Traducido por Herijo
Editado por Sakuya
Esto es lo que sucedió justo mientras suspiraba mentalmente por Eric…
—¡¡¡Eeeek!! ¿¡Por qué, por qué está aquí el vampiro!? ¡¡¡Noooo!! ¡No quiero morir, no quiero morir!!!
De la nada, se escuchó un grito histérico desde un rincón de la sala de enfermería. Fruncí el ceño al ser llamada “vampiro”, mientras el médico acudía a investigar lo que estaba ocurriendo. Eric se quedó petrificado por el impacto durante un instante, con los hombros temblorosos, luego miró alrededor de la sala de manera desconcertada.
—¡Por favor, tranquilízate, no te alteres! ¡Alguien! ¡Traigan los sedantes!
—¡No! ¡¡No!! Son demasiados, ¡¡no quiero ser presa del vampiro otra vez!!
—¿¡Por qué ha vuelto el vampiro aquí!? ¡¡Pensé que estaba actualmente en la escuela de nobles!!
—¡Ya no puedo ni luchar! ¡¡Ya basta, no quiero matar más ni morir!! Ya no puedo pelear más, ¡¡me falta una pierna ahora!!
Con el primer grito capturando la atención de todos, los gritos subsiguientes surgieron todos a la vez, y la sala se llenó de caos. Noté muchas miradas sobre mí, llenas de emociones claramente negativas como condena, desprecio y miedo. El doctor me sacó rápidamente de la sala de enfermería y, como si estuviera apegado a mí, Eric me siguió.
Cuando cerré la puerta de la habitación contigua en un intento por bloquear el ruido, finalmente dejé escapar un suspiro pesado.
Mi reputación infame es ampliamente conocida entre los soldados del ejército real. Parecen estar fuertemente en mi contra debido a mis métodos de ataque a las unidades enemigas y de trato a los prisioneros enemigos, que contradicen de frente sus ideales de caballerosidad y benevolencia.
No había tenido en cuenta que mi presencia causaría un trauma mental… incluso a través de la puerta de metal cerrada, todavía podía escuchar a los doctores y soldados lidiando con el pánico que mi aparición había causado, e inconscientemente mordí mi labio inferior.
Para ellos, soy un símbolo de muerte, violencia y batalla. Mientras el alboroto continuaba en la distancia, mis emociones se sentían como si estuvieran condensándose en algo pesado.
—Barón Dovadain, mis disculpas. Parece que el lugar donde debías expresar tus alientos se ha vuelto caótico. Le informaré al Conde Wiegraf Einsbark que tendremos a otra persona que te traiga aquí otro día, así que puedes volver a tu habitación ahora.
Eric parecía incapaz de comprender la situación en absoluto, simplemente se quedó mirando con una expresión helada en su rostro a la puerta cerrada que conducía a la sala de enfermería mientras yo le hablaba. Finalmente me miró cuando terminé de hablar, con una expresión de total confusión.
—Eso, eso de ahora… ¿Qué era? ¿Por qué nuestros propios soldados te temen tanto?
—El campo de batalla es un lugar que daña fácilmente los corazones de las personas.
Mientras instaba a Eric a salir de aquí conmigo, decidí responderle. Había pensado que era necesario educarlo de todos modos, así que supuse que esta podría ser una buena oportunidad. Será mejor que la próxima vez que venga a expresar sus alientos sea capaz de manejarlo mejor y pensar en algunas palabras que decir.
—Para los adversarios en el campo de batalla, se está librando una lucha de vida o muerte, lo que puede generar un sentimiento de negación y sufrimiento mental en las personas. Y como bien sabes, Eric, ya he matado sin piedad a muchos enemigos, incluyendo prisioneros. Las heridas que recibieron esos soldados anteriormente debilitaron sus espíritus, pues no quieren volver al campo de batalla nunca más. Así, incapaces de distinguir entre aliados y enemigos, cualquier cosa que les recuerde el campo de batalla les causa terror.
—Corazones dañados……
—Las heridas y la muerte no solo ocurren en el cuerpo, también pueden acontecer en el espíritu. Por ejemplo, es increíblemente común que una persona desarrolle fobia al fuego si antes fue quemada, y todos los seres vivos temen al dolor cuya causa entienden. Para seguir viviendo, para no morir, temen resultar heridos.
Mientras le proporcionaba a Eric una explicación básica del daño psicológico, también reflexionaba sobre mis propios ciudadanos. La vida infernal que habían llevado bajo el gobierno de mi difunto padre había marcado sus corazones más profundamente que cualquier cosa. Aunque era necesario, lo que siguió después con mi gobierno y el del Conde Terejia se asemejó esencialmente a una terapia de choque. Sentí una pizca de arrepentimiento por no haber cuidado mejor de sus corazones.
—Tú….
Desde detrás de mí, Eric soltó una única palabra, sin nada más a qué aferrarse, ni siquiera una pregunta.
—¿Yo?
No tenía idea de lo que estaba tratando de decir, e incliné la cabeza mientras le preguntaba de nuevo. Eric mismo parecía inseguro de qué preguntar, fruncía profundamente las cejas.
—Tú, um, bueno, no fuiste tú quien mató personalmente a esos soldados enemigos, ¿verdad?
Finalmente, formuló una pregunta de una manera bastante indirecta. Aunque el ejército real también está compuesto por plebeyos, su orgullo no les permitiría ni siquiera considerar una táctica como la que yo había usado antes. Como ni siquiera están en la misma cadena de mando que yo, nunca han participado directamente en una batalla junto conmigo, a quien consideran un villano infame.
—¿Estás realmente bien? Actuando como si nada hubiera pasado, incluso con algo como eso.
Terminó con un susurro mientras yo le lanzaba una mirada. Aunque sus palabras fueron cortadas, entendí perfectamente lo que estaba tratando de decir.
—En definitiva, no eran mis ciudadanos.
Me encogí de hombros mientras le respondía. No mencioné si estaba bien o no.
Podría decir de cierta manera que estaba bien, pero también es parcialmente cierto que no lo estaba. Ahora mismo mis sentimientos están durmiendo profundamente dentro de mí, y a diferencia de mis ciudadanos, tal vez surjan a la superficie en un momento que no puedo controlar.
Fin del Acto 3, Parte 3.