La villana vive dos veces – Capítulo 14

Traducido por Herijo

Editado por Freyna


Las jóvenes que estaban alrededor de Artisea se quedaron asombradas y empezaron a susurrar.

Incluso Lady Atiyah, que había estado enojada un momento antes, se sonrojó de vergüenza.

—¿A quién vino a ver?

—He oído decir que al gran duque Evron no le gustan las mujeres.

—¿Hay alguien cercano a su gracia en este lugar?

Las jóvenes miraron a su alrededor, pero ninguna de ellas pensó que Artisea fuera a quien Cedric había venido a ver.

Artisea contuvo la respiración.

Desde el momento en que se dio cuenta de que Cedric estaba aquí, naturalmente pensó que había venido por ella.

Al mismo tiempo, encontraba irreal que se acercara directamente.

Su mirada estaba centrada en Cedric.

Nunca había imaginado que su campo de visión pudiera ser tan estrecho, pero lo estaba mirando con tanta intensidad que ni siquiera se dio cuenta del asombro de la gente a su alrededor, incluyendo a  Atiyah.

Y cuando Cedric extendió la mano derecha hacia ella, ni siquiera escuchó los murmullos a su alrededor.

Las jóvenes estaban tan asombradas que incluso miraban a ella y a Cedric con la boca abierta, olvidándose de cuidar sus expresiones faciales.

Todos los presentes, jóvenes y adultos, estaban prestando atención máxima a esto inconscientemente.

—¿Cómo está, señorita Artisea?

—¿Qué… le trae aquí, su gracia?

Artisea, incapaz de ocultar su vergüenza, vaciló y puso su mano sobre la de él.

En ese momento, varios grititos surgieron a su alrededor.

Cedric frunció el ceño.

Sin preocuparse por el ambiente en el salón, extendió su mano izquierda y agarró su mentón, manteniendo aún su mano derecha sobre la de Artisea.

—¿Qué le pasó en la cara?

—¿Eh?

—Tiene la mejilla hinchada. Además, tiene arañazos, y un lado de sus labios también está desgarrado.

Cedric escrutó su rostro hasta el punto de parecer irrespetuoso.

Era difícil de ver a simple vista, porque estaba bien cubierta de maquillaje, pero definitivamente tenía señales de haber sido abofeteada.

Probablemente con el tiempo, se formarían moretones en su rostro.

¿Qué diablos le pasó? Además, con su rostro en este estado, ¿cómo pudo Miraila dejarla salir?

Lo mismo se aplicaba a los empleados del marquesado Rosan. Esta era una reunión privada, un baile al que no necesitaba asistir.

Artisea realmente no quería venir. En una reunión como esta, no se podía obtener ninguna información útil.

Pero no tenía más opción que asistir, porque Miraila se enfurecería si no lo hacía según sus órdenes.

—Su gracia.

Artisea agarró su muñeca con cara de vergüenza.

Cedric la miró fijamente y susurró suavemente.

—¿Fue la condesa Eunice quien hizo esto?

♦♦♦

Antes de salir del Palacio Imperial, la condesa Eunice lo detuvo.

Cedric la miró con recelo. Aunque eran primos, nunca habían sido cercanos.

—¿Vas a encontrarte con Artisea?

—¿Es eso asunto tuyo?

—No, pero hay una cosa que te pediría.

—No puedo garantizar nada, pero adelante, te escucho.

—Por favor, dile a  Artisea que lamento lo ocurrido ayer.

Dijo la condesa Eunice aferrándose a la falda de su vestido.

—Si tienes algo por lo que pedir perdón, ¿por qué no lo haces personalmente?

—Por supuesto que la visitaré en persona y me disculparé en el momento adecuado. Pero creo que se necesita un mediador en este momento. Solo dile que ‘lo siento y aprecio su consejo’.

Cedric no sabía por qué, pero asintió con la cabeza y se fue.

♦♦♦

Nunca imaginó que era por eso.

—La condesa Eunice…

—Por favor, no diga nada más. Si continúa, me pondrá en una situación difícil.

Artisea presionó ligeramente su muñeca.

Cedric, impotente, soltó su mentón. Luego habló severamente, conteniendo su ira.

—Volvamos.

Artisea se sintió extraña.

Alicia fue la única persona en su vida anterior que se preocupó por ella.

Después de la muerte de Alicia, nadie se percató de sus heridas.

En su juventud, incluso fue peor.

Cuando Miraila estaba de mal humor, solía desahogar su ira con ella.

A nadie en el marquesado Rosan le importaba que la abofetearan en la mejilla.

Sin embargo, ahora Cedric estaba enfadado por ello. De todas las personas, Cedric.

De alguna manera, con lágrimas en los ojos, Artisea bajó la cabeza y dijo rígidamente.

—Está bien.

No sería bueno que abandonara la sala de baile en estas circunstancias.

Pero Artisea no estaba aquí para encontrar un buen esposo de todas formas.

Tampoco había nadie en este lugar que quisiera ser su amigo. Su reputación ya estaba por los suelos y hasta ahora no parecía que fuera a mejorar.

Cedric dio un paso atrás y extendió su brazo para acompañarla.

Justo en ese momento,  Atiyah estableció contacto visual con él de forma casual.

Atiyah, que había estado mirando fijamente a los dos, se dio cuenta de que esta era su oportunidad.

Rápidamente agarró la falda de su vestido, se inclinó y sonrió tan bellamente como pudo.

—Me disculpo por mi saludo repentino, su gracia, gran duque Evron. Mi nombre es Laila, soy la hija del conde Atiyah. No sabía que conocía a la señorita Artisea.

—Encantado de conocerle. Señorita, ¿es amiga de la señorita Artisea?

—¿Perdón? ¡Ah, sí!

Laila dijo eso, pensando que podría causar una buena impresión en Cedric.

Luego, con una sonrisa en sus ojos, continuó:

—No es propio de un caballero venir a un baile y marcharse sin haber bailado. Aún más cuando hay jóvenes damas presentes que no han bailado ni una sola canción.

Toda la calidez en los ojos de Cedric desapareció.

—El verdadero deber de un caballero es cuidar de una mujer en una situación incómoda. Señorita Laila, ¿realmente es amiga de Artisea?

—¿Qué?

—Si es su amiga, debería preocuparse por ella, pero parece que está más centrada en mí.

Cedric habló fríamente.

El rostro de Laila se volvió rojo de vergüenza.

Artisea tiró ligeramente de su manga.

Desde su punto de vista, no había razón para que Cedric se enfadara con Laila. Por lo tanto, pensó que su disgusto se debía a que había mentido diciendo que era su amiga.

Sin embargo, Cedric estaba verdaderamente indignado.

Desde su primer encuentro, no había dejado de pensar en Artisea.

Había decidido aceptar su propuesta porque ella había mencionado una buena causa.

Pero más allá de eso, sentía el deseo de proteger a esta chica.

Está demasiado delgada.

Sabía que Miraila tenía una hija, pero nunca pensó que sería una chica tan delgada y pálida.

Artisea era una hermosa joven de elegante complexión y piel blanca como la nieve, al contrario de lo que él había imaginado.

Pero su rostro, que nunca había recibido cuidado, estaba demacrado, su cuerpo demasiado delgado y sus mejillas hundidas.

Sus muñecas que sobresalían de su vestido de manga larga eran tan delgadas que solo se podían ver los huesos.

Por otro lado, llevaba el mismo vestido a rayas verde oscuro que había usado ayer.

Era un vestido normal, adecuado para pasear, pero no se podía considerar un vestido de fiesta en absoluto.

Incluso Cedric, que no estaba familiarizado con el ambiente de los salones de baile, se dio cuenta de que Artisea estaba siendo excluida.

Aunque era la heredera del marquesado Rosan y la hermana de un posible candidato a convertirse en el próximo emperador, la joven dama, despreciada por su familia, no era bienvenida en ninguna parte.

Artisea misma parecía aceptarlo como algo normal.

Incluso eso incomodaba a Cedric, porque parecía que ella estaba renunciando a los derechos que se suponía debía disfrutar como hija y como ser humano.

—Entonces, señorita Artisea.

Cedric extendió la mano hacia Artisea.

—¿Qué?

—¿Me concedería este baile?

El rostro de Laila se distorsionó por la humillación que sentía.

No era propio de la personalidad habitual de Cedric hacer algo que llamara la atención en un salón de baile como este. Pero ahora quería hacerlo.

—No quiero llamar demasiado la atención.

Artisea susurró en voz baja. Cedric respondió.

—Lo sé. Está bien. El gran duque Evron es un complemento ideal.

Artisea no respondió.

Porque Cedric parecía haberse dado cuenta de que su atuendo no era adecuado para este baile y de que estaba siendo ignorada.

Ella parecía ser indiferente a tales cosas. Sin embargo, esta vez se sentía avergonzada.

—Vamos.

Cedric instó.

El hecho de que un hombre le pidiera bailar era extraño para Artisea. Y aún más porque en esta ocasión, ese hombre era Cedric.

Tuvo que reunir valor para tomar su mano.

Artisea no sabía por qué estaba tan nerviosa.

—Puede que pise sus pies. No soy muy buena bailando.

—Incluso si nos pisamos mutuamente los pies, seamos comprensivos y finjamos no darnos cuenta. Yo tampoco bailo bien.

Cedric dijo y tiró de su mano.

Cuando envolvió su brazo alrededor de su cintura, Artisea se puso extremadamente tensa.

Aunque dijo que no era bueno bailando, Cedric guió el baile al ritmo de la música, como pez en el agua, y se dirigió hacia el centro del salón de baile.

Los susurros estallaron por todas partes.

Algunas parejas se apartaron, y otras dejaron de bailar por completo para observarlos.

Mientras bailaba, Artisea sentía que el salón estaba vacío.

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