Traducido por Shiro
Editado por Meli
Debido al fracaso del experimento, los altos mandos disolvieron el equipo de investigación de Wu Hanyun, y sus recursos fueron divididos entre los otros equipos. El laboratorio de Zhou Yunsheng recibió una serie de equipos de última generación y varios investigadores altamente cualificados, lo que aceleró el progreso del experimento en cierta medida.
Dos meses después, una investigadora, con la voz temblorosa, entró en el laboratorio empujando una nevera de laboratorio.
—Doctor —dijo—, la vacuna está lista. ¿Quiere probar el efecto ahora mismo?
Los investigadores, absortos en sus tareas, quedaron paralizados como marionetas, clavando sus miradas llenas de esperanza y miedo en la caja gris plateada. Ansiaban conocer la eficacia de la vacuna, pero a la vez temían el resultado.
Zhou Yunsheng se quitó lentamente los guantes de látex y se dirigió al laboratorio de seguridad contiguo. Todos lo siguieron.
En la sala de cristal, un hombre yacía inconsciente. Había estado infectado con el virus zombi durante seis horas, y sus dientes y uñas ya mostraban signos de mutación. En una o dos horas más, perdería por completo la razón y se convertiría en un monstruo sin alma.
—Inyéctale la vacuna —ordenó Zhou Yunsheng con un gesto de la mano.
Un hombre con habilidades de hielo extrajo de inmediato la vacuna de la nevera de laboratorio y entró en la sala.
Los investigadores contuvieron la respiración mientras esperaban. Diez minutos pasaron, y no hubo ninguna reacción.
¿Falló el experimento?, pensaron sin poder evitarlo.
La desesperación se apoderó de ellos. El doctor Bai era el líder en biotecnología de China, y sí incluso su investigación fracasaba, entonces no había quien pudiera encontrar la fórmula correcta.
¿Queda esperanza alguna para la humanidad?, se preguntaron.
Miles de millones de zombis vagaban por el mundo, y cada día nuevos supervivientes se unían a sus filas.
¿Cuándo terminará esta pesadilla si solo se les puede combatir con la muerte?
Un futuro oscuro y desesperanzador se cernía sobre ellos.
—El efecto no es tan rápido, esperemos un poco más —explicó Zhou Yunsheng con la misma calma de siempre.
En los últimos seis meses, había absorbido los conocimientos de Bai Mohan a un ritmo acelerado, y referentes a biotecnología, ya superaban a los de su mentor. Sabía que la fórmula era correcta, y también estaba seguro de que la secuencia de genes que él había creado era perfecta.
Las palabras de Zhou Yunsheng calmaron la agitación de los investigadores.
Lai Chuan se encontraba de pie junto al joven médico, su mirada por momentos fija en el infectado y en otros en el pálido rostro de Zhou Yunsheng; sus emociones agitándose como olas en un mar tempestuoso.
Esperaron media hora más, hasta que un investigador exclamó:
—¡Su color de piel parece más claro! Antes era gris verdoso, pero ahora es un amarillo ceroso.
—Es cierto. También parece estar fluyendo más sangre a su cara. Entraré a revisarlo —exclamó el jefe de seguridad, un hombre con habilidades de metal. Cubrió su cuerpo con una capa de acero y abrió la puerta para entrar.
Tomó la mano del infectado y notó que sus uñas, antes negras y puntiagudas, habían vuelto a su color y forma normales. Sus pupilas dilatadas se contrajeron, sus dientes dejaron de crecer y su boca ya no secretaba la saliva espesa y amarillenta. El infectado estaba mejorando, aunque todavía estaba en coma, su respiración y ritmo cardíaco eran más estables.
Mientras el jefe de seguridad examinaba al hombre, los demás también notaron estos cambios y sus rostros se iluminaron con alegría.
Zhou Yunsheng habló con calma:
—Trasládenlo a una sala de hospital normal, pero asegúrense de atarlo con correas de seguridad en caso de que haya una recaída.
Su actitud tranquila y serena tenía un poderoso efecto contagioso. Los investigadores, que se habían dejado llevar por la alegría, se recuperaron enseguida y, con movimientos entrenados, colocaron al infectado en una cama móvil y lo empujaron.
Tras setenta y dos horas de observación continua, el infectado por fin se liberó del control del virus zombi. Al despertar, creyó estar soñando y preguntó varias veces dónde se encontraba y si eso era el paraíso.
Los investigadores no tenían tiempo para atenderlo. Se abrazaron con fuerza, riendo de alegría mientras lágrimas brotaban de sus ojos. ¡Su éxito cambiaría el mundo entero!
Zhou Yunsheng, con las manos a la espalda, se quedó en la puerta con su expresión habitual de calma. No se unió a la celebración, sino que optó por marcharse en silencio. Subió las escaleras, piso por piso. Cuando se cansaba, se sentaba a descansar un rato antes de continuar.
Lei Chuan lo siguió de cerca, diciendo:
—¿Adónde vas? Si tuviera un cuerpo, podría cargarte. El experimento ha sido un éxito, deberías ir al médico en lugar de andar solo por ahí.
Finalmente llegando al último piso, Zhou Yunsheng empujó la vieja puerta de hierro que chirriaba y salió, buscando un lugar limpio y vacío en el balcón donde sentarse.
Era el atardecer, y el sol rojo intenso se había hundido a medias detrás de los edificios. El cielo estaba lleno de nubes teñidas de rojo por el crepúsculo, cubriéndolo capa tras capa, interminablemente, como si se extendieran hasta el final del mundo.
La noticia del éxito de la vacuna ya se había difundido, y los gritos de alegría de la gente resonaban por toda la base. Algunos incluso lloraban de pura felicidad.
Lei Chuan se acercó al borde del balcón y miró hacia abajo a los grupos de personas que se abrazaban y celebraban
—¿No vas a echar un vistazo? Hace mucho tiempo que la base no estaba tan animada, parece Año Nuevo. Hablando de eso, ni siquiera recuerdo cómo se celebra el Año Nuevo. —Sonrió y se giró, pero se quedó paralizado.
Al ver al hombre, Lei Chuan se quedó sin aliento. Se había quitado las gruesas gafas y contemplaba con mirada tranquila el crepúsculo en el horizonte. Dos lágrimas cristalinas corrían por su piel pálida y se unían en una gota que pendía de su afilada mandíbula.
Nunca había visto a Bai Mohan mostrar una expresión que no fuera de calma, ni siquiera cuando vomitaba sangre a borbotones, su comportamiento era siempre ligero como una brisa. Su mente era más firme que la de nadie, y Lei Chuan había llegado a pensar que nunca se conmovería por nada, hasta ese momento. Fue allí que se dio cuenta de que también tenía momentos de sensibilidad y fragilidad.
Sus ojos llenos de lágrimas eran aún más bellos y conmovedores que las nubes ardientes del crepúsculo.
Lei Chuan, cautivado, se acercó sin poder controlarse y extendió la palma de su mano para atrapar la lágrima que a punto estaba de caer.
Con un sonido sordo, la lágrima atravesó su palma y se precipitó al suelo, donde se evaporó rápidamente por el calor de la superficie. Lei Chuan apretó el puño repetidamente, sintiendo un dolor punzante en el lugar donde la lágrima lo había atravesado.
Secándose las lágrimas, Zhou Yunsheng se puso las gafas y se levantó, dirigiéndose hacia la puerta de hierro. Tras pasar medio año sin ver la luz en el laboratorio, sus ojos no la soportaban y le dolían intensamente. Además, el aire fétido del apocalipsis era nauseabundo y no era un buen lugar para tomar aire fresco.
Justo al llegar a la puerta del laboratorio, un investigador corrió hacia él y le dijo deprisa:
—Doctor, los altos mandos nos han llamado a reunión. Todos están allí, solo le esperan a usted.
Zhou Yunsheng sabía perfectamente qué le dirían y una sonrisa burlona se dibujó en su rostro.
Todos los miembros del equipo de investigación estaban presentes. El líder les felicitó calurosamente por sus logros y les entregó valiosas recompensas. Después de divagar durante un buen rato, por fin les advirtió que no debían divulgar ninguna información relacionada con la vacuna. Su plan era utilizarla para controlar a las grandes y pequeñas facciones de China, satisfaciendo así su extrema ambición de poder.
Todos guardaron silencio, sin atreverse a mostrar sus verdaderos pensamientos. Lei Chuan, de pie detrás de Zhou Yunsheng, se burló con frialdad. Hacía tiempo que había calado a estos ambiciosos.
—Me opongo. Mi vacuna no es una herramienta para que ustedes ejerzan su poder. ¡Exijo que compartan la información de la vacuna con todos los supervivientes del mundo! Siguiendo su enfoque egoísta, ¿cuándo podrá la humanidad liberarse de esta pesadilla? ¡Están yendo en contra de mi propósito al desarrollar la vacuna! ¡Me opongo rotundamente! —Zhou Yunsheng se levantó de golpe de la mesa y, sin esperar a que los líderes ofrecieran excusas grandilocuentes, se marchó.
Todos admiraban su integridad y desinterés, pero pocos se atrevieron a seguirlo abiertamente.
El jefe de seguridad dudó un momento, luego saludó militarmente a los altos mandos y, con una determinación inquebrantable, siguió al doctor hasta el laboratorio, donde externó su preocupación:
—Doctor, usted fue demasiado impulsivo hace un momento. Para evitar la fuga de información confidencial, los altos mandos nunca lo dejarán ir. Apresúrese y váyase conmigo. Con su talento, tendrá un mejor futuro en otras bases.
—No hace falta, ya no tengo tiempo. —Zhou Yunsheng abrió la computadora, comprimió los datos y los envió a todas las bases conectadas a la Base B.
La barra de progreso de la transmisión subió lentamente, y Lei Chuan casi podía imaginar la alegría y el desconcierto de las bases que recibieron esos datos. Así era la carrera de Bai Mohan, grandiosa y desinteresada, que no le dejaba más que admiración para expresar sus sentimientos en ese momento.
Lei Chuan se sentó a su lado, con la mano en el aire. Después de un largo tiempo, finalmente se acercó para tocar su pálida mejilla, el alto puente de su nariz, la fría montura de sus gafas y sus finos labios. Sus movimientos eran tan lentos y gentiles, como si tuviera miedo de romperlo.
La barra de progreso alcanzó el 100 % y Zhou Yunsheng suspiró aliviado. Entonces, abrió la caja de temperatura constante y sacó al sujeto experimental número uno que estaba durmiendo. Tenía que admitir que, como protagonista, el hombre tenía una apariencia incomparablemente hermosa y un cuerpo fuerte. Incluso después de dormir durante medio año, su apariencia aún estaba intacta.
Sus dedos índice se deslizaron desde la frente del otro hasta el puente de su nariz, labios, nuez de Adán, pecho y finalmente se detuvieron en su bajo vientre.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Lei Chuan con voz ronca.
Aunque era un fantasma, sentía como si las frías yemas de los dedos del hombre se deslizaran sobre él, provocando una sensación de hormigueo. Estaba irritable y confuso, por lo que ignoró la agitación escondida en el fondo de su corazón.
Durante mucho tiempo, Zhou Yunsheng mantuvo su mirada fija en él y, finalmente, bajó la cabeza y besó los labios del sujeto experimental número uno. Antes de irse, quería confirmar si esta persona era su amante. Le transmitía una sensación muy especial.
No sintió la familiar sensación de estremecimiento que siempre recorría su alma, pero lo que no sabía era que estaba besando un caparazón vacío.
Zhou Yunsheng se enderezó y suspiró, sin mirar atrás, le dijo al jefe de seguridad:
—Después de que muera, llévatelo. En el estante superior de la cámara frigorífica hay un tubo de ensayo azul claro; es mi energía psíquica condensada. Tal vez pueda despertarlo de su sueño. Ha estado aquí el tiempo suficiente y ya es hora de que se vaya.
El jefe de seguridad estaba aturdido y no respondió durante mucho tiempo.
—¡Todavía no estás muerto, no hables tonterías! —gritó Lei Chuan enojado en cuanto se liberó de la sorpresa y la vergüenza—. Si te vas, vete conmigo. ¿Quién sabe si tu vacuna funciona o no? ¿Estás tratando de evadir responsabilidades? Bai Mohan, no olvides que fuiste tú quien me metió aquí. ¡Eres un desgraciado!
Lei Chuan se movía como una bestia acorralada alrededor del hombre, sin percatarse de que una flecha de hielo salía disparada, perforando el cuerpo de Bai Mohan y quedándose clavada con fuerza en la espalda del hombre.
El jefe de seguridad se volvió y no pudo evitar mostrar una expresión de horror. El atacante era un poderoso usuario de habilidades de hielo de nivel once de la base, enviado para acabar a Bai Mohan. Con información completa, personal investigador experimentado y equipos sofisticados, él ya no tenía valor, y si no seguía órdenes, lo mejor era eliminarlo.
Zhou Yunsheng cayó al suelo sujetando su pecho mientras escupía grandes cantidades de sangre, y al mismo tiempo sintió una poderosa fuerza extraer su alma de ese cuerpo. Sabía que era hora de partir.
—¡No! ¡Bai Mohan, no puedes morir! ¡Quiero que vengas con nosotros! ¡Bai Mohan, ¿me escuchas?
Viendo cómo los ojos del hombre se cerraban lentamente, una gran sensación de pánico y desesperación abrumó a Lei Chuan, quien se enfureció, y su alma emanó una luz púrpura muy brillante.
Con un estruendo, el laboratorio de la Base B, que almacenaba datos valiosos, se convirtió en cenizas. Las ambiciones de los altos mandos de la base para controlar el país y el mundo entero con la vacuna se terminaron convirtiendo en una broma de proporciones enormes.