Traducido por Shisai
Editado por Shiro
Tang Mo no le hacía esas preguntas a Mosaico por simple curiosidad.
En primer lugar, las reglas eran claras: la niña no podía abandonar la cuadrícula del centro del tablero. En segundo lugar, su arma más peligrosa —el fósforo gigante— no estaba en sus manos. Sin él, no era rival para Tang Mo; apenas un jefe débil de la Torre Negra, «suprimible», como él pensaba. Y Tang Mo ya tenía experiencia negociando con criaturas así… el Señor Conejo era prueba de ello. No desperdiciaría la oportunidad de presionarla.
Además, no eran completos desconocidos. Sabía bien cómo era Mosaico: nada que ver con Mario o Pinocho. Le fascinaban los incendios, despreciaba las bromas pesadas y, lo más importante, solía seguir las reglas de la Torre Negra. Rara vez ocultaba información… así que, si se le preguntaba directamente, lo normal era que respondiera.
Tang Mo la observó con una sinceridad calculada. Quizá era por esa «mirada honesta» (o al menos él lo creía), pero Mosaico parecía incómoda. Tosió, se tocó la barbilla y, sin aparente enfado, dijo:
—Ya que me lo preguntas con tanta sinceridad… seré misericordiosa y te lo diré.
Liu Wansheng y Lin Qianxi se miraron, incrédulos; incluso la sonrisa perpetua de Bai Ruoyao vaciló un instante.
Las tres personas pensaron lo mismo: ¿Esto también es posible?
Y sí, lo era.
—Las reglas son simples —continuó Mosaico con pereza—. Si me das el libro, puedes pasar la instancia. A mi madre le gusta obligarme a leer. No quiere darme una infancia feliz. Si me ve con un libro cuando vuelva, no te comerá. Y si es de Lengua, pagará al profesor de Lengua… y se comerá al inútil de Matemáticas.
Tang Mo seguía en la casilla de salida, pero al oír «Matemáticas» sintió su mirada atravesarlo a través del grueso mosaico.
—¡No quiero leer tu libro de Matemáticas! Prefiero Lengua —añadió con un bufido.
—Je, je, ¿y si recibes uno de Lengua y Matemáticas al mismo tiempo?
Mosaico giró la cabeza y el joven con rostro aniñado parpadeó.
—No me lo has suplicado. ¿Por qué debería responder…? —replicó Mosaico, altiva.
—Te lo suplico —dijo él, sin rodeos.
Mosaico quedó muda por un instante.
¿Qué les pasa a estos humanos? ¿Siempre han sido tan desvergonzados?
La niña se rascó la cabeza, preguntándose si los humanos con lo que antes se había topado no serían más bien mutantes. ¡Porque estos eran unos completos desvergonzados!
—Si me dan los dos libros a la vez… parecerá que los profesores son mediocres. Eso demostraría que me encanta leer y que su esfuerzo no tiene mérito —respondió con tono deprimido—. Mi madre no les pagará, me traerá deliciosos conejos y pequeños canguros para comer y… ¡quizá decida que ustedes son inútiles y se los coma a todos!
Los ojos de Tang Mo y Bai Ruoyao se entrecerraron al mismo tiempo. La conclusión era clara: si un equipo ganaba, el otro moría. Y si ambos entregaban el libro al mismo tiempo, tal vez todos murieran.
Eso explica por qué tantos jugadores han muerto, reflexionó Tang Mo.
La instancia de realidad de la Universidad de Beijing llevaba abierta un tiempo; pocos entraban por azar y los grupos eran selectos. No había mucha gente al azar y cada uno de ellos eran los mejores jugadores de Beijing. Era probable que los cuatro jugadores antes mencionados pertenecieran a la misma organización. Sin embargo, ante la posibilidad de una muerte colectiva, elegían competir en lugar de cooperar… lo que los condenaba.
En efecto, el factor realmente decisivo de este juego no residía en la ubicación de los libros o en el número de casillas que un jugador podía recorrer. La trampa mortal estaba en los dos equipos y su capacidad para cooperar entre sí.
Tang Mo permaneció inmóvil en su casilla.
—Oye, ¿aún no te vas a mover? ¿Quién sabe cuándo volverá la mujer lobo? Se acabaron tus preguntas. Muévete rápido. —La joven del lado opuesto no pudo evitar decir.
—¿Se acabaron? —dijo Bai Ruoyao con tono burlón.
La joven se quedaba sin comprender, Tang Mo, con la mirada fija en la niña en el centro del tablero, preguntó con ligereza:
—¿Está prohibida la violencia en este juego?
Mosaico silbó de pronto, un chillido agudo como uñas contra vidrio. Lin Qianxi y Liu Wansheng se taparon los oídos; Tang Mo solo frunció el ceño. Tras tres segundos, la niña se detuvo y exclamó:
—¡Los humanos son terribles! ¿Intentan matarse entre ustedes? ¡Todos son malas personas! —Hizo una breve pausa y luego continuó—: Pero… me gusta. Lástima que la violencia esté prohibida en este juego.
—¿Por qué?
Cuando se trataba de matar, Mosaico demostraba una paciencia escalofriante.
—Cuando un jugador entra en una casilla, eh, como tú. Tú pisaste esta casilla —dijo, refiriéndose a Bai Ruoyao.
—¿Yo? —Se señaló a sí mismo.
—Sí. Ahora estás en una casilla con un libro y la luz encendida. Intenta salir.
Bai Ruoyao extendió un pie y chocó contra una barrera invisible.
—¿Ves? No puedes salir. No es tu turno. Una casilla puede tener infinitas personas, pero solo el primero que entra puede cambiar la luz y quedarse con el objeto que haya dentro —se rascó la cabeza—. Eh… Bueno, no es la mejor explicación… Digamos que Tang Mo entra ahora a tu casilla. El libro seguiría siendo de ese niño bonito, no de Tang Mo. ¿Entiendes?
Bai Ruoyao, el «niño bonito», no contestó.
Tang Mo pensó que Mosaico era algo linda.
—Entiendo —dijo Liu Wansheng —. Pero ¿qué tiene que ver eso con que la violencia esté prohibida? ¿Lo está o no?
—Está permitida —respondió Mosaico —. Tang Mo, si quieres matar al niño bonito, puedes ir hasta donde está y hacerlo. Solo que su cuerpo quedará para siempre en esa casilla. Su turno terminará de inmediato y no podrá salir. Incluso si intentas arrastrarlo fuera, no se moverá. Y el objeto seguirá siendo suyo… bueno, de su cuerpo.
—Eso no significa que la violencia esté prohibida —comentó Lin Qianxi.
Justo al decirlo, Lin Qianxi entendió lo que Mosaico insinuaba y miró con recelo al equipo contrario. No podían arrebatar los objetos de una casilla, pero sí matar.
Bai Ruoyao, distraído, preguntó:
—Le llamas Tang Mo, pero a mí niño bonito. ¿Crees que él es más guapo? ¿O acaso lo llamas por su nombre porque… lo conoces?
—Claro que le conozco. Lo desprecio —respondió Mosaico sin vacilar.
Bai Ruoyao sonrió, interesado.
—¿Despreciar a Tang Tang? Je, je, ¿por qué tú…?
—Es tu turno —interrumpió Tang Mo con frialdad.
Bai Ruoyao vio que Tang Mo ya había avanzado y se encogió de hombros, mirando la casilla frente a él y luego la de atrás. Finalmente, pisó una casilla a la derecha en diagonal.
El tablero estaba dividido en coordenadas verticales del 1 al 5 y horizontales de la A a la E. En ese instante, Bai Ruoyao se encontraba en D2, Lin Qianxi en A2, Liu Wansheng en A4 y Tang Mo en E4. Solo habían dado su segundo paso de un total de siete. Liu Wansheng dirigió su mirada hacia Tang Mo, y este asintió con un gesto sutil.
Siguiendo el plan, Tang Mo se dirigió a la casilla con un libro y Liu Wansheng se aseguró de que la luz se encendiera.
Bai Ruoyao era una persona pérfida y no actuaba según el sentido común. Tang Mo intentó predecir su movimiento y eligió el libro opuesto, pero no importaba adónde se dirigiera, el otro lo seguía. Tras el sexto paso, las posiciones eran: Tang Mo en E3, Bai Ruoyao en D2, Liu Wansheng en B2 y Lin Qianxi en B4.
Los libros se encontraban en B2 y E2. Cuando llegó el turno de Bai Ruoyao, este sonrió y pisó la casilla E2, lo que encendió la película en su interior.
El siguiente en moverse fue Liu Wansheng, quien, sin dudar, avanzó a C2, apagando las luces de las casillas de Bai Ruoyao y Mosaico. La tercera actuar fue Lin Qianxi, cuyo rostro reflejaba su frustración. Se movió a C4, y la casilla de Mosaico volvió a encenderse. Por fin, era el turno de Tang Mo.
Como todos pensaban, Tang Mo cerró la ronda con un movimiento lateral, apagando la luz de la casilla de Mosaico.
Nadie superó la primera ronda. La voz infantil de la Torre Negra anunció:
La primera ronda del juego ha terminado y ningún jugador la ha superado. Por favor, regresen a sus casillas para dar inicio a la segunda ronda.
—¿Quieren suplicar? —preguntó una voz tranquila.
Bai Ruoyao y Lin Qianxi se giraron hacia Liu Wansheng, que ajustó sus gafas.
—En este juego, el primer jugador no tiene ventaja. El último es el más importante y, ahora mismo, está en nuestro equipo. Si él no quiere, nadie pasará esta instancia. Si ambos equipos la superan, existe riesgo de morir; si uno gana, el otro muere seguro. Y si la mujer lobo regresa antes de acabar, todos seremos aniquilados. Así que… ¿quieren cooperar? —sonrió—. O mejor dicho… ¿quieren rogarnos que cooperemos?
Lin Qianxi se quedó helada, luego furiosa. Bai Ruoyao, en cambio, lo miraba divertido.
Desde que entraron en la instancia, el joven de rostro aniñado había mantenido una sonrisa constante. Liu Wansheng lo consideraba un psicópata sonriente, incapaz de descifrar la verdadera intención detrás de cada una de sus muecas.
Sin embargo, Tang Mo permanecía en silencio.
Liu Wansheng pensó que Bai Ruoyao y Lin Qianxi no lo habían escuchado bien y se repitió:
—Mientras no lo permitamos, no pasarán. Solo pidiéndonos ayuda habrá…
—Te escuché. —Lo cortó Bai Ruoyao, formando una pistola con la mano y apuntándole—. Te oí, ¿y qué? Primero, los juegos de la torre negra son justos: debe haber una forma para que mi equipo gane y aún no la hemos hallado. Segundo… —La sonrisa en su rostro se desvaneció lentamente, y miró al joven que lo observaba con una mirada vacía.
»¿Quién diablos te crees? El último en mover es Tang Mo, no tú. Ni siquiera él me ha propuesto un trato, ¿y quieres que te ruegue? —rio—. Je, je… yo declaro que vas a morir.
♦ ♦ ♦
La autora tiene algo que decir:
Persona Yao: Solo Tang Tang está cualificado para hablarme de condiciones.
Mo Tang: Oh, entonces morirás.
Viejo Fu: Hoy es otro día sin drama.
