Traducido por Herijo
Editado por YukiroSaori
—Hazme un favor.
—Por favor, díme.
—Me gustaría conceder la petición de tu padre, el duque Kling.
Marianne negó con la cabeza.
—Su Majestad, ya dije que no voy a apartarme de esta lucha y que no puedes cambiar mi decisión.
—Lo sé. Y entiendo completamente tu decisión. Ninguna estrategia política o amenaza puede hacerte cambiarla —Eckart habló con un suspiro—. Por eso he venido aquí no para ordenarte, sino para pedírtelo.
En ese momento, su boca se sintió seca.
Desde el momento en que nació, fue un gobernante destinado a estar por encima de todos. Era su destino que su vida estuviera más acostumbrada a dar órdenes que a hacer peticiones. Aunque estaba seguro de poder presionar estratégicamente a su oponente para obtener el resultado deseado, no sabía cómo cambiar el corazón de alguien sin trucos o intenciones ocultas. En realidad, creía que no necesitaba saberlo.
—Al principio iba a usarte como una carta de negociación. Necesitaba a Lennox, junto con el poder y la inteligencia de tu padre.
De haber sabido que llegaría el día en que confesaría algo tan terrible como esto, habría estudiado cómo hacerlo.
—¿Estás decepcionada? Pero yo tampoco soy más que aquellos que utilizan cualquier medio y fin para lograr sus objetivos. Lo he estado haciendo, y probablemente lo seguiré haciendo en el futuro.
Ella no tuvo respuesta y simplemente lo miró.
Él se tensó y tragó saliva como si hubiera sido atrapado por su mirada. En ese momento quería decirle algo honestamente, algo que había pospuesto mencionar y que nunca le había contado a nadie, pero le resultaba tan difícil hacerlo.
Sin embargo, finalmente abrió la boca:
—Marianne, no estoy haciendo esta petición como político o monarca, sino simplemente como un ser humano como tú.
Esto también era parte de su política en un sentido más amplio, pensó ella. Era natural que quisiera eliminar cualquier carta que tuviera un factor desestabilizador.
Desafortunadamente, Eckart se engañaba a sí mismo incluso en este momento. Ella sabía que estaba rompiéndose la cabeza para superar varios pensamientos complicados, como si estaba bien decir esto, qué hacer si ella rechazaba su petición o si sus acciones eran correctas o incorrectas.
Pero esta vez fueron solo sus ojos los que estimularon su deseo de hablar con sinceridad.
Mientras sus ojos, temblorosos por una ansiedad ridícula, se reflejaban en los de ella, los suyos estaban igual de nerviosos. Sin embargo, eran encantadores y puros.
—No quiero perderte en el proceso de esta desagradable lucha política.
Marianne contuvo la respiración por un momento. Apretó el cuello de la capa.
—No es porque seas un rehén importante, ni la hija del duque Kling, ni la antigua amante de Ober. Simplemente… —Sus ojos azules temblaron con tristeza.
Tanto Marianne como Eckart sabían las implicaciones que tendría su siguiente declaración. Cualquiera que fuera la forma o expresión que usara para expresarlo, solo habría deseo en ello.
—Te necesito desesperadamente.
Era amor, el deseo humano más mezquino y sagrado.
Su corazón se hundió de repente. Todo el paisaje a su alrededor perdió color, e incluso el sonido del viento que soplaba en sus oídos desapareció.
—Marianne, ahora eres mi mayor debilidad.
Marianne contuvo las ganas de llorar que surgían desde lo más profundo de su ser.
Estaba feliz, pero al mismo tiempo atormentada. Sabía ahora que amar a alguien era difícil pero emocionante. No era la primera vez que sentía amor, pero temblaba bajo el peso de los sentimientos que perturbaban su mente.
—Siempre rezaron para que me aferrara a algo y me volviera débil, porque sentían que, una vez que me lo quitaran, podrían derribarme fácilmente. Algún día, sin duda, también te alejaran de mí —Eckart dejó escapar un breve suspiro—. Ahora sabes muy bien cómo se siente que sacrifiquen a un ser querido en el proceso de una lucha de poder, ¿verdad?
Eckart no podía aceptar la posibilidad de perderla. Solo una, su difunta madre, que aparecía en sus pesadillas ocasionales, era suficiente para él.
—¡Marianne!
Extendió la mano hacia Marianne, que había permanecido en silencio por un momento. Sus frías manos envolvieron lentamente sus delgadas muñecas.
—Por favor…
Eckart le suplicó de la misma manera que lo había hecho con una mirada desesperada y una voz sincera la noche en que cayeron de las cataratas de Benoit.
—Su Majestad —Marianne sonrió lo mejor que pudo con los ojos húmedos—. Yo también te quiero. Lo hago demasiado, de verdad, muchísimo. Te extraño todos los días. Siempre te extraño desesperadamente. Esperaba que algún día pudieras decirme que me he convertido en tu amada. Pero…
Después de hacerle una confesión sincera, logró liberar su muñeca de su mano. Él la miraba conmocionado. Le tomó un momento continuar, como si estuviera aliviada de poder rechazar su petición.
—Lo siento mucho, pero no huiré a ningún lado.
—Marianne, no es necesario que te vengues de ellos en nombre de tu madre.
—Cierto. Tal vez sea el papel de mi padre. —Asintió con docilidad— Lo que quiero hacer es vengarme por mí misma en el pasado. Su Majestad, muchas cosas que no podemos entender están sucediendo en el mundo. Por ejemplo, un hombre que casi muere de una enfermedad revive como por milagro, un hombre que era joven hasta ayer se convierte en un anciano, o un hombre que creyó haberse ahogado pero regresó al pasado cuando despertó…
Marianne no terminó sus últimas palabras. No sabía si era por el hechizo místico creado por la noche o por el aire encerrado del invernadero, pero alguna fuerza extraña la tocó profundamente.
—¿De verdad no lo crees? Pero todo esto aparece en los libros de fantasía.
Cuando bajó la mirada. Lo primero que vio fue el anillo en su mano izquierda.
En Roshan, se pusieron los anillos y juraron ante los dioses. Si él recordaba esa promesa, ¿podría entender sus sentimientos? Incluso si no podía confiar en ella completamente, ¿podría entender por qué era tan obstinada, dado que se habían convertido en compañeros en los que podían apoyarse?
—Pero para mí es una realidad.
Haciendo todo tipo de excusas, Marianne levantó la mirada nuevamente.
En realidad, solo quería hablar con alguien. Quería obtener su comprensión y consuelo. Incluso una sola palabra habría sido suficiente para ella.
—Estoy viviendo una segunda vida ahora. Fui la esposa de Ober en mi vida anterior. Lo amé, perdí a mi padre después de que él me engañó, y fui asesinada por él después de que me lo quitó todo. ¿Por qué? Porque descubrí demasiado sobre él. Descubrí que él fue responsable de fabricar el accidente del carruaje de mi padre, que pronto me abandonaría y que buscaba destronarte…
»La noche del baile, me preguntaste en el baño por qué temblaba de miedo. Giyom me ahogó en el lago. Ober le ordenó que me matara, y tuve que ser ahogada ante sus ojos. Pagué el precio por mi estúpida vida.
Eckart la escuchó en silencio. Apretó los dientes con más fuerza.
De hecho, sentía que lo que acababa de confesar era ridículo e infundado, pero no tenía la impresión de que estuviera mintiendo. Su historia era demasiado absurda para improvisarla en el acto, pero demasiado plausible y razonable para ignorarla como un sueño o una ilusión.
—Es real. Ober se ve como otro hombre en mi sueño, pero no son la misma persona. ¿No has tenido un sueño como el mío? Ves una cara familiar en tu sueño, pero no es el mismo hombre que conoces, aunque se ve igual…
Recordó las palabras que ella le había dicho todo el tiempo, refiriéndose a lugares que no eran reales: La vida pasada, sueños ocasionales, vida presente, la última gracia recibida de la diosa, los viejos tiempos en los que no le pasaba nada malo, y algunos secretos que quizás había querido que alguien descubriera por casualidad.