Traducido por Herijo
Editado por Sakuya
Tras asegurarme de que Eric había recuperado algo de calma, arrastré una silla y me senté frente a él. El tiempo apremia, pero esta es una excelente oportunidad. Necesito persuadir a Eric, hoy o a más tardar mañana.
—Comprendo a la perfección tus preocupaciones, Barón Dovadain —comencé—. Las inquietudes que has planteado, todos las hemos considerado, incluyéndome.
—¡Entonces!
—Pero, lo que afirmas es incorrecto. Como miembro de la familia del Archiduque Dovadain, deberías encarar la situación desde la perspectiva de un político, no de un caballero.
Le hablé a Eric con un tono de voz firme y, aunque pareció sorprendido por un instante, su expresión volvió a endurecerse mientras mordía su labio. Un suspiro burbujeó dentro de mí. Por su reacción, podía adivinar lo que pensaba, aunque no lo expresara en voz alta.
—Kaldia, debiste haber anticipado todo esto. Por eso me trajiste aquí —señaló Eric.
Opté por el silencio ante su pregunta. No tenía claro cómo reaccionaría Eric, sobre todo después de encontrarse de nuevo con los soldados heridos.
Ya había logrado la mitad de mi objetivo de resolver el conflicto en la escuela noble, al conseguir traer a Eric al Fuerte Jugfena. Ahora, él se verá obligado a retractarse oficialmente de su declaración anterior por mi intervención.
Esperaba que al observar el estado actual de los soldados heridos, Eric sintiera compasión y encontrara algún tipo de fervor mientras les daba ánimos.
No obstante, el ímpetu que surgió en él fue en la dirección contraria a la que esperaba: A pesar de ser un político, adoptó la visión de un caballero, alineándose con los soldados de pie. Aunque mostró compasión por los ciudadanos, falló en considerar los beneficios desde el punto de vista de Arxia. Desconocía la resolución de los soldados dispuestos a luchar en el campo de batalla, por lo que solo podía ofrecer palabras carentes de peso.
—A pesar de tu error, no eres una persona que peleará en el campo de batalla, ni naciste para convertirte en caballero. Es incorrecto que percibas el campo de batalla desde la perspectiva de un caballero.
Aquellos que luchan en el campo de batalla deben estar preparados para la pérdida de sus propias vidas o las de sus camaradas. Los políticos, a su vez, deben ser conscientes de su posición. Deben estar dispuestos a proteger las vidas de sus ciudadanos y las suyas propias, y tener la determinación de usar las vidas de otros para ese propósito.
Yo habito en ambos mundos y, a diferencia de Eric, soy versátil y puedo desempeñar tanto los roles de un oficial militar como los de un político. Así que continúe impartiendo la lección.
—La muerte es terrorífica para los soldados. Por eso, solo aquellos que están dispuestos a morir pueden luchar en el campo de batalla. Aquellos cuyos espíritus están quebrados, se retiran de la batalla. Para los soldados restantes, cuyos espíritus aún se mantienen firmes, huir del campo de batalla se considera un insulto. Barón Dovadain, ¿insistirás en insultar a aquellos cuyas vidas están simbolizadas por sus espadas? ¿Huirás de vuelta a la capital? y ¿podrás mostrar tu rostro frente a Sieghart?
Si Eric regresa a la capital de esta manera, tal como le expliqué previamente, estoy segura de que el ejército de Arxia será incapaz de resistir al ejército de Rindarl, que usará a sus esclavos como escudos humanos, y se verá obligado a abandonar el Fuerte Jugfena. Eso implicaría renunciar a todas nuestras victorias anteriores. No importa cómo se mire, sería una pérdida clara para nosotros. Además, el nombre y honor del Marqués Rolentsor, nuestro Comandante General, quedarían por el suelo.
Al mencionar a Sieghart, la expresión de Eric se retorcía de manera evidente. Parecía a punto de llorar, una reacción bastante infantil. Bueno, en el recuerdo de mi vida pasada, a los trece años aún se considera bastante joven. Pero en este mundo, a los trece años ya eres prácticamente un adulto. Son tratados casi igual que los adultos.
Por eso, aunque reconozco que Eric aún no tiene la madurez suficiente para manejar estas situaciones, me distingo de él al ser una reencarnada.
—Debes conocer tu propio papel— le dije.
Si intento pensar como un niño, creo que también podría entender un poco a Eric. Cuando considero que ya no tiene un modelo femenino a quien admirar en su vida, parece lamentable, pero mi empatía hacia él no significa que vayamos a ser amigos.
—Debes tener, al menos, una mínima determinación, estar preparado antes de haber venido aquí. —En esta situación, en la que sólo estamos los dos en la habitación, es absurdo incluso intentar ocultar mis sentimientos. Le lancé esas palabras con fuerza.
La expresión de Eric permanecía distorsionada, como si estuviera a punto de llorar, pero no apartó la mirada de mí hasta el final. Creo que esta es la primera vez que nos miramos a los ojos durante tanto tiempo.
—Entendí… Ahora, y la situación con Sieg… fue mi error. —Pero al final, por una vez fue honesto con sus sentimientos y bajó la cabeza.
Mientras acompañaba al desanimado Eric de regreso a su habitación, Paulo me encontró en el pasillo.
—Eliza, el Conde Einsbark te está buscando.
—¿Ahora mismo?
—Sí. Me dijo que informara también al Barón Dovadain. Nuestros exploradores reportan que las fuerzas de Densel han abandonado su capital, y las órdenes son que nuestro ejército regrese inmediatamente al frente….
—Entendido —respondí con un asentimiento, mientras miraba de reojo a Eric, quien todavía miraba hacia abajo. Pareció notar mi mirada, y por un momento giró para mirar hacia atrás en dirección al hospital improvisado, pero asintió con determinación.