Traducido por Sharon
Editado por Yonile
—Ah… ¡Quiero ver a sir Aqua!
—Señorita Tiararose, por favor no ruede en la cama con ese traje.
—Ah… Es cierto. Lo lamento, Philiane.
Después del banquete, Tiararose regresó a su cuarto. Estaba por arrojarse sobre la cama, cuando escuchó la advertencia de Philiane. Este vestido del desierto era capaz de arrugarse incluso después de ser lavado.
Se sentó en la cama y lanzó un largo suspiro.
—Entiendo que extrañe a Su Majestad, pero estoy segura de que está dirigiéndose hacia aquí ahora mismo.
—Es cierto… Me sorprendió escuchar que vendrá a caballo en lugar de usar un carruaje, para acortar el tiempo de viaje.
Por supuesto, ella esperaba que no fuera a actuar sin cuidado, y deseaba poder detenerlo desesperadamente.
—Es prueba de que es amada, señorita. ¿Va a cambiar sus ropas?
—Ya que es una extraña oportunidad, creo que me quedaré así un poco más… Es bastante revelador, pero es la primera vez que uso algo así. Es muy novedoso.
—Le gustaría mostrárselo a sir Aquasteed, ¿verdad?
—Eso podría ser algo vergonzoso… —dijo Tiararose con una sonrisa tímida ante las palabras de su sirvienta.
¿Qué es lo que haría si esos ojos dorados la observaban? No había duda de que su rostro se volvería rojo por la vergüenza, y solo pensarlo la hacía inflar sus mejillas en un puchero. No tenía problemas usándolo en un ambiente público, como el banquete, pero era un asunto diferente usarlo frente a alguien a quien amaba.
Philiane miró el modo en que su maestra estaba actuando, y pensó que debería crear una situación donde el rey la viera vestida de esta forma. Por supuesto, lo mantuvo en secreto de Tiararose.
—Revisaré la bañera por ahora.
—Sí, por favor.
Después de ver a Philliane irse, Tiararose se dirigió al balcón.
El cuarto que le habían preparado estaba en el tercer piso, y el cielo estaba lleno de estrellas, así que la vista era espectacular. Podía observar al mismo tiempo los jardínes del Castillo Real y las calles.
El aire nocturno era ligeramente frío, pero tolerable con un saco.
En ese momento, recordó lo que Saravia le había dicho antes.
Así que la Salamandra en verdad existe, ¿huh?
No había esperado que él fuera a admitirlo con tanta facilidad, y terminó sonriendo.
—Quiero verla, pero probablemente no debería involucrarse. Tendré que soportarlo —dijo, y disfrutó de la vista nocturna sin preocuparse. En ese momento, un hombre de cabello dorado entró en su campo de visión. Al parecer, Saravia había salido a los jardínes—. ¿Qué está haciendo a esta hora? —se preguntó, inclinando su cabeza.
Miró a Saravia cuando entró al pozo, y continuó caminando hasta la estatua de la diosa en el centro.
Esa estatua estaba un poco bronceada, por lo que era probable que estuviera hecha con minerales del desierto. Su hermoso cuerpo estaba cubierto por una tela, y estaba observando la tierra como si estuviera bendeciéndola.
—¿Qué está haciendo?
¿Estará borracho?, pensó Tiararose. Era inevitable, pues lo había visto beber bastante en el banquete más temprano.
—Supongo que debería decirle a alguien al respecto… Pero Philiane se fue…
Mientras pensaba en qué debería hacer, Saravia puso su mano en la estatua de la diosa. En ese momento, la escultura brilló con una luz roja. Era un brillo muy misterioso que iluminó la oscuridad, como si fuera un milagro de los dioses.
—¿Eh?
Tiararose parpadeó varias veces, observando con atención al rey y a la diosa. Había pensado que estaba borracho, pero al parecer se había equivocado.
Lucía como si estuviera en medio de un ritual.
—Para despertar a la Salamandra… No, quizás para hacerla dormir de nuevo.
No tenía necesidad de despertarla a propósito, por lo que Tiararose sacudió su cabeza y rechazó esa teoría. Pensando en el motivo del festival, sin embargo, no podía negar que sus acciones podrían estar relacionadas al espíritu de fuego.
No obstante, todavía faltan algunos días para el festejo.
—¿Hmm…?
Tiararose estaba observando al rey fijamente, cuando se dio cuenta que su cuerpo temblaba.
—¡¿Rey Saravia…?!
En ese momento, él colapsó, salpicando agua por todas partes. Parecía estar a penas consciente, intentando ponerse de pie de nuevo, pero… terminó sentándose en el agua sin nada de fuerza. No sería extraño que perdiera el sentido en cualquier momento con la manera en que se estaba comportando.
—¡Oh, no…! ¡Tengo que hacer algo de inmediato!
Tiararose se apresuró fuera del cuarto, y Tarmo, que estaba haciendo guardia en la puerta, se sorprendió de verla.
Era cierto que ella actuaba de manera imprudente a veces, pero normalmente era muy elegante, así que era raro verla actuar de manera frenética como ahora. Tarmo intentó preguntarle lo que sucedía, pero se sorprendió cuando ella no se detuvo y le gritó:
—¡Es urgente!
No importaban sus motivos, no podía dejarla moverse sin escuchar su razonamiento. Estaría bien actuar así en Marineforest, pero ahora mismo estaban en otro país.
—No obstante, Su Majestad…
—Estará bien. Yo la seguiré, tú espera aquí.
Tarmo estaba intentando convencerla, cuando alguien se acercó.
—¿Eh, Keith?
—Tsk. Nuestra princesa no sabe cómo permanecer quieta.
Keith se rió cuando vio a Tiararose correr por el corredor apresuradamente. Después de eso, comenzó a caminar.
♦ ♦ ♦
La luz que emitía el Castillo Real y las estrellas era la única iluminación, pero aun así estaba iluminado. Su piel se sentía fría como el hielo por estar usando ropas empapadas.
Saravia no tenía fuerza ni siquiera para sentarse, y se había acostado en el pozo. Por fortuna, el agua no era muy profunda así que no se ahogó.
—¡Rey…! ¡Rey Saravia!
—Ah, es Rose…
Escuchó una voz acercándose, y aunque no sabía por qué, sentía que era brillante. No importaba el lugar en el que estuviera, ella siempre hacía que el ambiente se volviera cálido y brillante.
—¡Rey Saravia, ¿se encuentra bien?!
—Te mostré una apariencia indigna.
—¡¿De qué está hablando?! ¡Vamos a entrar de inmediato! No es el momento de estar bromeando… —lo rebatió Tiararose al instante.
Tocando su piel fría, pensó que podría terminar congelándose si seguía así. Necesitaban preparar agua caliente de inmediato, así que intentó llamar a algún ayudante cercano.
—Hey, ¿por qué no hay nadie cerca a pesar de que estamos en el Castillo Real?
—Les dije que se fueran. Además, no puedo dejar que me vean así, por favor no llames a nadie.
—¿Eh? Pero está en tal situación…
Saravia no lucía como si pudiera caminar, así que necesitaba llamar a alguien para que lo ayudara a llevarlo. Sería difícil moverlo si no le permitía pedir ayuda.
¿Qué debería hacer?
Saravia le había pedido a sus sirvientes que se fueran, así que debía haber estado haciendo algo importante. Tiararose no podía decidir llamar a alguien solo porque colapsó y lucía enfermo. Podría echar a perder sus esfuerzos.
—Te llevaré, así que vamos.
—¡Keith!
El Rey Hada levantó a Saravia con un suspiro.
—Nos dijiste que no harías nada imprudente. ¿Ya te olvidaste?
—¡¿No es obvio que esto no cuenta?! ¡Quiero decir, tengo que ayudar si otros colapsan justo frente a mí!
—Sí, sí.
Mientras Tiararose intentaba explicarle que era natural actuar de esta manera, Keith comenzó a caminar. Saravia estaba proporcionando gemidos en el fondo, pero los dos lo ignoraron.
—Hey, Keith… Gracias.
Keith le había dicho que no debería haber hecho nada, pero aun así la siguió y ayudó a Saravia.
—Está bien —respondió él al escucharla—. Vámonos. Si no estoy equivocado, estaban preparando una bañera, así que te llevaré ahí.
—¡¿Eh?! ¿No es grosero hacerle eso a un rey?
—Soy el Rey Hada, ¿sabes?
—Ah, sí.
A pesar de que Tiararose intentó detenerlo, no pudo rehusarse cuando Keith le recordó su posición. Después de todo, los Reyes Hada estaban en un lugar superior a cualquier rey humano.
Entrando al Paalcio Real desde los jardínes, fueron directamente al baño que Philiane había preparado para Tiararose. Ya tenía agua caliente, así que el cuarto estaba cálido. Al entrar, Saravia lanzó un suspiro de alivio.
Sin embargo, y más importante, Philiane levantó la voz por la sorpresa, a un tono que era casi un grito.
—¡¿Qué es…?! ¡¿Rey Saravia?! ¡Un doctor, de inmediato…!
—Espera, Philiane. Vamos a mantenerlo en secreto por ahora.
—¡¿Eh?!
Philiane se acercó a Tiararose asustada, cuando escucharon una gran salpicadura. Keith de verdad había tirado a Saravia a la bañera.
—¡Hah…!
—Cielos, eres débil. Tienes tan poco poder mágico, y aun así hiciste algo como eso.
—Hah… Viste a través de mí, ¿verdad? —le respondió a Keith con una sonrisa de auto-desprecio sentado en la bañera.
Al parecer, Keith había entendido lo que estaba queriendo hacer. Tiararose no sabía qué era, pero primero le pidió a Philiane que dejara el cuarto.
Saravia no le había contado la situación a la gente de Sandrose, así que era obvio que ella no podía permitir que la gente de Marineforest lo supiera.
O mejor dicho, ¿no debería dejar el cuarto yo también?
Ahora que Saravia estaba calentándose en la bañera, Tiararose pensó que debería dejar el cuarto, pero en ese momento, Saravia le pidió que se detuviera.
—Espera un minuto, gatito. ¿No es cruel que me dejes solo?
—Quiero decir, estás totalmente empapado… Pensé que querrías descansar primero.
—Aun así, ¿no me dejarías agradecerte primero?
Seguía luciendo algo cansado, pero su rostro estaba mucho mejor comparado con antes.
En efecto, habría sido grosero retirarse sin decir nada, así que ella asintió con una sonrisa amarga.
—Para empezar, gracias. Me has salvado. Podría haberme congelado hasta la muerte si me quedaba ahí. Gracias a ti también por ayudarme, Keith.
—Solo me alegra que te encuentres bien.
—Y yo solo estaba siguiendo a Tiara como su guardaespaldas.
Aliviada de que las cosas parecían haberse arreglado, Tiararose decidió que le preguntaría los detalles de lo sucedido.
—Entonces, ¿qué fue lo que pasó?
Sin embargo, Saravia solo sonrió y no respondió.
¿Es algo que no quiere que sepa?
Inclinó su cabeza e intentó darle una mirada de reojo a Keith, que también parecía saber la razón… pero la persona en cuestión largó un suspiro despreocupado.
Cielos, Keith…, pensó. Estaba preocupada porque antes había dicho que había usado de más su poco poder mágico. ¿Podría ser que intentó darle su poder a la Salamandra?
Era sencillo adivinarlo. En el juego, el acto de pasar el poder mágico a otra persona podía dirigir a la victoria. Además, el tiempo en que lo hizo concordaba.
Keith había dicho que Saravia tenía “poco poder mágico” también.
—¿Podría ser que… te falte el poder mágico necesario para la Salamandra?
—¡¿Cómo sabes eso, gatito?!
—Eh, solo lo adivine… ¡¿Tenía razón?!
—¿Eso fue una suposición? Bueno, supongo que cavé mi tumba.
A pesar de que era el rey de Sandrose, terminó respondiéndole con honestidad cuando la escuchó murmurar.
—Usé tanto poder mágico que ahora estoy débil —dijo, dejando caer su cabeza. Sin embargo, la persona que estaba en problemas ahora no era él.
Eh, ¿estará bien si no tiene el poder mágico necesario?
Era un problema muy grave, y las preocupaciones de Tiararose aumentaron. Por lo que Grail y los demás habían dicho, los miembros de la familia real de Sandrose habían resuelto la situación en el pasado.
Ah, es cierto.
Como a Saravia le faltaba poder mágico, no podía cumplir con las necesidades de la Salamandra. Eso explicaba por qué había colapsado antes… Probablemente había usado demasiado de su poder, justo como Keith dijo.
—Um, este podría ser un comentario innecesario, pero… Además del rey Saravia, ¿hay alguien más que pueda darle poder mágico a la Salamandra?
—Desafortunadamente, no hay. Los únicos que pueden proveer poder mágico son aquellos cuya frecuencia concuerda con la del espíritu de fuego. En Sandrose, solo los descendientes directos de la familia real pueden hacerlo.
—Oh, no…
Tiararose frunció el ceño ante la situación desesperada.
En ese momento, recordó la historia del país.
Desde el establecimiento de Sandrose, había un sistema de un esposo con muchas mujeres, por lo que se lo llamó el “país del amor”. Tiararose había pensado que ella preferiría tener un solo amante, y odiaba pensar en hombres con muchas esposas.
Sin embargo, viendo a Saravia ahora… Puedo entender la razón.
El sistema del harén fue establecido para asegurar la continuidad de la línea real. Eso era porque necesitaban de alguien que pudiera proveer el poder mágico a la Salamandra cuando despertaba. En el pasado, el espíritu probablemente pudo acceder a la cuota necesaria con varios miembros de la familia real, antes de volver a dormir. Sin embargo, ahora mismo…
Saravia era el único miembro de la realeza que podía proveer poder mágico.
Sus padres habían fallecido, y no tenía hermanos. El único descendiente de la sangre real era él.
A pesar de que lo llamé frívolo… ¿podría ser esta la razón de su comportamiento?
Había negado el deber de Saravia como miembro de la familia real.
Tiararose apretó su puño con fuerza, sintiéndose avergonzada por tomar la situación con tanta ligereza.
¿No puedo hacer nada para ayudar?, pensó, cuando recordó lo que Saravia le había dicho antes.
—Supongo que la princesa amada por las hadas también es amada por los espíritus.
En ese momento, sintió que podía entender todo. Tomó una breve respiración profunda antes de mirar al rey.
—En ese caso, permítame darle mi poder mágico a la Salamandra. Estoy segura de que mi frecuencia mágica encaja con la del espíritu… ¿verdad?
—No estás equivocada… Realmente, me saco el sombrero ante ti, gatito. Pareces haber visto a través de todo. Es algo injusto —dijo con una risa—. Estoy agradecido, gatito… No, Tiararose.
—Sí.
Probablemente nunca sería suficiente solo con el poder de Saravia, así que él bajó su cabeza y le agradeció la ayuda.
—La joya que te envié, se dice que fue hecha de la lágrima de la Salamandra.
—¿Es así?
—Sí.
Tiararose miró el accesorio que brillaba en su pecho. Nunca había pensado que tendría tal valor… Palideció al darse cuenta que ahora le pertenecía.
—¿No se volvió el color más vívido y hermoso comparado con antes? Eso es porque la frecuencia de tu poder mágico encaja con el de la Salamandra, gatito. La joya está absorbiendo poder poco a poco.
—Así que tenía una función como esa…
¿Hmm?
En otras palabras, desde el principio había estado comprobando que su frecuencia cumpliera con el objetivo.
¿Podría ser por esto que vino a Marineforest?
Una vez más, Tiararose se dio cuenta que el verdadero aspecto del usualmente frívolo Saravia era muy difícil de comprender.