Mi prometido ama a mi hermana – Arco 6 – Capítulo 16

Traducido por Kavaalin

Editado por Sharon


En una de mis vidas, robé una novela del estudio de mi padre. Aparentemente era una historia con mi padre y la madre de Silvia como protagonistas.

No había muchos personajes en este libro. La princesa del reino vecino y el caballero elegido para protegerla… Y también, la dama de compañía que la princesa se había traído con ella desde su reino de origen. Naturalmente, la historia no sólo tenía a estos tres personajes, pero los que habían dejado una profunda impresión en mi memoria fueron sólo ellos. Sin embargo, si bien era natural que los dos personajes principales permanecieran en mi memoria, por el contrario, era extraño cómo no podía olvidar a la dama de compañía, un personaje secundario cuyo nombre nunca era dicho. Era ordinaria y su apariencia física ni siquiera era descrita. Ella no lograba muchas cosas en la historia. En primer lugar, ni siquiera sabía cuál era su rol asignado. Lo único que se había dejado en claro sobre ella era que la princesa la había elegido personalmente de su reino de origen.

—Esa dama de compañía podría haber sido un poco patética pero… Me pregunto si le está yendo bien.

La persona que había murmurado estas palabras mientras su mirada se encontraba perdida en el horizonte, era la autora de esta novela. La verdad sobre esta novela que había escuchado de la autora había sido casi completamente igual a mis predicciones. El caballero descrito en la novela era mi padre, la princesa del reino vecino era la madre de Silvia. En realidad, no era el reino vecino sino uno más distante. En cualquier caso, habían sacrificado su cuerpo, su corazón, su todo por este amor prohibido. Era una pasión predestinada, trágica y conmovedora.

Cierto. Probablemente por eso su amor se había convertido en una historia. Los lectores podrían soñar con ellos. Aunque los personajes dentro del libro experimentaron vicisitudes, finalmente se casaron y juraron pasar la eternidad juntos. Era un final que te hacía pensar que la eterna felicidad seguramente los estaba esperando.

Pero, a diferencia de en la historia, en el mundo real, mi padre y la princesa no terminaron juntos. Porque la princesa, regresó a su reino.

—En primer lugar, debido a que había escapado de la guerra civil que ocurría en su reino de origen, estaba decidido desde el principio que regresaría una vez que se hubiera resuelto. Era sólo una jovencita, pero era inconfundiblemente un miembro de la realeza, desde el momento en que nació tenía que asumir la responsabilidad de una persona que descendía de la familia real. No había forma de escapar de eso. Después de regresar a su reino, su deber oficial como miembro de la familia real la estaría esperando.

Por lo tanto, debido a la diferencia en sus posiciones sociales, el caballero y la princesa no podían casarse. Resumiéndolo, eso era lo que había sucedido, pero la situación debe haber sido más compleja.

Sin embargo, era algo inevitable, —había dicho la autora en un suspiro. El problema fue lo que sucedió después—. La princesa que tuvo que regresar a su reino no permitió que el hombre que amaba se casara con otra mujer.

La mujer soltó una carcajada que parecía más una burla, sin duda estaba muy familiarizada con ellos. Ya sea que hubiera adivinado mis emociones o no, recordaba que me habló de una reunión social para escritores, y que allí podías obtener información variada. No sabía si ese lugar realmente existía, pensaba que podría haberlo dicho al azar. Para algo que decía haber escrito de chismes e información obtenida de otras personas, era terriblemente detallado. Tendría más sentido que afirmara ser una persona que solía estar involucrada con ellos. Pero respetaba su voluntad de no revelar sus antecedentes. Porque lo importante no era quién su identidad, sino el propósito de la historia que había escrito.

—La princesa pensó así: en lugar de tener a su amado caballero arrebatado por una mujer cuyo nombre y rostro no conocía… era mejor que se casara con su propia sustituta —narró con elocuencia.

Insistió en que era sólo una suposición y de ningún modo la verdad. Pero continuó y dijo que la mujer que se casó con el caballero como sustituta de la princesa, podría haber estado llevando a cabo otro deber. Tal vez, esa otra responsabilidad era aún más importante.

—Debe haber sido para monitorear todo.

Era la respuesta que ya había adivinado por el flujo de su historia. Yo misma no vivía simplemente como la elegante hija de una familia noble. No era como si no pudiera entender cuán difícil era su posición o cómo eran influenciados por las expectativas de las personas a su alrededor. El verdadero final de la princesa y el caballero que no había sido escrito en la novela estaba lejos de ser uno feliz. Si dejabas de escuchar ahora, podrías terminar la historia aquí con un final de ensueño. Probablemente podrías exclamar que el verdadero amor no era restringido por las barreras sociales. Sin embargo, la realidad no era tan dulce.

—Era necesaria una persona que supervisara para asegurarse de que el caballero no se desviara de su camino y fallara en cumplir su promesa. Eso probablemente no era algo que la princesa misma deseara. Pero las personas que conocían bien las circunstancias de los dos, se aseguraron de que el caballero nunca cruzara las fronteras del reino, ni siquiera por error.

— ¿Cruzar las fronteras del reino?

—Era probable que fuera a su reino para fugarse con la princesa, o para llevársela por la fuerza, ¿verdad? Porque después de todo, la amaba hasta ese punto.

Era imposible saber qué tipo de desastre podría hacer que una persona que había abrazado la idea de que estaba bien tirar todo por la borda.

—Y precisamente por eso se necesitaba una atadura, —me dijo la autora.

En otras palabras, algo era necesario para evitar que mi padre se moviera libremente. Era por esta razón que el deseo de esta extremadamente egoísta princesa de presentar a otra mujer como su propia sustituta le fue concedido. Pero quizás no era un mal acuerdo, tanto para mi padre como para la princesa. Si la mujer elegida fuera una persona relacionada con la princesa, a través de esta mujer, sería posible informar en secreto la situación actual del otro.

De esa manera, la princesa le dio una mujer al caballero. Esta persona era la dama de compañía de la princesa… mi madre.

Como supervisora ​​del caballero que se había enamorado de la princesa, mi madre terminó siendo la única persona dejada atrás en un reino extranjero. Su boda parecía incluir que nunca más volvería a pisar el suelo de su tierra natal. Era una persona digna de lastima a la que se le había impuesto la responsabilidad y el deber consecuente de lo que se conocía como un matrimonio político. Esa persona que se había convertido en una parte del juego estratégico que era la política, había ofrecido su vida a la princesa y al caballero. Pero si la historia hubiera parado aquí, una leve esperanza también podría haber florecido para mi madre. De hecho, hasta ahora, había pensado que mi padre y mi madre compartían un amor mutuo. No importaba si al principio había sido una boda política como lo que generalmente sucedía entre nobles, después de pasar muchos años juntos, nunca dudé de mi creencia de que entre ellos había nacido un sentimiento similar a un profundo afecto.

Se podría decir que desarrollaron a tal grado el papel de una pareja casada. Todos los envidiaban. Mi padre era muy cariñoso con mi madre, y ella le amaba y respetaba. Puede que no hubiera amor al comienzo de su relación, pero estaba convencida de que los dos habían terminado enamorándose.

♦ ♦ ♦

En el opaco cielo oscuro que parecía estar manchado con una fina capa de tinta, el sonido de unas campanadas reverberaba. En ese lugar, las diversas personas paradas debajo de los paraguas en manos de los sirvientes las evitaban y miraron hacia arriba. Aunque no había música, cerraban los ojos parcialmente, aparentemente impresionados por el sonido. Pero yo bajé aún más mi paraguas y me incliné. No podría pretender estar abrumada por fuertes emociones como lo hacían ellos.

—Es el sonido de un alma que se aleja —murmuró alguien apaciblemente.

Un ataúd negro era transportado en un rincón del vasto jardín de nuestro feudo. A pesar de que el ataúd podría haber sido decorado con adornos especiales, mi padre parecía haber decidido no hacerlo. Las campanadas continuaron sonando, como si cayeran sobre el reluciente ataúd. Pero, naturalmente, no sonaban por mi madre. Sonaban todos los días a la misma hora, para anunciar el tiempo a todas las personas que no tenían suficiente dinero como para comprar un reloj.

Generalmente era un sonido que ignoraba, pero hoy lo escuchaba muy claramente. Pensaba que era un sonido gentil, como algo chocando contra un cristal. Cada vez que reverberaba, me venía a la mente la imagen de un cristal siendo reducido a pedazos. Los filosos fragmentos me cortaban aquí y allá. En mis brazos, mis pies, mi rostro. Y de ese modo, a mis ojos, mis manos parecían estar teñidas de rojo.

—Hermana…

Las gotas de lluvia que caían al suelo hacían que el barro se pegara a mis zapatos. Mientras miraba fijamente mis sucios pies, una sombra entró en mi línea de visión. Cuando levanté la cabeza, unos cabellos plateados que parecían brillar a pesar de la ausencia de luz solar entraron en mi campo de visión. Bajo el paraguas sostenido por un sirviente, mi hermana pequeña me miraba fijamente.

Ante nosotras estaba el ataúd de mi madre. Ya había sido cerrado y las amadas rosas de mi madre lo estaban decorando. Además de eso, las despiadadas gotas de lluvia caían sin cesar y se deslizaban hacia el suelo. Del otro lado estaba nuestro padre, recibiendo las condolencias. La explicación oficial era que mi madre había sucumbido ante una abrupta enfermedad y las personas que habían venido a visitarla parecían creerlo. En primer lugar, no tenían motivos para dudar.

La valoración que los demás tenían de mi madre era de una persona que no estaba involucrada en problemas o que no sería lastimada por otros, no de alguien que elegiría suicidarse. Por el bien de mi padre, que quería un funeral lo más tranquilo posible, sólo habían acudido un número reducido de personas. Pero tal vez debido a la popularidad de mi madre, no se podría decir que sólo se habían reunido un par de personas. Se paraban frente a mi padre una a una, ofreciéndole palabras de consuelo y compasión. Los susurros que se mezclaban con el sonido de la lluvia llegaban hasta mis oídos, pero era incapaz de captar el contenido de su conversación. Mientras pensaba en lo extraño que era no poder entenderlos a pesar de lo cerca que me encontraba, de repente noté que las campanadas se habían detenido. Pero probablemente yo era la única que le prestaba atención a eso. Desde esta mañana no había dejado de llover levemente, nublando mi campo de visión y difuminando el paisaje como si fuera una niebla blanca, haciendo que el escenario actual pareciera algo muy distante.

—¿Es verdad…? Hermana.

Una gota de agua colgaba de las plateadas pestañas que cubrían esos ojos violáceos que me miraban fijamente. Es probable que estuviera llorando hasta hace unos momentos. Sólo con ver el enrojecimiento en el borde de sus ojos sabía que estaba tratando de contenerse.

—¿Es verddad? —me preguntó mirándome a los ojos e instándome claramente. Por lo general, su voz dejaba detrás una encantadora reverberación que parecía persistir eternamente, pero hoy la impresión que daba era diferente. Como si estuviera sedienta, como si faltara algo… Si su voz tuviera temperatura, entonces pensaba que hoy era fría. Sus pálidos labios eran la clara prueba de ello.

—¿Sacaste de mi habitación el té que nuestra madre preparó para mí?

Aunque sentía que todavía estaba vagando en medio de una ensoñación, podía entender con precisión las palabras de Silvia. Dentro de esta pesadilla de la que nunca podría despertar, la voz de mi hermana pequeña era lo único que percibía como algo real.

—Hermana, tú no… harías eso, ¿verdad?

Suspiré por el hecho de que el secreto ya no se podría ser guardado en la mansión. ¿Le había dicho nuestro padre, una de las sirvientas presentes o el mayordomo? A los sirvientes nunca se les permitía conversar sobre un asunto serio que no debía ser revelado, pero esta restricción no se aplicaba si la otra persona era Silvia. Esto se debía a que la primera prioridad en esta casa era ella. Seguramente alguien había hablado con ella, pensando que era mejor hacerle saber que su hermana mayor es una ladrona.

—¿Por qué…? —le pregunté a Silvia, que me miraba con ojos inquietos. Probablemente no esperaba que le respondiera con otra pregunta. Sorprendida, el rostro de mi hermanita se congeló

—¿Eh? —exclamó. Sus dedos que habían perdido su agarre deambulaban por el aire.

—¿Por qué piensas eso? Que no te robé el té. ¿Por qué tienes fe en mí? No sé de quién lo escuchaste, pero la situación podría ser exactamente como la describió esa persona, ¿sabes? —Cuando agregué esto, los ojos de Silvia parecieron sacudirse y abrirse, distorsionando su mirada. Tenía un hermoso rostro que parecía haber sido creado por un artesano de primera clase después de invertir toda su sinceridad y diligencia en su trabajo honesto. Era muy similar al de su madre.

—Porque tú no harías eso, hermana. Definitivamente nunca, jamás, harías eso. Todos decían que quizás le has hecho algo a nuestra madre, pero…

El final de su oración no fue pronunciada en voz alta y desapareció en medio del sonido de la lluvia. Como era de esperar, mi padre y la gente de la mansión dudaban de mí. Me habían liberado del arresto domiciliario sólo por hoy porque se llevaba a cabo el funeral de mi madre, pero no sabía qué pasaría a partir de mañana. Sólo me había enfrentado a nuestro padre frente a la habitación de mi madre y no lo había visto desde entonces. Aunque pensaba que el mayordomo u otra persona sin duda me interrogarían sobre los detalles, eso no había sucedido. Creía que lo más seguro es que ya hubieran llegado a una conclusión.

—Hermana, yo sé que realmente eres una persona muy amable…

El paraguas que protegía el delgado cuerpo de Silvia parecía mucho más grande que el de los demás. Tal vez debido a esto, no mucha gente había notado el discreto llanto de Silvia. Nuestro sagaz padre había notado el comportamiento inusual de su amada hija, pero aún estaba recibiendo las condolencias de las personas y no podía venir hasta aquí. Simplemente me había lanzado una mirada penetrante. Sin embargo, estábamos en un funeral, sería extraño mostrar una reacción excesiva a la afligida apariencia de Silvia. Más bien, se podría decir que era más natural que ella llorara a su madre fallecida. Y sin embargo, sólo porque era yo quien se encontraba parada frente a Silvia, nuestro padre parecía mostrarse cauteloso. Aunque yo también era su hija, eso no cambiaba nada. En su cabeza, estaba segura de que estaba asumiendo que la severa hermana mayor le había dicho algo cruel a la menor. ¿Desde cuándo las cosas habían sido así? No, posiblemente, podría haber sido desde el siempre.

Desde el momento en que nacimos, habíamos sido hermanas a las que no se les permitía vivir y crecer juntas.

—¿Qué pasó…?

No sabía desde cuando estaba aquí, pero Soleil se encontraba parado cerca de Silvia, como si estuviera tratando de examinar su rostro. No sostenía un paraguas y no había ningún sirviente a su lado. Pensando que podría haberlo hecho para poder reducir su distancia con Silvia aunque fuera un poco, observé como los dos se encontraban parados cerca del otro. El sirviente que sostenía el paraguas de Silvia asimiló la situación y con mucho tacto inclinó el paraguas en dirección a Soleil, de modo que quedaron lo suficientemente cerca como para que sus hombros se tocaran. Si Soleil, quien debió estar dándole sus condolencias a nuestro padre hasta hace sólo unos momentos, había venido aquí, debía ser porque nuestro padre le había dicho algo. Es posible que le hubiera pedido que se quedara al lado de Silvia. Aunque era tal ocasión, aunque sabía que era el funeral de mi madre… la presencia de Soleil hizo que se me apretara el corazón.

—¿Ilya…?

Aunque me habían llamado, no podía levantar la mirada. Hoy, sólo por este momento, no quería verlos a los dos. Soleil dio un pequeño paso delante de Silvia como para protegerla y me miró, pero no tenía la energía para protegerme de su mirada.

Aunque quería llorar por la muerte de mi madre. Aunque quería llorar por su muerte. No podía hacerlo. Y, como no sabía qué hacer mientras estaba en este estado, no tenía la confianza para fingir calma frente a ellos.

—Lo siento, Ilya.

Mientras sangre era derramada de sus labios, mi madre, al borde de su muerte, me había expresado una disculpa. Recordaba estas palabras sin parar. Aunque mi madre se había casado en este reino como un sacrificio humano, había dado a luz a una hija para que mi padre pudiera cumplir con su deber como noble. Ella, naturalmente, no tenía voz ni voto. Esta era una de sus obligaciones impuestas. Era el trabajo que cualquier mujer casada en una familia aristócrata debía cumplir. Había servido a mi padre como la sustituta de su amada princesa e incluso tenido una hija; nadie podría descifrar cuáles eran los sentimientos de mi madre. Bajo esa sonrisa compuesta suya, podía adivinar fácilmente que debía haber sellado todas sus emociones. Como Cuervo había dicho una vez, a las personas que habían renunciado a todo sólo les quedaba sonreír. Yo también lo entendía.

De hecho, la carta que había dejado era corta.

«No sé cómo describir la ansiedad y el desconcierto que sentí cuando quedé embarazada. Incluso si entendía que debía regocijarme, mi corazón ya estaba exhausto. Sin embargo, no tenía más remedio que dar a luz.»

Me era imposible no entender la soledad y la ansiedad de mi madre al verse obligada a abandonar su lugar de nacimiento. En esta situación en la que lo mejor que podía hacer era aceptar la realidad, si le agregabas el hecho de quedar embarazada, era evidente que se vería arrinconada mentalmente. Si yo hubiera sido una hija de noble común, probablemente no lo habría entendido. Habría nacido y crecido en este reino, al lado de mi familia. Nunca tendría que enfrentar una situación que me obligase a abandonar mi ciudad natal y si todo hubiera salido bien, me habría casado con un hombre que habría sido mi primer amor.

Pero, repetía lo mismo una y otra vez. Incapaz de confiar en nadie, nunca se me permitió tomar la mano que había pedido en auxilio, incapaz hasta de respirar, había sido golpeada por la dura realidad. Y es por eso que entendía bien los sentimientos de mi madre quien tuvo que arrancarse los cabellos y escupir sangre para concebir una hija. La realidad era demasiado cruel para dejarla sentir una felicidad pura y genuina.

«Mirando el rostro del bebé que acababa de nacer, mi alivio superó mi alegría. Pero, pensé que estaba bien así. Porque había decidido aceptar la realidad a mi manera.»

Mi madre lo había escrito así. Que ella había prometido proteger a esta pequeña y vivir mientras apoyaba a su esposo. Pero, el destino era irremediablemente cruel.

En la carta de mi madre, estaba escrita la verdad que ni siquiera la autora de la novela conocía. Creía que era una realidad difícil de aceptar para mi madre, pero también para cualquier otra persona que hubiera estado en su lugar. Para ella, debió ser como un rayo caído del cielo. Porque, dado el momento, la princesa que se había comprometido oficialmente a alejarse de mi padre, había puesto un pie en este reino una vez más. Esta vez no estaba huyendo de una guerra o buscando asilo. Había cruzado la frontera sólo para encontrarse con mi padre.

Imaginando el evento que ocurrió después, me recordaba inevitablemente a mi propio pasado. Recordaba cuando Silvia había quedado embarazada del hijo de Soleil, el momento en que me había contado de su embarazo, el momento en que había fallecido incapaz de sostener en mis brazos al pequeño al que había dado a luz, recordaba estos eventos.

En otras palabras, la princesa había concebido al retoño de mi padre con su propio cuerpo. Había dado a luz a la preciosa Silvia.

—Lo robé, Silvia. Te robé algo.

—¿Por qué…?

—Porque, tú también, me robaste.

La voz llorosa era probablemente mía. Pero quien lloraba era Silvia.

—No he hecho nada y tú tampoco harías algo como eso, hermana —seguía diciendo.

—Todo, todo, me lo robaste todo.

—¡No, hermana, no he…robado nada…!

Éramos hermanas nacidas con unos pocos meses de diferencia. No necesitabas tener una gran imaginación para adivinar cuál nacimiento había hecho feliz a nuestro padre. Incluso mirando su devoción actual, esto era claro como el cristal.

El nacimiento de un hijo que no era el de la esposa no se celebraría con gran esplendor. Pero en nuestra mansión, podría haber sido diferente.

«Fingiendo ser una chica de la calle, la princesa quedó embarazada y dio a luz discretamente a su hija. Pero mi esposo no ocultó en absoluto la existencia de Silvia, la sostuvo en sus brazos y la quiso. Recuerdo bien la apariencia de la princesa mientras los observaba, así como sus sonrisas llenas de satisfacción como si toda la alegría de este mundo estuviera reunida allí.»

Las hermosas letras alineadas en el papel blanco puro estaban ligeramente torcidas. Mi madre había estado justo al lado de ellos, observando cómo mi padre y la princesa se acurrucaban juntos, abrazando cariñosamente a la pequeña bebé. Quizás en sus brazos, estaba sosteniendo a la recién nacida yo.

—Silvia, me lo has robado, casi todo. Tú me lo robaste. Incluso después de esto… ¡me lo robarás todo…!

La razón por la que se había decidido desde el principio que yo, la hija mayor, tendría que irme, era por la enfermedad de Silvia. El hombre que se casará con Silvia heredaría el título condal y en el caso de que algo le sucediera, el hermano menor de nuestro padre heredaría el liderazgo familiar.

Pero me había dado cuenta de que todo esto era sólo una fachada, una tapadera. Nuestro padre simplemente quería mantener a Silvia a su alcance. Había decidido casarme en otra familia para apresar a Silvia en la mansión. Por ejemplo, incluso si ahora Silvia se enamorara a primera vista de alguien en la academia, la situación no cambiaría. Ese hombre entraría a nuestra familia como yerno y heredaría la casa. Yo había nacido de nuestro padre y mi madre, su esposa legal, fui criada como una niña de la nobleza y crecí sin experimentar dificultades ni inconvenientes. De esa manera, era cierto que había vivido una vida que todos envidiaban, pero en realidad no tenía nada.

—¡Ilya…! ¡¿Qué demonios te pasa…?!

Soleil extendió su mano. En un esfuerzo por agarrarme del brazo, apartó la sombrilla del sirviente y se acercó a mí.

—¡¡No me toques!!

No me toques con esta mano. Con esta hermosa mano, no toques, este cuerpo que ha sido bañado con la sangre de mi madre.

—¡¡No me…toques…!!

Lo esquivé y me alejé un poco de ellos dos. Mi paraguas se deslizó de mi mano derecha y rodó por el suelo, separándome de Soleil como si estuviera dibujando una línea divisoria. En la lluvia que había aumentado ligeramente en potencia, Soleil todavía estaba a punto de caminar hacia mí. Pero el delgado brazo extendido detrás de él no se lo permitió. Mi hermana pequeña detenía a Soleil con el rostro empapado en lágrimas. Estaba a punto de evitar que se acercara a mí.

—Cuñado.

Incluso en medio de las gotas de lluvia golpeando el suelo, se podía escuchar claramente el susurro de Silvia. Era una voz indefensa, ingenua y gentil que parecía envolverte. Todos voltearían a escucharla. Como era de esperar, fue Soleil quien notó más rápido que nadie que mi hermanita se había tropezado con el barro y estaba tambaleándose. Me vi obligada a mirar su perfil mientras abrazaba a mi hermana con una de sus manos.

Sabía que esa mano no existía para abrazarme. También entendía que esa mano no estaba aquí para protegerme. Un día, esa mano elegiría a mi hermosa hermanita que había crecido sin ser manchada por ninguna impureza. Debido a que no había forma de detener esa mano de alejarse y abandonarme, aunque una vez me había prometido “A partir de ahora, vamos a siempre llevarnos bien”.

—Yo, qué demonios, debo hacer… ¿cómo debo vivir, qué debo hacer, para que funcione…? ¿Por qué, nadie, se quedará a mi lado…?

Por un instante, el cielo se tiñó de blanco y mi vista se volvió borrosa. Unos segundos después, el trueno resonó. La lluvia se intensificó, el ataúd empapado se reflejó en el rabillo de mis ojos. Mi madre, quien ya no debería sentir ningún dolor, parecía gritar.

Con una sonrisa serena, mi madre que seguramente había vivido mientras controlaba todas sus emociones, había mostrado sus reales pensamientos en sus últimos momentos.

—Lo siento, Ilya. Nunca… fui… capaz…

Sufriendo y agonizando, hablaba con gran dolor, deteniéndose después de cada respiración, incapaz de cerrar los ojos. Me miró intensamente, tosiendo violentamente como si su aliento fuera pesado como el plomo.

—Nunca… fui… capaz de amarte…

Es por eso que no había podido retirar mirada hasta el momento en que mi madre dio su último aliento. Porque esperaba que tal vez corrigiera esas palabras. Porque pensaba que mi madre, que había dado un gran respiro en su último momento, se reiría y diría que bromeaba. Esperaba que en el último momento declarara, “En realidad, te amo mucho”.

Pero mi madre había dejado de respirar en ese momento.

—En realidad, desde el principio, no he tenido nada. Aun así, bajo la impresión de que lo tenía todo, no tenía otra opción más que seguir creyendo que era amada. ¿Entiendes mis sentimientos?

—Hermana…

—Aunque sabía que no era amada, viví, persuadiéndome de que lo era, que debería ser amada… Mis sentimientos, ¿puedes entenderlos…?

Abracé mi cuerpo con ambos brazos. Aparte de mí, nadie me abrazaría. Todavía aferrada a Soleil mientras me miraba, el rostro de Silvia se distorsionó aún más, sus labios temblaban, todo su cuerpo temblaba. Pero esa niña se escondía detrás de mi prometido.

—¡¡Ilya!!

Escuché la voz de nuestro padre mientras gritaba, alejándose de las personas que le ofrecían sus condolencias. Probablemente estaba pensando que había hecho llorar a mi hermanita. Y eso no era mentira.

Pero yo también estaba llorando.

Cuando voltee el rostro y vi a nuestro padre que venía rápidamente hasta aquí y a Al que corría tras él, el cielo se volvió a iluminar. Era un trueno lo suficientemente fuerte como para hacer temblar el suelo. Mientras miraba hacia arriba debido al sonido que me hacía preguntarme si el cielo no se había partido en dos, negras plumas caían sutilmente.

Sin pestañear, mis ojos siguieron el vaivén de las plumas que parecían estar danzando.

—Cuervo…

Justo cuando llamé su nombre, muchas plumas cayeron al suelo, tiñendo mi campo de visión de un negro puro. Eso es, está bien así. Si este mundo pudiera terminar así.

—Oye, Cuervo… ¿dónde estás?

Cerrando los ojos, al otro lado de esa oscuridad, escuché una voz.

—Para ordenar un hilo que se ha enredado de manera complicada y que parece imposible de desatar, sólo te queda cortarlo con una tijera y arreglarlo con un nudo.


20 respuestas a “Mi prometido ama a mi hermana – Arco 6 – Capítulo 16”

  1. Bola de hipocritas asquerosos y egoistas, el padre y la princesa son los culpables su amor no era la gran cosa si tanto lo amaba(mentira absoluta) hubiera renunciado a su posicion o hubiera hecho algo pero no solo volvio y egoistamente/enferma sacrifico a alguien que no tenia nada que ver y esta mujer a su vez sacrifico a su hija, no puedo odiar a la sra porque quizas no la amo porque quizas ya no le quedaba ninguna emocion buena dentro de ella viviendo con una mascara hasta el final su vida, su todo tuvo que ser dedicado a esa princesa asquerosa y promiscua que horror Illya no tenia la culpa de sus calenturas hubiera sido mejor que Silvia no existiera

  2. Literalmente lance un gritó cuando leí “Cuervo”
    Señor, enserio espero que Ilya pueda encontrar la manera de ya no sufrir más y amarse un poco >:”(

  3. Eso ultimo significa que hay una forma de que Ilya acabé bien??
    Todas las cosas que ha descubierto es por algo, así que por favor que no sufra más la pobre

      1. Jajajaja verdad que sí? Lo único que Navier tiene al príncipe de Occidente y al capitán, que la aman.
        Además Soviescus, ya toma medicina pronto.

        Que pena de verdad la protagonista aquí.

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