¡No es tu hijo! – Capítulo 3

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


—Sí lo veo.

Debido a su timidez, Kalia es muy buena evaluando a las personas que entraban en su territorio. Ocasionalmente derramaba muestras de afecto y confianza, una leve caricia en la cabeza o los hombres eran normales para ella. En esos momentos, las personas curiosas se sonrojaron u observaron con una expresión fea, pero la aburrida Kalia no sabía por qué.

—Bueno, traeré a White de los establos. Por favor espere, maestra.

Había un montón de cosas a las que tenía que atender, que no podían dejar de lado. Sin agradecerle al buen escudero, quien pensó que incluso ella podría ser linda. Kalia se veía linda mientras tarareaba, con un aire de inocencia que una vez tuvo cuando era joven.

Mientras sonreía mirando hacia la dirección del zumbido. El sonido se hizo más fuerte cuando regresó con el caballo blanco de Kalia. Un caballo blanco gigante, transmitido por Su Majestad, se paró ante Kalia con un paso firme como siempre.

El caballo, que la observaba con los ojos completamente negros, exhaló por la nariz con entusiasmo. No era un caballo elegante y tranquilo. Kalia resopló y se detuvo antes de volver a montar, encontrando al animal tan adorable.

—Ah bien.

Ella suspiró profundamente y le dijo al joven escudero, devolviéndole su caballo.

—Lo siento, devuelve a White… ¿Me preparas un carruaje?

—¿Un carruaje?

—Sí.

Kalia rara vez elegía viajar en un carruaje. No, para ser honesto, ella nunca había viajado en uno. Por eso el joven preguntó nuevamente por si había escuchado mal, pero Kalia se continuó afirmando sus palabras.

—Prepara un carruaje. Por favor.

—Ah sí. Está bien.

Él la miró perplejo pero fue a cumplir con su pedido.

Mirando su espalda mientras los sonidos de sus pasos se debilitaban, Kalia suspiró y se tocó suavemente el vientre plano. Estaba a punto de montar a caballo sin pensar. No importa cuán ignorante fuera, ahora estaba embarazada. Ella sabía que correr o montar a caballo era peligroso. No importa cuán talentosas fueran las personas, montar a caballo estaba destinado a tener ciertos impactos en el cuerpo.

—Debería ser más cuidadosa en el futuro. No debería actuar de la misma manera que siempre —prometió levanto un puños cerrado.

Pronto se subió con cuidado al carruaje que le habían traído.

—Si va a viajar en un carruaje, seré quien lo dirija. ¿Me lo permites?

Mientras se sentaba en el asiento del conductor. El carruaje llegó rápidamente al Palacio Imperial, mientras Kalia, sentada en el carruaje tarareando, pensó en lo que le diría al príncipe.

—Bienvenida, general.

Se abrió una gran puerta para que el carruaje que llevaba a Kalia entrará en el Palacio Imperial. Pero se detuvo poco después. La ruedas pronto dejaron de moverse en cuanto bajó del carruaje. Ella que había escoltado al príncipe desde la infancia, estaba profundamente involucrado con sus actividades y rutinas. El camino a su palacio no era nada nuevo para ella.

Le tomaría casi el mismo tiempo, llegar al corredor que del palacio principal desde la entrada, que atravesar todos los jardines para llegar a ese punto.

Del otro lado del corredor, una multitud de varias mujeres nobles, adornadas con vestidos brillantes y joyas, escoltadas por sus hijos, discutían en voz alta.

—Que demonios, señora Helena, tu collar es fantástico. ¿Por qué no eliges un brazalete que haga juego con él?

—También existe este sello mágico, el sello mágico del pavo real, está grabado, ¿qué tan precioso debe ser ese regalo?

—¡Lo es! Es la primera vez que veo los trabajos mágicos de Sheyman tan de cerca. ¿No vale cientos de dólares cada uno?

—¿Qué envidia producirias, si las jóvenes supieran que llevas en tu mano un brazalete con el sello de Sheyman en sus manos señora Helena?

—Fue solo un pequeño regalo para su viaje. No es gran cosa.

Kalia caminó frente a la parlanchina mujer, una señora hermosa, con un elegante cabello negro, de inmediato las voces cesaron.

En ese momento, a pesar del silencio, Kalia entró con una mirada firme.

Todo había sucedido muy rápido.

—¿Dónde están mis modales cuando está tan ocupada? Casi me olvido de saludarle.

—Lo siento. Estaba pensando, no vi la vi señora Helena. ¿Cómo está?

La señora la miró de la cabeza a los pies, sus ojos mucho más oscuros que los de Kalia que eran color verde claro, brillando con diversión.

Mientras la evaluaba con el pensamiento dijo:

—Entiendo, en cuanto puedas ven a verme de inmediato. ¿Estás herida en alguna parte? ¿Te las arreglaste para comer las galletas que envié la última vez? —expresó acercándose a ella.

Ella extendió la mano y acarició un poco la mejilla de Kalia.

Sus ojos eran tan dulces como los de una madre preocupada. El toque en sus mejillas aunque era increíblemente duro, fragante y muy frío al mismo tiempo.

Duquesa Helena, Los ojos verde oscuro mostraban claramente que era de origen medio elfo. Aunque tenía más de cuarenta años, era una mujer misteriosa que poseía la belleza de una joven de veinte años y había sido alabada como la reina de la alta sociedad.

Ella también es la madre de Sheyman. Este particular personaje se convertiría en la abuela del bebé que crecía en el estómago de Kalia y era la anfitriona de este baile, donde había nacido y crecido.

—General Kalia, ha venido en un buen momento. Venga a jugar. Quiero cocinar para usted, quien siempre se las arregla para proteger al príncipe, el país y a nuestro Sheyman.

La señora Horberts, que se destacaba detrás de ella, de inmediato admiro sus amables palabra.

—¡Eres tan dulce, duquesa Helena! He escuchado de Kalia, que eres como una madre para ella.

—Por supuesto. El general es una de nuestras orgullosas soldados, además es la mejor amiga de Sheyman. Es una persona hermosa, ellos crecieron juntos como si fueran hermanos.

—¿Cómo puedes no saberlo? Es una historia famosa.

—Si estás hablando de la amistad entre el duque Sheyman y el general Kalia, es un asunto básico entre los círculos sociales.

—Oh, entonces supongo que he estado hablando demasiado alto. Si es algo normal. —Helena sonrió alegremente, mordiéndose el labio inferior como si fuera vergonzoso.

Kalia había mirado en silencio a la señora Helena.

—En casa, estamos orgullosos de nuestros soldados.

Es cierto que ella creció en su hogar, pero no creció con Sheyman y no lo trató como a su propio “hermano”, como había dicho la señora Helena.

Ella siempre había vivido al fondo de anexo en un cuarto sin ventanas donde no llegaba el sol y usaba el mismo lugar para comer. Cuando llegaba el tiempo en que debía atender bailes, especialmente durante las vacaciones escolares, tuvo que obtener el permiso de Helena para conocer a Sheyman.

¿Qué casa necesitaba el permiso de su madre para ir a encontrarse con sus propios hermanos? Aunque solo lo escuchó una vez, el hecho de que Kalia también hubiera sido incluida con ese nosotros era cuestionable.

En realidad, no estaba muy lejos de la ficción una chica de los barrios bajos, hija de campesinos le había salvado la vida al hijo de un duque una vez, pero ella no era la dueña de una novela romántica y eso fue todo. Si lo tomaba por ese sentido, Kalia tenía que ser la quinta hija del emperador, ya que había salvado la vida del tercer príncipe cuatro veces.

—Pero, ¿qué sentido tiene ser tratada como una hija amada ahora? —Kalia pensó con tristeza.

Cuando se encontraba con tanta gente, la duquesa no paraba de hablar a punto de exagerar sus palabras. Si ella pensaba, que todo era una linda obra de teatro de una dama que podía envolverse de la forma más bella. De todos modos era cierto que contó con el apoyo del duque y que fue gracias a su ayuda que Kalia llegó al lugar donde estaba ahora.

Kalia curvó sus labios y sonrió. Helena acarició la parte de atrás de su mejilla y dijo casi susurrando, sosteniendo el dorso de su mano:

—Gracias por su preocupación. Si tiene tiempo, nos vemos pronto.

—Es una promesa. Es una obligación. Es demasiado tarde y debo conversar con Michelle, así que si me disculpas me retirare primero.

Helena miró a Kalia, sin saber qué buscar en sus ojos, pero ella le sonrió con indiferencia.

—Sí. Espero que hayas disfrutado tu estadía. —Helena respondió con una sonrisa oscura, como si su respuesta no fuera satisfactoria.

—De ninguna manera. Entonces espero que estés bien —expresó Kalia, pero Helena no la escuchó, había comenzado a hablar excesivamente alto con sus invitados. Por el momento, a Kalia le dolía la cabeza, frunció el ceño sin darse cuenta.

Su voz pronto fue ahogada por el viento y el sonido de las voces femeninas fueron desapareciendo en poco tiempo. Kalia, que se apretó una oreja cuando se retiró, instintivamente miró hacia atrás. Helena y su montón de ruidosos seguidores, ya se había ido.

El extraño pasillo que se quedó vacío, ahora estaba sumergido en el silencio.

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