Traducido por Beemiracle
Editado por Lucy
Las campanas de buena suerte y prosperidad sonaron en toda la capital real. Las palomas blancas volaron por el cielo, entregando mensajes de amor y paz a toda la gente.
Se abrieron las puertas de la catedral, que llegaba hasta los cielos. Los invitados se volvieron y aplaudieron.
La luz del sol deslumbrante se derramaba a través de la pared cubierta desde el piso hasta el techo con vidrieras, proyectando patrones deslumbrantes en el piso y las paredes. La enorme imagen iluminada dentro del vitral representaba al dios del amor.
Un hombre y una mujer vestidos con sus mejores ropas entraron por la puerta abierta y caminaron por el pasillo decorado por la imagen proyectada por las vidrieras.
La novia lució un vestido de novia negro, lo que se ganó las miradas de sorpresa de todos los reunidos.
Su falda en forma de campana estaba cubierta con muchos volantes a diferentes alturas. El dobladillo de cada volante terminaba en volantes, dándole un aspecto suave. El chal que llevaba sobre los hombros era tan ancho como para cubrir toda la espalda. Adornado con borlas doradas, parecía suave como para abrazarlo.
El fino y vaporoso velo de seda que llevaba también era negro. La tela, que brillaba en azul oscuro dependiendo de la cantidad de luz que la golpeaba, hacía que la Bruja pareciera aún más misteriosa.
Con cada paso que daba la Bruja, su largo tren atraía una ola por el suelo. Las joyas que adornaban su pecho y las cuentas de oro tejidas a lo largo del vestido reflejaban la luz de las vidrieras y centelleaban como estrellas en una noche clara. El vestido era tan hermoso como un cielo tachonado de estrellas.
El novio también vestía ropa adecuada para la ocasión. Se había vestido con su atuendo de caballero, decorado con elegancia para eventos formales. Una medalla brilló en su pecho. Llevaba una capa azul vivo sobre su hombro derecho y una glamorosa espada ceremonial en su cintura.
La novia con su vestido de novia negro se dirigió con gracia hacia el altar encabezada por un novio con su atuendo de caballero. Una vez que ambos llegaron al altar, cesaron los aplausos. El sacerdote que los esperaba asintió con la cabeza después de mirar bien a ambos rostros.
—El novio, Harij Azm.
La solemne ceremonia comenzó con el nombre del novio.
—¿Juras por Dios que tomarás a Rose para que sea tu esposa, que la tendrás y la mantendrás, desde este día en adelante, para bien, para mal, para más rico, para más pobre, en enfermedad y en salud, hasta que la muerte te separe?
—Sí. —respondió Harij en serio al juramento que el sacerdote le hizo. Su voz dominante resonó en todos los rincones de la catedral.
—La novia, Rose.
Al escuchar su nombre dicho por el sacerdote, ella levantó los ojos, su visión obstruida por el velo.
—¿Juras por Dios que tomarás a Harij para que sea tu esposo legítimo, para tener y retener, de este día en adelante…?
Sabiendo que le pedirían lo mismo que a Harij, le echó un vistazo a su lado. Élmantuvo sus ojos enfocados hacia adelante. Ella ya había alcanzado la cima de la felicidad cuando vio que le había concedido su mayor deseo y vestía su atuendo formal de caballero. Estaba tan cautivada y conmovida por su hermosura, que lloró un poco antes de entrar a la catedral. Cuando le agradeció a través de sus sollozos, él respondió con un exasperado “¿Querías verlo tanto así…?” Sí, sí, lo hizo. Se veía tan asombroso.
Él la miró. Debió haber notado que estaba encantada con su apariencia de nuevo. Entrecerró los ojos como para decirle en silencio: “Ojos al frente”. Luego juntó las manos en oración y volvió a mirar al altar con expresión solemne.
Rose había temblado ante el majestuoso edificio que no se parecía a nada de lo que había oído o visto, y mucho menos visitado. Así que se alegró de haber recuperado la mayor parte de la compostura después de verlo actuar con normalidad.
Hizo lo mismo y miró hacia adelante. Este majestuoso edificio y los ostentosos invitados eran poco más que decoraciones utilizadas en el trasfondo del matrimonio de Harij y Rose.
El verdadero punto de esta boda, lo que más le importaba, eran sus propios sentimientos.
De verdad voy a hacer una promesa eterna de casarme con este hombre. Se sintió abrumada por la emoción una vez más. Una parte de ella estaba asustada de que este día por fin hubiera llegado, pero estaba llena de una alegría aún mayor.
—En la enfermedad y en la salud…
El sacerdote debe haber notado que la novia estaba soñando despierta; trató de llamar su atención enfatizando cada una de sus palabras.
Rose estaba, de hecho, perdida en sus pensamientos. Una vez que vio que su atención había vuelto a él, el sacerdote terminó la pregunta para recibir su respuesta.
—¿Hasta que la muerte los separe…?
Ella era una bruja. Era un hecho indiscutible que no adoraban a ningún dios.
No podía jurarle a un dios que no reverenciaba o que ni siquiera creía que existiera. Después de todo, era incapaz de mentir.
Cerró la boca que había abierto para responder.
El silencio cayó sobre la catedral. Susurros escandalosos se extendieron entre los invitados cuando la novia se negó a hacer su voto por lo que pareció una eternidad.
Rose giró el cuello y miró a Harij. La miró directo a los ojos.
—Lo hago.
Suspiros de alivio llenaron la habitación. Ajena a lo que la rodeaba, sostuvo la mirada seria de Harij y continuó con su voto.
—Te juro mi vida, Sir Harij.
La Bruja hizo con calma el juramento con el que se sentía cómoda. Incluso si tratara de imitar la tradición humana jurando bajo el nombre de su dios, la promesa no saldría de su corazón. Por lo tanto, juró en nombre de Harij para hacerlo lo más vinculante y verdadero posible.
Él, que había estado siguiendo con cuidado la tradición ceremonial, de repente levantó la mano con los dedos alineados a la perfección.
—Lo siento, ¿podrías esperar un momento?
—Por supuesto.
El sacerdote accedió con generosidad, porque conocía bien el amor. Harij le dio las gracias y apretó los dedos entre las cejas como si soportara un gran dolor.
¿Cuál es su problema? Aquí reuní todo mi coraje para jurarle mientras me escondía que estoy tan nerviosa que podría empezar a temblar. Consternada, Rose le lanzó a Harij una mirada inquisitiva.
A diferencia de ella, que no tenía ni idea de lo que estaba pasando, el sacerdote parecía comprender bien la situación.
Mientras tanto, escuchó un extraño sollozo húmedo proveniente de los asientos de invitados. Curiosa de lo que era, miró por encima del hombro. Sus ojos se abrieron con sorpresa bajo su velo.
De todas las cosas, encontró a Tien allí, llorando con ropa formal en lugar de su ropa exagerada habitual. Aceptó un pañuelo que le tendió vacilante la persona sentada a su lado y se sonó la nariz mientras murmuraba:
—Lo shientoo.
Ella sintió que se formaba algo parecido a un nudo caliente en la parte posterior de la garganta. Nunca antes lo había visto llorar. Nunca esperó que el hombre que siempre estaba sonriendo y apartado del mundo llorara al verla como una novia.
Los recuerdos que había compartido con ella el otro día se apresuraron a ocupar el primer plano de su mente. Claro, él la hizo llorar mucho, pero pensando en eso, le había causado mucha preocupación y problemas. Se preguntó quién, además de Tien, se habría quedado tanto tiempo siendo tan buen amigo de una bruja.
¿Por qué es Tien quien me hace sentir ganas de llorar en mi propia boda? Apretó los labios con fuerza. Si no hacía eso, temía que las lágrimas se derramaran por las comisuras de sus ojos y arruinaran el maquillaje que Mona había pasado tanto tiempo haciendo por ella.
—Ejem.
El sacerdote se aclaró la garganta.
Tal vez de verdad haya un dios, pensó, agradecida por esa distracción que le permitió salirse con la suya con un solo resoplido y sin lágrimas.
Pero su momento de alivio terminó ahí.
—Puede besar a la novia.
¿Qué acaba de decir? Los ojos de Rose se ensancharon mientras miraba al sacerdote Ahem.
Harij se acercó a ella mientras estaba ocupada mirando al sacerdote. Sobresaltada, le dirigió su mirada inquieta. En ese tiempo, había llevado su cuerpo a una distancia íntima, su expresión era más fría que la superficie del lago.
Luego le quitó el velo negro de la cara, exponiendo sus ojos brumosos.
Aquí pensó que él había preparado el velo para ocultar sus expresiones, ya que conocía el mayor secreto de las brujas, así que cuando se lo quitó él mismo, no supo cómo reaccionar.
Su cerebro estaba en un estado de caos, pero su rostro estaba tan entrenado para permanecer inexpresivo que Harij no se dio cuenta. Él tomó su mejilla un poco tensa en la palma de su mano. Por lo que parecía, interpretó que la tensión significaba que estaba nerviosa.
Le acarició la mejilla con el pulgar para ayudar a aliviar sus nervios de una manera que nadie más podía ver.
No no no. ¡No lo entiendes! Rose señaló en su corazón.
Harij era la causa principal de su consternación.
No sabía lo que estaba a punto de suceder; no, apropósito desvió su mente de lo que prefería no saber, pero ya no podía escapar. Él levantó la barbilla y se inclinó. Por muy cliché que fuera, Rose extendió la mano.
El aire se electrificó en un instante. Harij agarró su delgada muñeca y apartó su mano de sus labios.
—Rose.
Su voz retumbó como el guardián del infierno en lugar de un hombre hablando en su boda. Rose también estaba empezando a comprender que se suponía que las ceremonias de boda debían proceder con más solemnidad y gracia, pero no pudo evitarlo. Hay algunas cosas a las que no puedes ceder.
—¡E-esto no es lo que discutimos!
—¿Y quién crees que se retracta de lo que discutimos?
Rose había aceptado besarse durante la ceremonia. Ella prometió que lo haría. ¡Pero la situación actual superó lo que había imaginado!
—¡L-La gente está mirando!
Ella solo estaba expresando la modestia que debería tener cualquier ser que hablara y caminara sobre dos piernas, y sin embargo, le valió la mirada más compasiva de Harij.
—Supongo que me olvidé de decírtelo. El beso que compartes en una boda por lo general se hace frente a la gente.
—¿Por qué es eso necesario? ¡Es muy vergonzoso!
—Rose, dije que no tenías que hacerlo. Pero luego diste tu consentimiento. En ese momento se convirtió en un trato cerrado.
No podía creer lo que oía. Cuando escuchó que este beso era una parte necesaria de la ceremonia, tuvo la impresión de que se pasarían a otro lugar para hacerlo. Nunca en sus sueños más locos pensó que querían que se besara no solo frente a las personas, sino también al dios al que adoraban.
—¿E-estás cuerdo?
—Tan cuerdo como puede ser.
Pensó que se iba a desmayar. Si hubiera podido, lo habría hecho en el acto.
Rose era una bruja. Las brujas cumplen sus promesas.
Y le había hecho una promesa a Harij. El intercambio fue de besos durante la ceremonia de la boda a cambio de que él bailara con Yašm en su lugar en el baile. Este era un hoyo que ella misma había cavado.
—Pero esto, esto es solo…
Miró al sacerdote en busca de salvación y luego a los invitados, pero aparte de Tien, que se agarraba la cabeza, todos la miraban con extrañeza. Esta mirada era diferente a la que por lo general estaba llena de desprecio por la bruja.
Sus miradas eran tiernas, como si estuvieran evitando reírse de la chica inocente de mejillas enrojecidas.
—¡Ojos! ¡Que no vean! —se volvió hacia Harij. —¡Todos, por favor cierren los ojos!
Todos los presentes mostraron su respeto por la adorable y tímida novia cubriéndose los ojos. Incluso el sacerdote cerró el suyo. Las piernas de Rose temblaban tanto que estuvo a punto de caerse. Su rostro estaba tan caliente que casi podía sentir el vapor saliendo de él. Harij esperó con paciencia a que su nueva esposa estuviera lista sin hacer una sola mueca de disgusto por su retraso. Queriendo recompensarlo, cerró los ojos con fuerza y levantó la barbilla.
Él le acarició la mejilla con una mano y le rodeó la cintura con el otro brazo. Y luego, por fin…
El fin.