Querida “amiga” – Capítulo 42: No tiene que hacer esto

Traducido por Lugiia

Editado por Ayanami


Florinda no estaba mintiendo cuando dijo que haría todo lo posible.

Normalmente, le llevaría una hora poner el maquillaje, pero hoy le ha tomado tres veces más tiempo. Las ojeras bajo mis ojos deben haber sido muy malas.

Quise rendirme después de una hora de maquillaje, pero fue mi culpa por quedarme despierta toda la noche, cuando se supone que debo ir al palacio hoy. Así que mantuve la boca cerrada y me quedé quieta. No debería haberme quedado despierta la noche anterior, pero ya es demasiado tarde para hacer algo al respecto.

—Ya está hecho, mi lady —declaró Florinda.

No fue hasta que sentí que había cinco buenas capas de polvo en mi rostro que Florinda dejó de maquillarme. Acepté el espejo que me dio y miré mi reflejo.

—¡Dios mío!

Su habilidad es sobrehumana. ¿Cómo me transformó en esto?

—¿Le gusta, mi lady? —Preguntó.

Era una pregunta, pero Florinda parecía saber la respuesta. No había forma de que me decepcionara con estos resultados. Me miré aturdida en el espejo.

Las ojeras se cubrieron como una base alternativa, por supuesto. Además, mi cara era casi como la de una novia el día de su boda, como para presumir la mayor cantidad de esfuerzo puesto en mi maquillaje hoy.

¿De verdad soy yo?

El rostro de Mariestella ya era lo suficientemente encantador como para que incluso un poco de color en él la hiciera brillar, pero con el maquillaje completo, casi parecía una diosa.

¡No podía creer que una sirvienta tuviera tanta habilidad! Mariestella es realmente afortunada.

—Es increíble. Me veo tan diferente de antes —dije con asombro.

—Me alegro de que le guste. —Florinda sonrió orgullosa. Parecía saber exactamente de lo que era capaz.

Me levanté de mi asiento, mientras consideraba seriamente darle una bonificación.

—¿Cuánto tiempo me queda hasta que tenga que irme, Florinda?

—No se preocupe, mi lady. Usted eligió sus vestidos y accesorios ayer. No tardará mucho en usarlos.

Fue justo como dijo. Con la ayuda de las otras sirvientas, el resto de los preparativos no llevó tanto tiempo como pensaba.

♦ ♦ ♦

Finalmente, subí al carruaje y llegué al Palacio Thurman justo a tiempo. Entré, esperando no llegar demasiado tarde, cuando uno de los sirvientes se fijó en mí.

—Lady Mariestella.

Era sir Dilton. Una sonrisa natural se formó en mis labios.

—Sir Dilton —dije en reconocimiento.

—Ha pasado mucho tiempo, lady Mariestella —me saludó.

—Sí. Ha pasado un tiempo. ¿Cómo se encuentra?

—Estoy bien —dijo brevemente, pero pronto su tono se volvió preocupado—. Más importante aún, escuché que tuvo un accidente con un carruaje… ¿Está bien?

—Ah —respondí con una expresión de vergüenza—. He estado en cama durante los últimos tres meses. Ahora estoy completamente recuperada.

—Dios debe haberla ayudado. Los accidentes con carruajes tienen una alta tasa de mortalidad.

—También pienso eso, sir Dilton. Tuve mucha suerte. —Sonreí ligeramente y cambié de tema—. Por cierto, ¿dónde está Su Alteza?

—Ah, Su Alteza está…

—Sir Dilton.

Una voz baja nos interrumpió a mis espaldas. Me di la vuelta y vi una figura familiar. Había un hombre con el cabello tan plateado como la luz de la luna y los ojos tan azules como el mar profundo.

—¿Qué hace que no lleva a mi invitada al comedor? —Preguntó Xavier. Su voz baja parecía transportarse por el aire, como si estuviera en una cueva y se atascó en mis oídos.

Cuando lo miré con una expresión perdida en mi rostro, su expresión cambió de severa a sonriente.

—Lady Mariestella —dijo cálidamente.

—Su Alteza. —Pestañeé y volví a mis sentidos, dándole una educada reverencia—. Saludos al Pequeño Sol del Imperio. Gloria a Yonas.

—Gracias por venir hasta aquí. ¿Se siente mejor?

—Estoy bien. Gracias por su preocupación, Su Alteza.

La expresión de Xavier se relajó ante mi respuesta.

—Es un alivio. Sucede que el almuerzo está listo. Vayamos juntos al comedor.

—Sí, Su Alteza.

Asentí con la cabeza y lo seguí al comedor, conversando en el camino.

—No esperaba que me enviara una carta primero. Me sorprendió mucho cuando la recibí —dijo.

—Lo lamento si le estoy quitando tiempo.

—No, en absoluto. No estoy tan ocupado como para no poder almorzar con usted. Me alegro de volver a verla.

Cuando escuché eso, de repente, recordé la advertencia de Klaude de hace unos días. Describió a Xavier como un hombre frío que eventualmente hería a la gente que está cerca de él.

Pero no creo que él sea así, pensé.

Por supuesto, Klaude era compañero de clase de Xavier, y lo conocía mucho mejor que yo. Pero no me parecía que fuera tan malo como decía Klaude. Todo lo que había hecho por mí hasta ahora era bastante excesivo.

Tal vez, estaba racionalizando la situación porque no quería creer en las palabras de Klaude, pero mi corazonada decía que no era así.

♦ ♦ ♦

Finalmente, llegamos al comedor, y un sirviente nos abrió la puerta de cristal. Cuando entré, lo primero que vi fue una mesa enorme. Me sorprendió un poco. Era la primera vez que iba al comedor del Palacio Thurman, y era mucho más elegante de lo que esperaba.

Xavier sacó una silla de la mesa.

—Me preocupó que no pudiera invitarle a comer la última vez. Me alegro de tenerla aquí ahora.

No fue hasta que lo vi esperando, que me di cuenta de que la silla era para mí.

—Su Alteza, no tiene que hacer esto… —dije precipitadamente.

—Eres es una dama, y debo seguir la etiqueta —respondió. Me esperó expectante y, sintiéndome presionada, me apresuré a sentarme.

Nunca había recibido este tipo de tratamiento en mi vida, y no estaba familiarizada con el código de etiqueta que una persona de clase superior como Xavier debía seguir.

Después de que me establecí, Xavier se sentó en el asiento frente a mí. Unos minutos más tarde, los sirvientes entraron en la habitación y sirvieron aperitivos y bebidas.

La comida comenzó con bruschetta de tomate[1], seguida de sopa de crema y ensalada de calabaza. Se sirvieron más platos maravillosos y la conversación, que naturalmente se interrumpió por la comida, se reanudó cuando los sirvientes se retiraron de la mesa.

—¿El Duque Escliffe sigue visitando, hoy en día, la mansión Bellafleur? —Preguntó Xavier.

Ah, así que esto iba a ser de esta manera desde un principio. Me di cuenta, la última vez, que a Xavier tampoco parecía gustarle mucho Klaude.

Dudé antes de responder.

—Ha estado muy ocupado desde mi recuperación, pero creo que me visitará de vez en cuando.

La respuesta más directa que podía decir era: “Vino el otro día”, pero eso, probablemente, molestaría a Xavier, así que traté de mantener mi respuesta lo más vaga posible sin mentir. ¿A quién le gustaría que su amigo estuviera cerca de alguien a quien odiara?

—¿Le molesta que sea cercana al Duque Escliffe? —Pregunté.

Xavier parecía sorprendido por mi pregunta.

—No creo que tenga derecho a forzarla a hacer eso.

—No es forzar… pero tengo curiosidad. La última vez que los vi juntos, tuve la impresión de que no parecían agradarse mucho.

Xavier no dijo nada, así que también seguí su silencio. Después de un momento largo, decidió hablar.

—¿Recuerda lo que le dije la última vez, lady Mariestella?

—¿Lo que me dijo la última vez…? —Repetí.

—Se lo dije cuando estábamos hablando de lady Cornohen. Una relación amor-odio.

—Ah.

Fue cuando visité el Palacio Thurman por primera vez después de la fiesta de cumpleaños de Xavier. Sólo entonces, recordé de qué estaba hablando.

—Lo recuerdo —contesté.

—El hombre del que te hablé era el Duque Escliffe —dijo.

—Ah…

Pero entonces, Klaude era el único cercano a Xavier que podía mantener una relación así.


[1] Botana italiana de panecillos con unos tomates preparados con aceite de oliva. También es rico si combinado con un poco de jamón serrano encima.

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