Prometida peligrosa – Capítulo 135

Traducido por Herijo

Editado por YukiroSaori


—No conocía la razón exacta. Le pregunté a la difunta emperatriz en varias ocasiones, pero ella nunca dijo nada.

La señora Charlotte tragó saliva. Aunque el baño estaba impregnado de una fragancia dulce, ella sentía un amargor en la boca, como si estuviera masticando hierbas amargas.

—Bueno, la difunta emperatriz simplemente seguía viviendo. Digamos que apenas sobrevivía. En su momento, fue tan radiante y hermosa como el sol, pero se convirtió en una sombra de sí misma, delgada como una rama seca, encerrada en una habitación con las cortinas siempre cerradas. Parecía que hasta respirar le costaba esfuerzo.

Marianne, por naturaleza, era propensa a contagiarse del dolor ajeno. Hacía poco había logrado contener las lágrimas al escuchar la historia sobre su padre. Ahora, se sumergía en la pena de la difunta emperatriz Blair, a quien nunca había conocido. Parecía que el sufrimiento de la emperatriz resonaba con el suyo, como si ambas estuvieran entrelazadas por un hilo invisible.

¿Quería esconderse en un mundo oscuro, guardando un secreto que no podía compartir con nadie? ¿Pensaba que nadie podría entenderla? ¿Se sentía tan sola como si no hubiera nadie más en el mundo? ¿Estaba tan angustiada que decidió alejarse de su esposo y de su hijo?

—Y al año siguiente, la señora Chester dio a luz a un bebé.

Al escuchar eso, Marianne no pudo evitar pensar en la situación de Blair en ese momento.

Quizás deseó que este mundo terrible se desmoronara, al igual que su tierra natal.

Marianne abrió la boca con una expresión desolada, su voz cargada de una ira que brotaba desde lo más profundo.

—Ober…

—Sí. El mismo año en que se rumoreaba que el hijo de la señora Chester tenía la sangre del difunto emperador, la emperatriz Blair volvió a abrir las puertas del palacio.

Marianne se mordió el labio sin darse cuenta. Sabía mejor que nadie que la emperatriz había tenido que renunciar a su “derecho de ignorar” lo que sucedía a su alrededor.

—Puede que te parezca una historia exagerada, pero es cierta. La emperatriz, que parecía a punto de desmoronarse en cualquier momento, comenzó a comer de nuevo y me pidió que le peinara el cabello como antes. Pronto, empezó a recibir visitas diariamente y a sonreír con la misma elegancia que tenía cuando llegó por primera vez a Aslan. Incluso prometió ser una esposa hermosa y elegante para el difunto emperador y una madre dulce pero firme para su hijo.

El rostro de la señora Renault se ensombreció mientras la señora Charlotte bajaba la voz.

El paño que sostenía goteó agua al ser retorcido.

—¿Puedes adivinar por qué la emperatriz cambió de la noche a la mañana?

Marianne la miró fijamente sin responder. Finalmente, asintió con gravedad.

Era obvio que Blair quería proteger a su hijo. Necesitaba asegurarse de que, como madre del futuro emperador, sería la emperatriz hermosa y amorosa de Aslan, y no la princesa real enloquecida de un país en ruinas. No quería convertirse en el mayor “defecto” en el camino de su hijo.

—Afortunadamente, el actual emperador creció para ser un digno sucesor. Pero, a medida que él crecía, la ambición de los aristócratas, incluido el marqués Chester, también aumentaba rápidamente.

Blair había nacido como princesa en un país extranjero, y la mayoría de los nobles de Lennox, que podrían haber sido su apoyo político, habían muerto tras la guerra. Incluso aquellos que sobrevivieron vieron su poder debilitarse al ser absorbidos por Aslan.

El difunto emperador Cassius no los trató mal, pero tampoco les concedió un poder significativo para evitar cualquier intento de rebelión. Sus acciones fueron como cortarle las manos y los pies a Blair.

Por otro lado, los aristócratas de Aslan mantenían un poder sólido. Aunque Cassius se aseguró de que no codiciaran el trono durante su reinado, sus acciones, desafortunadamente, dieron pie a que algunas facciones políticas buscaran rebelarse. Familias poderosas, como la del duque Hubble y el marqués Chester, se unieron para desafiar al emperador, revelando su deseo de usurpar su poder.

—Ahora sabes qué clase de cosas terribles ha provocado su imprudente arrogancia hasta ahora. Lo viviste en carne propia esta vez.

—Sí, supongo que sí. No lo sé con certeza, pero… no creí que el accidente de Roshan fuera la primera vez que causaban algo tan terrible.

—Siempre ha habido intentos terribles en el pasado, solo que con distintos grados de brutalidad. El palacio es un lugar cruel, por lo que intentan no recordar lo que sucedió.

La señora Charlotte habló con un tono cargado de significado.

Marianne recordó la voz de Eckart que había escuchado no hace mucho, pero ahora le parecía distante.

Su voz fría aún perturbaba su mente.

La señora Renault, que había permanecido en silencio hasta entonces, interrumpió sus pensamientos. Esperó a que Marianne la mirara de nuevo y, cuando finalmente sus ojos se encontraron, preguntó con calma:

—Me preguntaste si algo malo había sucedido entre tu padre y el difunto emperador, ¿verdad? El difunto emperador vivió con ansiedad toda su vida. Tenía la obligación de desconfiar de todos, pero no el derecho de confiar en nadie. ¿Cómo podría estar satisfecho con alguien que no le juró lealtad?

—Cada vez que lastimaban al difunto emperador, la emperatriz hacía todo lo posible por protegerlo. ¿Es posible que le haya pedido ayuda al duque Kling? ¿Y no lo supo el difunto emperador de alguna manera?

Marianne apretó los puños bajo el agua, clavando su mirada en la condesa. El agua tibia de la bañera y su vestido empapado se arrugaron entre sus pequeñas manos.

—En esa situación, sería extraño que el difunto emperador no guardara resentimiento hacia el duque Kling.

Solo ahora Marianne parecía entender por qué su padre estaba preocupado por su desgracia.

Su padre ya lo sabía todo. Sabía que la emperatriz Blair y Eckart lo resentían a él y a su hija. Sabía que no podrían perdonarlos fácilmente, y que, al haber traicionado su confianza, él también podría ser traicionado.

Aunque los había traicionado, él era su padre, el hombre que más amaba. Por eso no quería enviarla al emperador que lo resentía.

—No solo otros territorios ocupados, sino también Lennox debería haber sido devuelto al difunto emperador hace mucho tiempo. Lennox pertenecía a la emperatriz Blair, y ahora es propiedad de su único heredero, Eckart.

La condesa intentó ignorar la desesperación en el rostro de Marianne.

¿Cómo podía culpar a alguien que había nacido y crecido en el paraíso de Lennox durante veinte años sin elección?

Pero el campo de batalla en el que había decidido adentrarse era un infierno de sangre y carne. No podía vivir para siempre sin saber que la felicidad que había disfrutado hasta ahora se debía a la desgracia de alguien más.

La condesa sintió lástima por Marianne, pero no dejó de hablar. De hecho, había querido decir esto en algún momento.

—Si realmente quieres ser aliada de Eckart, por favor, habla directamente con tu padre. Convéncelo de que, aunque sea tarde, debe ser leal al emperador actual. Y si realmente amas al emperador, más allá de todas estas razones políticas…

—Condesa…

Marianne respondió con voz entrecortada, pero la condesa la interrumpió.

La condesa soltó el paño que sostenía y, en su lugar, tomó las temblorosas manos de Marianne. El latido de su corazón resonaba con fuerza en sus muñecas.

—No lo lastimes más por ninguna razón —dijo la condesa.

♦♦♦

Esa noche, el menú de la cena en la mansión Elior consistía de un filete de ternera y pasta con camarones grandes. También se sirvió una ensalada de salmón ahumado, brioche salado y mermelada de melocotón para satisfacer el apetito de Marianne. El pudín de leche, del que había devorado diez porciones junto a Rane no hacía mucho, y su tartaleta de frambuesa favorita, que solía disfrutar con su padre en Lennox, también estaban presentes. Incluso el té con el que enjuagaría su boca después de la cena estaba preparado con cinco variedades de pétalos que le gustaban.

—¡Vamos, señorita! ¡Disfrute de la comida!

Cordelli sonrió como si esperara con ansias su aprobación. Marianne miró la mesa con perplejidad. Aunque tenía frente a sí una cena magnífica, sentía la boca seca y carecía de apetito.

—Cordelli, ¿preparaste toda esta comida?

—Por supuesto. ¿No recuerdas que me dijiste que si comías algo delicioso te sentirías más fuerte? Así que preparé todos tus platos favoritos. Ojalá tu padre pudiera cenar contigo, pero aún no ha regresado. Parece que sigue ocupado.

»No te pongas triste. Habrá otra oportunidad para que cenes con tu padre. Lo prepararé todo de nuevo.

Cordelli rió con dulzura. Era un regalo especial que había preparado para animar a Marianne, quien había estado de mal humor desde el picnic de la mañana. Sus ojos claros brillaban mientras esperaba su reacción.

—Gracias. Entonces, déjame disfrutarla…

Marianne no pudo rechazar su tierno consuelo.

No tengo que actuar de manera extraña. De todos modos, ya estaba preparada para esto. Él me recordó que podría hacer o sufrir algo terrible.

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