La Princesa derriba banderas – Capítulo 149: El viaje al Norte de la princesa reencarnada (3)

Traducido por Ichigo

Editado por Ayanami


Todavía sentía curiosidad por su disculpa de antes, pero decidí concentrarme en el asunto que tenía delante por el momento y desvié la mirada hacia la mano del comandante Lieber.

El mapa bajo la gran y robusta mano del comandante mostraba la región noroeste de Nebel. En él había unas extravagantes letras, trazadas hacia arriba, algunos garabatos y tres círculos.

—Tres pueblos se ajustan a tus criterios.

Al oír eso, me sentí secretamente aliviada.

Pensé que buscar “pueblos pequeños con un templo en decadencia” no reduciría mucho las posibilidades.

Me preocupaba mucho que los resultados dieran docenas de lugares, así que me alegré de que no fuera así.

—Dos de ellos están relativamente cerca de este fuerte.

Su rígido y calloso dedo se deslizó hacia la izquierda de donde nos encontrábamos y llegó al círculo situado al noroeste de aquí, donde había otro más hacia el suroeste.

Como dijo el comandante Lieber, no se encuentra tan lejos. Aunque no estaba muy segura de mis habilidades para leer mapas, diría que debería tardar menos de medio día en llegar.

El otro está un poco más lejos, pero probablemente tardaría dos días, incluso con un descanso en otro pueblo en el camino.

—Lamento mucho que se haya tardado más de lo esperado en encontrar estos sitios.

—¡En absoluto!

Cuando el comandante Lieber se inclinó, me apresuré a sacudir la cabeza en respuesta.

Después de todo, fui yo quien le pidió que investigara durante sus patrullas. Naturalmente, llevaría algún tiempo.

Por no mencionar el hecho de que tuve que omitir todo lo relacionado con el Rey Demonio, por lo que no pude decirle lo que realmente estaba buscando. Ya estoy muy agradecida de que haya escuchado una petición tan vaga.

—Muchas gracias por su ayuda. Le agradezco que me eche una mano en la búsqueda a pesar de tu apretada agenda.

—Sus alabanzas no tienen desperdicio para mí.

El comandante Lieber lo dijo mientras las esquinas de sus ojos se arrugaban suavemente de placer. Tal vez, se deba a sus profundos rasgos faciales, pero podía parecer increíblemente intimidante cuando era serio y extremadamente accesible cuando se reía. Sus dientes de ganso y sus pronunciados hoyuelos disipan sin esfuerzo cualquier dificultad para quien se acerque a él.

Sé que esto podría no encajar para describir a un hombre adulto, pero me pareció que tenía una linda sonrisa. Me encantaría ver cómo es con su esposa.

Un hombre duro y testarudo con una esposa que es enfermiza y frágil… Por no hablar de que tienen fama de ser dulces el uno con el otro. Sinceramente, sólo pensar en ello me llena de vida. Quiero saber de su esposa cómo se acostumbró a un tipo como él. 

¿Me pregunto si habrá alguna forma de llevarme bien con ella?

Estoy segura de que si me acercara a ella y le dijera que sólo he venido a saludarla, definitivamente sería una molestia.

Había dejado el asunto más importante -la búsqueda del Señor de los Demonios- en un segundo plano, sin dejar más que pensamientos impuros en mi mente, hasta que un fuerte sonido me devolvió a la realidad.

—¡Walter se presenta, señor! Creo que me han llamado.

Una voz profunda llegó desde el otro lado de la puerta. Los golpes de antes me habían devuelto a la realidad.

El comandante Lieber se giró hacia mí, dispuesto a presentarme.

—Mientras esté en el fuerte, mantendré en secreto la condición de Su Alteza Real. Le explicaré a mis hombres que estoy atendiendo personalmente a la hija de una familia noble. Sin embargo, si soy el único que conoce su verdadera identidad, podría ser un inconveniente para usted, así que he preparado a alguien en quien pueda confiar.

En otras palabras, alguien más en esta fortaleza sabe que soy una princesa, y dicha persona está al otro lado de la puerta.

—Entra.

Con el permiso del Comandante Lieber, un joven entró en la habitación con un “Disculpe”.

—Este de aquí es el excelente vicecomandante de mi unidad, del cual estoy muy orgulloso. Isaac, preséntate.

El comandante Lieber desvió su mirada hacia el joven que entró.

El hombre… El vicecomandante al que instaron se giró hacia mí.

Tenía el cabello negro y lasio, y unos ojos violeta muy maracados. Sus finas cejas, su nariz bien formada y sus finos labios dispuestos en un triángulo perfecto le daban un aspecto intimidatorio. Si en este mundo existieran unas gafas finas con montura de plata, le quedarían perfectas.

A primera vista, parecía más un erudito que un caballero, pero podía ver que, a pesar de ser delgado, la parte superior de su cuerpo había sido sometida a un entrenamiento regular. Sin embargo, es imposible que una persona en un país donde las cualidades de cada individuo se evalúan a través del mérito tenga necesariamente un trabajo de oficina.

—Me llamo Isaac Walter.

Su mundana auto-presentación terminó en sólo tres segundos.

¡¿Eso es todo…?! Tan corto…

—Soy Rosemarie von Wervard. Haré lo posible por no interferir en su trabajo, así que permítame estar a su cuidado.

Aunque estaba un poco desconcertada, conseguí sonreír. A pesar de eso, el vicecomandante Walter no dijo nada.

Parece que se empeña en no devolverme el saludo.

Un silencio incómodo llenó la sala, pero el vicecomandante parecía indiferente al respecto. De hecho, no movió ni un solo músculo. ¡Menuda fortaleza mental la suya!

—Isaac… Tú… Esa actitud obviamente no es buena…

El comandante Lieber parecía preocupado, pero el vicecomandante Walter no se inmutó en absoluto.

—Lo siento, Su Alteza Real. Por favor, no se ofenda por esto.

—No me molesta —respondí al comandante.

Sinceramente, no me importaba.

Comprendo que una princesa que se acerca a la frontera Nebel-Raptor puede ser una gran molestia, pero prefiero que me lo diga directamente a la cara.

Al menos, en el caso del vicecomandante, sus ojos lo decían. Tenía la sensación de que me estaba diciendo “vete a casa” y “qué molestia” con la actitud que ponía, pero no voy a ceder.

Tampoco estoy aquí para divertirme y jugar.

Por el momento, olvidemos mis recientes deseos de desviarme de la búsqueda principal y reunirme con la esposa del capitán.

¿Quién te crees? ¿Piensas que soy una desvergonzada? Ni idea de lo que estás hablando.

—Este tipo es igual de espinoso con todos los demás alrededor, pero te garantizo que puedes contar con él.

—Sí. Estaré a su cuidado.

Con una sonrisa, le repitió la misma frase al vicecomandante Walter. Entonces, sus ojos violeta se posaron en mí, evidentemente hoscos.

Sí, es muy fácil de leer.

Era alguien que no tenía absolutamente nada que ocultar.

Aunque no creía exactamente que fuera el tipo de persona que se apresurara a ayudar a una chica necesitada, podía ver por qué el comandante Lieber lo recomendaba. La gente que no puede mentir es valiosa, ¿no?

Mientras me reía en mi interior, oí una leve risa detrás de mí.

Cuando me di la vuelta, vi a Sir Leonhard, con los hombros temblando. No entendí por qué se reía y un signo de interrogación apareció en mi cabeza.

—¿Sir Leon…?

—Perdone mi descortesía. Simplemente estaba pensando en cómo te has vuelto mucho más fuerte.

Cuando me dijo eso con una sonrisa, mi alma se escapó inmediatamente de mi cuerpo.

¡¡¡AAAAHHH…!!!

¡Había… lo había hecho ahora! ¡¡¡Le mostré mi lado feo!!!

Dejé escapar un grito en mi corazón.

¡Se acabó! ¡Absolutamente pensará en mí como una mujer sarcástica y molesta!

Si se tratara de la heroína de la que estamos hablando, se habría derrumbado en lágrimas ante la actitud gélida de Walter, antes de consolarse: “Está bien”, y luego se habría reído con ganas.

Claro, puede que no sea la heroína, pero habría esperado que mi reacción fuera un poco más bonita de lo que fue, al menos.

Dicho esto, no tengo ni un rasguño, ¡así que ni siquiera puedo bajar la mirada y llorar!

Además, soy una princesa. ¡Ni siquiera puedo hacer alguna de esas cosas en primer lugar!

Cuando era una chica de instituto, en mi vida anterior, intentaba llorar por encargo, pero nunca salían lágrimas. Recordar la escena de una película triste o repetir una canción triste dentro de mi cabeza no ayudaba en absoluto. Al final, siempre me distraigo. Una vez me distraje porque no se me ocurría la letra de la canción y me limitaba a tararear en medio, y en otra ocasión cuando no podía recordar el nombre de la actriz principal que también había protagonizado otras obras.

Me sentí tan mal por mí misma que empecé a llorar.

Ya es demasiado tarde. ¡Y la forma en que me estoy obligando a llorar en este momento está completamente mal!

A diferencia de mí, que estaba deprimida hasta los huesos, Sir Leonhard parecía estar disfrutándolo.

¿De qué debería alegrarme: del hecho de que no me odie por esto, o del hecho de que ni siquiera parezca sorprendido en primer lugar?

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