Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 250: Concurso de acompañantes (3)

Traducido por Herijo

Editado por Sakuya


Había olvidado por completo la existencia de esta persona.

 —Oh, ¿te encuentras sola ahora? Me preguntaba si sería posible tener una conversación contigo. No te robaré mucho tiempo…

Al observar a Stephania sonreír con tal luminosidad, luché por contener el suspiro que amenazaba con brotar de mis labios.

Jamás imaginé que me arrepentiría de mis acciones con tanta prontitud.

Aún podía visualizar el comedor del cual me había escabullido hace escasos momentos, sin embargo, no había indicios de que alguien más lo hubiera abandonado todavía.

Me había marchado sin siquiera terminar el té después del banquete. Aunque tal acción no se consideraría descortés, Emilia aún no se encontraba en condiciones de interrumpir el almuerzo con el Príncipe Heredero. Me había informado que debería esperar un poco más antes de poder retirarse, por lo que, por el momento, tomamos caminos diferentes.

 —Te agradecería que fueras concisa… Estoy esperando a Emilia.

 —Veo que hoy estamos particularmente seria, ¿acaso la Archiduquesa de un país vencido merece tal importancia? Espera…, ¿esto significa que su destino ya está sellado?

A pesar de que Stephania no escondía su desprecio hacia Emilia, su percepción de la situación era acertada.

Si Emilia se uniera a la familia del Archiduque a través del matrimonio, eso le otorgaría un estatus prácticamente real. Después de eso, si ella decidiera abandonar la academia, gozaría de una protección sin igual, distinta a la que recibiría como  “Archiduquesa de un país derrotado”.

 —La persona encargada de la escolta de Emilia debe actuar de acuerdo a los estándares de Su Majestad. Esa persona soy yo, y me esforzaré al máximo para estar a la altura de la confianza depositada por el Rey, sin importar a quién deba acompañar.

Sin embargo, no me sentía en la obligación de discutir los pormenores de la situación de Emilia con Stephania.

Stephania se llevó las yemas de los dedos a los labios, intentando disimular su esfuerzo por cambiar su expresión de disgusto por una sonrisa forzada, pero no logró engañarme. Sus palabras y acciones ya habían empezado a exasperarme. Modifiqué mi postura para dejarle claro que no tenía intención de escucharla si continuaba malgastando sus palabras de esa manera.

 —Entonces, ¿cuál era el tema que querías discutir?

—Cierto… Mencionaste que tienes prisa. —Stephania volvió a sonreír y dijo—: De hecho, hay un favor que me gustaría pedirte. Seré directa. Me preguntaba si podrías hacerme el honor de ser mi acompañante.

Ah. Así que eso es lo que buscaba.

Con la  “petición” de Stephania, finalmente desentrañé el enigma detrás de esas cartas y mensajes desconcertantes que he estado recibiendo desde esta mañana.

No estaba segura de si ella consideraba que la posición de acompañante influiría en la selección de la Sacerdotisa, o si había algún otro motivo, pero probablemente eran solicitudes formales para que aceptara ser su acompañante.

Ahora era evidente que las cartas solo podían provenir de alguien ajeno a los círculos de mi familia. Si hubieran sido enviadas por una casa con la que tuviéramos conexiones, estoy segura de que no me habrían hecho tal petición sin motivos sólidos.

—Mi padre ha deseado conocerte desde hace mucho tiempo, Conde Kaldia, pero contactarlo ha sido complicado. Me preguntaba si podría facilitarle una presentación. Dado que me gradúo de la academia esta primavera, creo que mis oportunidades para solicitar esto se están agotando.

La situación de Stephania parecía diferir ligeramente, pero tras analizar su tono, concluí que su intención principal aún era convertirme en su acompañante.

El hecho de que ella recurriera a mencionar a su padre para persuadirme, mientras ocultaba sus verdaderas intenciones, solo intensificó mi desagrado hacia su persona.

—Lamento decirlo, pero no puedo aceptar tu propuesta de ser tu acompañante. Respecto al deseo del Marqués Schuttzeloier, arreglemos un encuentro a la brevedad posible.

De todas formas, ya se había acordado que yo sería la encargada del acompañamiento musical de Emilia.

Si Grays hubiera estado designado para asumir mi lugar desde el inicio, la situación sería distinta. Pero, a menos que se me notificara tal cambio, mi participación era inamovible, según lo decidido por la corte.

—Ya veo… Es una lástima.

Tras haber jugado la carta de su padre, Stephania se quedaba sin argumentos para respaldar su solicitud.

Me pregunté si realmente había contemplado la posibilidad de un rechazo. Con una mirada cabizbaja, hizo una reverencia en silencio y se alejó rápidamente.

No obstante, mis oídos no pudieron ignorar el sonido de sus dientes rechinando de frustración.

—Reka, ¿tienes un momento?

Esperé a que Stephania desapareciera completamente de mi vista antes de girarme hacia detrás de unas cortinas.

Reka y Tira asomaron sus rostros por el espacio entre las cortinas, y poco después, la cara de Vanita se sumó a la suya, formando una cómica alineación vertical que me recordaba a un tótem, provocándome una carcajada involuntaria.

—¿Ha concluido tu conversación?

—Sí, quisiera revisar nuevamente las cartas y mensajes mientras estoy aquí. ¿Has conseguido recopilarlos todos?

—Sí, ya está todo listo.

Con un brillo de entusiasmo en sus ojos, Vanita se retiró tras la cortina y se acercó a mí con una pila de documentos en mano.

Parece que optar por cambiar su pierna protésica fue la decisión acertada. Realmente, nada se compara con la libertad de moverse sin restricciones.

Después de examinar detenidamente las cartas y mensajes resumidos, confirmé mis sospechas: todas las misivas eran solicitudes para convertirme en el acompañante de alguien. Sin embargo, solo en dos casos parecía que las familias buscaban utilizar estas peticiones como pretexto para forjar un vínculo conmigo. Únicamente en esas situaciones, decidí que prestaría atención a sus propuestas y consideraría una respuesta adecuada.

—¿Fuiste tú quien escribió esto?

La caligrafía del informe resumido no correspondía a la de Reka. Aunque denotaba cierta inexperiencia, el esmero puesto en cada letra sugería que probablemente era obra de Vanita.

—Ah… Lo siento. Fui yo… me ofrecí para redactarlo…

—No tienes porqué disculparte. Has hecho un buen trabajo. La escritura es una habilidad que requiere tiempo para perfeccionarse y constituye un valioso recurso para cualquier funcionario. Creo que en adelante te asignaré más tareas de redacción.

Hasta ahora, Ratoka había sido el único en la academia en quien confiaba para tareas de secretariado. Pensé que sería beneficioso para él si Vanita también pudiera colaborar en algunas de estas labores. La  “preparación para la batalla” de Vanita, seguramente forjada por su historial, se había revelado como un recurso sorprendentemente valioso.

—Señorita Eliza, estás siendo demasiado generosa con tus elogios. Vanita podría no saber cómo manejarlo…

—Siempre me pregunto por qué se tiende a sobrecargar a los subordinados y sirvientes con alabanzas excesivas… Esta situación…

Reka y Tira se posicionaron rápidamente a cada lado de Vanita, susurrando algo entre ellos. Aunque sus voces eran apenas audibles, especialmente la de Tira, mantuvieron la formalidad como si estuviésemos aún en el recinto académico.

—¿Sucede algo?

Ambos apuntaron discretamente hacia Vanita, quien se había quedado paralizada, con el rostro completamente sonrojado y una expresión indescifrable.

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