Traducido por Shiro
Editado por Meli
Aunque Li Xu Yan en apariencia se veía calmado, su respiración era errática. Las manos, ocultas en sus mangas, estaban apretadas, y su corazón latía con fuerza. Estaba sufriendo.
Por otro lado, la respiración de Gao Min se detuvo por un momento antes de gritar:
—¡El emperador no se inclina ante nadie, ni siquiera ante su padre concubino! ¡Mata a esos traidores…!
Zhou Yun Sheng apretó los dedos alrededor del cuello de Gao Min, las mejillas se le enrojecieron y las venas de la frente se le hincharon, deteniendo su habla.
Li Xu Yan cerró los ojos, parecía no poder soportarlo. Sin embargo, levantó el brazo para indicar a los guardias que no cesaran el ataque. Todo aquel que estaba destinado a grandes cosas debía hacer sacrificios. Una vez que ascendiera al trono, condenaría a Qi Xiu Jie y al sexto príncipe a la muerte de los mil cortes, y para vengar a su padre, haría que sus grises huesos quedaran expuestos.
La multitud que estaba siendo asediada temblaba de miedo, pero Zhou Yun Sheng reía a carcajadas. Levantó el brazo y agitó su manga en dirección a los guardias más cercanos, las espadas en sus manos se rompieron en pedazos, cayendo al suelo.
¿Qué clase de arte marcial es? Con solo agitar sus mangas, puede convertir el flujo de aire como un arma invisible.
Qué aterrador. Si hasta las espadas quedan destruidas, ¿qué le sucedería a la carne y el hueso?
Pensaron los guardias, estaban tendidos en el suelo y experimentaron una fuerte presión en el pecho seguido de un escalofrío que los hizo temblar. Incapaces de levantarse, permanecieron inmóviles.
Todos parecían estar en trance, atónitos.
Zhou Yun Sheng continuaba riendo. Sus movimientos eran simples, pero escondían una gran fuerza.
—Li Xu Yan, ¿quieres matarme con tan poca gente? Eres demasiado ingenuo. Lo creas o no, incluso con miles de tropas frente a ti, me sería fácil aniquilarte.
Sacó la horquilla de jade del cabello de Gao Min y la arrojó, chocó y perforó la espada del guardia que intentó proteger a Li Xu Yan, quien resultó con un pequeño corte en el costado de la cara. Al final, la horquilla se clavó en un pilar junto a la puerta. Todo lo que quedó visible de esta fue la gema carmesí incrustada en el extremo.
¿Cuánta fuerza se requiere para convertir un objeto tan frágil y quebradizo en un arma más dura que una espada de acero?
Si verdad hubiese querido matar al quinto príncipe, él ya habría muerto cientos de veces.
Los guardias de Li Xu Yan, incluso las personas escondidas detrás de Zhou Yun Sheng sintieron sus piernas flaquear.
Si quisiera matarnos, ni siquiera el descenso de un poderoso inmortal podría salvarnos.
No esperaban que el concubino, en apariencia tan débil, supiera artes marciales sobrenaturales e impredecibles. Era alguien que vivía tranquilamente en lo más profundo del palacio, retirado del mundo y sin preocuparse por los asuntos mundanos. Nadie sabía si de verdad le eran indiferentes la fama y la fortuna o si era que había estado conspirando en las sombras.
¡Es demasiado profundo, ah! ¡Es insondable!, pensaron todos horrorizados.
¿Qué hizo el concubino Qi para que las cosas terminaran así? ¿Siempre estuvo todo bajo su control? Sí, desde el día que Li Jin Tian le perdonó la vida, todo se salió de control. Pensábamos que era un inútil, pero resultó ser un titiritero astuto que nos controló a todos. Es aterrador, ¡demasiado aterrador!, pensó Gao Min, y sintió su pecho contraerse.
Mientras la multitud permanecía asombrada, Zhou Yun Sheng se burló:
—El quinto príncipe es, sin duda, un gran hombre que entiende el arte de sacrificar para alcanzar sus objetivos. Tu decisión fue sabia. Tu padre concubino debe estar muy orgulloso de ti. Pero si mi hijo, a quien he criado con tanto esfuerzo, me tratara así, le rompería las piernas. Una criatura sin corazón, ingrata y falta de respeto es peor que una bestia.
La cara de Li Xu Yan se tornó morada, y la expresión de Gao Min también estaba llena de vergüenza. La orden que su hijo dio de matar, en su momento, lo llenó de orgullo, pero como padre, ¿cómo podía sentirse feliz al ver que lo había abandonado?
El pánico se había apoderado de padre e hijo, y la desesperación no les permitía pensar con claridad. Sabían que el Palacio Celestial tenía apenas una docena de guardias, pero temían que si no se deshacían de Qi Xiu Jie ese día, siempre que rescatara a un par de cortesanos, serían condenados de inmediato como traidores. Y el sexto príncipe, quien se encontraba de regreso, podría levantar el estandarte de la justicia y guiar a sus tropas a la Ciudad Imperial. Aunque Gao Lang había hecho preparativos, estos dependían de que ellos pudiesen encargarse de las personas allí presentes.
Con esas personas como rehenes, podrían obligar a los cortesanos a falsificar un edicto imperial en el que el quinto príncipe era escogido como heredero al trono. Luego, podrían difundir la noticia y etiquetar al sexto príncipe como traidor, ordenando su muerte.
¿Qué dificultad podía representar asediar a un grupo de personas indefensas en el Salón de Cultivo Mental? Gao Min, inicialmente, creyó que sería la batalla más fácil de su vida, pero, contrario a sus expectativas, se encontró con el enemigo más terrible.
¿Fue Qi Xiu Jie en la vida anterior una persona tan impenetrable? No es de extrañar que haya reído al último. Pobre de mí y Li Jin Tian. Todos pensamos que era tan solo un jarrón de vidrio.
Gao Min palideció, y no se atrevió a subestimarlo. Su última esperanza era que su hermano irrumpiera con los guardias privados de la familia en el Salón de Cultivo Mental lo antes posible.
Justo en ese momento, una alta figura entró por la puerta y articuló con parsimonia:
—¿Cómo se puede atrever un hijo a abandonar a su padre concubino? Incluso si me ofrecieran el mundo entero, no lo aceptaría a cambio de mi padre concubino.
Al salir de contraluz, todos al portador de la voz, su expresión fría, su mirada brillaba con sed de sangre. Se trataba del sexto príncipe, Li Xu Dong, quien había regresado de los territorios del sur después de tres años. Todavía era joven cuando se fue, pero en ese momento tenía una nariz alta, cejas gruesas, ojos estrechos y alargados y labios finos. Cada uno de sus rasgos exudaba madurez y seriedad, su altura de un metro noventa era opresiva, sin mencionar que su pesada armadura aún goteaba sangre de manera intermitente. Probablemente, perteneciente a todas las personas que había matado desde que había puesto pie en la entrada de la Ciudad Imperial. [1]
Su aura era tan poderosa que, en comparación, el quinto príncipe parecía un inútil. Algunos de los cortesanos presentes habían pensado que, en caso de sobrevivir, le jurarían lealtad al quinto príncipe, porque de verdad consideraban que era el mejor de entre el grupo de príncipes. Por eso fue que, cuando el emperador decretó como príncipe heredero al sexto príncipe, en su interior lo despreciaron, tildándolo de demente.
Pero viendo al quinto y al sexto príncipe, uno junto al otro, el primero estaba encogido, por el pánico, mientras que el segundo lo ignoraba por completo.
No es de extrañar que el emperador escondiera al sexto príncipe en el sur, y tampoco es raro que lo haya escogido como príncipe heredero, traicionando incluso al quinto príncipe en el proceso. La razón es evidente.
Cualquiera con ojos podía ver con claridad cuál de los dos poseía la majestuosidad de un emperador.
Detrás de él había muchos soldados, igualmente bañados en sangre. Eran diferentes de los guardias del Palacio Celestial. Cuando miran a otros, parecieran estar viendo a alguien que ya había perecido. Esa era una frialdad que solo podía cultivarse después de innumerables asesinatos, y el aura que exudaban era una que solo podía poseer un ejército que había salido victorioso en cientos de batallas.
Los guardias personales de la familia Gao habían estado inactivos durante tres años y, en ese tiempo, habían perdido su sed de sangre, por lo que no eran en absoluto sus oponentes, y ni se diga de los guardias que nunca habían abandonado la comodidad del palacio.
Li Xu Dong ignoró a todos los presentes y miró con avidez a su padre concubino, en especial su hermoso rostro. Su apariencia parecía haberse congelado en el tiempo, permaneciendo idéntica, sus cejas seguían igual de orgullosas.
Su existencia es única e irremplazable. No lo cambiaría ni por el mundo entero.
Ni el trono, ni el poder, ni el país valían lo mismo que un solo cabello de su padre concubino. Incluso si todo colapsara, nada más le importaba a Li Xu Dong mientras él estuviese allí. Jamás se habría apartado de su lado si ascender al trono no fuese un prerrequisito para obtener a su padre concubino.
—¡Padre concubino, he vuelto! —exclamó al tiempo que caminaba impaciente.
Zhou Yun Sheng arrojó a un lado a Gao Min, que estaba medio muerto en sus manos, y abrazó con fuerza al lobezno, a quien no había visto en mucho tiempo. Quedó atónito. El hombre era demasiado alto y fuerte, ya no podía rodearlo con sus brazos.
Li Xu Dong se rio entre dientes, su profunda mirada llena de cariño. Entonces, hizo que su padre concubino lo soltara y, con una fuerza sorprendente, lo presionó contra su pecho.
Durante la reunión de padre e hijo, el quinto príncipe y Gao Min fueron llevados a prisión. Mientras que la gente asustada que aún estaba en el Salón de Cultivo Mental, deprisa se arrodillaron y gritaron: «¡Larga vida!».
♦ ♦ ♦
Los miembros de la familia Gao que participaron en la rebelión fueron encarcelados. Gao Lang y decenas de sublevados fueron sentenciados a la muerte de mil cortes, y el resto —ancianos, mujeres y niños— fueron degradados a plebeyos y obligados a migrar miles de kilómetros. Aunque no fuese el estilo de Li Xu Dong ser condescendiente, que la familia Gao tuviera ese final se debía a que Li Jin Tian amaba tanto a Gao Min que no podía ser cruel con él. Por dicha razón, le había pedido al sexto príncipe, en una carta que le había dejado, que le dejara una salida a la familia Gao.
¿Alguna vez pensó en dejarle una salida a la familia de mi padre concubino?, se preguntó, furioso Li Xu Dong, determinado en ignorar su petición.
Pero Zhou Yun Sheng sintió que, dado que Li Jin Tian quería un buen resultado para todos, no había necesidad de cambiarlo. Él era un ente foráneo, y no podía matar de manera irresponsable a los protagonistas, de lo contrario, haría colapsar al mundo. Pero era diferente si los protagonistas se mataban entre ellos.
Gao Min esperó durante tres días a que llevaran a su hijo a la prisión, pero todavía no lo había visto, y moría de angustia. Con ansiedad, esperó en la puerta de la celda, hasta que apareció la persona a quien quería ver.
—Qi Xiu Jie, ¿dónde está Yan-er? ¿Qué le hiciste? Por favor, no lo mates. ¿No fue suficiente con que lo mataras en la vida anterior? Todos los errores son mi culpa. Si quieres venganza, ¡ven por mí! ¡Me lo merezco! —le gritó al joven que entraba con calma.
La familia Gao no sabía de su renacimiento, y pensaron que había enloquecido.
Zhou Yun Sheng caminó hasta la puerta de su celda y lo miró durante largo rato. Luego, se acercó a su oído y susurró:
—En la vida pasada, la muerte de tu hijo no fue obra solo de mi persona, también participaron Jin Fei, Yao Shijun y tu sirviente personal, a quien había sobornado mucho tiempo atrás. Luego, cuando moriste, pensaste que el ejército rebelde también lo había asesinado a él, pero no fue así. Se escondió en el Palacio Celestial para escapar de la calamidad, y se convirtió en mi sirviente favorito.
Gao Min estaba paralizado, no esperaba que su propio sirviente lo hubiese traicionado, en especial porque habían crecido juntos.
Zhou Yun Sheng rio por lo bajo y continuó:
—Aunque renaciste, sigues sin saber leer a las personas. Gao Min no has sido agraviado. Sin embargo, como le debo una vida a Li Xu Yan, no lo mataré. En este momento, tal y como lo ordena el edicto, ha sido adoptado por el príncipe Li y se encuentra en su mansión, y a juzgar por cómo a ti te trata, sin duda lo amará como si fuese su propio hijo.
Las fuerzas abandonaron a Gao Min, y se derrumbó en el suelo, aliviado. No conseguía comprender a Qi Xiu jie. Parecía brutal, pero se regía según sus propias reglas. Era una persona incomprensible. Por ello, él y Li Jin Tian perdieron ante él dos veces.
No, no es así. Nuestro fracasó se debió a nosotros mismos. Si no hubiese sido por nuestra codicia, sospechas y dudas, nunca habríamos llegado a este punto.
La conversación de ambos era muy baja, y aunque el resto de la familia se moría por saber de lo que hablaban, no se atrevían a acercarse demasiado.
Zhou Yun Sheng se enderezó y enganchó uno de sus dedos en dirección a Gao Lang.
—Mañana es la ejecución. Así que te daré un poco de arroz partido. Ven y come.
Tan pronto terminó de hablar, un guardia entró y colocó una caja de comida en la puerta de la celda. Zhou Yun Sheng levantó su pie y la pateó, triturando los granos de arroz con la suela de su zapato.
Tal era la ira de Gao Lang, que sus ojos parecían estar a punto de salirse de sus cavidades, deseando poder hacer a Qi Xiu Jie pedazos.
—Si te lo comes —continuó Zhou Yun Sheng—, seré generoso contigo y cambiaré tu sentencia a decapitación en lugar de muerte por mil cortes.
Gao Lang permaneció impasible, y se burló:
—De ti dependerá que me decapiten o que tenga que pasar por la muerte de mil cortes.
El resto de la familia Gao que tenían la misma sentencia, se arrodillaron y arrastraron por el suelo,prometiendo que comerían.
Tres mil seiscientos cortes, donde todos y cada uno de ellos dolía hasta la médula. No había nadie que estuviera dispuesto a sufrir una muerte tan pecaminosa si podía evitarlo.
Era evidente que Zhou Yun Sheng solo estaba divirtiéndose con Gao Lang y, al ver que no comía, se alejó sin prisa con una sonrisa mientras aplaudía.
—De verdad eres un hombre. A decir verdad, no habría cambiado la sentencia ni porque todos ustedes hubiesen comido. Igual los haré pagar con mis propias manos.
La familia Gao tiene a cientos de personas, habría sido demasiado fácil para ellos haber recibido clemencia solo por haber comido un bocado de arroz.
Gao Lang apretó los dientes con fuerza, casi muriendo de la ira, pero, aún en ese estado, era consciente de lo aterrador que era Qi Xiu Jie. Parecía ver el mundo como si fuese un juego bajo su control, y sin freno jugaba con todos.
Si hubiese sabido eso antes, no lo habría hecho su enemigo en primer lugar.
[1] En la antigua China, estaba terminante prohibido entrar a la Ciudad Imperial con el ejército porque entonces sería considerado una sublevación o golpe de estado. El ejército siempre debía quedar estacionado a una distancia considerable antes de que la persona que estaba al mando pudiera entrar.