Traducido por Herijo
Editado por YukiroSaori
Cuando pasó una sola vez su mano sobre el pelo mojado, se le veían claramente los huesos y tendones que llevaban al dorso de las manos y los antebrazos, la nuca y los hombros, la espalda y la cintura. Debido a su lesión en la espalda, no podía sumergirse en la bañera, y la superficie de esta le hacía cosquillas en las rodillas y las espinillas. Las gotas de agua de sus codos se hundían en sus muslos firmes. Su figura era como la de un cuadro. Su complexión masculina, aunque no salvaje, era mejor que la escultura exótica que una vez vio y admiró.
—¡Marianne…!
Marianne recobró el sentido de repente después de oír su voz.
—Oh, lo siento. Tenía miedo de que estuvieras muy enfermo otra vez…
Mientras decía esto, su mirada permanecía fija en él. Una dama común se habría dado la vuelta de inmediato, habría abandonado la habitación o no habría empujado al chambelán para entrar a la fuerza. Eckart observó a Marianne mientras entrecerraba los ojos.
—¿Por qué me miras tan intensamente incluso después de haber dicho que lo sentías?
—Ah… —Marianne levantó rápidamente las manos y se cubrió los ojos—. No vi nada.
Lo que dijo sonaba tierno, pero era una mentira ridícula. Actuaba más como una estafadora descarada que como alguien que intentaba engañar. Eckart suspiró, perplejo. Kloud, que se apresuró a sujetar su bata y su férula, se mordió el labio mientras trataba de contener la risa y mirar por la ventana.
—Es demasiado tarde. Ojalá no mintieras cuando te atraparon tan fácilmente.
—Bueno… supongo que no te he visto entonces.
—Ya basta. De todas formas, no es la primera vez que me ves desnudo.
—Bueno, eso es…
Un ruido metálico resonó. Después de dudar un momento, intrigada, retiró los dedos que cubrían sus ojos uno a uno, formando un pequeño espacio entre ellos. Ahora comprendía de dónde provenía el ruido.
Curtis, de pie al lado derecho de la bañera, junto a Eckart, miraba a su amo y a Marianne con expresión confusa. Un cuenco de metal con hierbas y un montón de vendajes rodaban sobre la alfombra, tal vez resbalando de su mano.
—Curtis.
—Lo siento. Le pondré cosas nuevas.
Curtis recogió rápidamente un montón de vendajes nuevos. Pronto comenzó a envolver un paño blanco alrededor de las heridas de su espalda a las que había aplicado ungüento. Kloud le colocó la férula, que se había quitado hacía un tiempo, en el brazo y la envolvió repetidamente.
Mientras se frotaba los ojos verdes con los dedos, preguntó tardíamente:
—¿Quieres que salga un momento y vuelva…?
Eckart, que dejó que Curtis y Kloud se encargaran de su seguridad, volvió a girar la cabeza con el ceño ligeramente fruncido.
—¿Por qué?
—Bueno, creo que podrías sentirte tímido…
—¿Yo?
Eckart adoptó un semblante más misterioso.
No, no lo haré. Por supuesto, ahora estoy desnudo, pero tú no eres una menor que no sabe nada y mañana nos comprometeremos. ¿Por qué crees que solo yo me sentiría tímido? ¿No se supone que normalmente la mujer es la tímida? Aunque me hayas visto desnudo una sola vez antes, tú y yo no somos una pareja en este momento, sino solo un hombre y una mujer…
Pensando en eso, frunció aún más el ceño.
Cuando rememoro, ella tenía una actitud similar en la cueva. Sin dudarlo, le pasó los brazos por los costados, le desató el cuello y le desabrochó la camisa. No dudó en abrazarlo desnudo y no pestañeó mientras le limpiaba el cuerpo casi desnudo.
Dada la situación única en la que se encontraba, ella permaneció demasiado tranquila, como si no pudiera encontrar su tipo de hombre o no le importara en absoluto la desnudez de un hombre.
—No, en absoluto —respondió Eckart, fingiendo a propósito que no le interesaba. Sus largas pestañas temblaban levemente como las de ella.
—Entonces, ¿está bien que no esconda mis ojos? —preguntó sin leer su mente.
Entonces sus ojos azules temblaron más que antes.
—Nunca te ordené que te cubrieras los ojos desde el principio. Además, no te estás cubriendo los ojos, sino el contorno de los ojos, ¿no?
Sorprendida por eso, cerró rápidamente el espacio entre sus dedos. Su visión se oscureció nuevamente.
—Eso es porque… solo quería confirmar qué era lo que a Curtis se le cayó.
—Lo lamento…
Aunque Curtis fue acusado sin motivo alguno, se disculpó de buena gana, pero igual pensó que su reacción había sido excesiva.
—No quise entrar a propósito. Habría esperado afuera si Kloud me hubiera explicado.
Kloud estaba a punto de explicar que lo había intentado, pero no tuvo tiempo. Tenía una expresión de arrepentimiento, pero no podía ser completamente honesto con el emperador.
—Lo siento —se disculpó Kloud, repitiendo la frase.
—Oh, no necesitabas disculparte por eso.
Se sintió aliviada de que Jed y la condesa Renault, conocidos por su carácter irascible, no estuvieran allí.
—Entonces, ¿qué asuntos te traen aquí? —Una vez que terminó el tratamiento, Eckart preguntó.
—Oh, quiero mostrarte algo. Lo recibí hace un rato…
Marianne bajó las manos que cubrían sus ojos y buscó en los bolsillos de su vestido.
Tan pronto como ella sacó el frasco, él se levantó de repente. La toalla que cubría su pelvis cayó al agua, y casi instantáneamente se puso una bata que Kloud le abrió. Marianne, manteniendo la calma, desvió la mirada hacia el otro lado de la habitación, evitando ver la larga cicatriz oculta bajo la toalla.
Con la espalda apoyada en la cama vacía, observaba distraídamente los adornos de la pared y los estampados de las mantas. Aunque no miraba, podía oír el agua salpicando y el crujir de las toallas. El nudo de la bata de seda producía un suave roce en sus oídos, como el susurro de un cepillo de maquillaje.
Cosas que hasta hace un momento no la molestaban de repente la fastidiaban como una espina en la punta de los dedos. No era gran cosa, pero su corazón empezó a latir con fuerza. Su rostro arañado se puso rojo.
Déjame pensar en otras cosas…
Intentó desesperadamente desviar su atención. Harta de observar la textura del marco de la cama tejido, ahora seguía contando el número de borlas en la funda de la almohada. Mientras tanto, seguía escuchando las túnicas chocando entre sí y el ruido metálico de la hebilla al ajustarse.
—¡Marianne!
En poco tiempo, escuchó sus lentos pasos. Sus grandes manos le envolvieron los hombros. Como si todos sus esfuerzos fueran en vano, tuvo que respirar profundamente en el momento en que miró hacia atrás.
Eckart estaba muy cerca. Vestía una bata relativamente cómoda. Su cabello todavía estaba un poco húmedo y su camisa estaba abotonada solo hasta la mitad sobre las vendas triangulares que rodeaban el brazo entablillado.
Debido a la diferencia de altura, ella naturalmente comenzó a mirar su clavícula. Cada vez que él movía el cuello, ella percibía su fresco y refrescante olor corporal.
—Parece que te estás sonrojando. ¿Estás enferma? —preguntó.
La imaginación humana tenía un poder con un potencial enorme. Cuando ella mezclaba lo que veía hoy con lo que ya había visto, oído, tocado y olido unos días antes, tenía un enorme poder destructivo sobre ella.
—¿Yo? ¡Oh, no! Parece que hace demasiado calor en la habitación. ¿Quieres un poco de ventilación?
Corrió hacia un lado y se abanicó la cara con las manos. Al oír lo que dijo, Curtis abrió la ventana mientras limpiaba la bañera.
Pronto, la fresca brisa del exterior dispersó el aire caliente de la habitación. La fragancia de rosas silvestres dispersó gradualmente el aroma de las hierbas fuertes. Y el calor en sus mejillas disminuyó un poco.
—Por cierto…
Mientras sentía que el aroma de la medicina desaparecía lentamente, Marianne de repente miró hacia arriba.
—¿Está bien que te quedes así?
—Bueno, por ahora todo está bien, pero no hay garantía de que pueda seguir en pie.
—Entonces siéntate primero. Será una larga historia.
Marianne puso el frasco en su mano izquierda y lo ayudó a moverse hasta la cama.
Una vez más, no dudó en hacer contacto físico con él.
Eckart frunció el ceño un poco, pero pronto la siguió.
Mientras caminaba a una corta distancia, miró atentamente la pequeña botella de vidrio.
Tan pronto como se sentó, lo empujó hacia Marianne.
—¿Qué es esto?
—Es la prueba que me trajo Barton.
—¿Barton? ¿La prueba que trajo?
Mientras contemplaba la conexión de las dos palabras que no podía entender fácilmente, ella abrió la tapa del frasco.
—Barton dijo que lo encontró mientras limpiaba los establos de la residencia. Dijo que lo encontró en algunos de los comederos de los caballos.
Eckart recogió lo que Marianne vertió sobre la palma de su mano. Era una pequeña masa blanca del tamaño de casi la mitad de una uña.
—Parece algún desecho, por ejemplo, de látex, o algo parecido a una planta…
—Correcto. Barton y yo pensamos que es el pétalo de la hierba anestésica.
—¿Pétalos de hierba anestésica?
Eckart frunció el ceño ligeramente. En realidad, no tenía ni idea de hierbas ni de árboles, pero conocía la planta que acababa de mencionar.