Sin madurar – Capítulo 70: En la tormenta (8)

Traducido por Den

Editado por Lucy


—¿Qué está haciendo la familia real en tiempos así?

—He oído que van a reprimirlos una vez haya acabado el festival.

Seguí tratando de leer el periódico mientras escuchaba las explicaciones de Leandro. Con una risita, abrió más el periódico para ayudarme a leer en una posición más cómoda. Apoyó la barbilla en mi cabeza y me corrigió cada vez que me equivocaba.

Después de una mañana tranquila, comimos pronto. Cuando Serena nos trajo el postre, le pregunté si habían encontrado a Eleonora, pero negó con la cabeza.

—No. ¿A dónde podría haber ido…? —respondió triste—. Todo el mundo habla de ella en la cocina. Gracias a ellos, incluso yo me preocupo por alguien que no conozco.

Entonces llamaron a la puerta. Leandro dejó la taza de té en la mesa y respondió.

Las puertas se abrieron y entraron varios hombres. Se presentaron como caballeros de la familia real.

—Discúlpenos, Excelencia. Ya debe estar al tanto de la situación, pero de casualidad, ¿ha visto a la princesa ambro…?

—¿Por qué buscaríais a la princesa aquí? No sé dónde está.

—Ah, ya veo. Lamentamos la intromisión, Excelencia.

Los caballeros hicieron una reverencia y se retiraron.

Miré sin comprender a Leandro, que estaba más concentrado en quitar las fresas de la tarta.

Todavía no han encontrado a Eleonora, pero ¿a ti te importa más no comer fresas…?

De repente empecé a preocuparme. En la historia original, él la habría seguido y vigilado, pero es probable que ahora esté sola.

¿Está bien que esté sola? ¿Y si se cruza con los rufianes como en la historia original?, pensé en Eleonora mientras me mordía los labios.

—¿Quieres mis fresas? —preguntó Leandro acabada su tarea, sonriendo orgulloso.

—Sip.

—Toma.

—Por cierto, Excelencia…

—¿También quieres estas?

—¡Sí! Me encantan las fresas, pero… No, quiero decir, Excelencia, ¿por qué no salimos a explorar hoy?

—¿A qué viene eso? —comentó, enarcando una ceja.

Cogí las fresas de su plato y asentí.

—A ver… es que escuché que hay mucho que ver ahí fuera. Aparte de los bailes, no hay nada divertido que hacer en el palacio. Me enteré de que organizan muchos torneos.

—Está bien. Prepárate y espérame. Iré a recogerte.

—¿No puedo salir así?

No había tiempo para maquillarme. Eleonora llevaba desaparecida desde la mañana. Si ya estaba fuera del palacio, las cosas podrían irse de las manos muy pronto.

Al notar que tenía prisa, Leandro me miró extrañado.

—¿Tantas ganas tienes de ver los torneos?

—¿Qué? Ah, sí, bueno… ¿Nos vamos?

Le cogí la mano con delicadeza y lo conduje a la salida.

—Vale.

Sonrió como si fuera el mejor momento de su vida.

Sugirió que fuéramos a caballo, en lugar de en carruaje, si quería ver bien la ciudad más allá del palacio. Le dije que de cualquier forma estaría bien y le tiré de la mano. Cuando salimos de la villa y nos dirigíamos al establo, me di cuenta de que había una conmoción.

—¿Vamos a ver? Hay bastante gente por allí —señaló Leandro.

—¿Qué cree que estará pasando?

—Creo que alguien dijo que han encontrado a la princesa.

—¿En serio? ¿Ya? Quiero decir, ¿puede oír lo que dicen desde aquí?

Leandro, con una audición similar a la de un animal, asintió.

En cualquier caso, si ya encontraron a Eleonora a plena luz del día, esto no es como en la historia original. Si mal no recuerdo, ella y él regresaban por la noche. La ausencia del segundo protagonista masculino está cambiando muchas cosas.

—Al parecer la princesa trató de escabullirse vestida de doncella, pero un guardia la descubrió —explicó Leandro.

—Vaya, será mejor que no hable mal de usted.

Fruncí el ceño como si fuera una pena.

—Es muy probable que escuche todo…

—¿Por qué hablarías mal de mí? —preguntó Leandro, confundido.

Ignoré la pregunta y seguí caminando. Vi a Eleonora a lo lejos con la cabeza agachada. Junto a ella estaba Diego, despidiendo a los guardias con gestos displicentes y evidente molestia en la cara.

Diego se frotó la cara con sus manos grandes.

—¿Estabas tratando de salir sin un escolta?

—Iba a ser un momento… Por lo que pensé que estaría bien —respondió Eleonora.

—¿Cómo podría estar bien? No lo habrías hecho si lo hubieras meditado un poco.

—Yo solo… Lo siento, Diego. ¿Estás enfadado conmigo?

—Al menos deberías habérselo dicho a una criada, así no habrías causado tanto alboroto.

Ella se acercó para abrazarlo, pero Diego la apartó con suavidad. Se sorprendió un poco, parecía avergonzada.

Diego podría haber sentido lástima por ella y haberla abrazado, pero no parecía dispuesto a hacerlo. Se limitó a suspirar y a mirarla. Luego como si de repente se hubiera dado cuenta de que había gente observando, giró la cabeza.

—Qué inesperado.

Su mirada se quedó clavada en mí un rato.

Sentí que Leandro me apretaba la mano. No era un encuentro agradable. Aún recordaba cómo me quitó el collar en la baronía.

Se dibujó una sonrisa en los labios rojos de Diego. Me estremecí y aparté la mirada. Diego sacó la lengua y se humedeció el labio superior. Al darme cuenta de que mis ojos volvían a posarse en él, reuní toda la fuerza sobrehumana que tenía para fijarlos en el suelo.

Sentía que Leandro me agarraba la mano con más fuerza. Arrugué la nariz y le pellizqué en el costado.

—Eso duele.

—¿Eh…? Ah, lo siento.

Luego se giró como si nada hubiera pasado.

No tuve más remedio que seguirle porque me llevaba de la mano.

Justo en ese momento, oí la voz ronca de Diego.

—Evelina.

Sin embargo, Leandro fingió no oír nada y siguió andando. Mientras lo seguía, me preguntaba si estaba bien actuar así.

—Hm, el príncipe heredero me llama.

—Quizás oíste mal.

—Q-Quizás…

Leandro habló con tanta seguridad que me cuestioné si era verdad. Tal vez estoy demasiado nerviosa.

Pero no me había equivocado de todo. Mientras reflexionaba al respecto, volví a oír la voz tranquila de Diego.

—Evelina.

Por instinto giré la cabeza. Vi a Diego sonriendo a lo lejos. Leandro dejó de moverse. Luego me preguntó con voz irritada:

—¿Por qué te llama el príncipe por tu nombre con tanta confianza?

—Así que no me equivoqué. Casi me engaña. ¿Por qué fingía que no lo oía?

Leandro mantuvo la boca cerrada.

—Ahora finge que no me oye porque no sabe qué decir.

—No, no es así.

Sigue tratando de engañarse cuando ya ha revelado sus intenciones. Lo chinché mientras se volvía hacia Diego, tenso.

Ante esta escena, Eleonora soltó una risita. Luego la mirada penetrante de Leandro se posó en ella un momento.

También la observé. Llevaba un uniforme de doncella con un delantal blanco. Es guapa incluso vestida de sirvienta. Ninguna sirvienta destacaría como ella. Entendí por qué la atraparon antes de que pudiera poner un pie fuera del palacio.

Diego y Eleonora se nos acercaron. Eleonora sonrió con suavidad y nos saludó.

—Evelina, nos volvemos a ver. Hola, duque Bellavitti.

—Hola, princesa.

Mientras la sonrisa alegre de Eleonora me derretía el cuerpo, Diego dio un paso adelante.

—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, pero ¿por qué no me saludaste? —preguntó mientras intentaba besarme el dorso de la mano.

Sin embargo, fracasó en su intento, pues Leandro me estrechó entre sus brazos.

Diego abrió los ojos de par en par, sorprendido, y sonrió, curvando una comisura de los labios.

—Duque Bellavitti. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos.

—Nos vimos anoche en el baile, ¿no?

—Ni siquiera me saludaste. Me decepcionó un poco.

Parpadeé mientras estaba atrapada en los brazos de Leandro. Ni siquiera podía moverme. Me sentía un poco avergonzada, así que traté de apartarlo con sutileza. Pero frunció el ceño como si lo hubiera notado.

—Vale, vale… Me quedaré quieta… —le susurré.

Al vernos interactuar de esta manera, Eleonora miró a Diego con un brillo en los ojos. Diego soltó una risa que sonó como el aire que se escapa de un globo. Luego, dobló las rodillas como para ponerse a mi altura y estiró la mano.

—Parece que la criada ha recorrido un largo camino. Qué sorpresa. Nunca imaginé que te vería aquí.

—Yo tampoco…

—¿Por qué pones esa cara? ¿No te alegras de verme?

Pero en cuanto Diego estiró la mano, Leandro me puso detrás de él. Bueno, más bien me cargó y me bajó detrás de él.

Atónita, asomé la cabeza por detrás.

Entonces Leandro agarró la mano de Diego y se la estrechó con fuerza suficiente como para oír sus brazos cortando el aire.

—Me alegro de verte.

—Pero no hablaba contigo.

—¿Ah no? Debo haberme equivocado —dijo Leandro con descaro.

Levanté la cabeza y lo observé. Había una sonrisa en sus labios, pero sus ojos no sonreían en absoluto.

Diego apartó la mano y se encogió de hombros.

—Bueno, si sigues intentando esconderla de esa manera, solo me dará más curiosidad.

—¿Curiosidad por qué? Puedes preguntarme —respondió Leandro.

—Está bien. Así no sería divertido.

—Puedes preguntarme.

—Dije que está bien.

Mientras escuchaba en silencio a Leandro y Diego, me di cuenta de que Eleonora seguía mirando a Diego con un brillo en los ojos.

Eleonora tiró de la camisa de Diego con timidez. Él se giró y preguntó:

—¿Qué pasa?

—Tengo una buena idea.

Diego hizo un gesto arrogante con la barbilla, como diciéndole a Eleonora que compartiera su idea. Sin embargo, no parecía escucharla. Ella se mostró dolida ante su indiferencia y cerró los labios de color rosa pálido. Luego, se quedó mirando al suelo un rato.

—Eleonora, te dije que hablaras, ¿no? —instó Diego.

—He oído que el duque Bellavitti también es caballero. Si salgo con el duque y Evelina… no sería un problema, ¿verdad? —sugirió, mirándonos.

—Lo lamento, pero ya tenemos algo planeado —contestó Leandro sin una pizca de arrepentimiento en la cara.

El rostro radiante de Eleonora se desvaneció enseguida.

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