Traducido por Yonile
Editado por Meli
Ishakan arqueó las cejas, cuando Genin le informó los eventos que habían ocurrido en los aposentos de la princesa.
—Pensé que te había dicho que la cuidaras, Genin. —El humo del cigarro flotó frente a su rostro, sus pupilas doradas brillaron—. Pero estás aquí…
Su rostro palideció, se arrodilló frente a él golpeando su cabeza contra el suelo. Y temblando pidió perdón, lo que dejó sin respiración a Haban. Era difícil ver a Genin pidiendo perdón.
—Está bien cometer un error una vez, pero dos veces no. —Ishakan exhaló con cansancio—. Levántate. Tenga cuidado la próxima vez .
—Gracias. Se inclinó una vez más, su frente tocando el suelo, y luego se puso de pie.
—Ella vomitó sangre. Eso es realmente extraño. —murmuró sumido en sus pensamientos.
—¿No fue porque la atormentaste anoche? —preguntó Haban luego de intercambiar miradas con Genin.
—Puede ser una causa… pero solo le di una calada ayer.
—¿No es eso un veneno para los humanos? —Haban abrió los ojos.
—Es un medicamento para ellos si se usa adecuadamente. —respondió Genin.
—Correcto. Es bastante sospechoso si hay una reacción adversa como vomitar sangre. —Ishakan arrojó el cigarrillo al suelo ensangrentado y lo pisoteó. Sus manos se curvaron en un puño—. ¿No crees que está pasando algo en el Palacio de Estia?
♦ ♦ ♦
Era común que Leah sufriera mareos a causa de la estricta dieta que Cerdina le imponía o por su hábito de dormir poco debido a su apretada agenda. Pero era la primera vez que vomitaba sangre y se desmayaba.
—¡Princesa! —exclamó la condesa Melissa tan pronto como la princesa despertó.
Una horda de doncellas y sirvientes se apiñaron sobre ella, llamándola con alivio.
La condesa Melissa la ayudó a sentarse, apoyándola contra la almohada, mientras las otras sirvientas le preguntaban sin cesar si necesitaba algo, si estaba bien o le dolía algo.
—¡Retrocedan todos! —ordenó la condesa—. La princesa acababa de despertar, denle espacio.
Todos se sintieron profundamente ofendidos, sobre todo porque fue la condesa la primera en acercarse a la princesa. Sintiendo la ironía de su petición, Melissa ocultó su vergüenza detrás de una tos.
La baronesa Cinael fue lo suficientemente valiente como para expresar su disgusto.
—¿No podemos siquiera mostrar nuestro alivio cuando la Princesa finalmente se despierta? —preguntó la baronesa Cinael.
—Baronesa, eso no fue, ¿cómo puede usted …? —contestó la condesa un poco avergonzada.
—¡Si mal no recuerdo, condesa, fue usted la primera en invadir el espacio personal de la princesa! Aferrándose y gritando alegremente al despertar. —refutó y rompio a llorar.
Las otras damas e hijas en la habitación hicieran lo mismo. Uno a uno todos gritaron, llenando el espacio con un sonido de lamentos.
Cuando Leah se sentó, para calmar a las mujeres que lloraban, la condesa Melissa se secó las lágrimas, haciendo que la princesa se echara hacia atrás una vez más antes de expresar su determinación.
—No obstante, la princesa acababa de despertar. ¿No crees que necesita descansar un poco más antes de consolarte? —les preguntó.
Ante sus palabras, incluso la baronesa no puede negar la verdad. Y así, a regañadientes, los gritos cesaron y el silencio reinó una vez más en la habitación.
Con su audiencia apaciguada, Leah se cepilló el cabello hacia el otro lado de su cuello, que estaba lleno de sudor. Bebió un poco y escuchó de la condesa que había dormido durante todo el día.
Cuando se desmayó, Blain la atrapó antes de que cayera al suelo y horrorizado, llamó de inmediato a los médicos.
—Ciertamente estaba preocupado por su salud. Al contrario de cuando la atormentaba. —Se estremeció un poco y cambió de tema—. Aunque debo decir que los bárbaros parecían bastante decentes.
Cuando se desmayó, Genin hizo a un lado a Blain, la cogió en brazos y corrió hacia la cama para acostarla allí. Le desabrochó el cinturón que constreñía las vías respiratorias y el flujo sanguíneo. Y más aún, ante la incompetencia de los médicos, que no pudieron diagnosticar lo que la afligía. Ella encendió una vela extraña, que la ayudó a recuperarse y a recuperar el color en el rostro.
—Pensé que pasaría algo peor. —Sus labios temblaron por los sollozos.
—¿Qué le pasó a Byun Gyongbaek de Oberde? —Leah cambió de tema para evitar que la condesa siguiera llorando.
—Byun Gyongbaek fue humillado esta vez. —anunció con orgullo.
—¿Hay algo que pueda humillarlo? —preguntó, levantando una ceja.
—Yo también pensé lo mismo. —Se rió y continuó—: no sé cuánto bebió, pero fue descubierto junto a la fuente sin los pantalones puestos. Al final del banquete, todos los invitados lo vieron boca abajo, con el trasero desnudo. También sufrió una fractura en la pierna, por lo que podría estar cojeando por un tiempo. Pero él no se emborracha tan fácilmente y tampoco comete errores tan graves. Por lo tanto, es muy posible que haya sido envenenado o drogado con el vino.
Leah entendió que la noticia de lo que Byun Gyongbaek le hizo no se había extendido por todo el palacio. Como sus planes se vieron frustrados, lo más probable es que lo vea como una derrota de su parte y le pidiera un arreglo por el incidente.
Se preguntó si debería mencionarlo. Pero concluyó que nada cambiaría los hechos por lo que permaneció en silencio. La condesa también dejó de hablar y solo la miraba por lo que el ambiente se tornó incómodo durante bastante tiempo.
—Princesa… —Su voz vaciló, sintió que su boca se volvía pesada como si su lengua estuviera hecha de plomo. Tragó saliva, tomó una respiración y se forzó a hablar—. Yo, yo quería que supieras… Yo fui la única que te cambió… Princesa, ¿tú… tienes… hubo algún avance no deseado en tu relación?
Sin duda, Ishakan había dejado marcas en todo su cuerpo. Aparte de las innumerables marcas de mordidas que ha conservado, también quedaron magulladuras y huellas de manos en los muslos y las nalgas.
La apariencia externa de las imperfecciones alrededor de su cuerpo podría haber parecido dura desde el punto de vista de un extraño, que incluso etiquetarlo con mal romance ni siquiera podría comenzar a describirlo. Era natural que la condesa Melissa hubiera entendido mal las implicaciones basándose únicamente en sus hallazgos.
—Oh no, no es algo no deseado. —respondió ella a la ligera.
—Entonces, en ese caso… ¿era… su socio… uno de los bárbaros? ¿Quizás… el rey de Kurkans?
Si era su amante, no podía seguir llamándolos bárbaros ahora, ¿verdad?
—No te preocupes. —contestó luego de un momento—. No tienes que preocuparte por mi virginidad.
Fue una respuesta vaga, ni una mentira, ni una verdad absoluta. Había perdido su castidad en una aventura de una noche, pero no había logrado romper esa relación.
—Y también, yo … —Su voz se quebró, antes de aclararse la garganta mientras trataba de mantener una fachada fría y relajada—. No planeo tener una relación con él. Es solo una aventura pasajera.
—P-P-Princesa… —tartamudeó, todavía un poco fuera de sí. No pudo encontrar la manera correcta de responder a la repentina revelación—. ¿Qué está pasando?
—Yo tampoco lo sé, condesa.
Respondió con sinceridad, todo lo que rodeaba a Ishakan era un misterio, uno que ni siquiera podía empezar a descifrar. Cada vez que pensaba que descubría algo, él iba y la sorprendía haciendo cosas que ella ni siquiera había pensado que haría.
Desde que lo conoció, todas las razones que tenía Leah comenzaron a desmoronarse.
♦ ♦ ♦
Las sirvientes corrían tras el iracundo príncipe heredero que no paraba de maldecir mientras viaja en el carruaje a un vecindario de aspecto extravagante en la carretera, donde se encontraba la finca de la reina.
—Quédate aquí. Iré solo. —escupió a los sirvientes.
Se dirigió a los aposentos de la reina que eran sin duda, los más grandiosos de todo el palacio, estaban decorados con oro, piedras preciosas y con las obras de arte más caras y preciosas que existían. Pero incluso la grandiosidad del lugar no podía ocultar la desesperación y la desolación a la que apestaba.
Blain empujaba las puertas tras su paso, miró con disgusto a cada estatua que pasaba.
—¡El príncipe Crowne! —exclamó el Conde Weddleton, levantándose de su asiento con sorpresa.
—Entra. —Con una sonrisa, Cerdina lo invitó a pasar. Estaba acariciando una piel de zorro gris sobre sus piernas—. Estaba pensando en hacer una bufanda con este hermoso zorro que me regalaste.
—Pero ese no fue mi regalo, ¿verdad?
—No seas tan aguafiestas. —Se rió, cubriéndose los labios con los nudillos, permanecía sentada como una reina perfecta y angelical—. El caballero que cazó contigo podría haberlo atrapado, pero es equivalente a tu captura.
—Creo que será mejor que me retire. —se disculpó el conde Weddleton, recogió sus cosas y se escapó de la habitación al igual que los demás sirvientes.
—¡¿Fuiste tú quien lo hizo ?! —exigió de inmediato.
—¿Hacer qué? —preguntó, fingiendo confusión.
—La princesa vomitó sangre justo antes de desmayarse. —siseó—. Te estoy preguntando, si fuiste tú quien la envenenó.
Ella solo parpadeó como una lechuza, sus pestañas revolotearon mientras dejaba que Blain la atacara.
—¿Por qué piensas en eso? —preguntó de una manera elegante.
—¡Porque es algo que harías naturalmente! —espetó.
—Blain, mi amado hijo. —Suspiró, dejó la piel de zorro y se acercó a él y lo abrazó, le acarició la cabeza y el cuello provocando que se pusiera rígido. Posó sus labios en su oído y le susurró con frialdad—. ¿Pensé que habías dicho que era tuya? ¿Por qué iba a entrometerme con tus cosas?
—Madre…
—¿Por qué sigues preocupándote? —Lo miró a los ojos y arqueó la ceja—. ¿Tienes miedo de que te la roben? ¿Por algún mero… bárbaro?
—Simplemente estoy preocupado por su pureza. —admitió a regañadientes.
—Ah. —se burló—: ¿entonces tu única preocupación es sus actividades indecentes, y si ha mantenido su castidad o no? No te preocupes, hijo mío. —Le dio unas palmaditas en el hombro—. Una vez que terminen las negociaciones, serás reconocido como el único heredero del rey. No tienes que preocuparte por eso. Puedo conseguir lo que desees.
Esas palabras las había escuchado muchas veces, eran como una canción de cuna en sus oídos. Apaciguado, se apartó de su madre que lo veía con lástima.
—Debes creerme, también me sorprendí cuando escuché lo que le sucedió a la princesa. Si la visitas, envíale mis saludos y dile que se tome un tiempo para mejorar su salud y para descansar bien.
—Está bien, pero mientras tanto, debes dejarla en paz.
—Sí, sí, hasta que se recupere por completo lo haré, incluso podría reorganizar su horario.
—¿¡Qué!? ¡No! —Blain estalló, alejándose de los brazos de Cerdina. Ella lo miró con sorpresa—. ¡No te acerques a ella! ¡Nunca!