Matrimonio depredador – Capítulo 33: Implacable y cruel

Traducido por Yonile

Editado por Meli


Leah sintió náuseas, apenas podía detener el bilis que le subía por la garganta. Sabía que pronto Cerdina la llamaría, pero jamás pensó que Blain la huebiera esperado por tanto tiempo; la taza de té en su mano, hacía tiempo que se había enfriado. Sobre la elegante mesa de caoba, los aperitivos y los pasteles quedaron desmenuzados.

La miró con frialdad de arriba a abajo tomando nota de la ropa Kurkan que llevaba.

Leah, incómoda, sujetó su vestido con fuerza.

Blain movió su mirada hacia Genin que estaba a sus espaldas. Ella solo asintió con la cabeza, se rio entre dientes por el su saludo irrespetuoso de alguien a quien consideraba en una posición muy por debajo de él.

—Ahora puedo ver que sales con ellos.

—Solo necesitaba su ayuda. —murmuró.

—¿Qué ayuda? —Blain se levantó lentamente del sofá, caminó hacia Leah. Se escuchó un estruendo cuando la golpeó con fuerza en la mejilla—. Así que es así. Elegir ser insolente. Te pregunté qué tipo de ayuda buscabas de ellos.

En silencio, Leah levantó los ojos para encontrarse con los de él y le apartó la mano.

El lugar donde la había abofeteado, no irradiaba ningún dolor. Por el contrario, sintió un dolor punzante en otra parte del pecho, pero lo ignoró sutilmente.

Él, cuyo orgullo había sido marcado por Leah, se enfureció ante su rechazo y su rotunda negativa a responder a su pregunta.

Volvió a levantar la mano. Anticipándose a otra bofetada, cerró los ojos y esperó. Sin embargo, su entorno se volvió silencioso, y el dolor no se sintió por ninguna parte.

Abrió lentamente los ojos y encontró a Genin sosteniendo la mano de Blain con fuerza.

—¡Tú eres el que está siendo descortés!

Blain, impotente y vulnerable, frunció el ceño mientras trataba de liberar su brazo, pero no pudo escapar de su firme agarre.

A pesar de estar en presencia del futuro rey de Estia, Genin no mostró ningún signo de inferioridad. Para ella, complacerlo era un esfuerzo completamente inútil. No tenía ninguna razón ni deseo de hacerlo.

—Ten cuidado. —le advirtió, disminuyendo su fuerza.

Blain se liberó y se masajeó la muñeca mientras miraba a Genin con ojos asesinos. Ardía de rabia y odio hacia todos los kurkanos, ejemplificado por su desafío y su incapacidad para hacer algo.

Sin embargo, para su decepción, Genin permaneció imperturbable. Su actitud tranquila alimentó su rencor aún más.

Para desatar su rabia, irrumpió en el lado donde los sirvientes estaban alineados temblando de miedo y como una serpiente, se deslizó hasta encontrar a su desafortunada víctima: el hijo del conserje que estaba escondido en un rincón. Con fuerza bruta, tiró del cuello del niño, lo agarró por las piernas y lo arrojó al otro lado de la habitación. Antes de que nadie pudiera reaccionar para detenerlo, el delicado cuerpo del pobre chico fue lanzado al aire.

¡Crack!

La cabeza del niño chocó con el borde de la mesa y su cuerpo se estrelló contra el suelo. Un líquido rojo manchó la mesa cuando la sangre brotó del punto de contacto.

—¡¡¡Ahhhhhh!!! —gritaron horrorizadas las sirvientas.

La conmoción hizo que Leah recuperara los sentidos. Corrió hacia el niño que estaba inmóvil y lo abrazó. Por fortuna, todavía respiraba, pero la baronesa Cinael, que estaba detrás de Blain, corrió y le quitó al niño.

Leah inhaló profundamente mientras miraba a su medio hermano, que se reía. No importa cuán trastornado estuviera, no debería haber desahogado su ira sobre el niño. No podía creer que la misma sangre que corriera por sus venas.

—Hermana. —Su voz se suavizó mientras disfrutaba de su crueldad. Sus densas cubrían el destello maligno de sus ojos—. Mi única hermana, arruinando la reputación del reino. No puedo quedarme en espera y no hacer nada. ¿Conoce el escándalo que se está extendiendo ahora mismo?

Leah apretó el puño con fuerza. Todo su cuerpo temblaba de ira. No podía permitir que abusara de la gente de Estia.

Sin pensar, sus labios se movieron y pronunció palabras que, en circunstancias normales, nunca saldrían de su boca.

—¡Eres el príncipe heredero! —Pero sobre todo, eres mi hermano,  quiso agregar—. ¿Cómo pudiste hacer esto? ¿Sabes lo que me pasó ayer?

La sonrisa burlona que había quedado plasmada en el rostro de Blain desapareció y se puso rígido. Pero Leah, no prestó atención a su reacción.

Su corazón latía con fuerza por la ira, su visión se volvió borrosa, pero mantuvo su respiración tranquila. Sus manos se humedecieron y un sudor frío goteó por su cuello. Obligó a sus piernas a dejar de temblar y con una expresión feroz, miró a Blain.

—No te atrevas a poner una mano sobre la gente de aquí. Todas estas personas son inocentes.

Por su gente, Leah nunca cedería y mantendría su postura, incluso si en ese mismo momento era arrastraba hacia Cerdina.

—Tú… —Arqueó las cejas buscando las palabras responder.

En ese instante, Leah sufrió una fuerte sensación de náuseas y mareos. Sus piernas que había estado coaccionando para mantenerla en pie, tropezaron.

Cubrió su boca con sus manos antes de escupir un bulto rojo y caliente, saboreó el hierro de la sangre que escurría de sus labios  hasta su barbilla.

—Ahhh …

Leah se miró las manos y parpadeó, sus piernas cedieron. Su cuerpo colapsó en el suelo y sintió que su entorno se calmaba, dando la bienvenida a la oscuridad. El pandemonio llegó cuando perdió el conocimiento.

—¡Leah!

En medio de los gritos, alguien atrapó su cuerpo cayendo.

 ♦ ♦ ♦

Los gitanos eran criaturas de la anarquía. Peregrinos que se adornaban exóticamente con texturas profundas, joyas chapadas en oro, sombreros confeccionados con lujosas sedas y ropas ricamente bordadas, eran símbolos de su espíritu libre.

Vagaban con libertad por el continente ya que no estaban limitados por las costumbres.

Eran personas que no poseían nada, ni tenían vínculos con un determinado país, no tenían nada que perder. Por eso, actuaron sin miedo a las consecuencias. Sin embargo, solo evitaban una cosa: los kurkanos.

Cada rincón del continente podría ser  su hogar, pero a lo largo de la historia, el desierto de arena occidental estuvo desprovisto de gitanos. No estaba claro por qué evitaban de forma innata a los kurkanos, pero una cosa era segura: les tenían un miedo terrible.

—Haban.

Ishakan movió su mano hacia un hombre, quien sacó un paño para limpiar la sangre de las manos callosas de su rey. Pero la tela, ya manchada de carmesí, no fue suficiente.

Todo su cuerpo estaba cubierto de sangre. El líquido profundo goteó por su piel oscura, ninguno de los cuales le pertenecía. Fue un duro recordatorio de lo poderoso que era el hombre.

Se secó la mejilla con el dorso de la mano y miró el desastre que había hecho. Un murmullo bajo salió mientras observaba el desorden.

—¿Me excedí?

—Creo que sí. —Haban respondió secamente.

—Sin embargo, me siento más cómodo usando mis manos. Una hoja sería demasiado engorrosa.

Lanzó esas palabras casualmente, como si acabara de terminar un ejercicio ligero. Sacó un cigarrillo y con un gesto, Haban encendió fuego. Ishakan respiró hondo e inhaló el relajante aroma del tabaco.

La espantosa escena de cuerpos destrozados y salpicaduras de sangre era un triste recordatorio de lo monstruosos que eran los kurkanos. Su naturaleza salvaje se reveló en momentos como este.

—Si conoces a los aristócratas de Estia en ese estado, ni siquiera necesitarás un soborno para resolver el problema.

—No estoy muy seguro. —Sus ardientes ojos se enfriaron lentamente—. Todavía no les he mencionado ese tema.

Haban se rió. No había pasado ni un día en paz desde su llegada a Estia. El partido anti-paz, incluido Byun Gyongbaek de Oberde, estaba tratando de interferir con el acuerdo.

Byun Gyongbaek parecía ignorar el hecho de que las estrategias militares eran inútiles. Los asesinos que había enviado también eran incompetentes.

Incluso en el reino de Estia, solo la princesa había supuesto que los kurkanos no estaban interesados ​​en el tratado de paz.

—De todos modos, ahora se ha vuelto más complicado por culpa de los asesinos. Hemos perdido de vista al Tomari. —Haban sacó un cigarrillo, lo masticó y frunció el ceño por el desagradable sabor—. Tomari es capaz de ocultarse y aparecer en cualquier lado. Con su capacidad para esconderse bien, una vez que los pierdes, es difícil volver a atraparlos.

Habían ido a ese lugar para asesinar a algunos gitanos. Sin embargo, sus planes se desviaron por el ataque de los asesinos. Le preocupaba no cumplir con el plan de Ishakan. Hasta ahora, sus esfuerzos habían sido en vano.

—¿Podemos crear un grupo de personas que corran tras ellos? ¿Tenemos suficientes hombres?  —Ishakan se quitó el cabello que se le pegaba a la cara y lo colocó a la espalda con rudeza.

—Nuestros números son un poco ajustados, pero lo intentaré. —Su rostro se iluminó con una nueva motivación.

En medio del suelo teñido de sangre, resonó el golpeteo de los pasos de alguien.

—¡Genin! —saludó con alegría.

—La princesa se desmayó. —Con una expresión lacónica le informó a Ishakan ignorando a Haban.

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