Querida “amiga” – Capítulo 41: Estoy segura de que al Príncipe Heredero le gustará

Traducido por Lugiia

Editado por Ayanami


Eché un vistazo a la taza de té de Klaude.

—Oh Dios, se ha terminado el té. ¿Gusta un poco más?

—Lo apreciaría —respondió sonriendo agradecido, mientras le servía otra taza. Aunque el té verde ya se había enfriado, el aroma todavía flota a mi lado.

Levantó la taza hacia su boca y murmuró suavemente: —El aroma es agradable.

—Me alegra que le guste.

Klaude me miró directamente a los ojos.

—Oh, lady Mariestella.

—Sí, Su Gracia.

—En realidad, me gustaría pedirle un favor.

—¿Un favor?

—Sí. —Una sonrisa encantadora se dibujó en su rostro—. No sé si sabe, pero en dos meses es mi cumpleaños.

No lo sabía, pero, por el bien de la salud mental de Klaude, decidí actuar como si lo supiera.

—Oh, sí.

—En ese momento, habrá una fiesta en mi mansión. ¿Serías mi pareja de baile?

—¿Su pareja de baile? —Repetí, nerviosa por la repentina sugerencia. Según lo que leí en la novela, la pareja de baile de uno era, normalmente, alguien cercano; ya sea un miembro de la familia, un cónyuge o en mi caso, un novio.

—¿No habría problemas si lo soy? —Pregunté.

—Como ya sabe, mi madre falleció hace tres años, y no tengo novia, mucho menos una esposa. Así que no hay nadie que sea mi pareja de baile para mi fiesta de cumpleaños.

—Ah…

—Si no te importa, me gustaría que fuera usted.

No sería ningún problema aceptar. No conocía a ningún noble en la sociedad de todos modos.

—Por supuesto, Su Gracia. Seré su pareja de baile —dije, con un alegre asentimiento hacia él.

—¿De verdad?

—Sí. En la necesidad se demuestra la amistad, ¿verdad?

Era una expresión muy conocida en todas las épocas y en todos los países del mundo. Sin embargo, el rostro de Klaude se oscureció cuando escuchó el dicho. Pensé que había dicho algo mal, pero, al reflexionar, mis palabras fueron inofensivas.

Entonces, ¿cuál fue el error?

—¿Su Excelencia…? —Pregunté con cuidado.

Él parpadeó y su expresión se relajó gradualmente.

—Ah, sí.

—¿Qué sucedió? Su rostro se oscureció de repente…

—Nada. Estaba pensando en otra cosa.

—Dijo que no durmió bien anoche. Debe estar cansado. Creo que debería irse a casa y descansar un poco —sugerí, preocupada.

Asintió con la cabeza y me dio una leve sonrisa.

—Supongo que tengo que hacerlo. Sería una molestia para usted quedarme demasiado tiempo.

—Eso no es cierto. Sin embargo, su salud es más importante que cualquier otra cosa.

—Gracias por preocuparse por mí, lady Mariestella. Estoy conmovido.

—No es nada. Es natural para los amigos.

—Sí… estoy feliz de sentir que soy especial para usted.

Se levantó lentamente de su asiento, y lo seguí.

—Me iré ahora, lady Mariestella. No trabaje demasiado y descanse bien —dijo con una sonrisa amistosa.

—Lo haré, Su Gracia. Que tenga un buen viaje.

Acompañé a Klaude hasta la puerta, y solo después de verlo alejarse en su carruaje, volví a mi habitación. Allí, vi a Florinda y a las otras criadas limpiando.

—¿Debo salir? —Pregunté en voz baja.

—No, mi lady. Hemos terminado —dijo Florinda, y tan pronto como terminó su frase, las criadas comenzaron a salir en fila, una por una. Sólo Florinda se quedó conmigo en la habitación.

Me desplomé en mi cama y recogí el sobre que estaba sobre la mesa. Era una respuesta del Palacio Thurman.

—Eso fue rápido —murmuré, pero no abrí el sobre.

—Yo también me sorprendí —comentó Florinda—. Afortunadamente, el Palacio Imperial no está muy lejos de la mansión Bellafleur.

Abrí el sobre plateado con gran anticipación. Mis ojos volaron sobre la carta, y en algún momento exhalé un largo suspiro. Florinda, que miraba de reojo, me miró nerviosamente.

—¿Q-Qué sucede, mi lady? ¿Le ha rechazado? —Preguntó.

—No. Por suerte, me permitió visitarlo.

Me preocupaba que estuviera demasiado ocupado y terminara rechazándome. Volví a poner la carta en el sobre, aliviada.

—¡Eso es genial! Entonces, ¿cuándo va a ir al Palacio Imperial? —Volvió a preguntar con entusiasmo.

—Ah.

Estaba tan feliz que olvidé por completo ese detalle crucial. Avergonzada, saqué la carta del sobre otra vez. Cuando la releí, esta vez, mi rostro se llenó de desconcierto.

—¿Qué sucede? —Preguntó Florinda, curiosa.

—Dice… este viernes.

—¿Perdón? —Las cejas de Florinda se levantaron por la sorpresa—. ¿El viernes? ¿De verdad?

—Escribió que estará disponible entonces, y que quiere almorzar conmigo.

—Pero eso es muy pronto. Es dentro de dos días.

Me detuve a pensarlo por un momento, pero era inevitable lo que debía hacer.

—No puedo pedirle a alguien tan ocupado como él que se adapte a mi horario, así que tendré que ser complaciente con su petición. Por favor, consígueme algo de papel, Florinda.

—Sí, mi lady.

Mientras ella iba a buscar papel, pensé en lo que debería llevar al palacio como regalo dentro de dos días. Xavier es el príncipe heredero, así que era muy poco probable que pestañeara incluso ante artículos lujosos. ¿Qué podría regalarle que le guste?

—Aquí, mi lady.

Poco después, Florinda regresó y me entregó una pluma y un papel. Escribí con letra redonda que lo visitaría a la hora del almuerzo el viernes, luego, doblé la carta cuidadosamente y la puse en el sobre.

Después de instruir a Florinda que enviara la carta al Palacio Thurman, empecé a dudar de las cosas que le podrían gustar a Xavier.

¿Qué era lo que le gustaba en el libro?

Debido a su estatus, a Xavier no le gustaban las cosas que se podían comprar con dinero. De hecho, se inclinaba por los regalos que se daban con total sinceridad. En la novela, no podía ser más feliz cuando Dorothea le escribía una carta llena de amor, o cuando le daba galletas en las que trabajaba duro, aunque supieran un poco mal. Por supuesto, no era yo la que le gustaba a Xavier, pero considerando sus movimientos en la novela, pensé que era más probable que respondiera a un regalo sincero.

¿Debería hornear algunas galletas también?

Recordé que, la última vez, me invitaron a una increíble clase de postres en el Palacio Thurman. Por más importante que sea la sinceridad, no podía llevar postres. Eso sería vergonzoso, tanto para el que lo da como para el que lo recibe.

—¿Qué debería llevar? —Pensé en voz alta.

Después de un rato, recordé de repente que, la última vez, Xavier me dio un pañuelo.

¿No es un pañuelo el jefe final de todos los regalos sinceros? Apreté mi puño y sonreí ampliamente. ¡Eso es, le bordaré un pañuelo como regalo!

¿Pero puedo terminarlo para entonces?

Me atormentó un momento tal decisión. El bordado puede parecer fácil a primera vista, pero requiere mucho esfuerzo y concentración. Además, es muy difícil bordar un pañuelo en menos de dos días.

—¡Ah, lo que sea! —Estallé, alzando mis manos.

Funcionará de alguna manera si me quedo despierta toda la noche. Con ese pensamiento, froté mis ojos.

¡Cinco tazas de té verde me ayudarán a soportar la noche!

♦ ♦ ♦

Mi predicción era correcta. Bebí otras cinco tazas de té verde el jueves, y sentí una enorme cantidad de cafeína recorriendo mi cuerpo como combustible para cohetes. Era la primera vez desde que llegué aquí, que no dormía.

—Pero, de alguna manera, me las arreglé para terminarlo…

Miré con orgullo mi creación, un pañuelo bordado color gris claro. Con el espíritu del té verde, me las arreglé para bordar el escudo de la Casa Yonas en una esquina del pañuelo. Como el escudo de la Casa Imperial era elaborado y complicado, coser los intrincados detalles fue una tarea formidable. Afortunadamente, pude hacerlo más fácil de lo que pensaba, ya que Mariestella era buena bordando.

Como era de esperar, a pesar de que la mente había cambiado, el cuerpo retenía viejos recuerdos.

Un llamado a la puerta interrumpió mis pensamientos.

—Mi señora, es Florinda —dijo una voz desde el otro lado de la puerta.

—Entra.

Florinda entró en la habitación con agua, como de costumbre, pero se horrorizó cuando vio mi horrible apariencia.

—¡Oh Dios mío! —Exclamó.

¿Tan mal me veo? Sentí una punzada de dolor, y me di una mirada de vergüenza a mí misma.

—Supongo que mi rostro debe haber empeorado durante la noche.

—Oh Dios mío, mi lady. ¿Se quedó despierta toda la noche haciendo bordados? Tiene bolsas oscuras debajo de los ojos. —Preocupada, se acercó a la cama para mirar detenidamente mi rostro.

—¿Tan mal se ve? —Dije despreocupadamente. No tenía ni idea porque aún no me había mirado al espejo.

—Parece que se va a desmayar en cualquier momento. ¿De verdad está bien? —Preguntó, mirándome en estado de shock.

—Jaja.

Mientras me reía de sus palabras, ella miró el pañuelo sobre la cama. Sus ojos se abrieron tanto como los platos de la cena.

—¿Terminó esto en dos días? ¿En serio? —Dijo, asombrada.

—No creo que fueran dos días completos. Empecé hace dos noches.

—Creo que sí lo fue. Sabía que era buena bordando, pero no sabía que era tan buena… es realmente increíble.

—Me temo que está un poco descuidado.

—No, en absoluto. ¡Es muy bueno! —Dijo Florinda. Constantemente, se la pasa haciéndome cumplidos incoherentes—. Estoy segura de que al Príncipe Heredero le gustará también. ¡Es un regalo muy sincero!

—Eso espero. —Sonreí y doblé el pañuelo terminado.

Florinda me miró fijamente, otra vez.

—Hoy va a ir al Palacio Thurman… no puede presentarse así. Tenemos que tomar medidas excepcionales.

—¿Medidas excepcionales?

—Sí —respondió y me miró con una expresión seria—. Haré lo mejor que pueda en maquillarla hoy.

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