Matrimonio depredador – Capítulo 30: Dos figuras disfrutando de la luz de la luna

Traducido por Yonile

Editado por Meli


En cualquier otro momento sus palabras eróticas, le habrían causado vergüenza, provocando que se sonrojara y estremeciera, sin embargo, Leah se mantuvo rígida, sin reacción.

Estaba abrumada por el placer, era como si las acciones de Ishakan le hubiesen derretido el cerebro como chocolate. En su débil estado, solo fue capaz de agarrar el dobladillo de su vestido con las manos temblorosas.

Las huellas carmesí de las palmas adornaban sus pálidos e impotentes muslos. Ishakan, todavía insatisfecho, chupó su carne con fuerza entre sus labios, dejando solo otra marca deslumbrante.

El acto fue tan salvaje, que podía ver el interior de sus muslos marcados. Es como si las marcas dijeran: «Tú eres mía».

Leah, estaba exhausta y a su merced, se echó hacia atrás y vio como el rey bárbaro se apoderaba de lo que acababa de sacar de la cintura de sus pantalones.

Aún drogada, se sintió incómoda por tal monstruosidad, era consciente de que sería demasiado ,incluso insoportable.

Las venas de su grueso miembro estaban abultados, eran del tono de un vino rico y profundo. En su estado congestionado, la sangre fresca que corría hacia el final palpitaba visiblemente. El tamaño del genital, era tan grande como la cabeza de una bestia joven.

Los dedos de Ishakan frotaron sus pétalos. Su corazón se aceleró cuando él golpeó su entrada con el miembro.

—Es demasiado grande… No cabe… —tartamudeó por el efecto de las drogas. L

—Encajó la última vez. —Se rio—. ¿Ya lo has olvidado?

¿Cómo podría olvidar su acalorado encuentro?

Había sido la experiencia más impactante en la vida de Leah. Sin embargo, Ishakan concluyó que ella lo había olvidado.

Un gruñido bajo salió de su garganta y se rió con picardía.

—Tendré que ponerlo a menudo entonces, para que no lo olvides.

Empujó hacia adentro y ella gritó por el inmenso placer y el inevitable dolor que lo acompañaba, fue abrumador.

Su eje no era algo que su cuerpo pudiera acomodar con facilidad. A pesar de que la había preparado diligentemente con los dedos, su parte inferior lo apretó con fuerza, un débil intento de expulsar el objeto extraño.

Su estómago se sentía lleno hasta el borde, tanto que se podía ver un ligero bulto. Sus lágrimas mezcladas con saliva se deslizaron por su barbilla.

Él comenzó a moverse hacia adelante y hacia atrás, la agarró por la cintura con fuerza y la ​​embistió, empujó el resto de él dentro de ella en un solo movimiento sin piedad. Su vara, que se hundió sin previo aviso, la golpeó en su parte más íntima.

Esta vez, solo pudo jadear mientras temblaba. Su interior húmedo y pegajoso, se convulsionó, masticando al gran intruso.

—Maldición, Leah… —pronunció con un gemido gutural, tragó y agregó con una voz temblorosa—: Ugh… estás apretando tan fuerte…

Sus pies, que estaban suspendidos en el aire tocaron el suelo, él los agarró por los tobillos y los colocó en sus hombros.

—Ten cuidado con tus pies.

Hasta entonces recordó que estaba herida, se había embriagado en el placer olvidando por completo el dolor.

Con la cadera levantada, su cintura se dobló hacia atrás, su vestido se deslizó hacia abajo revelando su piel aún más.

Ishakan frunció el ceño, el vestido era tan engorroso que incluso cuando lo sujetó con las manos, todavía se interpuso y no tenía la paciencia para  desatar cada una de las complicadas cintas y nudos de su vestido.

Las venas de sus manos mostraban lo tenso que estaba. Sus dedos se engancharon en la suave seda y la organza, y con poco esfuerzo, le arrancó el vestido por completo. Un destello de preocupación cruzó por su mente ante el sonido de la tela rasgándose.

Ishakan la levantó por la parte de atrás de los muslos. Sus piernas colgaban en el aire mientras su cuerpo se inclinaba más, ella pensó que podría caer, pero él la sostenía con firmeza. Entonces, presionó con todo su peso en un movimiento brusco. Desde arriba, comenzó a golpearla sin piedad.

Su longitud entraba y salía de ella con movimientos rápidos y pesados. Leah abrió mucho los ojos y las lágrimas corrieron por su rostro ante su feroz ataque.

Su cuerpo ya no era suyo. Se movía en sincronía con él, balanceaba sobre la espada que le atravesaba el vientre. No podía respirar y sus ojos parpadeaban frenéticamente.

—¡Ah! ¡Ah! …

Leah yacía allí convulsionando, conmocionada hasta el punto de que no pudo moverse ni una pulgada. Sus fuertes y constantes gemidos eran música para los oídos de Ishakan.

Ella estaba al borde, no pudo reprimir sus escandalosos gemidos a pesar de que estaban afuera.

Se sentía demasiado caliente. Era como un infierno, con un dios bronceado que la quemaba violentamente.

—M-Más… Ahh, justo ahí… r… hmm… —habló como hipnotizada.

—¿Aquí?

—Sí, mmm, eso es bueno, muy bueno.

Su miembro grande frotó todo su interior, estimulando sus paredes suaves y calientes. Sentía que se iba a volver loca cada vez que él se movía.

Continuando con su estridente ataque, Ishakan agarró su pecho hinchado. Sus dedos callosos pasaron por su piel de porcelana y la pellizcaron. Los picos gemelos se amoldaron a la forma de sus manos, sus montículos erectos lo invitaban a tocarlos, los frotó con fuerza, simultáneamente, sus caderas se balancearon más rápido. La región hinchada inferior bombeó hacia donde él y Leah se convirtieron en uno, mientras sus dedos la atacaban arriba.

—¡Ahhhhh, ugh!

Su abdomen inferior se tensó junto con la sensación emocionante. Sintió algo estallar en la parte inferior de su vientre y sus paredes internas convulsionaron, empapando el lugar donde estaban conectados.

Ishakan se hundió en lo más profundo de su cuerpo. El ritmo incesante de sus cuerpos chocando, demostró su deseo de fusionarlos. Le soltó el pecho para sujetarla por las nalgas la abrazó con más fuerza. Ya no había espacios visibles entre ellos. El vientre y el pecho de Leah estaban presionados contra su musculoso cuerpo. Ella gimió y lloró frenéticamente.

La cosa dentro de ella latía y crecía, él soltó un profundo gemido. La cabeza se contrajo contra su cuello uterino y algo cálido se derramó.

El cuerpo de Leah se relajó. Ishakan, disfrutó del momento, observó hacia donde sus cuerpos estaban conectados.

La mezcla de fluidos corporales los hacía parecer un desastre. Pero en ella resaltaban aún más, ya que no tenía vello púbico, era suave.

Se rio ante la vista del botón rojo e hinchado. Lo movió, ella gimió y recuperó su conciencia.

—Ah… ah… N-no… —Trató de apartar la mano que la acariciaba.

Él la dejó, la sujetó por la cintura y sin separarse se sentó con ella encima.

Su miembro, ya flácido, aún era lo suficientemente grande como para llegar a las partes más profundas.

Leah, que todavía sollozaba debido a las secuelas de su clímax, se sorprendió. Ishakan le sostuvo la cintura para que no cayera hacia atrás y tiró de ella con la otra mano en la nuca.

—Te masajearé el pecho. Ven aquí.

Sus dedos pellizcaron sus pezones, frotó con suavidad sus hinchados picos con el pulgar y el índice. Se humedeció los labios con saliva y la lamió. Su lengua se movió de sus mejillas que estaban húmedas por las lágrimas, hacia los lóbulos de sus orejas, que se habían puesto de un rojo brillante. Los mordió y chupó.

Sus montículos blancos quedaron atrapados, mientras mordía y succionaba uno, palmeaba y torcía el otro con los dedos.

Leah retorció la cintura y lo agarró con fuerza por el antebrazo. Le enterró las uñas pero era difícil dañar su piel dura.

Sintió que la carne dentro de ella recuperaba su fuerza y vigor, endureciéndose ​​de nuevo, su cuerpo se retorcía y giraba sin poder soportar la sensación de cosquilleo.

El temor la invadió cuando pensó en él haciéndolo de nuevo, sin embargo, sus ojos reflejaban que deseaba que la tocara y frotara más.

—¿Quieres hacerlo de nuevo?

Ella vaciló y luego asintió. Él sonrió, le acarició la parte interna del vientre y ella arqueó la espalda.

—¿Qué haré para complacerte? No puedo ponértelo todo el día. —Le apretó el pecho, con una expresión traviesa—. Ah, tal vez, ¿debería conseguir un juguete similar y enviartelo al palacio?

Leah se mordió los labios con fuerza. Lo despreciaba por decirle cosas vulgares. Sus ojos se llenaron de lágrimas de dolor, pero se las tragó. Su cerebro febril fue incapaz de expresar sus pensamientos.

—¿Por qué…? ¿Por qué dices esas cosas? —Dejó escapar un gemido—. No hagas eso… No me menosprecies, más de lo que ya lo he sido.

Ishakan  la miró sin lograr comprenderla.

—Bien… —murmuró en voz baja.

Fue una respuesta suave y tierna. Leah miró sus ojos serenos desprovistos de cualquier signo de agudeza y fiereza. Parecido a la miel, dulce y encantador.

El viento revoloteaba a su alrededor, llevando consigo el fuerte aroma de las flores. La agradable fragancia pronto llenó sus fosas nasales e hizo que su corazón palpitara tan rápido que tenía miedo que él lo notara.

Era demasiado, ¿se merecía eso?

Los frágiles pétalos flotaban en el aire y se posaban en el pecho de Ishakan. Su piel suave y bronceada estaba sembrada de pétalos blancos. Leah vaciló un poco antes de apartarlos con delicadeza.

—Se parecen a ti…

Ante el repentino sonido de su voz, Leah lo miró, su corazón latió más rápido. Ishakan se quitó uno de los pétalos de su cabello y murmuró:

—Se parecen a ti. Estas flores. —Soltó una carcajada y la abrazó, acariciando su cabello plateado—. Dame un beso.

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