Traducido por Sharon
Editado por Yonile
El padre de Saravia no tuvo muchas esposas, y solo amó a una persona durante toda su vida.
Esa mujer era de una familia noble de bajo rango, y tuvieron una feliz vida de casados, pero su cuerpo era débil y murió cuando Saravia tenía 10 años.
Después de un tiempo, su marido la siguió.
Era por esta razón que Saravia no tenía hermanos.
Cuando la estación cambiaba de invierno a primavera, Saravia siempre estaba preocupado por la salud de su madre empeorando. Ya que Sandrose era un país de desiertos, no hacía frío durante la temporada de invierno. Sin embargo, no era un ambiente adecuado para alguien tan enfermo.
Saravia estaba caminando hacia el jardín, donde encontró a su madre sentada junto a la fuente.
—Madre, ¿qué estás haciendo aquí?
—Oh, es Sara. ¿Ya has terminado tus estudios matutinos?
—Sí, ya terminé… O mejor dicho, madre, no te has despertado sintiéndote bien, ¿verdad? Deberías recostarte… ¿Qué vas a hacer si tu salud empeora?
Sonriendo con amargura ante la preocupación de su hijo, ella se rascó la cabeza y se disculpó.
—Pensé que estaría bien porque me sentía mejor.
—Tsk… Tus manos están muy frías.
—Supongo que tengo algo de frío.
Saravia suspiró ante la actitud despreocupada de su madre.
—Regresa rápido a tu cuarto. Puedo ver las nubes de lluvia acercarse desde aquí; hará más frío en la tarde.
—Oh, no, qué mala suerte. Tienes práctica de baile durante la tarde también…
—Por favor no te preocupes por mí y cuida de tu cuerpo.
—Sí, sí. Después de todo no quiero preocuparte, Sara.
Saravia tomó la mano de su madre y la ayudó a regresar al interior del Castillo Real. Sin embargo, en el medio del camino, ella comenzó a toser y dejó de caminar. Él se apresuró a frotar la espalda de su madre, preguntándole si se encontraba bien.
—¡Madre parece estar adolorida! ¡Alguien, por favor, consigan ayuda!
—¡Lo entiendo, iré de inmediato!
Un ayudante cerca se dio cuenta del tono de pánico en la voz de Saravia y se acercó al instante. Luego, ayudó a llevar a la reina a su cuarto, donde un doctor la esperaba para tratarla.
A pesar de estar acostada en la cama, su respiración era dificultosa, y su expresión transmitía el gran dolor que estaba padeciendo.
—Por esto quería que te acostaras y relajaras en tu cuarto… —frunció el ceño Saravia—. ¿Por qué estabas en el jardín?
Su madre continuó tosiendo por un tiempo. Solo cuando recuperó el aliento, abrió los ojos y miró a su hijo. Le dio una sonrisa que parecía decir que el sufrimiento anterior fue una mentira.
—Lo lamento, Sara. Te asusté.
—Está bien. Sin embargo, a partir de ahora tienes que quedarte acostada.
—Sí, está bien. Pensé que estaría bien salir solo un rato… pero supongo que mi cuerpo no me escucha…
Saravia se preguntó si una persona que casi había colapsado momentos antes debería decir algo así, y suspiró. Quería que pudiera sentir algo del peligro en el que estaba.
Se sentó en la silla que estaba al lado de la cama, y miró a su madre, que estaba acostada de costado.
Su cabello dorado casi transparente era recto, sin ondas y alcanzaba su cintura. Sus ojos eran rojos y su piel morena. Saravia había heredado su apariencia.
Lo único que había heredado de su padre, el rey, era el espíritu competitivo y terquedad.
Al verlo sentarse a su lado, la reina comenzó a reír por lo bajo.
—¿Qué sucede?
—Eras como yo cuando eras joven, pero has crecido y te has vuelto más varonil. Ahora te pareces a esa persona, Sara —murmuró con una sonrisa—. Quería verte heredar el trono como el rey.
—No sé cuándo padre renunciará a su posición, pero eres la reina, madre, es obvio que lograrás verlo.
—Je, je, eso espero.
Sus palabras no tenían nada de convicción. Probablemente porque ya estaba consciente de que la muerte se acercaba a ella.
Saravia todavía era joven en ese entonces, y solo se dio cuenta de este hecho después de haberse convertido en rey.
—Deseo que puedas vivir por mucho tiempo y cuidar del país apropiadamente, Sara…
—Estás diciendo tonterías otra vez.
—Es cierto. Supongo que es porque no pude darte ningún hermano.
La familia real de Sandrose a menudo tenía varias consortes y varios niños en una generación. Sin embargo, su cuerpo era débil así que no podía volver a dar a luz, y su padre no tenía intenciones de obtener otra concubina.
Aun así, para Saravia esto era un honor.
El hecho de que sus padres solo amaran a una persona a lo largo de toda sus vidas… Los monarcas anteriores habían tenido varias consortes, así que ahora solo podía pensar que eran poco sinceros. Incluso en este momento, que todavía era joven, no podía dejar de pensar que quería ser como sus padres.
—Esa persona y yo dejaremos este mundo antes que tú, Sara. Por eso, por favor, cuida de este país por mi bien también.
—Por favor no hables así, como si estuvieras a punto de morir.
—Bueno, la vida de los humanos no puede predecirse… ¿O quizás estoy siendo demasiado sentimental? —rió su madre, extendiendo su mano para agarrar la de su hijo—. Solo terminé pensando en lo que pasará en el futuro. Sara… Creo que lo único que pude hacer por ti fue darte la vida y traerte a este mundo.
—Por favor no digas tonterías. Recibí mucho de ti, madre.
Cosas felices, cosas injuriantes, cosas tristes… y la habilidad de amar a alguien. El amor de Saravia hacia sus padres y las personas de este país probablemente provenían del amor de su madre.
—Voy a encontrar a alguien de quién cuidar en el futuro también.
—Je, je, eso está bien. Estoy segura que esa niña será bendecida por ser amada por mi Sara. Yo fui amada por tu padre y pude traerte a la vida, así que por favor, sé feliz como nosotros.
—¡Sí!
El Saravia de diez años había respondido con energía. Es cierto, en ese momento había estado muy feliz, y le había jurado que cuidaría de este país después de volverse el rey.
Sin embargo, todo cambió cuando su madre murió.
♦ ♦ ♦
—¡R-Rey Saravia, es de mañana!
Tomando una respiración profunda, él abrió sus ojos.
La luz del sol matutino brillaba a través de la ventana. Al parecer, se había despertado más tarde de lo acostumbrado, porque solía estar preparado cuando Izzet llegaba.
Saravia se sentó y suspiró.
—Buenos días, Izzet.
—Buenos días, rey Saravia… Estabas haciendo varios ruidos, ¿tuvo una pesadilla? —preguntó, extendiéndole un té de jengibre para ayudar a despertarlo. Por su parte, Saravia ni siquiera intentó ocultar su expresión cansada.
—Soñé con el momento en que madre murió.
—Eso es… —Incapaz de saber cómo responder, Izzet se quedó sin palabras—. Estuviste haciendo muchas cosas últimamente. Estoy seguro de que todo ese cansancio le dejó agotado emocionalmente. Por favor, relájese y tome un descanso.
Izzet abrió la ventana para dejar que el aire fresco entrase, y el viento matutino jugueteó con el cabello de Saravia, quien tomó la taza con el té a la vez que miraba hacia el paisaje exterior.
—Las cosas no están saliendo muy bien… —murmuró.
—Nunca esperé que un Rey Hada los acompañaría.
—Es cierto. Las cosas se volvieron complicadas desde que involucré a Rose.
—Estoy de acuerdo.
Saravia se rió ante la respuesta de su ayudante, y se terminó la bebida de un sorbo.
—Al principio pensé en recibir el poder mágico que me falta de Rose en secreto, pero eso no funcionó. No quería volverme alguien con una mentalidad tan patética.
—Rey Saravia…
—Estoy seguro que madre tampoco quería esto.
—Sin embargo, estoy seguro que ella habría estado triste si muriera —le interrumpió Izzet para recordarle que no debería perseguir el camino de la muerte con tanta facilidad.
En efecto, era el papel de la familia real pasarle poder mágico a la recién despierta Salamandra. No obstante, era responsabilidad del rey anterior, que sabía que el espíritu despertaría algún día, el tener más de una esposa para compartir la carga de esta tarea.
—Solo fue después de la muerte de mi madre que me di cuenta que recaía en mis hombros la tarea de calmar a la recién despierta Salamandra… Las intenciones del espíritu fluyeron en mi interior, y fui consciente de lo que tendría que hacer. Al mismo tiempo… Me sentí decepcionado. Quiero decir, no pude proveerle el poder mágico que necesitaba por mi cuenta. En primer lugar, era difícil que una sola persona pudiera calmar el hambre de la Salamandra.
Por eso Saravia le había dicho a su padre de inmediato que debía conseguir una nueva consorte.
—Si las cosas continúan así, no podremos cumplir con nuestra parte del trato cuando la Salamandra despierte. ¡Necesitamos más niños que provean el poder mágico!
Sin embargo, su opinión fue ignorada.
Al mismo tiempo, Saravia no podía rechazar por completo la posición de su padre, quien no podía olvidar a su esposa, la única mujer que alguna vez había amado.
Es por eso que pensó que, en su lugar, sería él quien tendría múltiples consortes y aumentaría a la familia real.
Esa fue la motivación detrás del comportamiento de Saravia hasta este día.
—Hasta ahora, hubo algunos reyes que tuvieron que dar sus vidas para llenar el estómago de la Salamandra. No es seguro que vaya a morir, así que creo que vale la pena correr el riesgo.
—¡Por supuesto que no está bien! Si mueres, Sandrose se quedará sin miembros de su familia real.
—Eso es cierto…
Sin embargo, había una manera de permanecer optimistas ante tal situación.
Recordando la historia, Sandrose siempre tuvo una realeza numerosa. Era muy probable que parte de la sangre real se hubiera mezclado con los civiles en secreto.
En otras palabras, algún rey del pasado podría haber hecho preparativos en caso de que una situación como esta se produjera.
No, era más que probable.
Como un rey, había cosas que Saravia estaba convencido de que eran reales. Después de todo, él mismo estaba haciéndolas ahora mismo. Sería extraño que no hubiera nadie más que pensara como él. O mejor dicho, imposible.
Por eso decidió realizar un movimiento precipitado.
—Ah, hablando de eso… El rey Aquasteed mencionó que necesitaba permiso para visitar las bibliotecas.
—¿Bibliotecas? —preguntó Saravia sorprendido ante el cambio de tema—. ¿Por qué…? ah, ya veo. Probablemente quiera encontrar alguna pista que ayude a regresar a Rose a la normalidad.
—Es probable. Incluso las personas de nuestro país no pueden acceder a ellas con facilidad, sin mencionar el rey de otro país…
—No, no me importa. Diles que tienen mi permiso.
Izzet estaba a punto de decirle que deberían rechazar la petición, pero Saravia accedió de inmediato.
En realidad, si pensaba en lo sucedido, no tenía más opción que aceptar.
¿Pero será una buena idea? Mientras están buscando maneras de regresar a la reina Tiararose a la normalidad, podrían encontrarse con documentos confidenciales, pensó Izzet. Sin embargo, Saravia era alguien que no cambiaba de opinión con facilidad. Izzet no tuvo más opción que aceptarlo.
—Bueno, entonces le informaré al rey Aquasteed.
—Sí, por favor. El festival tendrá lugar el día después de mañana. No creo que puedan encontrar una forma de regresar a Rose a la normalidad para entonces… Aunque tengo el presentimiento de que sucederá algo si es ella.
Saravia se rió con alegría, se levantó de la cama, y comenzó a vestirse con las ropas que Izzet le había preparado.
♦ ♦ ♦
Tiararose y Aquasteed intentaron encontrar alguna forma de restaurar el poder mágico mientras Saravia se preparaba para el festival. El tiempo pasó con cada uno preocupado en su tarea, y finalmente llegó el día del Festival del Fuego y el Agua.
No pudieron encontrar ninguna idea plausible.