La Tierra está en línea – Capítulo 66: Tu nombre es Víctor

Traducido por Shisai

Editado por Meli


Al terminar la explicación de la torre negra, Tang Mo y Fu Wenduo desaparecieron del puente Nanpu. Sin entrar en pánico, comenzaron a observar a su alrededor. Cada uno a un lado del estrecho y oscuro callejón en el que se encontraban.

—Hay un pequeño río por allí y no veo a nadie —expuso Tang Mo.

—Hay una calle. Deben ser tres o cuatro personas. No están vestidos como jugadores. Son más bien gente del Reino Subterráneo —Fu Wenduo levantó la mirada, estiró la mano y atravesó la letra sobre la cabeza del otro—. Parece que esta letra no se puede quitar. 

—Acabas de oírlo, ¿los veintiún jugadores que limpiaron el primer piso de la torre negra contra nosotros?

—Lo escuché.

—El mes pasado estuvo disponible la instancia de Nochebuena y muchos jugadores se vieron obligados a atacar. Según mis especulaciones, en el último mes y medio, al menos mil jugadores habrían despejado el primer piso de la torre negra. Chen Shanshan… Ella es un miembro de Ataque. No es de extrañar que haya veintiún jugadores de la torre negra en Shanghai que hayan entrado en esta instancia.

—Los jugadores de esta etapa no tienen el mismo nivel —añadió Fu Wenduo.

—Sí. Cuando estuve en el segundo piso de la torre negra. Conocí a dos personas, tu primo y Bai Ruoyao. Tu primo es inteligente pero su fuerza no es muy sobresaliente. Debería ser un nivel medio entre los jugadores del primer piso de la torre negra. Sin embargo, Bai Ruoyao es diferente. Creo que aunque es un jugador del primer piso tiene la fuerza de un jugador del segundo piso. Solo que no ha atacado la torre.

Bai Ruoyao era poderoso pero no atacaría a menos que se viera forzado. La mayoría de los jugadores no querían atacar. Incluso Tang Mo lo hacía porque la torre negra lo obligaba a entrar, como en el juego del Monopolio de Mario. Y más tarde, debido al juego del zapatero de hierro, se vio forzado a participar en el juego de ataque del segundo piso de la torre negra. 

—Si todos los jugadores son de nivel medio, nuestras posibilidades de ganar ya son bajas. Digamos que hay uno o dos al nivel de Bai Ruoyao… —La expresión de Tang Mo se endureció.

—Solo hay dos Monedas de Oro del Rey —Fu Wenduo se señaló y luego a Tang Mo, que se sorprendió—. Veintiún jugadores, dos recompensas. Más carne y menos… Ninguno de ellos son compañeros.

En el juego de Pinocho, el grupo de ocho de Tang Mo compitió por una sola Moneda de Oro del Rey. Una persona murió mientras que tres fueron enviadas al juego de ataque a la torre. Ahora parecía más fácil, solo tenían que matar a Tang Mo y Fu Wenduo para conseguirlas. Pero, ¿podrían esos jugadores unirse?

—¿Somos compañeros? —inquirió Tang Mo y el otro lo miró—. Matar al Señor A vale una Moneda de Oro del Rey. Mayor Fu, si te mato… ¿Puedo obtener la recompensa?

—¿Puedo obtener una Moneda de Oro del Rey si mato al Señor B? —contestó con una expresión tranquila. 

—Dos contra veintiuno, ¿lo hacemos? —propuso Tang Mo, después de un corto silencio.

—¡Hagámoslo! —Sonrió.

Antes de salir del callejón, probaron, sin éxito. varios métodos para ocultar las letras que parpadeaban sobre ellos. 

No había mucha gente caminando por la calle. Nadie los miró, parecían no fijarse en sus dos letras brillantes. Tang Mo se acercó a un hombre de dos metros de altura, exponiendo su letra «B», pero este le dio un rodeo.

—¿No pueden ver las letras sobre nuestras cabezas? —se preguntó.

—Eso parece. Pero eso no significa que los jugadores no puedan hacerlo —repuso Fu Wenduo.

—Vayamos primero al Circo Extraño. Nuestra misión es asegurarnos que el monstruo no sea robado por los jugadores en estos siete días. Tenemos que encontrarlo. —Sacó un delgado folleto publicitario de su mochila y explicó ante la curiosidad de su compañero—: Este es el anuncio que conseguí sobre el Circo Extraño del combreto de Mario en el juego del Hámster Feliz en el Valle de los Monstruos. Tiene un mapa.

Fu Wenduo miró pensativo el mapa dibujado a mano y luego la cabeza de su compañero. Fue como si hubiese descubierto algo, pero prefirió no mencionarlo y lo siguió en dirección al circo.

Se pararon frente al magnífico circo, la enorme carpa con forma de cúpula, parecía cubrir el cielo, Tang Mo, abrió los ojos con asombro. Al igual que las carpas de todos los circos, tenía cintas de colores brillantes atadas alrededor, ondeaban con la brisa. Era tan grande que cualquiera, a su lado, se convertiría en un pequeño insecto.

Tang Mo y Fu Wenduo se miraron y ambos pensaron: «Encuentra una oportunidad para colarte», pero una voz aguda, detrás de ellos interrumpió sus planes:

—¡Oh, por fin están aquí!

Tang Mo agarró su pequeña sombrilla y Fu Wenduo se volvió en silencio. Observaron al gnomo enano, media menos de un metro, que corría hacia ellos. Llevaba un sombrero verde. 

—¡Ah… Achoo! —Estornudó el gnomo y una enorme burbuja de moco verde apareció en su nariz. Respiró con fuerza para aspirar los asquerosos mocos. Puso las manos en las caderas y gritó con insatisfacción e ira—: Señor A, Señor B, les hemos pagado. ¿Por qué se han retrasado?

—¿Sabes quiénes somos?

—¿Hay algo en el Reino Subterráneo que yo, Estornudo, no sepa? Usted es el Señor A —Señaló hacia Fu Wenduo luego a Tang Mo—. ¿Y usted es el Señor B? ¿Creen que Estornudo es ciego y no sabe leer? Puede verlo escrito sobre sus cabezas.

Los ojos de Fu Wenduo se abrieron de par en par. Fingió estar tranquilo mientras preguntaba:

—¿Oh? —Los ojos de Fu Wenduo se abrieron, pero preguntó en tono tranquilo—: ¿Puedes ver las letras sobre nuestras cabezas?

—Por supuesto.

—Pero otras personas en la calle no parecían verlas.

—¿Pueden esos estúpidos compararse con nuestros empleados del Circo Extraño? —Estornudo se veía enfadado—. ¡Todos comemos comida pública y tenemos trabajos legítimos! En todo el Reino Subterráneo, solo nuestro personal del circo puede ver las letras sobre su cabeza. ¿Es este un privilegio que cualquiera puede tener?

—¿Solo ustedes? —lo interrogó Fu Wenduo.

—Por supuesto… —Su voz se detuvo y corrigió con amargura—: Bueno, están los malos que quieren robar el monstruo. Ellos también pueden ver las letras.

—¿Dónde está el monstruo? Llévanos hasta él —lo urgió Tang Mo.

—Ah, no está aquí —dijo el gnomo.

—¡¿Qué?!

—El líder lo confiscó ayer y no pudo sacarlo con éxito del Mundo de los Monstruos. Hoy lo enviaran en secreto aquí. Hablando de eso, ¿no deberían apresurarse a ir al muelle a recogerlo? Si los malos roban el monstruo… —Sus ojos se abrieron por el pánico—. ¡El líder nos matará, el líder nos matará a todos!

Corrió alrededor de Tang Mo y Fu Wenduo, pero se detuvo porque observó que ellos no se habían movido de su sitio. 

—¿No van al muelle a recoger al monstruo? —preguntó sorprendido.

Tang Mo y Fu Wenduo, estaban inmóviles y en silencio porque no sabían a dónde dirigirse. 

Estornudo, rojo de ira, sacó cinco monedas de cobre de su bolsillo. 

—¡Son exasperantes, pidiendo dinero! —Con la cara roja por la ira, sacó cinco monedas de cobre de su bolsillo y se las entregó a Tang Mo—. Toma, este es el depósito que el líder me dijo que les diera. Vayan a recoger al monstruo, ¡no dejen que los malos se lo lleven!

Él les gritó, pero los hombres no se movieron.

—Bien, las diez monedas de cobre son para ustedes. Es todo el depósito que me dio el líder. Vayan y eviten que el monstruo sea robado por los malos. —El gnomo, los empujó y sin esperar su respuesta, corrió hacia la carpa. Se cubrió el corazón como si estuviera asustado y sacó un trozo de plata de su bolsillo—. Je, je, este Estornudo es tan inteligente y lo escondió en secreto…

La puerta de la tienda se abrió, Estornudo giró y miró con desconcierto a Tang Mo y a Fu Wenduo detrás de él.

—De hecho, quería preguntarte… —Tang Mo miró la moneda de plata y la tomó antes de preguntar—: ¿Cómo llegamos al muelle?

Estornudo se quedó callado por un momento, pero un minuto después, los dos hombres ya se dirigían al muelle.

—La Moneda de Oro del Rey nos permite abstenernos de un juego. ¿Tendrán las monedas de plata y las de cobre algún efecto especial? —preguntó Fu Wenduo.

El otro negó con la cabeza. 

—Cuando las cogí, no recibí ninguna pista. Tal vez solo sean monedas ordinarias, no creo que las monedas especiales sean tan comunes. Santa, incluso dijo que solo tenía ocho monedas de oro del rey. —Fu Wenduo asintió—. Antes, al recibir monedas de cobre de la Abuela Lobo y la torre negra me incitó a cambiarlas por un accesorio. A los ojos de la torre negra, las monedas de cobre valen menos que los accesorios.

—¿Estás familiarizado con la Abuela Lobo? —inquirió, él no le había contado lo que encontró en el juego del Zapatero de Hierro.

—¿Me resulta un poco familiar…? 

Me hice pasar por la nieta de la Abuela Lobo, reflexionó Tang Mo.

Ninguno insistió en el tema y continuaron su camino hasta que Tang Mo se detuvo y fijó sus ojos en una sastrería, entonces dijo:

—La torre negra seguirá respetando el principio de equidad. No reveló nuestros nombres a los veintiún jugadores. Solo les dijo que éramos el Señor A y el Señor B.

—Tampoco saben si somos jugadores o residentes del Reino Subterráneo —añadió su compañero y lo miró. 

Entraron en la tienda y diez minutos después salieron como: un bardo alto y guapo y un caballero con armadura. Una máscara gris cubría la mitad inferior del rostro de Tang Mo, revelando solo un par de ojos fríos. Llevaba un sombrero gris puntiagudo con una pluma blanca en el ala, unas botas altas envueltas en las piernas y un flautín colgando de la cintura.

En cambio, Fu Wenduo, alto y apuesto, parecía un caballero medieval con su armadura y su larga espada colgando de la cintura. El casco de plata le cubría por completo la cara. 

Ambos querían pasar desapercibidos del resto de los jugadores.

—Ellos saben que somos jugadores y pueden pensar por error que somos del Reino Subterráneo, lo que les hará bajar la guardia. Pero no es conveniente llamarnos por nuestros nombres cuando nos disfrazamos de personas clandestinas. —Tang Mo pensó por un momento—. ¿Qué tal si te llamo Tang Ji?

—¿Has cambiado mi nombre por algo con tu apellido, Tang? —le preguntó con voz grave.

—No me refiero al apellido Tang, sino a Tang Ji del Quijote —le explicó—. Tú… te vez similar…

Loco y excéntrico, pensó.

—Tu nombre es Víctor.

El aludido se congeló y miró al otro con los ojos muy abiertos. Su corazón latió rápidamente cuando el nombre que había estado enterrado en lo más profundo de su corazón volvió a entrar en su mente.

—¿Por qué llamarme así?

—El final de la Navidad, la estrella empapada de rojo. «Canción Marcial», por Víctor Voroskirsky. Eres un bardo, así que este nombre es muy adecuado —respondió sin más.

—De acuerdo, me llamaré Víctor. —Estuvo de acuerdo—. Vamos Tang Ji, tenemos que encontrar al monstruo.

♦ ♦ ♦

La autora tiene algo que decir:

Viejo Fu: Buen intercambio de nombres. Mi apellido es Tang, tú te llamas Víctor.

Tang Tang: ¿Quién intercambió nombres contigo?

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