Te equivocaste de casa, villano – Capítulo 35: ¿Qué bandera es esta? (5)

Traducido por Shroedinger

Editado por Lie


Yuri se dio cuenta que lo que estaba en la mano de Lakis en ese momento era la flor que hasta unos segundos atrás había estado con ella. Cuando se dirigía a la entrada de la plaza, había desplazado la flor de su cabeza a su mano y él debía haberlo visto.

Lakis sostuvo la rosa que le había quitado a Yuri en algún momento y se la llevó a la cara como si quisiera olerla. Luego, retrocedió lentamente y, cuando desapareció entre la multitud ante sus ojos, aplastó la flor en su mano.

Los pétalos rojos destruidos se esparcieron gradualmente por el aire donde él había estado de pie momentos antes.

¿Ladrón de rosas?, pensó Yuri mientras observaba el lugar donde Lakis desapareció con los ojos entrecerrados.

La rosa ya se había magullado mientras ella se movía por la plaza, por lo que iba a marchitarse de todos modos. Además, incluso si se la dio alguien que sospechaba era su personaje favorito, planeaba tirarla a la basura de camino a casa. Aunque parecía que Lakis se había deshecho de la flor por ella.

Pero ¿por qué la tomó? ¿Tal vez se dio cuenta de que era yo antes y esto es algo así como una declaración de guerra?

En ese momento, su ropa era diferente y tampoco tenía el fragmento de la ruina que le interesaba a Lakis, así que prefería pensar que ese no era el caso. Pero por alguna razón, decidió actuar con cautela.

Yuri frunció el ceño y volvió a acelerar el paso. Parecía que tendría que mirar más de cerca la condición de Lakis cuando llegara a casa.

♦ ♦ ♦

Ciudad Oscura de Carnot.

En medio de la ciudad había un imponente castillo con afiladas torres y en apariencia tan oscuro como el hollín. Su exterior parecía la afilada uña de una bestia o un rastrillo, quizás.

Un grupo de cuervos atravesó el cielo que estaba teñido en tonos púrpura.

Los cuervos revoloteaban sobre el castillo negro, aleteando audiblemente en el aire. Y en consecuencia, pronto se asentaron en el puntiagudo campanario del castillo, uno por uno.

Uno de ellos se posó junto a la ventana en la parte superior del castillo con las alas dobladas mientras miraba hacia un lado.

—Bien. Entonces, ¿lo perdiste?

Más allá de la ventana iluminada por la luna, había una silla tan grande como un trono.

—Era un bastardo moribundo. Pero no solo no pudiste atraparlo, también lo perdiste como un idiota.

Allí, un hombre sentado con las piernas cruzadas le susurraba lentamente a su subordinado, quien estaba postrado.

—Inútil.

—¡Lo-Lo siento! ¡Si me da una oportunidad más…!

El nuevo señor de Carnot miró al hombre que tenía a sus pies con el rostro bañado en sombras.

El hombre que se arrastraba a los pies de Lakis hacía unos instantes, suplicaba por su vida frente a él. Autoridad y lo que le hacía posible ejercerla: un poder inmenso. Era algo tan dulce.

—Bueno. Verás, soy un señor generoso.

—¡Gracias!

El nuevo señor hizo girar la copa de vino en su mano y sus labios se curvaron hacia arriba. Las nubes se despejaron y la luz de la luna bañó el rostro bellamente esculpido del hombre.

Encantador cabello rubio que brillaba intensamente incluso en la oscuridad. Ojos azules gélidos que eran tan claros como un cristal roto. De manera sorprendente, el rostro del hombre era exactamente el mismo que el de Lakis.

—Tienes un plazo de diez días. Encuentra a ese impostor y tráeme su cabeza para entonces.

El líquido rojo de la copa de vino estaba cubierto en sombras, dándole un color más profundo.

—Si vuelves a fallar, será tu cabeza la que caiga.

Mientras el señor hablaba, inclinó su copa sobre el hombre que estaba postrado a sus pies. La suave fragancia del líquido rojo empapó su cabello, ensuciando incluso la alfombra del suelo.

Aquella acción podía hacer que alguien se sintiera humillado, pero el subordinado lo único que hacía era inclinar la cabeza repetidamente, jurando con total certeza que tendría éxito en la siguiente ocasión, tras lo que se fue.

Mientras tanto, el subordinado que había quedado y que sufría una disfagia[1], entonces se dio cuenta de que era su turno y se puso tenso.

—¿Va bien la búsqueda del “mutante”?

—¡Sí! Estoy haciendo mi mejor esfuerzo y poniendo toda la voluntad posible.

—¿Tu mejor esfuerzo y voluntad?

Ante esas palabras, sus labios se distorsionaron en una mueca.

—No te llamé aquí para escuchar ese juego de palabras. ¿Debería quemar esa lengua inútil?

—¡Lo-Lo siento! Estamos extrayendo información del “mutante” que acabamos de capturar. Está progresando rápidamente, así que pronto podremos encontrar un nuevo mutante.

La mano que sostenía la copa de vino vacía se movía arriba y abajo en el aire. Y en cada ocasión, se oía un zumbido provocado por la copa de vino al rozar el apoyabrazos de la silla.

—Te doy cinco días. Si no hay nuevos avances para entonces, buscaré a alguien más.

En otras palabras, la cabeza del subordinado también se convertiría en un adorno en exhibición.

—¡No le decepcionaré!

El subordinado salió de la habitación sintiendo la presión del fuego cayendo sobre sus pies.

En ese momento, solo en la habitación, el hombre se inclinó más en la silla.

Lakis, debiste morir de inmediato, pensó el hombre.

Su nombre era Milliam. Una vez fue el único confidente que Lakis mantuvo a su lado. Pero, en ese momento, eso se había convertido en un pasado al que ni siquiera podía mirar con cariño. Y no fue otro que el propio Milliam quien pisoteó toda la relación.

Milliam miró por la ventana a la luna blanca que brillaba en el cielo. La vista sobre Carnot desde la habitación de Lakis no tenía rival.

Muerde antes de que te muerdan. Esa era la forma de vida en Carnot.

Los ojos del cuervo, que estaba sentado fuera de la ventana, reflejaron la sonrisa gélida en el rostro del hombre. Pronto, una pluma negra cayó y el cuervo voló hacia el cielo. Fue un día normal, sin que ocurriera nada especial.

Fue el trabajo de una noche.

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