinatario: L.M. 100】
【1 de febrero.
Entregado: Bruja quemada en la hoguera.
Destinatario: T.P. 100】
【15 de febrero.
Recibido: Joven Hombre lobo.
Proveedor: Su padre, 30 】
【21 de febrero.
Confirmado como falso, eliminado.】
【5 de mayo.
Entregado: Lágrimas de Sirena.
Destinatario: Tiburón, 0】
【7 de mayo.
Entregado: Muchacha en Asiento de Oro.
Destinatario: A.R.C. 100】
—El registro es más grotesco de lo que creí… —Caín leía por sobre los hombros de Ellen, pero se alejó rápidamente.
—Llevémoslo con la Reina. Ella sabrá cómo lidiar con esto. —Ellen leyó rápidamente un poco más del contenido del cuaderno para después cerrarlo y voltearse a preguntar: — ¿Has tenido suerte con esa segunda llave?
Caín lo guió hasta otra pared, una sección de esta era más oscura. Después de una minuciosa inspección vieron que era más lisa que el resto de la pared.
—Probablemente se trate de una habitación secreta, pero presiento que no debería ser abierta. —dijo el caballero.
— ¿El Ojo Sagrado te lo dice?
—Mi madre siempre decía que el cuarto secreto de un vampiro nunca escondería nada bueno. —dijo encogiéndose de hombros—. Y debemos esperar un rato antes de volver a usar el Escudo Sagrado. Si llego a ser controlado por alguna magia mental, apúntame aquí. —Señaló a su sien, luego insertó la llave en la cerradura oculta, empujando la puerta para abrirla.
Esta habitación era similar a la anterior que veían, con una atmósfera elegante pero siniestra. Las diferencias recaían en que aquí no había ventanas, ni un altar. En el suelo había un gran círculo mágico que brillaba de un rojo tenue, iluminando toda la habitación. En el centro del círculo, descansaba un pequeño cuerpo dormido.
Tal vez debido al sonido de la puerta al abrirse, la figura se movió un poco, se levantó y se frotó los ojos, mirando confundido a los invitados inesperados.
Entonces la figura se movió, seguido del ruido de cadenas.
— ¿Una pequeña monja? —exclamó Caín conmocionado.
El elfo negó con la cabeza, tirando del caballero que estaba a punto de dar un paso hacia adelante.
—No, mira más de cerca.
La pequeña niña con ropajes de monja desapareció, quedando en su lugar un muchacho.
De rostro juvenil, se encontraba desnudo, la mitad superior de su cuerpo era como el de cualquier otro humano, pero de la cintura para abajo estaba cubierto de escamas. Sus muñecas y tobillos estaban esposados con grilletes de hierro, conectados con cadenas a unas clavijas en el suelo. La longitud de las cadenas era tal que ni siquiera le permitían ponerse de pie.
Después de observar la situación, el ceño del caballero se marcó aún más. Sin dudar, alzó su espada, una brillante luz blanca atravesó la barrera del círculo mágico. El brillo rojizo desapareció inmediatamente.
—No te muevas, te liberaré de inmediato.
Pero el joven no estaba dispuesto a aceptar su ayuda. Levantó la cabeza, con el rostro lleno de odio para decir con voz clara:
—No te acerques a mí, humano.
Caín se congeló, mirando suplicante al elfo.
Ellen suspiró, hablándole al niño.
—Entonces, ¿puedo ayudarte yo?
El niño examinó su rostro, al ver las orejas puntiagudas, su expresión se suavizó y asintió en silencio.
El elfo intentó insertar la punta de su daga en el ojo de la cerradura de los grilletes, abriendo las cadenas en las manos y los pies del chico. Había heridas en sus muñecas, muchas de las escamas en sus tobillos se habían caído, su condición no parecía ser buena.
Pero a este no parecía importarle, una vez que había recuperado su libertad, miró con curiosidad el rostro del elfo.
— ¿Cómo pudiste ver a través de mis ilusiones?
—Deberías estar diciendo gracias. —dijo el caballero a un lado de él.
El pequeño ignoró completamente la interrupción y extendió su mano para tocar ligeramente el costado del ojo del elfo.
—Ah… Entonces usaron mis lágrimas en ti… Lo siento.
—No hay nada de lo que lamentarse —El elfo lo ayudó a levantarse—. Gracias a ti tuve un buen sueño.
El niño negó con la cabeza, y respondió seriamente.
—Fue un buen sueño, pero no tuvo un buen final… O, de lo contrario, no estarías despierto.
El elfo sonrió amargamente.
Naturalmente no tuvo un buen final. Cuando se despertó en ese oscuro ataúd, realmente hubo un momento en el que quiso seguir durmiendo para siempre.
—Vámonos. —dijo Caín—. Después de esa gran conmoción de hace un momento, me temo que alguien vendrá pronto.
Ni siquiera había terminado de hablar cuando se escuchó un golpeteo en la puerta de la otra habitación.
Caín y Ellen empuñaron sus armas. Pero el chico agitó su mano, indicándoles que permanecieran en la habitación secreta. Seguidamente fue a abrir la puerta.
El mayordomo se encontraba preocupado parado frente a la puerta, pero al ver que el Duque abría la puerta, dejó escapar un suspiro de alivio.
—Disculpe las molestias. El cadáver del guardia ha sido eliminado. Pero, ¿por qué tan repentinamente…?
—Sus pasos eran demasiado ruidosos, eran audibles incluso desde aquí. —El desaliñado Duque le sonrió al mayordomo—. Norman, sabes que odio que la gente interrumpa mi diversión.
El mayordomo echó un vistazo a la habitación utilizando la tenue luz. Todo parecía normal, el elfo permanecía inconsciente, su brazo desnudo colgaba con indolencia del altar, el sirviente yacía en una esquina de la habitación cubierto de sangre.
—Aquel de adentro… ¿Me deshago de él?
—Déjalo. —El Duque volvió a sonreír, revelando sus afilados dientes—. Hoy has trabajado duro, ve a descansar. Ven a despertarme en el ocaso.
El mayordomo hizo una reverencia y se retiró. Decidió que una vez regresara a su habitación, tomaría una copa del vino privado de la mansión y luego iría a dormir para poner fin a esta agitada noche.
—En un momento haré que luzcas como el mayordomo, podremos irnos por la puerta principal. —dijo el joven sireno mirando al elfo después de cerrar la puerta.
No le dio ni una sola mirada al caballero, naturalmente, tampoco se ofreció a ayudarlo a disfrazarse.
De esa forma, cerca del amanecer, los guardias nocturnos que vigilaban la puerta principal, miraron con miedo mientras el Duque y el mayordomo abandonaban la mansión, seguidos de cerca por un sirviente cubierto de sangre.
MUY INTERESANTE!
gracias por su trabajo! owo