Sentido Común de una Casa Guerrera – Capítulo 137: Su sonrisa

Traducido por Lugiia

Editado por Sakuya


Antes de darme cuenta, el sol se estaba ocultando más allá del horizonte, y una luz carmesí brillaba desde el sur.

El aura que rodeaba a la señorita, que se había suavizado durante un período de tiempo, se volvió nuevamente fría y aguda mientras se acercaba a la ciudad.

Observé esos cambios en silencio mientras la seguía.

A medida que nos acercábamos a la ciudad, la atmósfera del lugar se volvió agitada y ruidosa. Parecía como si hubiera ocurrido algún tipo de incidente.

Observamos la escena en silencio durante un tiempo y entonces, cuando el sol se ocultó por completo y los alrededores se oscurecieron, la atmósfera del lugar cambió de repente.

—Alguien se aproxima… —murmuró la señorita mientras agudizaba sus sentidos.

—¿Qué dice, señorita Mellice…?

Al ver su reacción, decidí estar alerta también ante ese débil sonido en la distancia… Un momento después, las personas que aparecieron ante nosotros fueron Abel y un hombre mayor.

Abel parecía haber sufrido una grave herida, y estaba siendo cargado por el otro hombre.

—Alf, por aquí. Señor Shurei, le encargo la protección de Abel.

—Sí.

Aunque dijo eso, la señorita se detuvo frente a esas dos personas para protegerlas. Y, como para oponerse a las nuevas presencias que aparecieron, sacó su espada.

En medio de la oscuridad, donde no se podía ver ni un centímetro delante de ella, sintió con precisión a los enemigos y los cortó, uno tras otro.

Me moví para no interponerme en su camino mientras protegía a Abel.

—No creo que sigan viniendo…

Eventualmente, cuando los enemigos dejaron de aparecer, la señorita envainó su espada.

—¿Estás bien, Abel?

—Ah…, muchas gracias, señorita Mellice…

En ese momento, Abel se derrumbó.

—O-Oye… ¡¿Abel?! —gritó la señorita mientras se acercaba a él y tocaba su cuerpo.

Incluso en la oscuridad, era evidente que un fluido espeso y tibio con olor a hierro tiñó su mano.

Su reacción pareció exagerada ante lo que acababa de tocar. Como si rechazara esa tibia sensación, su cuerpo tembló.

—¿Abel…? ¡¡Abel!!

—Por favor muévase, señorita Mellice —exclamé mientras rasgaba mi ropa e intentaba aplicar un tratamiento de emergencia, pero debido a la oscuridad no podía ver nada.

—¡Alf, prepara algo para iluminarnos! ¡Señor Shurei, le encargo el tratamiento!

Como para detener a la señorita mientras daba sus órdenes, Abel agarró su brazo con una mano empapada en sangre.

—Lo lamento… Cometí un error en el camino… De alguna manera, Alf se las arregló para traerme hasta aquí…

—¡No hables! ¡Estarás bien! ¡Si te tratamos de inmediato, lo lograrás!

—No pueden iluminar el lugar… Nuestros perseguidores nos encontrarán si lo hacen… Por favor, deben olvidarse de mi tratamiento y escapar…

—¿Qué estás diciendo? ¡No hay manera de que podamos hacer eso!

—Aquí…

Abel tomó un paquete de documentos enrollados del bolsillo de su pecho y se lo dio a la señorita.

Los documentos estaban manchados con un poco de sangre.

—Esto es…

—No ceda ante esos bastardos que intentan derribar la casa del marqués Anderson… Por favor, dígale al general Gazelle que… si él llega a desaparecer, ¿quién protegerá al país? Gracias a él… los caballeros y el ejército finalmente han logrado cooperar hasta cierto punto. Gracias a él… Towair detuvo sus movimientos. Es lo mismo con otros países… El reino de Tasmeria aún no puede permitirse perderlo… Por favor, tome esto y entrégueselo.

Ella tenía miedo de aceptar los documentos… pero, después de ver su mirada, terminó tomándolos.

—Seguramente el general Gazelle y el joven Parks no acepten esto tan fácilmente… Por eso, por favor, dígale esas palabras… No deje que mi vida se desperdicie —añadió y la sangre se desbordó de su boca.

—¡Deberías decírselo tú mismo! Diles que no dejen que todo su esfuerzo se desperdicie.

—Conozco mi cuerpo mejor que nadie…

Mientras decía eso, Abel hizo una sonrisa intrépida.

A pesar de que estaba afrontando a la muerte, decidió no dejar que esa situación lo afectara.

—¿Por qué…?

Tal vez la señorita sintió lo mismo, ya que le respondió con un tono ligeramente irritado.

—No es que esté tratando mi vida a la ligera… En realidad, incluso tengo algunos arrepentimientos… pero, más que eso…

Abel estalló en un doloroso ataque de tos.

Con esa tos, más sangre se desbordó de su boca. Incluso después de que su tos se detuviera, parecía que apenas podía respirar…

—Ya que puedo confiarle el… futuro del país a alguien con el mismo objetivo que yo… puedo morir en paz…

Tal vez porque no podía ver más, su mirada no podía enfocarse en la señorita. Era como si la luz de su vida estuviera finalmente a punto de apagarse.

Para hacerle saber que seguía ahí, ella decidió tomar su mano.

—No puedes simplemente… dejarle a otra persona algo tan importante como eso. Eso no es algo que se cumplirá solo porque otra persona lo haya prometido… —Al decir eso, ella sonrió mientras lloraba—. No obstante, por mi propia voluntad, juraré ayudar a esa persona y proteger la paz existente en el reino…

—Eso es tranquilizador… —respondió él con una sonrisa.

Aunque estaba frunciendo el ceño por el dolor y su rostro estaba pálido, las comisuras de sus labios ciertamente se levantaron.

—Anna te está esperando… Aunque me dijo que te diera sus saludos… parece que terminarás recibiéndolos personalmente.

Por un momento, los ojos de Abel se abrieron ante la sorpresa. Sin embargo, sus labios pronto volvieron a ser una sonrisa.

—Así parece… Gracias… Muchas gracias, señorita Mellice… Y también, dele las gracias a mi maestro Louis…

Después de decir eso, cerró los ojos y mantuvo esa sonrisa en su rostro.

La señorita terminó llorando frente a él mientras reprimía su voz.

Poco a poco, las gotas de lluvia cayeron del cielo.

Lugiia
🙁 Yo dije... Es un terrible día para que llueva... y pasa esto T.T No era suficiente la lluvia en mis ojos T.T

El intervalo entre cada gota disminuyó, y eventualmente, se transformó en una ligera llovizna.

Esas gotas frías nos golpearon.

Era como si trataran de lavar el color carmesí que se enroscaba a nuestro alrededor… y como si respondiera al aura de tristeza alrededor de la señorita.

Me pregunto cuánto tiempo ha pasado…

Alf y yo, que habíamos visto su conversación de principio a fin, no pudimos llamarla y simplemente nos quedamos de pie mientras evitamos dirigirle la mirada.

No obstante, un momento después, ella se puso de pie en silencio.

—Debemos irnos… Shurei, lleva a Alf contigo… Yo llevaré a Abel.

—¿Va a llevar a Abel con nosotros…? —preguntó Alf con una expresión de sorpresa y la señorita le dirigió una mirada fría.

—Sí… Me gustaría que descansara en la tierra del reino que amaba.

—Pero si usted toma a Abel y más perseguidores vienen tras nosotros…

Si ella toma su cuerpo inmóvil, entonces naturalmente su movilidad se reducirá. Por eso Alf cuestionó su decisión.

—Yo me encargaré de todos los perseguidores…

La sonrisa que hizo mientras decía esas palabras, era suave… como si fuera una flor en plena primavera.

Pero, un sudor frío apareció en mi cuerpo al ver esa heroica y pura sonrisa. Incluso me hizo detener mi respiración ante la presión que emanaba de ella…

El sonido del latido de mi corazón se sentía muy fuerte en mis tímpanos.

—Por esa razón, absolutamente me lo llevaré… No permitiré ninguna objeción. En cualquier caso, volvamos.

Su atmósfera opresiva se dispersó cuando empezó a moverse.

Aliviados, Alf y yo suspiramos al mismo tiempo.

—Volvamos…

Y entonces, junto con ella, los tres cabalgamos de regreso hacia el campo de batalla.

Tal como dijo Alf, enviaron perseguidores tras nosotros. No obstante, como ella proclamó, todos fueron eliminados por su espada.

Se deshizo de todos los enemigos tan rápido, que Alf y yo no tuvimos ninguna necesidad de luchar.


Sakuya
Es muy triste, fue muy doloroso editar este capítulo T_T

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido