Traducido por Lugiia
Editado por Ayanami
Dos días después, al terminar de comer y ponerme al día con un poco de lectura, Florinda me ayudó a vestirme para mi visita a la mansión Trakos.
—Está lista, creo que esto debería ser suficiente. ¿Qué le parece, mi lady? —Me preguntó.
No necesitaba ir vestida tan formalmente como en mi visita al palacio Imperial, así que tardé menos en ponerme algo de ropa. Me miré en el espejo y esbocé una sonrisa de aprobación.
—Así está bien.
—Entonces, ¿le gustaría bajar ahora?
—Hmm… Un momento —dije, dudando—. Florinda, ¿puedo ver el pañuelo que terminé ayer?
—Sí. Iré a buscarlo ahora. —En cuanto terminó de hablar, se alejó corriendo para traer el pañuelo que hice para Odeletta. Tenía buen aspecto la última vez que lo vi ayer, pero quería asegurarme de que no había ninguna mancha que se me hubiera escapado.
Florinda regresó y, con cuidado, saqué el pañuelo de su caja de papel para girarlo con mis manos. Por fortuna, no parecía diferente de la última vez que lo vi. Devolví el pañuelo a su caja con una expresión de satisfacción. Esperaba que a Odeletta le gustara.
—¿Está todo bien? —Preguntó Florinda.
—Sí, no creo que haya que arreglar nada más por el momento. ¿Debo bajar ahora?
—Sí. Sería mejor salir temprano para tener suficiente tiempo.
—De acuerdo.
Decidí salir una hora antes de lo previsto y bajé las escaleras hasta la puerta principal. Las mansiones Bellefleur y Trakos están bastante alejadas, así que tuve que salir temprano.
Tras unos cuarenta o cincuenta minutos de viaje, finalmente el carruaje se detuvo frente a la mansión Trakos.
—Hemos llegado, mi lady —anunció el cochero.
—Gracias —respondí.
Antes de que pudiera abrir la puerta del carruaje, ésta se abrió sola desde el exterior. Me asomé con un rostro ligeramente sorprendido, solo para ver a un mayordomo anciano de cabello blanco, quien me saludó con una sonrisa en el rostro, como si esperara mi visita.
—Bienvenida, lady Mariestella. ¿Hubo algún inconveniente en su camino hasta aquí?
Ante su saludo formal, respondí en medio de mi confusión:
—Todo salió bien. Lo siento, ¿pero usted es…?
—Soy Robert Joyce, el asistente mayordomo de la mansión Trakos. Por favor, siéntase libre de llamarme cuando lo necesite.
—Encantada de conocerle, señor Joyce —respondí con una sonrisa, tomando la mano que me ofrecía para bajar del carruaje. Me conmovió ligeramente el hecho de que el asistente mayordomo hubiera venido a recibirme.
—Mi lady le ha estado esperando —dijo, y mi ánimo se levantó. Con una sonrisa tímida, entré en la mansión con Robert.
El exterior de la residencia Trakos tenía un estilo arquitectónico más retro de lo que esperaba, y lo mismo ocurría con su interior. Era una casa antigua que parecía tener cientos de años, pero se sentía histórica y elegante en lugar de vieja. Me pareció más nueva porque nunca se había descrito en el libro.
Robert me guió hacia una parte de la mansión.
—Aquí se encuentra la sala de estar —dijo, frente a una gruesa puerta de madera de caoba. Él se inclinó y habló en voz baja a través de ella—: Mi lady, lady Bellefleur está aquí.
—Ah. —Desde el interior, llegó la elegante voz de Odeletta, y mi corazón palpitó de expectación—. Hazla pasar, Robert.
El mayordomo abrió la puerta, y tan pronto como entré, el olor de algo dulce e inusual me hizo cosquillas en la nariz. Odeletta, quien estaba sentada junto a una mesa, se levantó con una expresión acogedora en cuanto me vio.
—Mariestella —dijo en un tono afectuoso.
Estaba a punto de llamarla “lady Odeletta”, cuando recordé que la última vez me pidió que renunciara a los honoríficos y al trato formal.
—Odeletta —dije en su lugar, sintiéndome algo incómoda. ¿Será debido a que es la primera vez?
Sonreí de forma tímida y ella me devolvió una pequeña sonrisa, como si pensara lo mismo que yo. Dio un paso hacia mí y dijo:
—Bienvenida, Mariestella.
Eso fue aún más incómodo, pero como dijo Odeletta la última vez, ya nos acostumbraremos.
Le devolví la sonrisa casi de forma automática.
—¿Te hice esperar demasiado? Intenté venir lo más rápido posible.
—Sólo un rato. Tenía ganas de verte desde esta mañana. Por favor, siéntate.
Odeletta me llevó a la mesa en la que estaba sentada y, en cuanto me acomodé, varias doncellas se acercaron trayendo bocadillos. Había té de Assam[1] junto con galletas de nuez de arbusto[2], el vapor salía a borbotones de las tazas de té y de las galletas recién horneadas en el plato.
Odeletta miró la comida y dijo con cuidado:
—¿Está demasiado caliente…? El pastelero de nuestra mansión hace unas galletas excelentes. Le indiqué que las horneara un poco más tarde para que salieran lo más calientes posible…
—En absoluto, Odeletta. Todo tiene un aspecto delicioso. Gracias. —Seleccioné una galleta del plato. A pesar de su aspecto, aparentemente caliente, no estaban demasiado calientes para tocarlas. ¿Solo algo… tibias?
—Mmm… —Le di un mordisco a la galleta y mastiqué lentamente. El sabor era increíble, del mismo nivel de exquisitez que el palacio Thurman. Mi cara se iluminó mientras mi boca se llenaba de sabor.
—¡Vaya, está deliciosa!
—¿De verdad? —Exclamó Odeletta, mirando mi reacción visiblemente alegre—. ¡Gracias a Dios! Me alegra que te guste.
—Está muy buena —dije entusiasmada, y le di otro mordisco. Era una galleta deliciosa, y tenía el equilibrio perfecto de dulzura y sabor.
—Si te gusta tanto, ordenaré que empaqueten algunas para cuando vuelvas a casa —dijo, con una expresión llena de satisfacción.
—¿Ah, sí? Gracias —dije, sonriendo ampliamente, de repente, la mirada de Odeletta se dirigió hacia mi regazo, donde había una pequeña caja.
—¿Qué es eso? —Preguntó.
—¿Hm?
—La cajita que tienes en el regazo.
—Ah. —Mi rostro se sonrojó y coloqué la caja sobre la mesa. Odeletta la miró con ojos interesados.
—Oh… ¿Es un regalo?
—Eres rápida —dije, con una pequeña sonrisa, y luego le entregué el pañuelo empaquetado—. Gracias por tu invitación, Odeletta. Este es un pequeño regalo, lo hice yo misma.
—Esto… —Sus ojos y boca se abrieron de par en par por la sorpresa, tomó la caja de mis manos con una expresión de desconcierto en su rostro—. ¿De verdad lo has hecho tú?
—Sí, pero no estoy segura de si se ajusta a tus gustos.
—¡Por supuesto que me gusta!
—Ni siquiera has abierto la caja.
Odeletta negó con la cabeza, un poco avergonzada.
—Lo hiciste tú misma para mí. Solo con eso ya estoy contenta. Gracias, Mariestella.
Ah, esa fue una reacción realmente satisfactoria a mi regalo. El orgullo subió como un manantial en mi corazón. Al mismo tiempo, me sentí un poco avergonzada porque sentí que estaba siendo demasiado agradecida por un regalo tan pequeño.
—Entonces…, ábrelo —dije tímidamente, y Odeletta abrió la caja con alegría.
—¿Esto es un pañuelo? —Dijo sorprendida al descubrir el regalo.
—Sí.
—¿Bordaste violetas en él? —Preguntó, y la sonrisa se ensanchó en su rostro mientras desplegaba el pañuelo con sumo cuidado. Estaba encantada por su reacción.
—He oído que te gustan las violetas —dije con timidez.
—¡Así es! La verdad es que no me esperaba esto —respondió Odeletta, mirándome a los ojos con una gran sonrisa—. Muchas gracias, Mariestella. Me encanta.
—Es un alivio. Es un regalo muy pequeño y estaba un poco preocupada.
—En absoluto. La primera vez que me gustaste fue por un pañuelo… Y ahora, cuando te invité por primera vez, me regalaste uno. Es un regalo simbólico para mí. Lo atesoraré.
La sinceridad de su voz resonó en mi corazón como campanas. Sonreí tanto que entrecerré los ojos, Odeletta dobló el pañuelo con una expresión emocionada y lo volvió a meter en la caja.
—Muchas gracias, Mariestella. Entonces, ¿qué has hecho últimamente?
Bueno, han pasado muchas cosas. Solté una risita baja y ella me miró con curiosidad.
—¿Qué? ¿Es algo interesante?
—Más que interesante —dije con una sonrisa enigmática.
Los ojos de Odeletta brillaron con expectación.
—¿De qué se trata?
—Bueno… Para contarte en orden cronológico, Dorothea vino a verme después de tu visita.
—¿Lady Cornohen…? —Preguntó con el ceño fruncido, yo sonreí y asentí—. ¿Por qué? ¿Vino a visitarte?
—Sí. —O eso aparentaba—. También vino su madre —añadí con una voz seca.
—¿La condesa Cornohen? ¿Por qué? No, espera, ¿tú y lady Dorothea no se pelearon antes?
—Sí, es tal y como dices. La condesa Cornohen pensó que lo solucionaría.
—¿Y?
—Me pidió que volviera a ser amiga de Dorothea.
—Huh. —Es comprensible que Odeletta parezca aturdida—. ¿Qué edad tiene esa mujer…?
Odeletta tenía razón. El comportamiento de la condesa Cornohen estaba reservado a los niños que estaban en el jardín de infancia… No, ni siquiera los niños del jardín de infancia hacían eso hoy en día.
—Estaba a punto de negarme —dije.
—Pero no lo hiciste, ¿verdad…? —Adivinó Odeletta.
—Mm. —Asentí en silencio y luego miré a Odeletta. En lugar de mirarme con reproche, parecía más curiosa por las razones de mis acciones—. Ese día no lo sabía, pero mi familia tiene una gran deuda.
—¿Deuda?
—Es una deuda que existe desde la época de mi abuelo. A partir de esa fecha, mi familia paga una gran cantidad de intereses cada mes. La condesa Cornohen dijo que eximiría a mi familia de pagar los intereses si volvía a ser amiga de Dorothea.
—¡Oh, Dios…! —Exclamó Odeletta con una expresión atónita, me sentí avergonzada mientras seguía contando la historia.
—Para ser precisos, la condesa quería que fuera el títere de Dorothea en lugar de su amiga. Al final, acepté.
—Ya veo.
—Pensé que lo desaprobarías —dije con curiosidad.
—Si es por esa razón, ¿qué derecho tengo a decirte lo que tienes que hacer? Además, nuestra relación no es tan estrecha de miras —continuó con una voz tranquila—: Me gustas bastante, y no diré nada sobre el asunto si te quedas con ella.
Mis hombros bajaron aliviados.
—Menos mal. Voy a pensar en ello como si estuviera trabajando de doncella.
—Muy bien… —Odeletta tomó otro sorbo de té antes de cambiar de tema—. Entonces…, ¿tienes otra historia?
—El duque Escliffe me pidió que fuera su pareja de baile en su fiesta de cumpleaños el mes que viene —dije.
—¿De verdad? —Preguntó Odeletta con una expresión más sorprendida—. ¿Eres tan cercana a él?
—El duque fue el causante del accidente del carruaje. Seguro que te has enterado de ello. Desde entonces, ha estado visitando la mansión Bellefleur.
—Oh, ya veo…
—Por eso somos más cercanos… Y me pidió que fuera su pareja de baile porque dijo que no tenía a nadie.
—Mm… —La expresión de Odeletta cambió extrañamente, pude adivinar lo que iba a decir a continuación.
—No es lo que tú crees —añadí con rapidez.
—¿Cómo sabes lo que pienso?
—Porque es lo que piensa todo el mundo.
Que puede haber un enamoramiento.
—Puedo ver por qué hay razones para sospechar, pero no puedes suponerlo basándote en su personalidad —añadí.
—Porque Su Excelencia es amable con todos. —Odeletta asintió como si lo que dijera tuviera sentido—. Puedes intentar sondearlo, y si tiene sentimientos, ¿no sería obvio en la fiesta?
—Nos ha visitado tanto, que he querido intentarlo. —Mi tono se volvió cuidadoso—. Pero ¿qué pasa si accidentalmente soy demasiado sensible?
—¿Por qué iba a importar eso? —Dijo ella con una sonrisa—. No pasa nada. No te vas a confesar, ¿verdad?
—Es cierto.
—No lo pienses demasiado. Los hombres son simples. O lo es, o no lo es.
—Hm… Tienes razón. —Ladeé la cabeza con una expresión vaga y, de repente recordé algo—. Ah, y me encontré con el príncipe heredero.
Los ojos de Odeletta temblaron ligeramente al escuchar las palabras.
—¿Su Alteza?
—Sí.
—¿Por qué?
—Dorothea quería del té que Su Alteza me dio, por lo que le dije que lo conseguiría en el palacio Thurman, solo para burlarme de ella. No pude evitar cumplir mi promesa por orgullo.
—Ya veo.
—También le pregunté al príncipe heredero si quería conocerte.
—Espera… ¿Qué? —Exclamó Odeletta con sus ojos muy abiertos.
Le sonreí.
—Últimamente, he sido demasiado negligente en cuanto a crear una conexión entre ustedes dos.
—Oh, Dios mío, ¿en serio?
—Sí. Hace poco le pregunté.
—Vaya. —Su expresión se transformó en una llena de curiosidad—. Entonces…, ¿qué dijo?
—Dijo que lo pensaría. Deberías esperar una respuesta positiva —respondí.
—Vaya —dijo Odeletta, con la sorpresa aún visible en su rostro.
Mi voz se suavizó al continuar:
—Sabes que a Dorothea le gusta el príncipe heredero, ¿verdad? No pierdas ante la persona que odio, Odeletta. Eres mucho más bonita, tienes una buena personalidad y eres inteligente.
—Ja, ja, ja. —Odeletta soltó una risita ante mis palabras, su risa sonó tan agradable que no pude evitar sonreír. Un momento después, volvió a hablar—: Es muy divertido hablar de esto.
—¿Qué quieres decir? —Pregunté.
—Porque la gente en las reuniones sociales no habla de cosas como esta. La mayoría habla a espaldas de los demás. O presumen de sí mismos.
—Eso es cierto —dije asintiendo.
Una persona se muestra vulnerable si habla de sus problemas. Había que revelar la menor cantidad de información posible mientras se roba la mayor cantidad de información sobre otras personas, lo que altera la dinámica de las conversaciones sociales. Las historias, a menudo, se distorsionan y se lanzan como puñales.
—Ha pasado mucho tiempo desde que tuve una conversación así. No, tal vez sea la primera vez —dijo Odeletta.
—Pero ¿no lo haces todo el mundo?
—Es posible, pero no tengo a nadie con quien hablar así. —Odeletta me miró con una expresión de elogio—. Me alegra que sea contigo.
—Me alegra que pienses así.
Me sentía de la misma forma. No podía creer que me sintiera tan cómoda hablando con la villana original de la novela. Uno nunca sabe cómo son las personas.
—¿Crees que Su Alteza dará una respuesta pronto? —Continuó Odeletta.
—Incluso si dice que no… —dije con una voz cautelosa.
—No te preocupes, Marie —dijo ella, pero cuando me miró, sus ojos parecían muy puros. No había ni una sola mancha en su mirada—. Te agradezco mucho que se lo hayas dicho a Su Alteza. No tienes que ser responsable de lo que ocurra después.
—Odeletta…
—Bueno, tal vez, lady Cornohen lo sería.
—Eso es cierto.
Si me equivocaba y Xavier rechazaba la reunión, sería obvio por qué.
—Bien, dejemos de hablar de lady Cornohen. Hay muchos otros temas refrescantes.
—Claro. —Le di un mordisco a una galleta y la mastiqué pensativamente. Después de considerar de qué temas hablar, me limpié la boca y hablé—: ¿Y tú? ¿Cómo has estado?
—¿Yo? —Respondió Odeletta—. Igual que siempre. Bordando o leyendo libros. La vida es aburrida.
Eso no sonaba como un típico adulto de diecinueve años… No obstante, teniendo en cuenta la imagen de Odeletta en el libro, no había mucho más. Las chicas de aquí no hacían otra cosa que leer libros, bordar o ir a reuniones sociales. Nunca soñaron con trabajar en una oficina pública.
Seguro que es aburrido.
En Corea siempre estaba ocupada, así que esta vida pausada me parecía relajante. Solo descansar era dulce después de haber pasado por tantas penurias.
—Puedes hablar conmigo de esta manera —sugerí.
—Entonces, me alegra. —La expresión de Odeletta se suavizó y le sonreí. Si seguía viviendo en este mundo, llevaría el mismo estilo de vida que ella y, probablemente, también me aburriría. Al menos, debería tener un amigo con el que pasar toda mi vida. De esa manera, sería capaz de pintar un poco de color en mi vida acromática[3].
—Oh, es cierto, Marie. ¿Por qué no nos vamos a mi habitación? Es incómodo seguir sentada en este salón.
—¿A tu dormitorio?
—Sí. ¿Te quedas hasta la cena? —De alguna manera, su voz tenía una nota de sinceridad. Por ello, asentí y respondí:
—Por supuesto.
[1]El té de Assam es una variedad de té negro, proveniente de las hojas de la planta Camellia sinensis var. Este tipo de té es cultivado tradicionalmente en el estado nororiental de Assam, una de las regiones productoras de té más grandes del mundo ubicada en la India. ¿Qué es y qué beneficios tiene el té Assam? (entrenamiento.com)

[2]Macadamia integrifolia es un árbol de la familia Proteaceae, nativo de Nueva Gales del Sur y Queensland en Australia. Nombres comunes incluyen nuez de macadamia, nuez de arbusto, nuez poppel (Poppel Nut), nuez bauple (Bauple Nut), nuez bopple (Bopple Nut), y nuez de Queensland.

[3]Acromático significa literalmente «sin color», que no posee colorido, como por ejemplo la luz blanca. Una escala acromática será en consecuencia el gradiente de grises que van desde el blanco hasta el negro.
