Matrimonio depredador – Capítulo 19: Intruso

Traducido por Yonile

Editado por Meli

Leah sintió como su rostro enrojeció de la ira por los insultos de Blain. Resopló enojada; se enderezó, acomodó su vestido y le lanzó una mirada.

—No te preocupes hermano, incluso si Byun Gyongbaek da mucho miedo, no lo haré, —siseó Leah.

El rostro de Blain se distorsionó; la miró con el ceño fruncido y una sonrisa maníaca.

—Eres muy buena, muy buena negando, incluso escondiéndose en los jardines con el rey de Kurkans, nada menos, —le susurró, su rostro se acercó hasta que su boca estuvo a un suspiro de su oído.

Soltó el agarre en su cabello, sus dedos largos y delgados le acariciaron con suavidad la mejilla. Movió su cabeza hacia él con una preocupación burlona.

—¿Te dijo que está enamorado de ti? —preguntó, haciendo un puchero, Leah tensó la mandíbula—. ¿Te dijo que te acuestes con él?

Quería contestar que sí, pero se obligó a callar.

—No pasó nada entre nosotros. Él solo estaba interesado en mí porque soy la prometida de Byun Gyongbaek —explicó.

Blain la observó en silencio, no confiaba en ella y trató de identificar cualquier señal de que estuviera mintiendo.

Habían sido muy cercanos cuando eran pequeños; se cuidaban como verdaderos hermanos. Incluso la gente pensó que eran hijos de los mismos padres.

El la había adorado y concedido todos sus deseos. La solitaria Leah encontró compañía en Blain.

Pero como todas las familias, con el tiempo, se separaron.

Leah desarrolló muchos talentos y creció con éxito, necesitando cada vez menos a Blain. Eso lo desgarró, lo hizo sentir inadecuado para estar a su lado.

Poco a poco, su admiración se convirtió en celos. Su amor se convirtió en odio. No le gustó cómo estaba floreciendo. Quería aplastarla a toda costa.

Su fuerte relación se derrumbó ante sus propios ojos después de la muerte de la madre de Leah. Cuando se dio cuenta de la verdad, ya no pudo seguir el ritmo de las pretensiones y finalmente dejó a Blain.

Y cuando Leah se alejó, los verdaderos colores de Blain comenzaron a brillar.

Vio hacia sus orbes cerúleos enojados, no había más que decir. Leah se quitó de encima el agarre de su barbilla, sacudió la cabeza y lo empujó para irse. Blain dio un paso atrás.

—Leah…

Ella se detuvo. Su voz le produjo escalofríos. Sus dedos una vez más encontraron agarre en su cabello. Metió algunos mechones detrás de su oreja y los callos le acariciaron la piel.

—Debes aprender a escucharme, hermana, —advirtió con una mirada seria—. Y  no te alejes  a donde no puedo verte.

Ella asintió cansada. Lo único que quería era que todo esto terminara. E

♦ ♦ ♦

En sus aposentos, la condesa Mellissa, de pie, frente de las doncellas la esperaba.

Tan pronto como la condesa la vio, corrió hacia ella gritando.

—¡Princesa! El Príncipe Heredero te había estado buscando.

—Sí, lo he visto —respondió con una sonrisa suave, y la condesa la miró boquiabierta—. No hay nada de qué preocuparse.

Sus palabras no tranquilizaron a la condesa quien se limitó a asentir, mientras le colocaba un chal en los hombros

Leah no podía  explicarle por qué su apariencia era un desastre debido al ataque de Blain. Así que le dio las gracias y se dirigió al interior de su habitación.

Se sentó en un taburete y disfrutó del té que le sirvieron las criadas, el calor del líquido que bajaba por su garganta era suficiente para calmar su corazón acelerado. Sintió que sus músculos se aflojaban y luego la tensión mientras respiraba con profundidad.

Disfrutó de la sensación que le causó la condesa al cepillarle el cabello.

—Princesa, si puedo pre… —vaciló la condesa—. ¿Qué pasó con el rey de Kurkans?

Leah dejó la taza de té sobre la mesa. Sería muy fácil salir de eso con mentiras. Y así, con una facilidad experta, puso una expresión serena y una sonrisa tranquilizadora.

—Solo sentía curiosidad por mí. Parecía que tenía mucha curiosidad sobre quién es la prometida de Byun Gyongbaek de Oberde. —Tomó otro sorbo de té.

La condesa Melissa suspiró y asintió con la cabeza en comprensión. Ni siquiera dudó de una sola palabra.

—Eso es un alivio. He estado tan preocupada, en especial porque desapareció por mucho tiempo. Él parece demasiado rudo y severo, —expresó sus preocupaciones.

Leah la dejó  divagar, por lo general  hablaba de las cosas de su día, y de Blain. Pero desde que conoció a Ishakan hoy, fue tan memorable que no podía dejar de hablar de ello.

—Oh, y sus ojos… —La condesa recordó con nostalgia el rostro de Ishakan de memoria. Frunció el ceño al darse cuenta, que había estado hablando con mucha libertad e indiferencia hacia la princesa.

Leah se paralizó al recordar los ojos dorados de Ishakan; eran únicos entre los humanos. Y cuando está enojado, pueden invocar un miedo profundo, instintivo como el de una presa cuando se enfrenta a una bestia rugiente, cuando hace contacto visual.

Pronto sus pensamientos volvieron a Blain y se preguntó si le diría a Cerdina lo que había ocurrido hoy. La sola idea la molestaba.

No creo que se lo diga a Cerdina, pero ¿y si lo hace?,  ¿cómo debo salir de esto? pensó para sí misma antes de que un dolor agudo recorriera su cabeza.

Estaba preocupada, Cerdina no era como Blain, ella no lo dejaría pasar.

El dolor era insoportable, rápidamente se bebió el té y se puso de pie con una mueca de dolor.

—Por favor cancele mi horario de hoy. Estaré en mi habitación, leyendo los informes, —dijo a la Condesa y ésta se acercó con una mirada preocupada.

—Princesa…

—Estoy bien, —la interrumpió y le dio una suave sonrisa—. Estoy bien. En verdad, es solo que estoy cansada por la dieta estricta que estoy siguiendo.

Melissa dudó, sabía que algo más estaba mal. Pero también sabía que Leah no la dejaría ayudar y, de mala gana, asintió con la cabeza antes de dejarla sola para permitirle el descanso que necesitaba.

La condesa se fue y Leah dio instrucciones a las doncellas para que la dejaran en paz, prohibiendoles entrar el otro día por la mañana. Una vez que estuvo sola, se vistió con su camisón, y colapsó en la silla cercana.

No creía que tuviera fuerzas suficientes para cenar esa noche. Además necesitaba seguir su dieta por lo que solo comería dos rodajas de manzana, antes de descansar.

Sentada en la silla, suspiró y observó por la ventana el cielo rojo;  la luz del día terminó y descendió la oscuridad.

La luna iluminó el cielo nocturno.

Apretó sus dedos en el borde de su apoyabrazos, para evitar abrir la ventana y saltar.

Era una idea fugaz en la que pensaba de vez en cuando. Pero nunca se atrevió a cumplir su fantasía.

Solo un poco más. Solo un poco más de tiempo.

Contó los días en su cabeza. Después del tratado de paz, y la partida de los kurkanos. Todo terminaría una vez que haya llevado a la familia real de Estia a la ruina y a la deshonra, entonces podría descansar de verdad.

Sus ojos se cerraron e imaginó el dolor y la agonía que vería en sus caras…

Imaginó la forma en que el viento azotaría su cuerpo si saltara.

Un ligero golpeteo resonó en la silenciosa habitación, y los ojos de Leah se abrieron de golpe, un ceño fruncido estropeó su expresión. No había nada.

Ella pensó que había sido un truco mental, pero luego volvió a suceder, y luego otra vez.

Tres veces.  Parecía que procedía de la ventana.

Se puso de pie y se acercó con pasos cautelosos. Su mano apretó la cerradura, la abrió un poco y soltó un grito.

Se llevó una mano a la boca para evitar alertar a los demás más.

—¡¿Cómo?! —tartamudeó.

Por otro lado, la persona de afuera, estaba en lo alto de la rama del árbol, mirándola con calma, jugaba con una piedra en la mano: la lanzaba al aire y la volvía a agarrar.

Ella estaba sorprendida. Por la noche, la seguridad del palacio era mayor, era   bastante difícil de atravesar. Si los descubrieran, estarían en problemas, Blain no sería tan indulgente como lo fue en el jardín.

Mientras ella estaba perdida en sus pensamientos, Ishakan saltó de la rama hacia su habitación.

A pesar de su enorme cuerpo, se movió ligero y rápido sobre sus pies, aterrizando con bastante gracia en su balcón. Se quedó sin aliento mientras lo veía saltar.

—¡¿Dónde crees que estás?! —siseó mientras él se enderezaba.

—En tu habitación, —declaró con total naturalidad a su extraña pregunta.

Hizo caso omiso de las constantes protestas de Leah y sin vergüenza entró y recorrió toda la habitación. Cuando terminó, dirigió su atención a ella y le dedicó una suave sonrisa.

—Lindo camisón ¿Es eso con lo que duermes?

Ella recordó su condición y se cubrió con la manta más cercana.

—¿¡Qué estás haciendo aquí!? —musitó, su mente estaba revuelta y las palabras no salían; sentía la sangre correr a su rostro por la vergüenza.

—Tenía curiosidad por algo, así que aquí estoy.

Ella frunció el ceño. Pensó por un momento en solicitar su presencia y postularse oficialmente como uno de los asistentes para el banquete de mañana, pero fue interrumpida cuando Ishakan continuó y la miró con seriedad …

—¿Por qué no me habías pedido ayuda?

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