Traducido por Lugiia
Editado por Sakuya
El grupo que ataca a mi hermano aparece de repente. Por el momento, me escondo y observo la situación.
¿Quiénes son…?
Para ser bandidos, las cosas que tienen equipadas son muy convenientes. En lugar de decir que quieren atacar a cualquier noble, me viene a la mente la preocupación de que su único objetivo es la mismísima Casa del Marqués Anderson.
El Ejército y el Cuerpo de Guardias se coordinan entre ellos mientras luchan, pero… su cooperación desde donde estoy, parece lamentable. Sin embargo, parecen no poder lograrlo… porque las organizaciones a las que pertenecen son diferentes.
Es sólo que, debido a eso, cada individuo es incapaz de hacer uso de su propio potencial.
Como conozco sus habilidades por haber entrenado con ellos normalmente, ese hecho podría resaltarse aún más para mí.
El enemigo utiliza su fuerza en número y gradualmente se acercan a mi hermano mayor. Viendo eso, manipulo las riendas y aumento la velocidad de mi caballo.
Al mismo tiempo, la rabia dentro de mí estalla en llamas. Esa rabia está gritando: ¿Cómo se atreven a apuntar a mi hermano mayor…?
— ¡¿Mel…?! —Shurei, que está en medio de la batalla, es el primero en notar mi presencia. — ¡Cuerpo de Guardias! ¡Protejan a Parks-sama! —Mientras dice eso, masacra a uno de los enemigos.
— ¡Te debo una!
Inmediatamente, el Cuerpo de Guardias, siguiendo a Shurei, refuerzan la defensa de mi hermano. Y entonces, comienzan a luchar contra los enemigos que han estado atacando por detrás a mi hermano mayor.
Lo hice…
Dejo escapar un corto suspiro de alivio. Y entonces, confirmo los enemigos delante de mis ojos.
Parece que los enemigos delante de mí están desconcertados por mi existencia, ya que de repente irrumpí en la escena. Sin embargo, comienzan a reírse ligeramente ante ello.
— ¡Este no es lugar para que venga una mocosa como tú! ¡Lárgate!
De un solo golpe, tomo la cabeza de uno de los enemigos que se me acerca mientras grita.
La sangre dentro de mí parece hervir tanto que quema. Sin embargo, en contraste con eso, mi mente está despejada, como si estuviera siendo bañada en agua fría. Es como si mi mente, mi cuerpo, y todo de lo que lo compone, se reconstruyera para concentrarse sólo en la batalla.
—Que lo acabe una mocosa significa que era inferior a mí… —Indiferentemente, murmuro como si los despreciara.
Habiendo derribado fácilmente a un enemigo cara a cara sin utilizar un ataque sorpresa, el tiempo parece detenerse cuando la zona se queda en silencio.
—Qué ligeras… sus espadas que no tienen ninguna determinación ni convicción son demasiado ligeras. —Mis palabras continúan en medio de eso.
— ¿Ha? ¿Determinación? ¿Convicción? ¿De qué me sirve eso?
Después de eso, varias personas me desafían a la vez. Sin embargo, contrario a esa situación, mi corazón tiene una sensación de calma, como una hoja afilada.
— ¡Oh, soldados que han sido forjados por el General Gazelle, graben esto en estos hombres! ¡Qué la verdadera fuerza va acompañada de convicción! ¡Muéstrenles una verdadera batalla! —Me giro hacia el ejército que está detrás de mí y grito.
De repente, oigo un grito de guerra a mis espaldas.
— ¡Síganme! —Al decir eso, muestro mi cara al enemigo y avanzo.
Ellos me siguen y alientan a sus caballos a correr. Mientras confirmo eso por el rabillo de mi ojo, me sumerjo en el grupo enemigo. Mientras paso junto a ellos, los mato a todos y cada uno de ellos, uno tras otro.
Mi objetivo es la persona que parece un comandante dentro de la masa de enemigos. Si me preguntas cómo sé quién es su comandante… todo lo que puedo decir es intuición.
A medida que avanzo más y más, mis aliados interceptan a los enemigos atacándome. Entonces mi progresión continúa de manera constante.
—Bastardos… ¡No crean que pueden regresar con vida después de atacar la Casa Anderson! —Mientras acuchillo a todos los enemigos que se acercan, grito como si los golpeara con mi ira.
Siento que el mismísimo aire tiembla.
Mientras el enemigo vacila, envío mi caballo a galopar. Y masacro al comandante. En ese momento… puedo sentir una inquietud multiplicarse en el enemigo.
— ¡No dejen ir a nadie! —Mientras grito eso, mato a los enemigos cercanos.
Uno por uno, mato definitivamente a los enemigos que se interponen en mi camino… como ordené, todos me siguen y masacran al enemigo.
Como es de esperar, el grupo enemigo es acorralado a un caos turbulento en sólo un suspiro. Derrotarlos después de esto, probablemente no será muy difícil.
Junto con el sonido de carne cruda siendo desgarrada, el familiar olor a hierro me hace cosquillas en la nariz.
Los soldados del ejército derrotan al enemigo conmigo, uno por uno, y los rodean mientras hacen gradualmente el círculo más pequeño. El número restante de enemigos se reduce hasta el punto de poder contarlos con una sola mano.
Algunos tiemblan al mirarme.
Hace mucho tiempo que los bajaron de sus caballos, y mientras me miran, sus piernas ceden.
Me río al ver que la misma escena de aquel día se repite.
—Realmente fue una determinación frágil.
—Todo lo que dices es determinación… ¡¿Qué diablos es eso?! —grita el enemigo, poniendo una fachada.
—La determinación de matar, y de ser asesinado —respondo desinteresada.
Ante esas palabras, no sólo el enemigo, sino también mis aliados parecen sorprendidos.
— ¿La determinación de ser asesinado…?
—No es que tenga deseos de morir.
Cuando un miembro del ejército hace esa pregunta, le sonrío irónicamente y le explico un poco más.
—Cuando sales a la batalla, no hay certezas. No importa cuánto entrenes tu cuerpo, no importa qué tipo de técnicas perfecciones… cuando eres derrotado, morirás cuando sea el momento de morir.
Esas son las palabras que siempre me ha dicho mi padre desde que era pequeña. Mi vaga comprensión de la muerte desde que era pequeña es eso.
—Porque en el campo de batalla, una persona fuerte no existe. Todo lo que hay es cómo derribar a tu enemigo… y aquellos que viven después de eso, como aquellos que no. Eso es todo lo que hay.
Para poder ver a los ojos de uno de los enemigos, me agacho.
—No tenían esa resolución. Por eso en el momento en que cayeron en desventaja, se derrumbaron fácilmente. Si realmente hubieran tenido esa determinación… para empezar, habrían temido esa posibilidad y no habrían tomado acciones tan simples, sino que las pensarían bien en su lugar.
—Mel… ¿Por qué tienes tal determinación? —La voz interrogante de Kuroitsu viene de arriba.
Esa voz seria, junto con la atmósfera a nuestro alrededor, resuena fatalmente.
—Desde el principio. Desde el momento en que tomé la espada, tuve esa determinación.
Aunque también están las cosas que me dijo mi padre. En ese momento, fue porque no podía ver nada más allá de cumplir mi venganza.
Sea como sea, si hubiera podido cumplir mi venganza, no me habría importado ser derribada junto con mi objetivo. Teniendo eso en cuenta, tal vez más que la resolución de ser asesinada, estaba más cerca de un deseo por morir.
—Pero, sip… Ahora mismo, sólo porque tengo la determinación de superar ese miedo, he sido capaz de mantenerla.
No quiero que nadie más experimente los mismos sentimientos que yo… por ello, no me importa poner mi vida en juego.
Y al mismo tiempo, por el bien de la gente que me considera importante, tengo que sobrevivir sin importar lo que pase… precisamente por esto es que le temo a la muerte.
Le tengo miedo a la muerte, razón por la cual tengo la determinación de morir. Tal pensamiento conflictivo es la determinación de la que les hablé.
—Ya veo…
—Nuestra conversación se prolongó… ¡Alguien, ate a estos tipos! ¡El Ejército los tomará en custodia! ¡Los del Cuerpo de Guardias continuarán protegiendo a Parks-sama, y lo llevarán hasta la Casa del Marqués Anderson a salvo!
Ya que sólo ha pasado un poco de tiempo desde que terminó la batalla, todavía no he logrado cambiar mis sentimientos, y sin querer doy órdenes con palabras bastante duras.
Sin embargo, los del Ejército se mueven con rapidez siguiendo mis órdenes.
Más bien… puede ser un poco tarde para decir esto, pero me sorprende que los chicos del ejército obedecieran mis órdenes mientras luchaban.
En apariencia, sólo soy una guardia o una doble que no tiene nada que ver con la Casa del Marqués, y para empezar, aunque sea la hija de una Casa del Marqués, no hay razón para que obedezcan mis órdenes cuando no soy miembro del ejército.
—Bueno… ¿supongo que está bien?
— ¿Dijiste algo, Mel?
—No, nada. Bueno, entonces, ¡te dejaré a esos tipos a ti!
Al final, piso por primera vez en un tiempo el territorio junto con mi hermano mayor.